Harry escaneó a Deneb de pies a cabeza, deleitándose con su hermoso y costoso vestido, su madre insistió en contratar al mejor diseñador de todo Francia para que confeccionara el vestido de la chica, donde se usaron las más finas telas y la bellísima incrustación de diamantes en el corsé que remarcaba su estrecha cintura, además de las incrustaciones en el hermoso velo que cubría su rostro. No podía negarlo, era una mujer bellísima, con su piel tan blanca como la más fina porcelana, su largo y sedoso cabello rubio platino, sus grandes ojos grises, con esas tupidas pestañas que la hacen lucir aún más bella, sus rosados y bien formados labios, la nariz fina y aristocrática, sus pómulos ligeramente marcados y el largo perfecto de su cuello, haciéndole ver tan frágil y fina. Deneb era estiliz

