19- Fotografía familiar

3310 Words
JESSY Estoy demasiado preocupada por negar mis intensos sentimientos por Siete y ayudar a Ranger a aclimatarse al apartamento como para preocuparme siquiera por el hecho de que mis hermanos van a pasar toda la noche en mi espacio para respirar. Y tal vez, en este punto, no me molesta tanto como antes. Pienso que Kate tendrá que entenderlo. A veces me traen el desayuno; siempre me envían mensajes de texto para saber cómo estoy, incluso cuando me molesta. Dios, han contratado un guardaespaldas. Sobre todo, quiero que todo desaparezca. Tal vez. Y hasta que yo lo haga… no parece malo disfrutarlo un poco. Después de todo, sigo buscando apartamentos. Aunque no aparece nada dentro de mi presupuesto, sé que es cuestión de tiempo para que aparezca el lugar adecuado. A las cinco en punto, aparece un chef gourmet y se pone a trabajar preparando tazones de comida en la encimera de Siete. Intento no actuar con demasiada curiosidad por los olores desconocidos que emanan de la cocina mientras prepara en silencio espumas o lo que sea al estilo de Willy Wonka. O tal vez simplemente es inculto. Una vez que preparo la caja de arena de Ranger y distribuyo algunos juguetes nuevos, cortesía de una entrega misteriosa que apareció en la puerta, por todo el apartamento, decido estrenar mi nuevo tubo. Subo hasta lo más alto, gracias a dios por los techos altos de siete en este almacén convertido en departamento y me encaramo allí, observando lo que hace el chef. De vez en cuando me mira, tal vez desconcertado o tal vez solo curioso por la chica rara en lo alto del tubo de striptease, observándolo como un murciélago mientras cocino. Bueno. Eso nos convierte en dos. Siete sale de su habitación, me ve en lo alto del tubo e inmediatamente regresa por donde vino. Poco después de las seis, llaman a la puerta. Se que tiene que ser mi familia. La palabra se siente extraña flotando dentro de mí. Había visto a Weston aquí y allá a lo largo de los años de mi infancia, cada vez que veía a Dominic y a Asher durante el cambio de familias de acogida. Pero no lo conozco y no lo considero familia. Tampoco conozco a ninguna de sus parejas. Por mucho que la idea de tratar a estos extraños como una familia me inquieta, también es extrañamente emocionante. Esto es lo que has querido toda tu vida. La gran familia. Gente que te cuide. Esa cercanía con la que puedes contar>>. Excepto que parte de mi familia me había abandonado, y uno de ellos está muerto. ¿Por qué tengo que recordarme a mí misma que estos hermanos míos no son la familia que mi corazón anhela? Frunzo el ceño, subiendo a lo alto del tubo. Balanceo las piernas por encima de la cabeza, envolviendo mis muslos alrededor del tubo. Mas golpes. —¡Siete! — grito. La puerta de su dormitorio se cierra de golpe un momento después y sale con un atuendo nuevo. Unos jeans desgastados le sientan perfectamente en el trasero, y su sencilla camiseta blanca estampada no puede luchar contra la curva de sus bíceps. Casi me quedo sin aliento. Tiene ropa diferente y no me informó. —Lo tengo— grita, aunque no estoy segura de sí va dirigido a mi o al chef. Lo observo desde mi posición boca abajo. A pesar de toda la sangre que me sube a la cabeza, también hay mucha que se dirige a otra parte de mi cuerpo. La puerta se abre y una conversación a gritos resuena por el departamento. Saludos estruendosos, muchos abrazos y palmadas en la espalda. Risas de chica. La ansiedad me invade al ver entrar a estas hermosas personas. Los chicos están vestidos de forma informal, similar a Siete, con ropa relajada pero probablemente de diseñador. Veo a Amelia, mi clienta favorita de la cafetería, que resultó ser el vínculo involuntario