El teléfono celular de Dafne sonaba con insistencia, su tono agudo resonando por todo el apartamento. Sin embargo, la rubia estaba en la ducha, disfrutando de un momento de calma, ajena a la insistencia de la llamada. James, por su parte, se estaba preparando para irse a la oficina, pero al escuchar el timbre constante del teléfono, decidió que debería contestar. Al descolgar, la voz estridente y alegre de Pamela resonó al otro lado de la línea. —¡Dafne, nena! ¡Hola! —Anunció con extrema alegría. —¡Brandon volvió al país! ¡Está en casa! James se quedó en silencio, sintiendo cómo la amargura de los celos comenzaba a pesar en su corazón. Sabía que estaba siendo irracional; no debería sentir celos. Pero después de leer todas las cartas que Dafne había escrito para él a lo largo de los años,

