El departamento de James era impresionante, un espacio amplio que parecía tres veces mayor que el hogar donde Dafne y Sael habían vivido antes. Estaba situado en una de las mejores zonas de la ciudad, y desde el amplio ventanal se podía contemplar una vista privilegiada de la costa, donde el horizonte se fundía con el mar en una sinfonía de azules y dorados. Dafne se quedó de pie frente al ventanal, dejando que la brisa suave le acariciara el rostro mientras contemplaba la belleza del paisaje. La escena en el interior era igualmente encantadora. Sael corría por toda la sala, su risa llena de alegría resonando en las paredes. James lo perseguía, riendo mientras intentaba atrapar al pequeño para hacerle cosquillas. La energía y la felicidad que emanaban de ellos llenaban el espacio con una

