Resignada, abandonó el cuarto el cual se le designó para arreglarse, cerró la puerta con delicadeza tras ella y enfrentó la dura mirada de su padre, quién prácticamente echaba chispas por los ojos. Sin decir absolutamente nada, enredó su delicado y estilizado brazo en el del hombre, caminando junto a él, a lo que sería la peor locura de su vida. Por que aunque amaba a ese hombre, sabía a la perfección que jamás sería un sentimiento recíproco. —Deneb, esto es demasiado importante para nosotros... No lo arruines—, la voz severa del hombre lograba erizarle la piel—. Levantar nuestro imperio caído depende de esto... —No padre...— Respondió bajito en un hilo de voz, sintiéndose de pronto demasiado sola e insegura—. No lo arruinaré, te lo prometo. ¿A quién acudiría si algo pasaba entre su fut

