9- El ataúd de mi tragedia enterrada

2560 Words
SIETE Escucho el grito cuando estoy a una cuadra de distancia. No soy un maldito idiota. No planeaba irme de la zona hasta tenerla a la vista, a salvo dentro del apartamento. Pero le seguí la corriente a su necesidad de la ilusión de soledad. Así que esperé hasta que estuvo a media cuadra de distancia antes de seguirla. Mis pasos resuenan en el pavimento a pasos de maratón mientras me pongo a correr a su puerta principal. Bajo las farolas justo afuera de su edificio. Pero una vez que me acerco a las sombras bajo ese alero frontal, lo veo. Un asaltante no identificado, agarrando la puerta principal, y Jessy resistiéndose a sus intentos de empujarla adentro. Todo lo que registro sobre su apariencia es la mata de cabello rojo en su cabeza. Una vez que mis manos conectan con sus hombros, la fría neutralidad del trabajo se desliza sobre mí. sé cómo manejar estás situaciones. Con precisión. Con fuerza. Tengo a este cabrón estampado contra la pared de ladrillos en menos de diez segundos. Tiembla como un gatito, con desconcierto en sus ojos. —Quita las manos— gruño. —¿Quién demonios eres tú? — —Supongo que puedes decidirlo tú mismo— Cuando forcejea para zafarse le doy un puñetazo en la cara. No hay cámaras aquí. No hay pruebas. Mis nudillos se escocen, queriendo más, mientras la sangre gotea de su nariz. —¿Un profesor? ¿Una advertencia? ¿Una pesadilla? Tú eliges— Lucha contra mi agarre aún más fuerte, pero eso solo me anima. Le doy un puñetazo tan fuerte que tanto su labio como su nariz empiezan a chorrear al mismo tiempo. Dos por uno. —Tienes dos opciones— le digo. —Esperar a que aparezca la policía para que te arresten, o largarte de aquí y no volver a aparecer cerca de Jessy nunca más— —Yo me iré—susurra, con los dientes delanteros ensangrentados. —No te creo— siseo, apretando su chaqueta con más fuerza hasta que casi nos tocamos las frentes. El hombre apesta, pero es un cobarde. Esto es demasiado fácil. No volverá a aparecer. Y aunque tendrá un caso en mi contra en este momento, no tiene información ni pruebas para venir por mi —¡Me iré! — levanta las palmas de las manos. —No me vuelvas a golpear, por favor. Me iré. Me iré— Aflojo el agarre lentamente, observándolo como un halcón para ver que hace. Camina de lado contra la pared de ladrillos, con las palmas hacia arriba. En el segundo que doy un paso hacia él, echa a correr. Se ha ido. Me giro, listo para el control de daños. Jessy me observa con sus grandes ojos llorosos, parpadeo una vez y subo corriendo las escaleras. La sigo, subiendo los escalones de dos en dos. Abre la puerta principal en un tiempo récord. La cierro detrás de mí al entrar, reforzándola con la silla mas cercana. No pienso que ese imbécil vuelva a aparecer, pero Jessy necesita paz mental, ante todo. Verla casi me paraliza. Esta sentada en el sofá, con las rodillas pegadas al pecho y la cara hundida en las rodillas. Su cuerpo tiembla por los sollozos. Me uno a ella, moviéndome lentamente. Todavía no sé qué ha pasado y no quiero empeorar las cosas. El peso de mi cuerpo junto al suyo hunde el sofá haciendo que caiga ligeramente contra mí. La envuelvo con mi brazo alrededor de su espalda, queriendo consolarla si eso es lo que quiere. Aún no puedo decirlo. Y entonces Jessy se funde en mí. Se suelta y se desdobla en mis brazos como una flor que se abre. Aunque está a mi lado, siento como si la estuviera atrapando al caer desde una gran altura. Entierra su cara en mi pecho y llora. No estoy seguro de que hacer: ¿Darle palmaditas en la espalda, callarla como a un bebé, animarla?, así que no digo nada y la abrazo. Hasta que está lista. Debe de estar allí al menos diez minutos. El tiempo suficiente para que me acostumbre a su peso contra mí. A su calor. Luego solloza con fuerza, retrocede un poco y dice: — Oh, Dios mio. Lo siento mucho— Toda la parte delantera de mi camisa esta húmeda por sus lágrimas. Pero se ha humedecido por cosas peores. —¿Por qué? — —Lo siento— se desliza hasta el otro extremo del sofá, metiéndose el pelo suelto detrás de la oreja repetidamente. Toma un pañuelo de papel, secándose los ojos, y la habitación se vuelve más fría desde la distancia. —No quise…No lo sé— —Te acaban de atacar. No hay un reglamento— Su barbilla tiembla ante eso, sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo. Su cuerpo se estremece con un sollozo silencioso, pero parece obligada a bajar antes de que se le unan más. —Uno pensaría que ya tendría uno— —Puedo prometerte que cuando estés conmigo, no dejaré que te pase nada— Esto parece calmarla un poco. —¿Lo conoces? — pregunto. Ella asiente, doblando su pañuelo para poder secarse los ojos de nuevo. —Se llama Byron— —¿Ha intentado esto antes? — —No— Respira temblorosamente. —¿Eres amiga de él? — Suelta una risa amarga. Difícilmente. Solo lo conozco de jugar Pokemon Go. Nunca tuvo mi información personal. Pero apareció en el club esta noche— —Juega Pokemon y es stripper, es un sueño húmedo viviente para una cantidad incalculable de jugadores. Por no mencionar el resto de la población de hombres estadounidenses que no juegan. —Así que él…te encontró. De alguna manera— —Si— Aspira con fuerza, examinándose las uñas. —Pensé que era inofensivo. Un poco denso. Dominante. Pero cuando apareció esta noche, empecé a darme cuenta de que podría haber algo más en juego— —Pero aún así querías caminar sola a casa— Me lanza una mirada penetrante. — No te culpo. Pero no podemos quedarnos aquí. Ni siquiera una noche más— Su garganta se contrae, pero después de unos momentos, asiente. —Empaquemos tus cosas. Solo lo necesario. Encontráremos un lugar donde quedarnos esta noche y luego volveremos a recoger el resto. Pensaste que era inofensivo, pero ha demostrado lo contrario. No quiero apostar sobre sus próximos movimientos. Quiero que te vayas. Podría aparecer cuando estes dormida e intentar terminar lo que sea que intentó empezar. Podemos planear tus próximos movimientos desde un lugar seguro— Jessy asiente suavemente, pareciendo reflexionar sobre el plan. Luego respira hondo y endereza la espalda. —Eso tiene sentido— —Haz las maletas. Yo encontraré un lugar— Se dirige a su habitación mientras yo me tomo unos momentos para recomponerme. No soy ajeno a la intervención de crisis. Durante mis primeros años, cuando estaba decidido a hacer los trabajos más destacados posibles, lo había experimentado casi todo. Había convencido a la princesa de Mónaco después de que una multitud rebelde se había llevado lo mejor de varios guardias de seguridad. Había llegado al lugar después de que un intruso irrumpiera en la casa de Malibu de cierta estrella y se llevara innumerables diamantes, y esa tarde, sacó muchas más lagrimas de las que Jessy derramó esta noche. La lista de lo que he vivido, y por lo que había metido mi puño, es demasiado larga para contarla. Lo que hace que me reacción de esta noche fuera extraña. Jessy es diferente. Cuando la abrazo, quiero seguir abrazándola. Y eso no va a pasar. Mierda. Tiene que ser la hora. Miro mi reloj; las dos de la mañana. Si, es la hora, y el hecho de que no he tenido sexo en semanas. Eso, y que he visto demasiado a Jessy esta noche como para considerarme en mi sano juicio. Lo que necesito es una ducha fría y una buena noche de sueño. Y acostarme con alguien que no sea Jessy. Pero eso vendrá después, una vez que averigüemos su seguridad. Me quedo mirando mi teléfono sin decir nada por un momento antes de darme cuenta de que el plan más simple seria refugiarnos en la propiedad de uno de sus hermanos. Solo tienen unas cien casas entre los tres Hamilton. No le gustará, pero será simple. Elegante, incluso. Me pongo de pie y voy a su habitación, golpeando el marco de la puerta. —Sabes, podríamos ir directamente a una de las propiedades de Asher o Dominic…— —Rotundamente no— Me desanimo un poco. Una parte de mi quiere indagar el por qué, de nuevo, pero no es ni el momento ni mi lugar. —Encontraré un hotel— Mientras Jessy se escabulle entre el dormitorio y el baño empacando sus cosas, encuentro el mejor hotel escondido por unos geniales 5000 dólares la noche. Lujo y comodidad que le proporcionará una especie de reinicio, algo que pienso que puede apreciar. Pido el coche mientras ella termina. Piernas no trabaja a esta hora de la noche, así que el otro conductor, Harry, está de guardia. Suelto la silla de debajo del pomo de la puerta antes de que salgamos arrastrando los pies y cerramos con llave. No parece triste por irse; en cambio, permanece inexpresiva mientras se desliza dentro del sedan que la espera. Nos he reservado una suite premier en el Ritz Carlton, con vistas al Parque Central. Mucho espacio para refugiarse por un tiempo. Se que sus hermanos habrían insistido en conseguir el pent-house para su hermana pequeña, pero sospecho que eso solo la molestaría aún más. El objetivo es mantenerla tranquila para que decida los siguientes pasos. Así que, con suerte, esto satisface a ambas partes. El vestíbulo del Ritz está tranquilo a esta hora de la noche, resonando con opulencia. Nos registramos rápidamente, casi sin decir palabra, tomando el ascensor hasta nuestra habitación en el vigésimo piso. Mientras nos abrimos paso hacia la suite, es difícil no maravillarse con las encimeras de mármol y las decoraciones con detalles dorados. El lugar esta impecable, perfectamente ordenado, con una ubicación impresionante. —¿Solo hay una cama? — Jessy enciende las luces del dormitorio y me mira con el ceño fruncido. —Eh…— tomo mi teléfono, con la intención de comprobar la reserva. —Pensé que había pedido dos— —Esta parece una cama King. A menos que haya otra habitación que me falte— Reviso mi teléfono hasta que encuentro la confirmación de la reserva para la suite con una cama King. Mierda. —No, esto es cierto. La he cagado. Bajaremos y conseguiremos una habitación diferente— Suspira hundiéndose en un sillón. —¿Tenemos que hacerlo? Estoy lista para desmayarme— Miro alrededor de la sala, señalando con la barbilla el sofá. —Esto probablemente se convierta en una cama. Dormiré aquí— Inclino la cabeza mientras estudio el sofá. —¿Crees que cabras en esa cosa? — —He dormido en lugares peores— —Mides como siete pies. De ahí debe venir tu nombre— —Sigue adivinando. Te avisaré si alguna vez das en el clavo— Sonríe. —Tu quédate en la cama. Yo puedo dormir en el sofá— —No vas a dormir en el sofá. Tus hermanos me matarían— Me fulmina con la mirada, pero es breve. —No voy a dormir en esa cama si eso significa que tienes que hacerte un ovillo aquí afuera. Me salvaste el trasero esta noche. Lo menos que puedo hacer es dejar que estires el tuyo— Me rasco la cabeza. Tiene razón. Y yo realmente no quiero dormir en ese sofá de dos plazas. —Ambos podemos dormir en la cama King— dice finalmente. —Es lo suficientemente grande para como cuatro humanos adultos— —¿A diferencia de…un numero diferente de adultos no humanos? — No puedo evitar la pregunta, ni el hecho de que salga con una sonrisa. La sonrisa que estalla en su rostro hace que valga la pena. —Lo que digo es… que hay espacio. Así que mete el trasero en la cama— —Bien. solo…no se lo digas a tus hermanos— —No te preocupes por eso— —Voy a ducharme— le digo, moviéndome hacia el lado vacío de la cama. —Y luego tenemos que dormir— Me saco la camisa y busco la Glock que guardo oculta bajo la cintura en una funda. Extraigo el cargador, echo la corredera hacia atrás y guardo el arma vacía en la mesita de noche. Jessy observa con los ojos muy abiertos. —¿Has tenido eso todo el tiempo? — —Todos los días. Todo el día— —¿Por qué no la usaste esta noche? — —No estoy tratando de ir a la cárcel— Me agacho y suelto la pistola que guardo en mi funda de tobillo. La tomo y el cargador de la Glock conmigo mientras me dirijo al baño. Confió en Jessy, pero no dejo un arma cargada en ningún lugar, con nadie. Son para emergencias. No disparo a menos que sea absolutamente necesario. —Bueno, es bueno saber que tenemos opciones— dice Jessy mientras entro al baño. —Ninguna que involucré disparos— cierro la puerta detrás de mí, dejando el cargador y la pistola en la encimera del baño. El silencio que se instala a mi alrededor no es el tipo de silencio al que estoy acostumbrado al final del día. No estoy seguro de poder tranquilizarme lo suficiente como para dormir con Jessy a mi lado. Mis días como marine me habían enseñado a manejar las noches de insomnio en servicio. No le tengo miedo a eso. No, le tengo miedo a algo mucho más simple. Mucho más suave. mucho más atractivo. Algo que prohibí que vuelva a entrar en mi vida. La tragedia moldeó una vida, la obligó a tomar formas desconocidas y retorcidas. La mía había creado al hombre que Jessy vió. Se un poco sobre la tragedia que moldeó la vida de Jessy y sus hermanos. Pero ellos no saben nada de lo que moldeo la mía: la tragedia que irrumpió en la habitación de mi prometida una noche mientras estaba de patrulla en el desierto de California y arruinó el futuro que habíamos planeado juntos. Reformó que mi futuro en una cascara estéril, dejándome demasiado desconsolado como para considerar abrirme a ese dolor de nuevo. Nunca encontraron al pistolero. Era un asesino en serie no identificado, concluyó la policía, vinculado finalmente con otros dos homicidios en la zona en esa época. Un acto de violencia aleatorio que me aplastó el corazón. Uno que podría haber evitado, si hubiera estado en casa. Uno que se niega a tener sentido, sin importar cuantos años pase reflexionando sobre los eventos. Después de cierto tiempo, la tragedia necesita ser abordada. De alguna manera. Nunca podré buscar venganza adecuadamente por el asesinato de mi prometida. Todo lo que queda es enterrarla. Convertirme en el monstruo insensible. No me queda elasticidad para ser remodelada por ninguna otra fuerza que no sea la concentración. El amor, y todas las cosas suaves y atractivas, simplemente no encajan junto al ataúd de mi tragedia enterrada.
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