Han transcurrido un año y seis largos meses, estoy próxima a cumplir mis diecinueve, he crecido mucho en todo éste tiempo, he Sido una buena alumna, he aprendido perfectamente todas mis lecciones y aparentemente hago sentir orgulloso al maestro, o al menos eso es lo que él dice, sin embargo, me he sentido un poco frustrada porque pese a mis intentos de seducción, no he logrado hacer ceder al Maestro, he llegado a cuestionarme las capacidades adquiridas y considerar que en algo he debido fallar, algo me falta, no puedo considerarme una excelente alumna, si no logro seducir al único hombre que se me resiste.
Sí, el único.
El maestro, ha faltado a su promesa, sigo sin pasar al siguiente nivel.
Por otro lado, Tobías, es cada vez más atento conmigo, me llena de regalos, no hay día en el que no me llame y sus mensajes no se hagan presente. He conocido muchos chicos, atractivos y lo más importante. . . muy ricos, de buena cuna y con excelente educación.
Tobias y yo tenemos una extraña relación, no faltan los besos y las caricias, de hecho ha intentado intimar en un par de ocasiones, pero siempre se lo he negado, estoy decidida a que el Maestro, sea el primero.
He crecido mucho en este año y medio, mi cuerpo antes era bonito y con inocentes curvas, ahora es un cuerpo juvenil lleno de curvas exuberantes, mi piel es tersa y muy bien cuidada, mi cabello es el anhelo de cualquier mujer, mi senos son firmes y turgentes, la tentación perfecta para cualquier hombre, al parecer son tentación para cualquiera, menos para Dominik Von Fischer, mis caderas redondeadas, mi cintura estrecha y un plano abdomen. Ahora mi closet está lleno de prendas exquisitas y sugerentes, los tacones son mis especialidades, ya no me cuesta manejarlos, se han vuelvo para mí, como los hombres; Lindos y fáciles de maniobrar.
Mis cambios no solo han sido externos. Mi carácter se ha endurecido, las lágrimas son desconocidas para mí, el sarcasmo es mi mayor aliado, la seducción es mi mejor arma, me hace sentir poderosa, grande, me hace conseguir todo lo que deseo.
A lo largo de este año y medio, no han faltado los pretendientes, no hay nada que haya querido que hasta el momento no haya conseguido. . . bueno, si hay algo. . . ¡EL MAESTRO! Pero no me preocupo mucho, sé que lo tendré muy pronto.
Diversos chicos han llegado a la puerta de la casa con muchos presentes; he logrado obtener prendas exquisitas, joyas únicas en su fabricación, zapatos exclusivos, viajes con Tobias y su familia, quienes me adoran y aseguran que Tobias y yo, hacemos una excelente pareja, y mi última y más reciente adquisición ; una casa en la playa, ¡Oh, amo esa casa! Cortesía de Tobías, ese chico está dispuesto a besar el suelo que yo piso, tiene muchísimo dinero y está atento a cumplir todos mis caprichos.
En uno de los viajes familiares con los Graham, visitamos una casa en la playa, noe cansé que alabar el lugar y decir lo increíblemente maravillosa que era, una semana más tarde Tobias ponía en mis manos la llave de mi nueva casa en la playa.
Nunca había tenido un lugar propio, así que sentí que Tobias me había dado un trozo de cielo, él me dió eso con lo que soñaba desde niña.
Es una propiedad elegante, muy bonita, decorada con un gusto delicado y con una bella vista al mar. Sin duda alguna El Maestro, no se había equivocado; tengo las armas y las herramientas necesarias para conseguir lo que me proponga. Ahora, después de casi dos años de preparación; Irina Roberts, es una consumada seductora, Mi Maestro ha hecho un buen trabajo, enseñándome a seducir.
Estaciono mi coche frente a la casa del Maestro, es un hermoso Bentley Continental GTC convertible, de color rojo, el regalo de Mi Maestro, al cumplir mis dieciocho, pude escogerlo a mi gusto y obviamente creo que hice muy buena elección y lo que es mejor; El Maestro, me felicitó por ello.
Al entrar a la casa me encuentro con la insípida de Patricia, la verdad es que cada día la soporto menos, es una mujer despreciable, no oculta sus celos y desprecio hacía mí, así que hace mucho renuncie a la idea de que podíamos mejorar nuestro trato y al menos llevar un trato cordial.
—¿Está Dominik?— le digo sin más.
—Evidentemente Dominik, ha perdido su tiempo intentando educarte.
—¿Te he preguntado tu opinión?—digo irónica, cruzando mis brazos a la altura de mi pecho.
—Algún día se te acabará tu papelito de señorita de la casa— escupe con odio.
—Es lo más probable, lo que es mejor, estoy segura de que así es, pero mientras eso ocurre tú debes seguirme obedeciendo. ¿O quieres problemas con Dominik?—me dedica una mirada asesina— Ahora bien Patricia, dime algo ¿cuándo se te acaba a ti, tu papel de vieja metiche?— la veo ruborizarse y creo por un minuto que intentará golpearme, pero no me intimido. Coloco las manos en mis caderas y la miro enarcando una ceja.
—¡Altanera!
—Sí, pero no chismosa, eso es muy feo Patricia— la miro y niego con la cabeza, para acentuar mis palabras.
—Usted se ha vuelto intolerable para mí— me escupe con odio.
—Ese, es tu problema, no el mío— me encojo de hombros y me encamino a la escalera— si el maestro, me necesita estaré en mi habitación. Estoy famélica Patricia, te aconsejo que empieces a preparar la cena— y allí la dejo rabiando mientras me marcho a mi habitación, contoneando mis caderas y con el sonido de mis tacones repiqueteando en el piso.
Salgo de la tina y me enrollo en una toalla, me acerco al espejo y sonrío con frialdad.
—Eres bastante hermosa, Irina Roberts — Me digo sonriendo, me dedico a secar mi cuerpo y mi cabello. Unos quince o veinte minutos más tarde contemplo mi imágen en el espejo.
Mi largo cabello suelto, la hermosa tela de mi vestido verde jade pegándose a cada curva de mi cuerpo, mi delicado maquillaje, mis hermosos tacones dorados y algunas hermosas prendas con las que he decidido acompañar mi atuendo.
—Puedes tener lo que quieras, Irina— le digo a mi reflejo— eres digna de recibir todo lo que desees. El maestro te lo ha enseñado, consigue lo que quieres. Tú eres Irina Roberts.
Me digo a mi misma. Un llamado a la puerta me sobresalta.
—Adelante— la amargada cara de Patricia, se asoma.
—La cena está lista y el señor Von Fisher, te espera.
—En un minuto estoy con él— ella no se va, por el contrario me mira de pies a cabeza como evaluándome.
—¿Cuánto?— le pregunto burlona.
—¿Cómo?— me mira con confusión.
—Me estás evaluando ¿no?, Si es así, ¿cuántos puntos me das?— le sonrío. Ella se ve avergonzada, no me responde si no que gira sobre sus talones y se marcha.
El Maestro, me esperaba en la ámplia sala con una copa de vino en las manos, evidentemente había decidido comenzar la fiesta temprano. Contoneo mis caderas hasta llegar a él y sin consentimiento alguno de su parte, arrebato la copa de sus manos y me la llevo a los labios. Al terminar de beber, la punta de mi lengua se desliza por mis labios.
—Buenas noches, Maestro. . .exquisito vino— vuelvo a beber y fijo mi mirada en él— ¿Un Chateau Lafite 1787?
—¡Qué gustos tan refinados, Cariño!— me limito a sonreírle y a beber nuevamente. Me alejo de él y camino hasta el ventanal con pasos firmes y lentos, a la vez que bamboleo mis caderas de una lado al otro, puedo sentir su mirada fija en mí y reprimo una sonrisas, eso me confirma que el Maestro, no es inmune del todo.
