James se levantó temprano por la mañana, consciente de que necesitaba un tiempo a solas para procesar todo lo que había sucedido. Mientras Dafne dormía plácidamente, él se dirigió a su despacho, cerrando la puerta detrás de él para crear un espacio de intimidad. Sabía que debía leer la carta que su padre le había dejado, y aunque el corazón le latía con fuerza, se sentó en su escritorio y abrió el sobre con dedos temblorosos.
La carta estaba escrita con una caligrafía que le era familiar, y las palabras comenzaron a fluir ante sus ojos:
Querido James:
Ante todo mi querido hijo, quiero que sepas que te amo. Te pido perdón por haberme comportado como un imbécil. Lamento profundamente no haber tenido la oportunidad de conocer a Sael y de haberme dado la oportunidad de conocer a Dafne. Les
