¿Chicos? ¡Ugh!

3284 Words
No soy una persona impulsiva. Dejar la universidad no fue una decisión que tomé a la ligera. Lo pensé mucho y cuando decidí que era lo mejor para mí, le comuniqué la noticia a mi padre. El pobre hombre puso el grito en el cielo y llamó a mamá para que hablara conmigo porque pensó que me había quedado embarazada o algo por el estilo. Trabajar en un bar de copas no es el sueño de mi vida, y esa noche, me encontré a esos chicos con los que habíamos compartido unas copas en su casa. Ni que decir que Sarah estuvo casi toda la noche pegada a Adam y que a Giselle le gustaba el de los tatuajes, o por lo menos es lo que intuí detrás de la barra. En la noche hay tres tipos de chicos: 1.Los que quieren sus bebidas. 2.Los que quieren sus bebidas y a ti. 3.Y por último, los que solo quieren molestar. Odio a los que solo quieren molestar porque yo solo quiero hacer mi trabajo y ya estoy bastante jodida esa noche para que venga alguien a intentar ligar conmigo cuando lo único que deseo es estar en la comodidad de mi cama viendo alguna serie o sin ir más lejos, durmiendo. Así que, de verdad, lo que no me espero cuando me levanto con mi camiseta de Marvel y en bragas, con una coleta mal hecha y cara de dormida, es ver a tres chicos sentados en nuestros sofás. Los mismos de ayer, los del otro día. Tampoco me esperé la anterior noche encontrarme a Sarah y Adam en el sofá besándose sin camiseta, pero prefiero omitir ese recuerdo. — Buenos días, dormilona —me saluda Sarah sonriente. — Más bien, buenas tardes —le corrige Adam. Me quedo mirando a todos y me siento desnuda bajo la mirada de esos chicos que recorren mis piernas sin pantalones y mi camiseta ancha sin sujetador. — ¿Es que había reunión y no me he enterado? —Alzo una de mis cejas mirando a mis amigas intentando averiguar qué está pasando esta bonita mañana de domingo. — Ha sucedido de repente —dice Giselle atando su cabello rubio en una coleta. Miro de nuevo a esas personas desconocidas y Jared está mirándome tan intensamente que me siento incómoda. Miro a la mesa donde hay comida casi acabada y Jenna se atraganta con el refresco haciendo que todas las miradas se centren en ella. Aprovecho para girarme intentando que mi culo pase desapercibido pero fracaso porque escucho la voz de Giselle: — ¡Ponte algo! —Alza la voz cuando entro en la cocina. — ¡Estoy en mi casa! —Respondo. Gruño y abro el frigorífico. Cojo una cerveza, la abro y le doy un sorbo, aunque no me apetece, pero estoy enfadada. Sarah entra en la cocina y del horno saca un plato. — Te he guardado pizza, de la que te gusta —pone el plato en la encimera—. No sabíamos a qué hora ibas a levantarte. Miro la pizza en el plato y después miro a mi amiga. — Gracias. — ¿Te molesta que estén aquí? — Me molesta que gente desconocida ocupe mi sofá un domingo, sí, pero no te preocupes, estaré en la habitación. Tengo que ponerme al día con una serie. — No seas tonta y ven con nosotros. Ellos son divertidos, te caerán bien. — Prefiero almorzar aquí, no te preocupes por mí. Ella me mira insegura y me caliento la pizza en el microondas. Empiezo a comer sentada en un taburete y recuerdo que he dejado mi móvil en la habitación, así que, me levanto y voy a buscarlo. Miro hacia atrás cuando estoy por el pasillo para ver a Jared tras de mí. Cuando entro en la habitación, él sigue hasta entrar en el baño. Me pongo unos pantalones y cojo mi teléfono para almorzar entretenida. Llamo a papá mientras como y él no tarda en cogerme el teléfono. — Hola papá, ¿cómo estás? — Bien, estoy bien, ¿y tú? ¿Cuándo vas a venir a verme? Sonrío. — Iré pronto. Prometo