con mi familia. Que pequeño es el mundo. ¿no? luego esta una pelirroja y una belleza de cabello oscuro y brillante que me resulta tan familiar. Esa es Mila, la heredera de bienes raíces que había visto en las noticias, en los tabloides, en el interior de las revistas que promocionaban inversiones lujosas a las que nunca se me ocurriría acercarme. —Oh, Dios mío— la pelirroja se acerca a mí, con la mano presionada contra el pecho. Es voluptuosa, de ojos brillantes, increíblemente hermosa y genuina. Puedo notarlo después de tres palabras y mirándola al revés. Leer la energía de las personas es una habilidad que me había visto obligada a aprender después de haber pasado por demasiados malos actores en mi pasado. —¡Mírate! Estás…volando— Le sonrió, observando como Mila y Amelia se acercan a continuación, ambas con los ojos muy abiertos y sonriendo. Los hermanos me sonríen desde cerca de la puerta, donde se están quitando los zapatos. —Soy Vanessa— dice la pelirroja, mirándome con un asombro mientras completo una caída lenta, boca abajo, con los tobillos alrededor del tubo. Se presiona las manos contra el pecho. —Tu nueva fan número uno— Suelto las piernas y realizo una flexión hacia atrás desde el tubo, aterrizando de pie en el suelo de madera. Vanessa jadea, aplaudiendo salvajemente. —Encantada de conocerte, Vanessa— digo, mientras la sangre se redistribuye por mi cuerpo. El mareo solo dura un segundo. Mila se lanza hacia adelante a continuación, sus suaves ojos verdes parecen nublados. Extiende una mano. —Jessy. Soy Mila Cargill. Es un honor para mí conocerte— Trago saliva con fuerza, tomando suavemente su pequeña y fresca mano. ¿Mila, la heredera de bienes raíces, se siente honrada de conocerme? Su apellido está en lateral de un rascacielos en Midtown. Esto tiene que ser un sueño. ¿Seguiré durmiendo en mi habitación mientras los instaladores del tubo trabajan? —Yo…Un placer conocerte— digo con dificultad. —Nunca pensé que este día llegaría— Mila junta su otra mano alrededor de la mía. La sinceridad brota de ella; casi me ahoga. ¿Por qué esta mujer esta apunto de llorar? La emoción también crece dentro de mí, provocando más preguntas. —Me encantaría llegar a conocerte mejor. Solo quiero que lo sepas— Si hubiera leído algo en Vanessa con solo mirarla, sabría un montón de cosas sobre Mila después de este intercambio. Cuando me suelta. Asiento, sorprendida al oír las palabras. —Me encantaría— —Yo También me presentaría, pero sé que no tengo que hacerlo. incluso si olvidara mi nombre, sabría mi pedido de bebidas— interviene Amelia, sonriendo con picardía. Esa dulce pelinegra me lleva al límite. Extiendo los brazos, buscando un abrazo. ¿Qué demonios me pasa? Nunca abrazo a la gente a menos que este borracha o, en el caso de Siete, que me hubieran agredido recientemente. Pero algo en estas tres me hace nadar en sentimientos. Amelia y yo compartimos un abrazo corto y cálido que me hace sonreír tanto que me duelen las mejillas. —Quiero que conozcas a Emma— dice Amelia. —La sobrina de Weston que estamos en proceso de adoptar. Pero mucha gente la asusta, así que la dejamos con la niñera esta noche— —No puedo esperar a conocerla— le digo, Mis hermanos y Weston se acercan pavoneándose, sonriendo de una manera que me hace sentir una opresión en el pecho. Tengo que apartar la mirada. —Hola, hermanita— dice Dominic. Me sonríe tan cálidamente que casi me desplomo al suelo. —Esa fue una presentación fuerte para recibir visitas— agrega Asher, mirando hacia el tubo. Weston asiente en mi dirección, con una sonrisa genuina extendiéndose por su rostro ligeramente barbudo. Su cabello oscuro delata el hecho de que no está emparentado biológicamente con Asher