Capítulo 17;Visita al orfanato II

1251 Words
—Te he extrañado mucho— le digo.— le hace tan feliz estar aquí contigo. Te presento a Dominik Von Fischer, es mi protector. —Señor Von Fischer, es todo un placerlñ— le sonríe y estrecha su manos— muchas gracias por cuidar de Katia, casi enloquezco cuando me di cuenta de que había desaparecido. —No desparecí, me escapé que es diferente — digo y besó su frente. —Vaya, yo llegue a creer que jamás volvería a verte— dice la señorita Anna — un placer señor Von Fischer, soy la señorita Anna. —El gusto es mío, hemos traído muchas cosas que seguramente ayudarán en la vida diaria del orfanato — asegura el maestro y me mira sonriente. —Muchas gracias, no sabe cuánto lo valoramos— dice Sonia. —Ha Sido idea de Irina, agradezcando a ella— me sonríe. —¿Irina?— preguntan ambas mujeres. —Una larga historia, pero sí, ahora mi nombre es Irina — miró a Sonia — y hasta tengo un apellido— digo orgullosa— los hombres están cargando todo. —Si— dice Anna— vamos dentro, la directora los espera para agradecer el gesto — dice mirándome fijamente, cómo buscando en mi a la antigua Katia, no lamento en nada decepcionarla, la antigua Katia, ha desaparecido para siempre. Katia, nunca más, nunca más. La directora no se mostró menos sorprendida al verme, comenzó a hacer preguntas; —¿Por qué te escapaste? —¿En dónde estuviste? —¿Éste hombre es tu familiar? —¿Cómo que cambiaste de nombre? —¿De dónde sacaste dinero para las donaciones? —No he venido para hablar de mi— le dijo en voz tensa— me fui porque no estaba bien aquí, ya estaba harta de los malos tratos y los castigos son sentidos— la directora mira nerviosa a Dominik, y éste enarca una ceja. —Pero, no puedes vivir con alguien que no es tu familia, ni siquiera le conoces. —¿Yo he dicho eso?— le digo con ironía — además, claro que puedo, viví aquí dieciséis años de mi vida, casi diecisiete años, y hasta donde sé, ni fino es mi familia, y cuando llegué aquí no conocía a nadie. —Eras solo una bebé — me dice para luego mirar al maestro. —Lo contrario ahora, he crecido y sé defenderme. —Edtas muy cambiada. —De nada servía seguir siendo igual— continúa por unos minutos más, hasta que me enojo y me pongo de pie, asegurándole que solo es una donación y que no hay que hacer tanto drama.— ¿La recibirá o no? —Bien sabes que lo haré — dice con labios apretados— cualquier tipo de ayuda es bien recibida en este lugar de penurias, tu lo sabes bien, Katia. —Irina— la corrijo — mi nombre es Irina, Katia ya no existe— ella solo me mira en silencio.—Bien, Dominik— le digo— vamos a ver cuánto falta para terminar de bajar la despensa y todo lo demás — el asiente y se pone de pie. —¿Señor, sabe usted que puede ir pñdetenido por la justicia?, ella es menor de edad aún. —De hecho, todo es perfectamente legal, tengo excelentes abogados y se han encargado de todo el papeleo y todos los trámites — sonríe con autosuficiencia— usted si podría ir a la carcel— la directora pierde todo el color de su rostro— debería ponerle más atención a la alimentación, el trato y castigo a los jóvenes y niños que aquí viven, de lo contrario, yo mismo podría encargarme de meterla a prisión por mala administración y maltrato a esos niños— sonrío maliciosamente, nos giramos para salir y cuando me giró antes de cruzar el umbral de la puerta, la directora sigue pálida y sin poder moverse. ¡Qué satisfacción tengo! Me alegro el corazón ver cómo todos disfrutaban de las deliciosas hamburguesas, al inicio nadie parecía reconocerme y eso me resultaba gracioso, si había cambiado mucho, pero, ¿Tanto como para no darse cuenta?, ¿O es que todos estaban muy concentrados en las hamburguesas?, la señorita Sonia no se aparta de mí , mantiene mis manos sujetas, hablando de todo un poco, habla también con el maestro, y le agradece asegurándole que los niños nunca habían comido algo tan delicioso. Y yo puedo dar fe de que así es. —Vendremos más seguido a consentirlos un poco— aseguró Dominik con una sonrisa. Mariana y su pandilla de chicas se acercan a nosotros, sus ojos están fijos en mi, llenos de rabia. —¿Katia?— pregunta sin poder creerlo. —Ya no uso ese nombre, ahora soy Irina. —¡Te escapaste!— me acusa. —Así es, fue la mejor decisión de mi vida, de no haberlo hecho seguiría tolerado tus abusos y los de tu. . . grupo — digo mirandolas de a una en una. —¡No puedo creer que seas tú!— dice Elena. —¡Haz cambiado mucho!— asegura Lía. —¿Con qué éste es el grupo de diablillas?— dice el maestro enarcando una ceja, las cuatro chicas se asustan y desvían la mirada, pero Mariana se mantiene firme y lo mira retadoramente. —Deberias volver a la mesa, Mariana — asegura la señorita Sonia. —De haber sabido que la comida era tuya, no la habría comido— dice con desprecio. —Pues tú te lo pierdes— me encojo de hombros y ella me mira con odio, luego mira con desprecio al maestro, quien ríe divertido. —Es obvio que envidias a Irina— dice él, y yo siento asombro, nunca llegué a pensar que su odio pudiese deberse a envidia. —¡Por supuesto que no!— dice furiosa. —Mariana. . .— intenta intervenir Sonia. —Deberiamos irnos— asegura Rosa, pero ella está demasiado enojada. —¿Que podría envidiarle yo a ésta?— pregunta despectivamente— es una huérfana igual que yo, creció aquí, igual que yo, es una muerta de hambre— me recorre con la mirada— aunque esté bien bañada,perfumada y con ropa elegante, es una de las nuestras. —Te equivocas, nunca hemos Sido iguales, nunca. Tu eres una maltratadora, acosadora, pendenciera sin escrúpulos, puede ser que sea huérfana, pero jamás sería como tú — le digo enojada— el maestro me toma de la cintura para poder tranquilizarme. —¡Es suficiente, Mariana! —Yo creo saber que le envidias— dice el maestro y ella lo mira furiosa— su espíritu bueno, porque en el fondo también sabes que no es como tu, ni como ninguna de ustedes— mira a la chica— además sabes que es inteligente, bonita, y que ahora tiene un futuro por delante — ella lo mira con ojos enormes que pronto se cristalizan, su rostro se endurece y gira sobre sus talones para marcharse, y detrás de ella, las demás chicas. El pulgar de la mano en mi cintura, se mueve lentamente, instandome a relajarme y yo creo poco a poco mi respiración se va tornando más y más tranquila con solo su tacto. Nos marchamos cuando faltaba poco para medio día, me sentía feliz de haber hecho eso por los chicos. —Seguiremos viniendo, lo prometo— me dice. —Gracias, maestro — le sonrío confiando plenamente en su palabra.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD