Despierto con los primeros rayos del sol, decidida me pongo en pie, dispuesta a prepararme para el nuevo día. Veinte minutos después llego al desayunador, con un hermoso vestido azul ajustándose a mis curvas, Patricia recoge un puesto en la mesa y frunzo el ceño confundida.
—Buenos días, Patricia.
—Buen día— responde fría sin mirarme.
—¿Dominik ha desayunado ya?
—Si— responde girándose hacia mí, sus fríos ojos me atraviesan, pero no logran en mí ningún efecto— se acaba de marchar, al parecer te evita— me dice con malicia, me siento enfurecer pero evito demostrarlo.
—Cierra la boca víbora venenosa, mejor sirve mi desayuno— agito mi espesa melena delante de ella. Me siento totalmente erguida y elevo una de mis perfectas cejas insinuando que espero a que me sirva.
—Muy pronto me daré el lujo de verte partir— me dice con desprecio.
—Puede ser—me encojo de hombros— Pero mientras eso sucede, dedícate a servirme.
Después del desayuno me siento enfadada y bastante frustrada. ¿Qué se cree el Maestro?, ¿ qué puede dejarme aquí en casa tirada esperando por él?, ¡Pues no!
¡No le voy a permitir que me evite!
¿Cómo se atreve a comportarse como si yo no existiera después de todo lo que hemos vivido?
¡Está muy equivocado si piensa que puede ignorame!
Paso toda la mañana enojada por la falta de atención del Maestro. La víbora venenosa tenía razón, me estaba evitando y yo no lo permitiré, ya me tendrá que dar cuentas, pero mientras tanto debía entretenerse o morir de aburrimiento.
Decidida busco el número de Tobías y lo llamo, repica dos veces y su alegre voz llega hasta mí.
—Hola hermosa, qué grata sorpresa— su voz alegre me recarga de energías, al menos él si se alegra cuando me escucha.
—Hola, cariño— respondo con voz lenta y sensual— tengo muchas granas de verte.
—Coincidimos, preciosa. ¿qué te parece si paso por ti y vamos a comer?
—Eso sería genial, Tobias— le digo animada.
—Tengo algo para tí— me dice.
—¿Si?, ¿qué es?— pregunto sonriendo.
—Ah no, es una sorpresa, así que tendrás que esperar— me dice juguetonamente.
—Odio esperar— respondo con un puchero, como si pudiese verme. Pero es la verdad, no hay nada que odie más como tener que esperar.
—Lo sé preciosa, pero mientras más pronto nos veamos, más pronto lo sabrás.
—¿A Qué esperas para venir por mí?— pregunto y él riendo corta la comunicación.
Voy a mi habitación y retoco mi maquillaje, luego de eso me aplico un poco de perfume, estoy satisfecha con mi imagen así que decido no cambiarme.
*********
El restaurante es tal y como me gusta, desprende lujo y clase por donde se vea. Me siento como la mujer más importante de todas, es así como debo sentirme. Es así como se siente una seductora, ya nunca más he vuelto, ni volveré a sentirme como la Katia del orfanato y menos como la Katia que vivía en la calle.
—Estás pensativa— me dice Tobias mientras bebe de su copa.
—Solo un poco, querido. Nada de qué preocuparse.
—¿Segura?— pregunta con el ceño ligeramente fruncido.
—Completamente— respondo mostrando mi mejor sonrisa y él suspira aliviado.
—Dije que tenía algo para ti
—Lo recuerdo— sonrío.
Saca de su traje un estuche alargado y de terciopelo rojo. Sonrío porque ese es mi color favorito. Cuándo lo abre ante mis ojos, la satisfacción me recorre, es una prenda exquisita. Es un collar de esmeralda con forma de sol, trabajado en oro blanco y con una gran esmeralda en el centro.
—¡Es hermosa, Tobías!— gemí llevándome ambas manos a la boca.
—No tanto como tú, pero hace su intento— me respondió con una sonrisa. Se puso en pie y caminó hasta donde yo me encontraba apartó mi cabello hacia un lado y me colocó la exquisita prenda. Sus manos se detuvieron más de lo adecuado en mi cuello, mientras sus dedos acariciaban justo allí.
—Es realmente, hermosa. Muchas gracias— se inclinó a mi lado y me miró con esos hermosos ojos verdes.
—Gracias a ti— se inclina hacia a mí y me da un beso que respondo, acercándolo a mi boca. No somos novios, por supuesto que no, las seductoras no tenemos novios, más bien somos chicos a los que les gusta estar juntos.
Pasamos largo rato compartiendo, conversando y disfrutando del buen vino. Luego se dispuso a llevarme de regreso a casa del Maestro. Estacionó el auto frente a la puerta y se giró hacia mí.
—Gracias, pasé un rato agradable.
—Gracias a ti, hermosa. Me encantaría si nos viéramos mañana.
—Sería genial, cariño— me inclino hacia él y lo beso y como siempre él responde a mis exigencias.
Nos despedimos y entro a casa mientras él se marcha. Paso el resto de la tarde apreciando mi nueva adquisición, pensando en lo bueno que es Tobías, no tiene reparos en las prendas y obsequios que me da, y me quedo pensando que quizás era hora de alejarse de él, no sabía cómo solucionar el hecho de que presentía que pronto haría una pregunta absurda y lo terminaría arruinando todo.
Después de cenar me voy enfadada a la cama.
¿Qué diablos se ha creído el Maestro?, no es quién para tenerme así. De pronto una idea viene a mi mente y sonrió con malicia. Pasan de las diez cuando me levanto, cambio mi ropa interior, aplico perfume, revuelvo un poco mi cabello y me aplico un poco de brillo labial.
Me cubro con una ligera bata de seda y me dispongo a esperar. No importa cuánto tiempo tardara, ni que tan tarde llegara, lo esperaría, si Mahoma no va a la montaña, entonces la montaña iría a Mahoma, pero esta noche el maestro sería mío.
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Dominik. . .
Llego a eso de las diez cuarenta y cinco, todo está a oscuras y aparentemente Irina está dormida, tal y como lo esperaba. No sé cuánto tiempo más durare en esto, pero debo buscarle una solución urgente, ya que mi sensibilizado y ansioso cuerpo me q hace querer volver temprano a casa y paso el día en una lucha constante entre volver y tomar a Irina entre mis brazos, o quedarme en la oficina y seguirla evitando.
Tomo una larga ducha, seco mi cuerpo con movimientos rápidos, me coloco solamente un bóxer, apago la luz de la habitación y me meto bajo las sábanas.
Me sobresalto cuándo cinco minutos más tardes se abrió la puerta de mi habitación. Me incorporo en la cama y prendo la luz de la lámpara sobre la mesa de noche.
—Irina. . . — aquello fue un gemido.
No la estaba imaginando, ni soñando, ella estaba frente a mí, con unos hermosos zapatos de tacón color dorado y una exquisita bata de seda roja, su cabello un poco despeinado la hacía lucir muy sexy, se acercó a la cama contoneando las caderas y yo trago con dificultad el nudo que se había formado en mi garganta. Cuando estuvo cerca de mi su aroma inundó mis fosas nasales y creí enloquecer, sus oscuros ojos estaban fijos en mí, y esa hermosa boca sonreía.
—Al fin llega, Maestro— me dice con voz ronca.
—Pensé que estarías dormida.
—Pensó mal, lo estuve superando todo el día— me dedica una gran sonrisa- ¿Cree que no he notado que me ha estado evitando?, no sé qué sucede, pero no le va a funcionar más, esperaré todos los días hasta medianoche si es necesario.
—Irina. . .
—No Maestro, he dicho que no funcionará. . . . al menos no ésta noche, estoy segura de lo que quiero y he venido en busca de ello— se acercó a la cama y se sentó en ella, quedando muy cerca de mí, llevó sus manos a mi abdomen y comenzó a ascenderla con suavidad, todo mi cuerpo en tensión y la excitación me hizo vibrar, su mano llego a mi cuello, subió hasta mi cara y un delicado dedo recorrió el contorno de mi boca, luego acercó su cara hasta que respiramos el mismo aliento y supe que estaba perdido, los esfuerzos de los días anteriores nada habían valido, allí estaba esa chiquilla tentándome, seduciéndome y mi cuerpo era incapaz de negarse— He venido en busca de lo que deseo Maestro, y no saldré de esta habitación sin obtenerlo.