y Dominic. —Jessy. Es increíble volver a verte— —Hola, chicos— respiro hondo. Todas sus miradas puestas en mi solo consolidan esta extraña sensación de que significa algo para todos ellos. Lo cual no creo que pueda ser cierto. Kate y yo pasamos nuestra adolescencia creyendo lo contrario, pero su intenso interés y afecto me hacen dudar de las cosas. —No pretendía ser un murciélago raro colgando en la esquina cuando apareciste. Pero así es como me descomprimo— —Todos tenemos nuestras maneras— dice Dominic. —No me importaría intentar eso, para ser honesto, he usado algunos métodos cuestionables en el pasado— —Te enseñaré— ofrezco, antes de poder pensarlo mejor. —Si Dominic aprende, yo también— dice Vanessa. —Si Vanessa aprende, yo también— interviene Mila. Me río, mirando a todos. —Bueno, podría enseñarles a todos. Dar algunas lecciones. Tener una pequeña presentación amistosa alguna vez— —Trato hecho— Asher imita un golpe con un mazo. —Me encanta enseñar a usar el tubo. Y simplemente estar en el tubo. Puede que haya desconcertado al chef— admito. —Ya está acostumbrado — dice Weston. —¿Cuál es la forma favorita de Siete de relajarse? — pregunta Asher, dándole un apretón amistoso al hombro de Siete. —Tendré que avisarte cuando finalmente lo vea relajarse— digo. —Es tan tenso— Los ojos de Siete se entrecierran. —Siete, te mereces relajarte— dice Amelia, dándole una palmadita en el brazo mientras pasa junto a él, dirigiéndose a la cocina. —Todos lo merecemos— —Yo me relajo— Seven mete las manos en sus jeans. —de la mejor manera que sé— Los hombres estallan en carcajadas. Mila suspira mientras Vanessa pone los ojos en blanco. —Típico de hombres— —Jessy, vamos aquí— dice Mila, acompañándome al seccional bajo cercano. —Lejos de los hombres y su crudeza— Ella y Vanessa se ríen mientras nos acomodamos en los sofás. Me muerdo el labio, mirando a Siete y a los Hamilton que están de pie justo al otro lado del sofá. —¿Necesitamos vino? — pregunta Amelia desde la cocina. —Un blanco seco para empezar— grita Mila. —Ella sí que sabe de vinos— dice Vanessa en un susurro teatral. —Se trata de poner en escena los sabores adecuados en el orden adecuado, explica Mila. —El resultado final es mágico, especialmente si encuentras el queso adecuado— —Yo…no sé mucho de vino— admito, sintiéndome de repente pequeña rodeada de estás mujeres. Mayores que yo, excepto Amelia. Establecidas. Hermosas de una manera que no pensé que podría sentir realmente. Probablemente nadando en dinero, sin siquiera necesitar un guardaespaldas tonto, que ni siquiera es tonto para empezar. —Básicamente bebo whisky y ron— —No me sorprende. Es un marimacho Haynes— aclara Asher, apoyándose en el respaldo del sofá. Siete y Weston se retiran a la cocina a quien sabe que, mientras que Dominic se acerca al otro extremo del sofá y se sienta. —Es obvio incluso cuando una niña pequeña. Constantemente la encontraba comiendo tierra en el patio trasero. Dominic y yo nos partíamos de risa de las cosas que le impedíamos comer— —Una vez casi se come un gusano entero— dice Dominic, sonriendo. Jadeo. —¿En serio? ¿Estaba vivo? — —Por supuesto. Pero cuanto más te gritábamos que no lo hicieras, más querías comértelo— Suelto un bufido. —Suena a verdad— miro a Siete, pero esta de espaldas a mí, demasiado lejos para saber de qué estamos hablando. Casi me entristece que haya perdido la oportunidad de opinar. —Una vez comiste el menú de papel de un restaurante— añade Dominic, estallando en carcajadas. Asher se acaricia la barbilla. —La clásica, Jessy— Siete y Weston se unen a nosotros un momento después, acomodándose en un espacio abierto del gran sofá. —Todos se ríen, ¿Qué nos perdimos? — —Solo revivir cosas ridículas