JESSY.
Jadeo, llevándome la mano en el pecho con fingida sorpresa.
—¿Siete? — El tequila me ha dado una bofetada. Estoy a partes iguales, borracha, herida y confundida. Ya sé que esto no terminará bien. —¡No puedo creer que estés aquí! ¡Que sorpresa! —
La mirada de su amigo entre mí y el rostro pétreo de Siete. La mandíbula de Siete se flexiona mientras mira la cerveza frente a él. —¿Y trajiste un amigo? — Extiendo mi mano, justo a través del campo de visión de Seven. —Soy Jessy. Pero me pareces familiar, ¿no nos conocemos de antes? —
Su amigo se mueve incómodo mientras me estrecha la mano. —Soy Troy. Me alegra verte de nuevo, Jessy—
—¡Ah! — chasqueo los dedos, mirando a Siete. Calculo que ya está furioso, pero no puedo detener este tren. —Troy. Nos la pasamos muy bien en la sala VIP, ¿verdad? —
Troy tose mientras bebe un sorbo de cerveza, luego asiente. —Si. Divertido—
Me giro completamente hacia Siete. El arrastra su mirada hacia mí, el fuego en sus ojos como una advertencia. —Fue muy amable de tu parte comprar una sesión en la sala VIP para tu amigo— digo, significativamente. —Apuesto a que ustedes dos siempre comparten cosas, ¿eh? Como si simplemente…— finjo dudar en decir la palabra
—intercambiaran—
Troy se aclara la garganta, haciendo una señal al camarero.
Vera me pellizca el codo. —Hey, las tartas de cangrejo están aquí. comételas antes de que me las coma todas—
Me aparto de Siete y me dirijo al plato, con el corazón latiéndome con fuerza, las palmas de las manos calientes. No hay forma de que pueda comer. Estoy demasiado alterada. Ese maldito tequila sabe cómo entrar en mi cabeza. La incomodidad de Troy al lado de Siete es toda la prueba que necesito.
Vera me da un codazo.
—Deberías comer algo— dice en voz más baja. —Acabas de tomar dos tragos de tequila de primera seguidos. Y no se si te has visto, pero no tienes el tamaño de un jugador de futbol americano. Tienes el tamaño de un minion. Así que vamos—
Respiro hondo por la nariz, agarrando el tenedor que me ofrece Vera. Me llevo el bocado de pastel de cangrejo a la boca, lo mastico y lo trago. Es comida. Eso es todo lo que puedo registrar. Dos asientos más allá, Chico se frota la cara como si estuviera desesperado por teletransportarse fuera de aquí. Podre chico. He arruinado su oportunidad de tener una buena impresión, pero su sacrificio ha sido necesario.
He conseguido lo que quiero. Se mas sobre Siete. Pero no me gustan las nuevas pistas que he encontrado.
—Come más— me anima Vera. Doy otro bocado para apaciguarla, dándome toques en la boca con la servilleta. Un poco de mi lápiz labial borgoña se ve en el paño blanco, y lo coloco cuidadosamente sobre la barra.
—Ustedes dos están terriblemente callados ahí— digo después de un momento. Mi intento de sonrisa desenfadada se evapora casi tan rápido como había llegado. —No dejen que apaguemos el ambiente—
Troy se frota la nuca. Está a punto de decir algo cuando Siete levanta la palma de la mano, silenciando a su amigo.
De vuelta al punto de partida
Resoplo, deslizándome fuera de mi asiento.
—Voy al baño— le murmuro a Vera. —Necesito aclarar mis ideas— ella asiente ofreciéndome una sonrisa esperanzadora.
Salgo hecha una furia, sigo las señales del baño por un pasillo sinuoso. Necesito respirar a través de estas emociones que me empujan al borde de un precipicio por el que no quiero caer. Casi estoy perdida cuando los baños aparecen a la vista. irrumpo en el baño de mujeres con poca luz y aprieto las palmas de las manos contra la encimera de granito, respirando profunda y purificadoramente.
Las lágrimas amenazan con unirse a la fiesta de la lastima, pero las contengo. No lloraré por Siete. De ninguna manera. Ni siquiera se molesta en hablarme ahí fuera.
Para aclarar las cosas. Aprieto los dientes, dejando que la ira me invada de nuevo. Y otra vez. Y otra vez. Avivo las llamas solo para calmarme una y otra vez. Hago esto durante múltiples rondas de clientes que usan el baño, se lavan las manos y se van. No tengo ni idea de cuánto tiempo estoy aquí, solo sé que lo necesito, mierda.
Cuando finalmente puedo respirar hondo sin querer gritar palabrotas, sé que estoy lista para reincorporarme al mundo. Salgo del baño con confianza, con la cabeza bien alta. Una mano me agarra la muñeca en mi segundo paso para salir del baño, tirándome hacia un lado. Jadeo girando como una bailarina de salón sobre el piso alfombrado hasta que mi espada esta contra la pared.
Siete me enjaula, con el cuello doblado para acercar nuestras cara, sus abultados bíceps bloqueándome a ambos lados.
—¿Qué demonios haces aquí? — gruñe.
Trago saliva con dificultad, escudriñando su hermoso rostro. Esta tan enojado. Pero la mera visión de él calma las partes desesperadas y estridentes dentro de mí. Mirarlo se siente bien.
—Pensé que estabas en una cita— admito.
Su mandíbula se flexiona, el peso masculino de su colonia se acomoda a mi alrededor como el suéter más agradable.
Esa respuesta parece desconcertarlo. —Parpadea un par de veces antes de decir: —¿Por qué has venido aquí si pensabas que estaba en una cita? —
Me encojo de hombros, incapaz de admitir nada más. Especialmente después de lo que se de él ahora. —Tenía curiosidad por saber quién era ella. Pero descubrí exactamente lo que necesitaba saber—
—¿Y qué demonios crees que es eso? — El filo vuelve a su voz.
El dolor me atraviesa. Estudio el patrón de remolinos en la alfombra, sin saber cuánto debo decirle. —Intentaste prostituirme con tu amigo—
Mi voz se quiebra en la última palabra y me cubro la boca con la mano, deseando que la emoción se quede dentro. Respiro hondo, obligándome a seguir adelante. Echo un vistazo. Lo miro, encontrando una verdadera confusión reflejada en su rostro.
—¿Sabes lo degradante que es eso? — pregunto con la voz entrecortada. Tengo solo unos segundos antes de desmoronarme por completo frente a él. Entonces verá que realmente he desarrollado sentimientos por él. Me siento bastante estúpida a su lado; este es solo el último clavo del ataúd.
Intento apartarlo, pero no me deja pasar. En cambio, toma mi barbilla entre el pulgar y el índice, dirigiendo mi mirada hacia él.
Toda la ira se ha disuelto de su rostro. Ahora parece desgarrado. Incluso angustiado.
—¿Pensabas que te estaba prostituyendo con Troy? — repite en voz baja.
Asiento, sintiendo mi barbilla temblar bajo su pulgar. Aprieta más fuerte, la ternura inundando su rostro.
—Jessy— lo dice tan suavemente que pienso que lo he imaginado. Una lágrima se escapa, rodando por mi mejilla, y él la seca con el pulgar.
—Estoy un poco borracha—admito.
—No te estaba prostituyendo. Estaba recopilando información. Lo siento si a parecido…— se detiene, con la garganta agitada. Respira hondo. —Lo siento si pareció así. Pero necesitaba averiguar si estabas diciendo la verdad sobre…lo que paso en la sala VIP—
Suspiro, escudriñando su rostro mientras habla. Cada palabra que sale de su boca aterriza como un estallido de aloe después de la peor quemadura solar. Fresca y refrescante, un regalo del cielo.
—No pensé que estuvieras probando una nueva rutina como dijiste— continúa. —Así que envié a Troy a probar mi teoría. Nunca pensé…— Niega con la cabeza, bajando la mirada al suelo. —Nunca pensé que lo reconstruirías como lo hiciste. Pero puedo ver cómo, contigo apareciendo aquí, reconociendo a Troy…—
—No hago esas cosas por nadie— admito en voz baja. —Nunca. Nunca lo he hecho, y nunca lo haré. Pero…no pude evitarlo contigo. Simplemente inventé la historia del trabajo secundario. Estaba tratando de cubrir mis huellas, porque…— No puedo decir el resto. Que me estoy enamorando de él. Que quiero mucho más de lo que jamás había querido de nadie más.
La comisura de su boca se curva. La calidez en sus ojos me adsorbe y estoy perdida. ¿Esto, justo aquí? Este momento es por lo que vivo: Siete viéndome, deseándome, apreciándome. Mi cuerpo se arquea hacia él, necesitando contacto.
—Entonces, si pensabas que salía con otra mujer…apareciste porque estabas celosa—
Hago un pequeño puchero mientras la sonrisa de suficiencia se ensancha en su rostro. —Solo necesitaba saber con quién elegirías salir—
—Pequeña malcriada— lo dice triunfalmente, como si estuviera completamente complacido ahora que todas las piezas habían encajado. —Bueno, puedes estar tranquila. Yo no salgo con nadie—
Mi interior vibra de necesidad ahora. estando tan cerca del después de alcanzar tales altibajos de vulnerabilidad, necesito que me toque. Bese. Folle. Algo.
—Bien. Tu no sales con nadie— resoplo. —Pero sé que puedes besar—
Su mirada se vuelve oscura, casi depredadora. —¿Me estás pidiendo que te bese? —
—Si quieres…Estas fuera de horario— Alcanzo su pecho, mis dedos tropezando con los contornos de su pecho a través del suave polo. Aprieto la camisa con el puño, acercándolo más. —No he podido dejar de pensar en esos besos en la sala VIP, Siete. Por favor—
El coctel de expresiones que cruza su rostro me fascina. Su mirada acalorada recorre mi cuerpo y luego vuelve a mi cara.
—Haces que sea difícil decir que no cuando estás vestida así— Su otro brazo se aparta de la pared, deslizándose alrededor de mi cintura. Pronto, el espacio entre nuestros cuerpos se evapora. Estoy pegada a su cuerpo duro como una roca. Cada centímetro de mi suspira de alivio, pero quiero más. Mucho más.
—Entonces no digas que no— busco sus labios, pero el aparta la cabeza.
—Sabes que se supone que debo decir que no— murmura.
—No me importa— me retuerzo contra él, apretando mis brazos alrededor de su torso. No quiero irme de este lugar nunca. Iría a la tumba acurrucada con Siete en la parte trasera de este restaurante. Él lo vale.
—¿No sientes lo mismo? — su mirada se vuelve oscura, más hambrienta.
—No tienes idea—
—Entonces sácanos de nuestra miseria—
Me ahueca la cara con la mano, una palma áspera y cálida deslizándose por mi mejilla y alrededor de la nuca. Cada centímetro de mi cuerpo se enciende con pinchazos de alfiler mientras se agacha, reclamando mis labios con los suyos. Un beso tan hambriento, tan necesitado, emerge que casi me ahogo en la pasión. Su boca se estrella contra la mía, nuestras lenguas buscando, nuestros dientes chocando, pequeños ruidos emergiendo mientras nos deleitamos con los besos del otro.
Siete levanta la otra mano, acunando mi rostro, nuestros besos encuentran un ritmo sensual y desesperado. Un ritmo que, si estuviéramos en cualquier otro lugar, haría que nuestra ropa volara en cuestión de segundos. Su polla se pone rígida contra mi vientre. Aprieto mis brazos con más fuerza alrededor de su cintura, meciendo mis caderas en un círculo lento contra él. No pude resistirme mientras me lame así. Necesito esto y mucho más. La química entre nosotros amenaza con arrasar con todo el edificio.
—Oh, Dios mío, Siete— gimo entre besos, arañando su espalda baja. —Por favor. Mas. Necesito más—
Hace una pausa, sonriendo contra mis labios. La puerta del baño se abre con un crujido al final del pasillo, lo que lo hace sacudir la cabeza en esa direccion.
—Mierda, Jessy— Respira hondo, sacudiendo la cabeza. —De acuerdo. Ya es suficiente— El hombre parece estar completamente drogado, con la mirada fija en mis labios. Puedo verlo dudando de sí mismo.
—¿Lo es? — pregunto con una pequeña sonrisa. —Pensé que solo estábamos comenzando—
—Ni siquiera me tientes— gruñe, bajando las manos a mi cintura y deslizándolas por mis nalgas. Aprieta fuerte, provocándome un jadeo. —Así no es cómo funciona esa mierda—
—Entonces enséñame— paso las manos por el cuello de su camisa. —Como funciona esta mierda exactamente—
Me mira a los ojos, con los ojos entrecerrados. —Vuelve con tu amiga y yo con el mío. Tú tienes tu noche de chicas. Yo tengo mi noche de chicos. Y luego vuelves al apartamento con Chico cuando termines—
Cuando empiezo a protestar, me interrumpe, presionándome un dedo en los labios. —Así es como tiene que ser. No voy a mostrar mi trasero a mi nuevo chico el primer día, y no me vas a mandar esas miradas de enfado desde el otro lado de la barra que me hacen estar listo para cargarte sobre mi hombro y llevarte a casa yo mismo.
Contengo una risa. —No me importa esa última parte del plan—
—Jessy— me mira fijamente. —Promételo—
Hago un puchero y el gruñe. —Esa mirada no— advierte.
—¿Me darás más besos mañana? — pregunto esperanzada.
Suspira, flexionando la mandíbula. —Eso es algo de lo que tenemos que hablar mañana—
No parece del todo positivo, pero no me importa. Se las partes más importantes, que son que el también me desea y no me había estado prostituyendo con su amigo. El resto de los detalles podrán venir después.
—Bien— susurro. —Pero deberías pasar por el baño primero si no quieres mostrar tu trasero como dijiste. Dejé mi marca, que es como lo hago— le guiño un ojo, disfrutando de la mancha de lápiz labial en sus labios una última vez antes de pavonearme por el pasillo.
Lo último que le oigo decir antes de doblar la esquina es: —Malcriada—