—¿Cenamos?— pregunto con la mirada fija en el jardín. Me estremezco cuándo siento su respiración cerca de mi cuello, sé que quiere intimidarme porque ha descubierto mi juego, pero no me muevo ni un ápice. No cederé.
—¿Deseas cenar ahora?—sus manos me abrazan desde atrás y me oprimen contra él, siento mi piel arder, pero no le doy gusto de retirarme, sino que restriego mi trasero contra él. Retiro mis cabello del cuello y lo dejo reposar sobre mi hombro izquierdo, entiende que es una clara invitación y besa mi cuello— Cuánto has crecido, Irina— me dice con voz ronca. A lo largo de este año he tenido que soportar escuchar sus encuentros sexuales con diferentes mujeres, todas las veces me fui a mi habitación gimiendo de frustración, por querer ser yo quien estuviera en lugar de ellas. Su curiosa mano asciende acariciando mi cuerpo y se posa en uno de mis delicados senos. Sonrío, quizás sin darme cuenta estoy ganando la batalla.
El Maestro no se ha dado cuenta, pero estoy resuelta a tenerlo en mi cama hoy, esta misma noche. No pienso esperar más, así que debo jugar bien mis cartas.
—Si, Maestro, estoy famélica — le digo con voz sensual, elevo mi mano hasta mi seno donde reposa la suya, la colocó sobre la de él y oprimo un poco, casi se me escapa un gemido al sentir su mano sobre mí, es lo que llevo anhelando tanto tiempo, pero estoy dispuesta a llevarlo hasta el extremo, hasta que desee tenerme en su cama con ardiente desesperación, no es trabajo fácil, pero a fin de cuentas soy una seductora, él es Mi Maestro, pero no deja de ser un hombre.
Me giro entre sus brazos con algo de dificultad, oprimo mis turgentes senos contra su firme pecho. Lo siento contener la respiración, le rodeo el cuello con mis brazos y me acerco peligrosamente a su boca.
—Se me antoja un beso, Maestro.
—Puedo complacerte— asegura, su voz suena diferente, más ronca.
—No. . . Seré yo quién te complazca, Maestro.
Acerco mi boca a la suya, y me detengo cuando mis labios rozan los de él, saco mi lengua y la deslizo a lo largo de su labio inferior. Me acerco más a él y comienzo a jugar con sus labios, siento como su erección se oprime contra mí y decido que es hora de provocarlo un poco más, introduzco mi lengua en su boca y me permito saborearlo, sabe a Vino y es realmente exquisito, escucho como su respiración se acelera y cuando comienza a besar mi cuello, decido parar.
—Maestro. . . muero de hambre— Me mira con ojos entrecerrados, creo que supone que estoy jugando con él.
—¿Precisamente ahora, Irina?
—Precisamente ahora. No tomo nada desde el almuerzo. Lo siento— le dedico mi mirada más inocente y su boca se transforma en una línea recta.
—Bien. . . cenemos entonces— responde alejándose un poco.
La cena fue divertida. . . al menos para mí. Escuchaba al Maestro, disimular pequeños gemidos cada vez que yo llevaba el cubierto a mi boca, y con movimientos lentos masticaba, era un gesto sencillo pero conscientemente cargado de sensualidad.
Al terminar la cena, compartimos otra copa de vino, pero El Maestro se mantuvo alejado de mí. Sonreí para mis adentros, porque supe cuán perturbado estaba.
—Creo que ha llegado el momento de dormir, Maestro. Me encuentro agotada— mentí.
—Muy bien. . . yo beberé otra copa.
—En ese caso. . . espero tenga buenas noches.
Me dirigí a las escaleras y sentí su mirada siguiéndome a lo largo de ella.
5. . .
4. . .
3. . .
2. . .
1. . .
No me sorprendió sentir su presencia cuando por fin alcancé el último escalón. Me giré y lo observé.
—¿Sucede algo?