que Jessy solía comer cuando era niña pequeña— dice Asher. Meto las piernas debajo de mí, tratando de imaginar cómo había sido cuando éramos una familia completa, cuando todos mis seres queridos estaban a mi alrededor, cuidándome, evitando que comiera gusanos. —Tal vez por eso come como lo hace ahora— interviene Siete. Su adición a la conversación me provoca un hormigueo en los antebrazos. Intento no parecer demasiado interesada en lo que tiene que decir a continuación. —¿Ah, ¿sí? ¿Sigues rogando por comer gusanos? — Bromea Dominic. —La siguiente mejor opción—Siete hace una pausa cuando Amelia llega con copas de vino en la mano. Les entrega dos a Weston y a Siete primero, y luego regresa rápidamente a la cocina. —Jessy tiene una obsesión con los fideos de arroz— Reprimo una risa, Asher parece encantado. —Fue una premonición— —Los fideos de arroz no significan que tenga antojo de gusanos vivos— digo, sosteniendo la mirada de Siete por un segundo electrizante. Amelia continúa trayendo copas de vino al resto de nosotros en rondas hasta que cada no sostiene una copa de vino blanco seco. —Solo significa que anhelo la flagrante superioridad de los fideos de arroz sobre cualquier otro tipo de comida— Asher y Dominic lanzan un grito de alegría, y sugiere un animado debate. Bebemos vino a sorbos, interviniendo y defendiendo nuestros argumentos mientras comparamos cocinas, métodos, contenido de sal y más. El tiempo se desvanece mientras los ocho discutimos, charlamos y reímos. En poco tiempo, nos llaman a cenar. Ocho cubiertos han sido cuidadosamente colocados, llenando la enorme mesa del comedor. Me hundo en mi asiento justo frente de Siete. Nuestras miradas se encuentran brevemente y la misma electricidad me recorre, dejándome tambaleante. El chef, llamado Gastón, que es lo más típico de un chef francés que había oído en mi vida, trae varios platos, esperando diligentemente hasta que terminemos cada uno antes de deleitarnos con la siguiente ronda. Decimos Ooh y Ahh a través de una sopa de cebolla francesa, unos ravioles de champiñones silvestres con parmesano rallado por encima y costillas de res con polenta cremosa. Cada plato es una nueva explosión de sabor que nunca antes había llegado a mi paladar. Al final, más ebria por la perfección de esa polenta que por el vino, yo soy quien lidera los aplausos para Gastón. —Cocinaste esto bien porque te miré boca abajo todo el tiempo, ¿no es así? — le pregunto cuando pasa a recoger mi plato. Sonríe con suficiencia, pero no dice nada. —No habla mucho inglés— explica Asher. —Aprenderé su idioma para hacerle esa misma pregunta— le digo. —No sé si es una promesa o una amenaza— bromea Dominic. —Creo que eso depende de lo receptivo que sea a que ella vuelva a estar colgada como un murciélago en la esquina— añade Siete. El resto de la mesa estalla en carcajadas, y lucho por ocultar una sonrisa desgarradora. Mi pecho se abre, permitiendo que ese viejo y enorme vacío se llene de nuevo con la risa genuina, la deliciosa comida, la forma en que la gente en esta mesa, de alguna manera, me conoce. No solo mi nombre, sino mis preferencias. Mis hábitos. Mis peculiaridades. Es tan reconfortante que roza el fuego. Y ese tipo de calidez…a la que no estoy acostumbrada. Lo anhelo, pero el frío es con lo que estoy familiarizada. Con lo que me siento cómoda. El cálido abismo se enfría mientras mi mente lógica lucha por sanar lo que percibo como una herida repentina. Cualquier apertura en el espacio de mi corazón es una invitación al dolor, la infección y el sufrimiento. Mis compañeros de mesa continúan hablando sin darse cuenta del procedimiento médico de emergencia que he a completado en el interior de mi pecho mientras