ir el próximo domingo. — Tengo que pedir cita para verte, ¿cómo te va el trabajo? — Bien, me va bien, no puedo quejarme. — ¿Sigues sin querer retomar la Universidad? Chasqueo la lengua. — Aún no. — Deberías terminar, sólo te queda un año. — Dos años si contamos la especialización, aún estoy intentando averiguar qué quiero hacer con mi vida. — Date prisa no se te vaya a pasar el arroz. — Intentaré pensarlo cuanto antes. — Más te vale, tengo que dejarte, se me está quemando la comida y ya sabes que dos cosas a la vez no puedo hacer. Río. — Vale, te quiero. — Y yo a ti. Miro hacia atrás para ver a Adam entrando en la cocina. Es alto y musculoso. Su pelo rubio no está peinado y sus grandes manos abren la nevera para coger varias cervezas. — Sírvete, como si estuvieras en tu casa, no te cortes. — Vengo mandado —cierra el frigorífico y observo su atuendo, es el mismo de ayer— ¿No te unes a nosotros, Grace? — No sois dignos de mi presencia —bromeo, aunque en realidad no estoy bromeando. Adam suelta una sonora carcajada.  — Creo que me esperaba de todos menos eso, señora aburrida, quizás tienes razón, no somos dignos. — ¿Anoche bien? —Le pregunto—. Si manchas el sofá tendrás que lavarlo tú, recuérdalo —muerdo un trozo de pizza. — Lo tendré muy en cuenta —me guiña el ojo. Él se va, dejándome sola en la cocina y termino de comer para irme a la habitación. He quedado con Patrick en el centro comercial, así que, no tardo en arreglarme y salir de la habitación lista para encontrarme con mi amigo. — Me voy, he quedado —aviso a las chicas. — ¿Con quién? —Pregunta Giselle curiosa. — Patrick. Salgo de casa y mientras espero al ascensor, la puerta de casa se cierra cuando los despidos terminan y ellos se unen a mi espera. Lamo mis labios y el ascensor llega. Me meto dentro y tres cuerpos musculosos y altos se meten conmigo. — ¿No llegamos al límite de peso? —Pregunto. — ¿Tanto pesas? —Pregunta Jason. Frunzo el ceño mientras Jason y Adam ríen. Miro a Jared y me encuentro con su mirada. Esta serio, por lo que agacho la mirada y miro hacia el frente. Las puertas se cierran y empujo el cuerpo de Jason y Jared para ponerme delante. — Me da ansiedad. — ¿Estar detrás de dos chicos sexys?  —Pregunta Jason. Adam ríe y el ascensor se zarandea. Alargo mis manos para apoyarme en la pared pero choco con un cuerpo. Las luces parpadean y los cuatro nos quedamos callados. — Se ha quedado parado —dice Adam. — Suele pasar —digo. — ¿Que suele pasar? ¡Estamos en el quinto! —Jason se altera. Unas manos se ponen en mi cintura y miro hacia atrás para ver a Jared adelantarse, por lo que me pego a la pared, donde está el espejo. El chico tatuado pulsa los botones muchas veces mientras suspiro. — No va a funcionar —le digo. — ¿Cuál es tu idea entonces? —Pregunta, mirándome. — Esperar, funcionará dentro de nada. — ¿Dentro de nada? Necesito salir de aquí —Jason se acerca a la puerta y Jared se pone a mi lado. Jason da golpes en la puerta al borde de un ataque de ansiedad. — Tranquilo, dice que funcionará dentro de nada. — ¿Y si se cae? Observo a Jason, su pelo castaño y su gran espalda. Él tiene unos bonitos ojos y una gran sonrisa, que ha desaparecido dando paso a un estado de pánico. Yo estoy bastante tranquila porque si muero hoy, moriré junto a tres chicos calientes. — ¿Eres claustrofóbico? —Pregunto. — Sí —responde Jared por él mientras Adam intenta calmarlo. — ¿Y por qué no baja por las escaleras? — Porque vivís en un octavo —Jared me mira y cierro la boca. — ¡No respiréis! —Grita Jason— Se va a acabar el aire. — ¿Por qué no llamamos a tus amigas? Ellas pueden avisar a alguien —sugiere Adam. — No suele tardar mucho. El ascensor empieza a bajar y Jason apoya su frente en la pared del ascensor, tirando del cuello de su camiseta. Está sudando. — Vaya, ya debe haber algo interesante en el octavo para que te montes en un ascensor, ¿no? —Alzo mi ceja y el castaño se gira para mirarme. Adam sonríe y el castaño me sonríe de forma pícara. Las puertas se abren y Jason es el primero en salir. Adam mantiene la puerta del portal abierta para mí y salgo. — Adiós, Grace —se despide. — Adiós —muevo mi mano y me dirijo donde he aparcado el coche. Conocí a Patrick en un bar Irlandés en el que empecé a trabajar. Su padre es el dueño y él estaba trabajando allí para ganar algo de dinero. Él me enseñó cómo manejarlo todo porque había mentido en mi currículum; No tenía ninguna experiencia. La única experiencia que tenía con los vasos era llevarlos a mi boca para beber, nada más. Llevamos dos años siendo amigos y nuestro desliz en la cama no fue motivo para que dejásemos de hablar. Fue una noche de borrachera en la que besarnos sin querer fue el desencadenante de una noche de pasión, o eso creo recordar claro. Me desperté en ropa interior en su habitación con su cuerpo encima del mío, y no de un modo romántico. Él literalmente estaba aplastándome y no podía respirar. Nos llevamos unos días sin hablar después de eso hasta que me regaló una rosa con una nota que ponía: “Tus pechos no son los más grandes que he visto”. No me quedó más remedio que tirarle la rosa a la cara y reírme por la manera que tuvo de volver a hablar conmigo. Actualmente tiene una novia celosa que no lo deja quedar conmigo porque cree que tenemos una relación amorosa oculta. — ¿Sabe que has quedado conmigo? —Le pregunto. — No, ¿por qué debería saberlo? — ¿Tienes miedo de una mujer? — No quiero discutir con ella, es diferente —lleva la taza de café a sus labios. — ¿Por quedar con una amiga? Es tóxica, Patrick. Él pasa una mano por su pelo rizado pelirrojo y suspira pesadamente. No sé qué le ve a esa chica. Me he llevado meses intentando averiguarlo pero no lo he conseguido. — Te está separando de tus amistades. — No he quedado contigo para que me riñas. — Hacía un mes que no te veía. Y soy la que tiene que hablarte por mensaje para saber si estas vivo o no. — ¿Qué tal tus trabajos? —Cambia de tema y me apoyo en el respaldar de la silla sin quitar mi vista de sus ojos verdes. — Bien, igual que siempre. — ¿Tu vida sigue tan monótona y aburrida como siempre? —Sonríe un poco. Nunca tengo nada que contarle a Patrick, y él tampoco a mí porque su vida es igual de aburrida que la mía. Estar con su novia todo el tiempo, desde por la mañana hasta por la noche, incluso ella iba al bar para estar con él. Agobiante. — Pues no —lo sorprendo—. Hemos conocido a unos chicos en un club. — Vaya, cuéntame más —se echa hacia delante en la mesa y apoya sus codos en ella jugando con el sobre de azúcar. — Es corto. Los conocimos en un club hace unos días y esta mañana me los he encontrado en el sofá de casa. — ¿Te gusta alguno? — Los tres, de físico, claro. No los conozco. Podrían ser los bomberos calientes que posan para los calendarios. Patrick suelta una carcajada y niega con su cabeza. — ¿Y alguno se ha fijado en ti? Abro la boca y la cierro porque no. Ninguno se ha fijado en mí y la verdad es que no estoy preocupada por eso. Creo, claro. Los veo más como un incordio que como otra cosa. Personas que han invadido mi espacio personal en unos días y ni siquiera sé cómo afrontarlo porque no estoy acostumbrada. Siempre hemos sido las chicas y yo. Ninguna ha tenido algo serio nunca y tenemos nuestras noches de fiesta, de palomitas y película o de vino y confesiones. — No —contesto—, y creo que no quiero. — ¿Por qué? — Porque se estaban bebiendo mi cerveza, Patrick —mi amigo niega con la cabeza con una sonrisa—. No creo que esté preparada para el amor, soy muy joven. — Algún día te llegará, como a mí. Abro los ojos como platos esperando que no me llegue de la forma que le ha llegado a él. Me tira el sobre de azúcar y esta vez soy yo la que se ríe. — Amelia y yo tenemos una bonita relación. — No quiero hablar de ella porque ya sabes lo que pienso sobre tu relación, amigo mío. ¿Sigo teniendo trabajo en el bar si lo necesito? — Por supuesto, mi padre estaría encantado de volver a tenerte allí. Y yo también.     Levantarme temprano no es lo mío, y hoy, que me toca inventario en la tienda, muchísimo menos. Tengo pocas ganas de ir a trabajar y necesito un café para despertarme del todo, por eso estoy en doble fila esperando que Starbucks abra. Mi jefe, seguramente, ya estará en la tienda trasteando porque ese hombre no puede estarse quieto. Unos golpes en la ventana hacen que me sobresalte y giro mi cabeza con velocidad. Alzo mis cejas sorprendida y bajo la ventanilla al ver a Adam vestido con un uniforme de policía. Sí, Adam, el chico que se bebió mi cerveza el domingo, el que está ligando con Sarah. — ¿Es Halloween? —Pregunto. — No, aún no, pero lo será pronto —responde. ¿Adam es policía? Intento que mi boca no se abra porque estoy jodidamente sorprendida y él me señala el cinturón que no llevo puesto. — Acabo de quitármelo —miento. — Te he visto sin él puesto y además, estás estorbando aquí parada. ¿Sabes que eso son dos multas? — ¿Me vas a poner dos multas cuando he dejado que te bebas mi cerveza y  ocupes mi sofá un domingo? Adam se ríe y me fijo en su bonita sonrisa. Él se quita la gorra y se apoya en el coche. — De acuerdo, Grace. Te lo dejaré pasar porque son las ocho de la mañana y Starbucks ya está abriendo. Miro hacia la derecha para ver que tiene razón y vuelvo a mirarlo. — ¿Quieres un café? Adam sonríe de lado. — La próxima vez te pongo la multa y ponte el cinturón —me ordena—. Ten un buen día. — Tú igual —respondo y subo la ventanilla. Joder. Me bajo del coche y lo veo subirse al coche patrulla donde su compañero lo espera. Dejo los dos intermitentes puestos y corro hacia Starbucks para comprar un café y de camino, un muffin. Aunque no debería, ya que Sarah ha conseguido que me apunte al gimnasio con ella. Voy con desgana y ato mi pelo rubio en una coleta. Miro mis ojos azules en el espejo del gimnasio y miro mi cuerpo pensando si de verdad esta tortura merece la pena. Mis brazos son delgados y no le vendría mal un poco de ejercicio porque se me mueve la grasa cuando saludo. Mi barriga se asoma un poco porque me encanta comer y beber y mi trasero es un poco… Inexistente. Vale, no me vendría mal ponerme en forma. Y ya no solo por el aspecto físico, no me quiero imaginar subir ocho pisos cuando el ascensor se estropee. Necesitaré una bombona de oxígeno. Sarah, sin embargo, está feliz, contenta por empezar a ponerse en forma y me gustaría tener su entusiasmo. Da pequeños saltitos y me sonríe abiertamente. — Grace, de verdad, no me deprimas. — Hola, me llamo Ian y voy a ser vuestro instructor. Madre mía, hola Ian. Su pelo n***o va peinado hacia arriba y su piel bronceada hace que te pierdas en ella. Bueno, sus músculos más bien. Ese hombre podría darte un puñetazo y mandarte a la luna. — Hola Ian, soy Sarah y ella, es Grace —Sarah nos presenta y sonrío sin enseñar mis dientes. — ¿Cuál es vuestro propósito? —Me fijo en sus musculosos brazos y en su camiseta azul ajustada a su torso con el logo del gimnasio. — Ponerme en forma, perder esto —aprieto el michelin de mi vientre cubierto por mis leggins y él ríe. — De acuerdo, ¿y tú? Mira a Sarah, que no está prestando atención. — ¡Hola Adam! —Grita ella moviendo su mano. Miro con los ojos como platos hacia donde ella saluda y veo a Adam y Jared. Ambos en camiseta de tirantes, haciendo a mi vista recorrer sus brazos. — La madre que... —Murmuro sin poder creerme lo que ha hecho. ¿Para eso quería apuntarse a un gimnasio? ¿Para verlo también mientras hace deporte? Sé que mi amiga no es tonta y no se perdería por nada del mundo ver al chico que le gusta levantando pesas mientras sus músculos se tensan. ¡Pero no tenía que arrastrarme con ella! — Ella quiere lo mismo, creo, a no ser que haya venido a ligar. Ian sonríe y ambos observamos como mi amiga va a saludar entusiasmada a esos dos chicos. — ¿Qué tengo que hacer? — Vamos a estirar. ¿La esperamos? —Señala a Sarah. Miro en su dirección y veo que habla animadamente con Adam. Miro a Jared y su mirada penetrante choca con la mía. Tengo que retirar la mirada porque me intimida que me mire tan serio, como si le molestara mi presencia. — No, empecemos sin ella. Después de calentar, Ian me aconseja que corra en la cinta, empezando caminando, y es lo que hago. Estoy tan enfadada que aumento un poco la velocidad porque lo único que quiero es correr. — Hola —Sarah aparece en la cinta de al lado y la enciende. No le contesto. — ¿Estás enfadada conmigo? —Debería de haber traído el Ipod—. Venga, no te enfades, sé que debería  habértelo dicho. La miro dispuesta a encararme con ella y dejo de correr. Mi cuerpo se desliza hacia atrás como si el capitán América me hubiera dado con su escudo y siento el dolor en todo mi cuerpo cuando caigo. Me quedo sin respiración un momento cuando me doy cuenta que estoy tirada en el suelo. He chocado con las máquinas de correr que están detrás y apenas puedo moverme. Abro los ojos y lo único que veo es a Sarah a mi lado preocupada. Siento varias manos en mi cuerpo y me levantan, aunque no sé si puedo mantenerme en pie. — ¿Estás bien? —Escucho la voz de Jared a mi derecha y Adam está a mi izquierda, también sujetándome. Sarah suelta una carcajada y se tapa la boca. ¿Cómo se te ocurre pararte con la cinta en marcha? Las manos grandes de esos dos chicos rodean mis brazos y siento una mano en la parte baja de mi espalda. Me duele todo el cuerpo y lo único que quiero es irme de allí o reírme. Quizás llorar. — ¿Estás bien? —Ian aparece corriendo. — Me duele todo ahora mismo. Todo el gimnasio está mirándome y los ojos de esos chicos me analizan. Las manos de los chicos se retiran de mí y toco la parte baja de mi espalda. — Creo que me he hecho daño. Me giro y bajo un poco mi leggins —que llega hasta mi ombligo— para ver como tengo todo rojo. — Te saldrán varios hematomas ¿Quieres ir al médico? —Me pregunta Adam mientras intento ponerme derecha. No, no, estoy bien. Solo ha sido una caída, ya se me pasará. Ya no vengo más. — Bueno, mujer, tampoco digas eso —dice Ian—. Mucha gente se ha caído de la maquina en marcha. Pero yo no soy mucha gente. Ni siquiera pienso en la vergüenza porque de verdad que me duele hasta la vida. Nos vamos. Sarah va a por nuestras cosas y los chicos me acompañan al coche a pesar de que les digo que estoy bien, que camino doblada porque me duele la espalda, eso es todo. No sé en qué momento empecé a llorar por el dolor, pero Jared me da un pañuelo y lo utilizo para secar las lágrimas. Se acabó ir al gimnasio. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD