JESSY
Durante la tarde antes del trabajo, toco una gran cantidad de baratijas en el barrio chino y llevo a Siete a mi restaurante favorito de fideos y arroz. Yun Shin. No porque me importa lo que piense o quiera compartirlo con él para ver que dice sobre mi restaurante favorito. Solo quiero los fideos de arroz. Y un bonito ramo de dalias, que son mis flores favoritas, especialmente en cualquier tono de rojo.
Y tal vez secretamente quiero que esté triste porque es su último día siguiendo a alguien tan fascinante y brillante como yo. Pero el hombre es un muro de ladrillos. Cada vez que capto un atisbo de personalidad, lo sigue con frialdad y concentración en el trabajo. Cuando le pregunto qué piensa de los fideos de arroz, simplemente gruñe y dice. —Bien— como un Neandertal. Cero aprecio por el caldo. Escandaloso.
Lo hago acompañarme a algunas pokeparadas cuando regresamos del almuerzo. Lo pillo mirando mi teléfono con curiosidad una o dos veces, pero no hace ni una maldita pregunta, y yo no lo ofrezco nada. Sin embargo, si atrapo un Dragonites, lo cual grito con entusiasmo. La pared de ladrillos ni siquiera pregunta cuál es el problema.
De vuelta a mi apartamento, sigo mi rutina habitual previa al trabajo mientras Siete se queda en la sala. Tenerlo cerca me pone nerviosa de una manera extraña. Quiero saber que piensa realmente, y me quema no poder sacárselo antes de que se vaya para siempre.
Una vez que me peino y me aplico la capa de maquillaje del trabajo, empaco mi bolso y me visto con mi ropa de calle. Siete se pone de pie tan pronto como me ve acercarme. La forma en que llena mi sala y parece elevarse sobre mi hace que mi coño se apriete. No puedo mentir, tener un protector es bastante agradable.
Especialmente uno tan sexy como Siete. Rechazo su oferta de ir al trabajo en coche privado, así que recorremos el barrio chino y vamos a SoHo como hace el resto de Manhattan a diario. Conozco esta ruta como la palma de mi mano. Probablemente puedo llegar sonámbula si fuera necesario. Una vez que llegamos al club, nos despedimos sin mucha fanfarria, pero mis nervios zumban esperando a ver si vislumbra alguna reacción a mi espectáculo como la de ayer.
Siete se había quedado paralizado, aunque estoy segura de que nunca lo admitirá. Y ver el deseo brillar en sus ojos se siente como una pequeña victoria, aunque la verdad es que realmente se puede conquistar a cualquier hombre bajo luces moradas con un trasero abofeteable y la piel desnuda.
Intento que el turno se sienta como un día de trabajo normal, pero desde el principio, incluso mis clientes habituales comentan lo agradable que es verme un lunes. Se siente extraño estar aquí, o tal vez la sensación proviene de saber que, en unas pocas horas, Siete se irá para siempre.
El turno de esta noche me hace hacer un espectáculo principal de nuevo. Elijo una tanga negra y un bikini con incrustaciones de Zafiros falsos como mi disfraz para la noche. Me esfuerzo al máximo, asegurándome de mover mis nalgas con mucha fuerza en dirección a Siete. Todo el club ruge y abuchea cuando termino. Y como estaba planeado, me reservan inmediatamente. Según el plan para ganar dinero.
Siete se queda junto a la pared del fondo, inspeccionando la sala metódicamente mientras yo salgo de dar algunos bailes privados y hacer la ronda entre las salas de champán y los salones VIP. Veo a alguien familiar entre la multitud hacia el bar. Un desastre de cabello rojo y hombros anchos. Entrecierro los ojos al otro lado de la barra antes de dirigirme al salón champán.
Byron.
¿Qué demonios está haciendo aquí?
No hay tiempo para pensar en ello. Soy una mujer ocupada y tengo muchos bailes que dar. Byron no aparece en mi agenda, pero verlo aquí hace sonar mis alarmas. En teoría, no hay forma de que sepa que me encuentro aquí. Pero vió los zapatos…
Resuelvo el enigma en el fondo de mi mente mientras entretengo, descorcho botellas y muevo mis tetas por dinero. ¿Byron había estado revisando metódicamente cada club de striptease desde la mañana que vió mis zapatos? Parece improbable. Pero no hay forma de que sepa como encontrarme. A menos que hubiera tenido suerte o me hubiera seguido…
Intento seguirle la pista, pero no puedo. Para cuando subo a tomar aire después de dos salas VIP consecutivas, Byron ya se ha ido, o tal vez está reservado con otra bailarina. Juro dejarlo pasar. A veces la gente en la vida real aparece en el club. Esa mierda pasa. Entonces, ¿Por qué no puedo quitármelo de encima?
El final de mi turno llega rápidamente. Apenas he tenido tiempo de vigilar a Siete. Una vez que me pongo ropa de calle de nuevo, salimos juntos, inhalando el aire húmedo y contaminado de la noche.
—¿Listo? — pregunto.
—Ya estoy listo. El coche está en espera— me dice.
Chasqueo la lengua, negando con la cabeza.
—Sabía que te ofrecerías. Pero no. además, necesitamos más tiempo. Es nuestro último día. Quiero conocerte antes de que te vayas para siempre—
Me sigue el ritmo mientras yo camino por la acera, con la mandíbula apretada. —No hay nada que valga la pena saber—
—¡No estoy de acuerdo! — río con altivez.
—Sabes demasiado sobre mí. además, esa suele ser mi frase: no hay nada que valga la pena saber. Así que sé que son un montón de tonterías—
No dice nada mientras avanzamos lentamente por la calle casi vacía.
—Así que comencemos. ¿Solo usas camisas abotonadas o es solo tu preferencia? — No parece divertido, lo que me satisface. —Entonces supongo que nunca has oído de los pantalones de chándal— insisto.
Olfatea, manteniendo la mirada en la acera frente a nosotros.
—Hay algunos grises que deberías de probar, especialmente si vas por la ruta de Oso polar. Las mujeres dan propinas extra por cosas así. Solo pensé que te gustaría ese pequeño consejo no solicitado—
Sin respuesta.
—No me estas dando mucha información. Oh, aquí hay otra pregunta que se me acaba de ocurrir. ¿Alguna vez has intentado sonreír? —
Se muerde el labio inferior, como si estuviera reprimiendo una risa. —Te pillé— le doy un codazo en las costillas.
—Esa estuvo buena, lo sé. No tan buena como el chiste de papá con el que empezaste, pero no todos podemos ser tan hábiles como tu—
—La habilidad viene con el tiempo. Con la edad. No esperaba que lo supieras—
Parpadeo para contener la sorpresa. Son joyas como estas las que me encanta desenterrar dentro de él. —¿Me estás llamando joven e ingenua? —
—Lo dijiste tú, no yo—
—Déjame adivinar que representa tu nombre; es en la década del año en que naciste—
Esta vez una risa se escapa de él. Me doy cuenta de que había estado luchando contra ella.
—Está bien, no le diré a nadie que estás a medio camino del ataúd. Tu rutina de gimnasio probablemente te dará algunos años más de vida—
—Dios mío, tengo treinta y tantos, Jessy, no es que este en mi lecho de muerte—
¡Genial! le he sacado una información. Debería conformarme con eso. Pero quiero más.
—Probablemente durarás un poco más de lo normal, en realidad, dado que podrías ser parte robot—
Sonríe con suficiencia. —¿Qué lo delata? —
—Pareces el tipo de persona que no sería capaz de identificar todas las bicicletas en un conjunto aleatorio de imágenes—
—Soy muy hábil identificando bicicletas— responde, completamente indiferente por mi ingenio.
—Eso es exactamente lo que diría un robot—
Continuamos así durante todo nuestro paseo hasta la estación de metro, y luego mientras tomamos el tren de vuelta al barrio chino. Por fracciones de segundo, nos sentimos como amigos. En otros momentos, siento que es nuestra primera cita. Pero él siempre se asegura de que vuelva al estado de cliente/monstruo contratado.
Cuando subimos desde la estación de metro a la planta baja de mi barrio, volviendo entrar en el aire nocturno de septiembre, disminuyo la velocidad.
—¿Qué estás haciendo? — me mira por encima del hombro, unos pasos por delante.
—¿Puedes…no seguirme hasta mi edificio? —
Ladea la cabeza como si no entendiera mi petición. —Está a dos cuadras—
—Lo sé. Es solo que…no me gustan las despedidas— me encojo de hombros. —Sería más fácil si desaparecieras en la noche—
Esa sonrisa exasperante se curva en sus labios. —¿Es a eso a lo que estás acostumbrada? —
Me rio. —Brutal. Y sí. Tal vez lo sea—
—Es pasada la medianoche y estás sola— Niega con la cabeza. —Iré contigo—
—¿Sabes cuantas veces he hecho este paseo sola? — señalo la acera abierta detrás de mí. A esta hora, los peatones son pocos y distantes entre sí. Pero nunca he tenido problemas. En realidad, no. La vida no se vuelve más peligrosa solo porque apareces y lo dices. Llevo un tiempo arreglándolo por mi cuenta. Además, tengo gas pimienta y tacones de veinte centímetros. Sabes que puedo con esto—
Siete no está de acuerdo conmigo. Puedo sentirlo irradiando de el en gruesas oleadas. Pero él tampoco me detiene. Doy un paso exploratorio hacia atrás, luego otro.
—Ha sido real— digo, queriendo añadir más, pero sin saber que demonios debo decir. ¿Cómo te despides para siempre de un empleado que nunca contrataste, nunca pediste, nunca quisiste? Este se está convirtiendo en un capítulo ridículo en mi vida, y estoy lista para que termine.
Finalmente me doy la vuelta y me dirijo a mi apartamento, caminando tan rápido como puedo. ¿Es posible que haya llegado a disfrutar de la compañía de Siete? ¿Sí? tal vez estoy tan hambrienta de conexión humana. Me había convencido de que mi grupo de chicas en el club y mi grupo de café en la tienda son suficientes. De que estoy experimentando la cercanía necesaria sin estar realmente cerca de nadie.
No importa. Se acabo.
Cuando mis dedos rozan la puerta principal de mi edificio, alguien sale entre las sombras y me agarra la muñeca. Un revoltijo de cabello rojo; ojos azules intensos. El pánico me golpea como una explosión sónica.
—Byron— digo con dificultad, luchando por liberar mi mano. No me suelta, solo aprieta su agarre. —¿Qué haces aquí? —
—Hola. Jessy. No tienes idea de cuanto tenemos que hablar— Sus palabras salen inconexas.
Todo en su energía me pone en modo de vuelo. Me acerca más, agarrando mi chaqueta de cuero con la otra mano.
—Te vi actuar y estuviste tan bien. Eres un ángel ahí arriba. Solo necesito que sepas lo mucho que esto significa para mí. Que seas mi amiga. Que seas tan amable conmigo. Que seas tan sexy todo el tiempo—
—Byron, suéltame—
—Es hora de tomarnos en serio lo que tenemos entre nosotros. Somos la misma persona. Tenemos mucho en común. Eres el ángel más hermoso que he conocido y necesitamos…—
—¡Byron! — Me apoyo en los codos, luchando por soltarme de su agarre mientras me atrae hacia el para besarme. Huele a alcohol y a olor corporal. Con los ojos llorosos, giro la cabeza justo a tiempo para que sus labios rocen mi mejilla—
—Subamos—
—¡No, mierda! ¡Suéltame!—
Frunce el ceño, como si no lo entendiera. —¿Por qué me dices eso? —
—Quiero irme a casa y dormir—
—Estás siendo una maldita perra— Su voz sale con fuerza. suelta mi chaqueta el tiempo suficiente para abrir la puerta y tirar de mi hacia el umbral.
—Vamos a resolver esto ahora mismo—
Lucho contra él mientras intenta arrastrarme adentro. Se, en el fondo de mi mente, que necesito gritar. Pedir ayuda a gritos. Pero estoy paralizada por la indecisión sobre cómo salir de la situación. Mi gas pimienta está dentro de mi bolso. Mis tacones, mi arma principal está dentro de mi bolso. Y él me tiene tan agarrada que no tengo esperanzas de recuperar ninguno de los dos.
Mi modo de lucha o huida me ha abandonado. Estoy atrapada en la lucha y el silencio.
Siete tenía razón.