la conversación gira en torno a otras cosas, como viajes a la campiña francesa, aprender nuevos idiomas y si alguien ha visto realmente el bobsleigh en la vida real. Participo tanto como puedo sin permitir que la calidez se apodere de mis partes internas vulnerables. Necesito permanecer en una zona segura; me he acostumbrado tanto a arreglármelas sola, que me parece mal dejarme seducir por el encanto de esta supuesta familia. Estamos conectados, para bien o para mal. Pero la única forma segura de avanzar es sola. Sin interrupciones. Distanciada. En control. Ya he aprendido esta lección suficientes veces. Estoy lista para escabullirme por mi cuenta. El vino amenaza con soltarme de nuevo, y a pesar de cuánto me recuerde a mí misma que la distancia es inteligente, mi corazón anhela la cercanía. Incluso si es una artimaña. —Jessy— Entre el tintineo de vasos y platos, Dominic se sienta en la silla vacía junto a mí y saca su billetera. —Casi lo olvido. Traje algo para ti— Saca una pequeña foto entre el pulgar y el índice. Parece vieja, como algo de una cámara de película real. Me la ofrece y la arranco de sus dedos a regañadientes. —Quiero que tengas esto— dice en voz baja. Mi mirada recorre la imagen descolorida. Reconozco primero el rostro joven de Dominic, metido entre los hombros de dos adultos; nuestros padres. Asher está al lado de nuestro padre, luego Kate junto a nuestra madre, una niña de cuatro años de ojos brillantes. Y Yo soy la niña pequeña en los brazos de mi madre. Una familia perfecta. Una lanza en mi corazón. —Es una de las últimas fotos tomadas antes del accidente. Antes de…que todo cambiara— su mirada baja al suelo y parece que no está seguro de que decir a continuación. Su mandíbula se flexiona por un momento. —No estaba seguro de si tenías algo de ellos— —No, no tengo– Mi voz esta ronca mientras mi mirada recorre la foto. Cuando nuestros padres fallecieron en el accidente automovilístico de Nochebuena, solo teníamos una abuela viva en ese momento. Estaba demasiado débil para acogernos, destinada ella misma a un hogar de ancianos, así que los cuatro fuimos enviados al sistema de acogida. Ni siquiera recuerdo como eran mis padres. No tengo fotos de bebe. Nada más que tristeza que cubre mi mente como una gruesa colcha y un anhelo por mucho más de lo que había recibido. —Entonces definitivamente deberías tener esto— —¿Pero no lo extrañarás? — No puedo apartar la vista de la foto. —He hecho una copia en alta resolución. Además, si alguna vez quiero verla, puedo pedírtela— Me ofrece una sonrisa y me aprieta la muñeca. El pequeño gesto hace que se me cierre la garganta. Tengo que salir de allí. inmediatamente. —Gracias— digo con dificultad, con los labios secos. Intento sonreír, decir más, pero no puedo. Las lágrimas están saliendo, lo que significa que tengo que irme. Me pongo de pie de un salto y me retiro en silencio a mi habitación. Solo en la tenue luz del dormitorio dejo que el sollozo brote de mi pecho. Se cómo reprimirlo; había estado practicando el arte del llanto silencioso toda mi vida. Me dejo caer al suelo al pie de la puerta y aprieto la foto contra mi pecho, con lágrimas corriendo por mis mejillas. Había sido parte de una familia una vez. Había nacido y crecido con amor, hasta que todo cambió. Ver la evidencia de esta verdad se siente insoportable. Desgarrador de una manera que solo puede expresarse con sollozos desgarradores. Y aunque el regalo de Dominic fue un dulce gesto, también es una señal de alerta. Tienes que actuar rápido. Cuanto más tiempo te quedes, más difícil será cuando tengas que irte>>. Pero en este punto, ni siquiera estoy segura de querer irme.
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