Capítulo 01 | Ojos misteriosos |

3519 Words
Levanto la quijada para terminar de ajustar la corbata negra a mi cuello. Tomo una bocanada de aire, al girar la cabeza hacia mi cama, encontrándome con una chica desnuda, cuyo nombre no recuerdo. ¿Paulina? O quizás ¿Francis?, de cualquier forma no me importa. Amarro mi reloj, observando la hora. Tomo el saco n***o de mi traje, y alzando el vestido rojo que yacía en el piso, lo lanzo hacia ella. Haciendo que se despierte.  Su rostro bronceado se despega de la almohada esbozando una gatuna sonrisa hacia mí. ─Buenos días, guapo─ murmura de forma sensual y rasposa. ─Buenos días. Vístete─ le ordeno tajante, caminando hacia la puerta. ─¡¿Qué?!─ Exclama levantándose rápidamente de la cama, sin tener pudor de su cuerpo desnudo. Me detengo, frunciendo el ceño, el enojo de su altanería me enerva el día. ─Si no has escuchado bien… recoge tus cosas, y te vas. No es necesario volvernos a ver─ digo, siendo irónico. ─¡Eres un imbécil!─ Exclama detrás de mí. ─Bueno, bien que te has dejado follar por un imbécil. Eso dice mucho de ti─ le doy una curvatura rápida para salir del cuarto. Me encuentro con mi jefe de seguridad dándome una sonrisa burlona. Comienza a negar con la cabeza, refiriéndose a los gritos de la chica que comienzan a darme dolor de cabeza. ─Rubén, haz por favor, que se vaya. ─ Le ordeno acariciándome la cien. ─Por supuesto, señor─ anuncia, dirigiéndose a la habitación. ─Te espero afuera─ agrego, caminando hacia la salida de la casa. Introduciéndome en el copiloto del Roll Royce n***o, mi vista se levanta hacia la ventanilla para observar a la chica siendo escoltada furiosa, por Rubén, quien no quita la sonrisa de boca. ─Ese imbécil disfruta de esto─ murmuro, negando con la cabeza. La lleva hacia el taxi y despidiéndose con una mano al aire, ella saca el dedo del medio hacia nosotros. ─Esa si era una fiera─ dice, colocándose en el asiento del conductor.  ─Ni lo digas─ digo, mirando nuevamente la hora en mi reloj. ─Vamos, Sebastián me espera en la oficina─ le indico. Colocando el auto en el camino. Caminando por el Lobby del edificio, las oficinistas se animan al verme entrar. Me acerco al ascensor sin darles una mirada de respuesta, sé lo que causo en ellas, son simples buscadora de una diversión pasajera… son mi diversión. Las puertas metálicas se cierran al frente de mi cara al entrar al ascensor, encontrándose abarrotado de personas. Suspiro pesadamente por eso. Ser dueño de un maldito edificio, y tener que agarrar un ascensor lleno, no me parece lo más lógico. Pero, ¿Qué dirían de mi si mando a hacer un ascensor personal? Por Dios, basta con lo que ya dicen de mí. Cuando las puertas se abren, las personas salen, dejándome solo en el ascensor… o eso pensaba. ─Señor Valech─ canturrea la chica voluptuosa y rubia con unos hermosos ojos azules que siempre se encuentran dispuestos a inspirarme una buena escena subida de tono.  ─Señorita Humbolt─ saludo, dándole una mirada rápida. ─Es bueno verle más seguido por aquí─ habla, sorprendiéndome. Ella naturalmente, se queda mirándome sin decir nada. ─Lo mismo digo─ pronuncio, sin comprometerme mucho a hablar de más. Las puertas del ascensor se abren en mi piso. ─Nos veremos por ahí─ anuncia ella, cuando salgo del ascensor. ─Será un gusto─ murmuro, esperando a que las puertas se cierren con su sonrisa juguetona grabada en mi mente. Sacudiendo la cabeza, quitándome los pensamientos pecaminosos de lo que le haría en esa caja metálica. Me dirijo rápidamente a mi oficina. ─El señor Contreras le espera adentro─ anuncia mi secretaria. ─Gracias Sabrina, no me envíes ninguna llamada, estaré ocupado─  ella me da una mirada nerviosa, desviándola rápidamente de mí. ¿Qué le ocurre a esa chica? Abro la puerta de mi oficina, para encontrarme con el inútil de mi mejor amigo, con las piernas elevadas en mi escritorio nuevo. ─Baja las piernas─ le ordeno, asustándole. ─¡Amor mío!─ Exclama, levantándose. Le miro con enojo. ─No comiences. Él se detiene, esbozándome una sonrisa. ─Te tengo buenas noticias, espero, que  ese malhumor mejore─ habla, acomodándose las solapas de su saco azul marino. Le doy una mirada tajante. ─¡Vale! Mierda, que malgenio has tenido este tiempo espero y esa chica la esté pasando mal porque te ha roto el corazón como ninguna, ella es… ─Cállate─ le interrumpo. Odio que hable mal de ella. Él coloca un gesto de ofendido.  Pero, tomando una bocanada de aire, evita retomar el tema. Súbitamente, comienza a caminar en dirección a la puerta. ─Nos vamos─ me anuncia. Frunzo el entrecejo, ante la confusión. ─¿A dónde?─  Inquiero deteniéndole del brazo. ─Tenemos un vuelo para cerrar el negocio con nuestro nuevo socio ejecutivo, hermano, lo hicimos. Podremos crear la nueva empresa publicitaria de modo internacional─ su noticia, hace que un peso de encima salga de mí.  ─Por eso eres mi socio─ le digo sonriente, dándole unas palmadas en el hombro. ─Sé que me amas─ dice con gracia. ─Tampoco jodas tanto─ digo, siguiéndole el camino hacia la salida. ─¿A dónde tenemos el vuelo?─ Le pregunto, cuando entramos al auto. ─A Londres─ su respuesta me sorprende. ─El Jet está listo─ añade. ─Sabía que podíamos─ le digo, emocionado. ─¡Seremos internacionales!─ Exclama divertido. Niego con gracia la cabeza por eso. Dejando mi vista en la ventanilla, esbozando una sonrisa. Que se borra inmediatamente al ver el rostro de Katherina en mi mente. Recordándome un vez más, que no soy merecedor de un amor como el de ella. Giro mi cabeza observando a Sebastián sostener un ramo de rosas, le miro confundido. ─¿Le regalarás rosas al nuevo socio, acaso no pensará que eres algo gay?─ Inquiero sarcástico. Él me mira rodando los ojos. ─Sabes que de gay, no tengo nada… es solo, para que tenga una buena recibida por nosotros, dos venezolanos que son muy caballerosos─ una risa explota dentro de mí. Carcajeándome de forma sonora. ─Lo que tú digas─ suelto. Sentándome en la oficina de reuniones, en la empresa que asociaremos a la de nosotros.  ─Es extraño estar en Londres─ murmuro, dándole una mirada a las sillas vacías. ─Sí, solo habíamos venido cuando jóvenes, para visitar a… ─Lauren─ digo, con la mirada perpleja observando cómo ella cruza la puerta. Su aspecto ha cambiado estos últimos años, convirtiéndose en toda una mujer.  La bilis me sube, de forma rápida, su presencia me confunde.  ─¡Sebastián!─ Exclama ella sonriéndole a él, para abrazarlo. Me levanto con mi mente intentado reaccionar. ¿Qué hace ella aquí? ─Que hermosa estás, hace unos meses que no nos veíamos y Dios… estás espectacular─ le dice efusivo Sebastián entregándole las rosas que llevaba en las manos.  ─Gracias─ murmura ella, bajando la vista. Sus pestañas oscuras y pobladas ocultan sus ojos. Inmediatamente, mi vista viaja hacia sus curvas. Que se encuentran en el lugar indicado, marcándose aún más con el vestido blanco ceñido. De repente, mi garganta se seca, sus ojos se encuentran en mi cuando subo la mirada. Me coloco erguido… mierda, me ha atrapado como si fuera un sádico. Sus ojos marrones misteriosos, me observan de forma intensa. Sus ojos siempre han sido así, como si quisieran decir de todo, pero al final, no dicen nada. Con ese marrón cambiante, a veces grises, otras verdes y muchas veces de un color miel. Sus ojos me confunden al máximo. ─El imbécil decidió perder su orgullo y venir─ anuncia ella, con su voz rasposa. Sus labios se mueven de forma lenta en una sonrisa sarcástica. Frunzo el ceño por lo dicho. Dándome cuenta, que sigue siendo la misma. ─¿Perder mi orgullo?─ Inquiero irónico. ─Sí, tú dijiste que no pisarías el piso de Londres, porque yo me encontraba aquí. Y aun así, estás aquí, sabiendo que ahora seremos socios─ su sonrisa permanece intacta. ─¿Qué?─ Escupo perplejo.  Miro tajante a Sebastián, quien se mueve incómodo. ─Eh… se me pasó decirte ese detalle─ argumenta sonriente. ─¿Detalle, dices?─ Inquiero enervado. ─Bueno, nos has venido por nada. Comencemos con lo previsto─ anuncia ella, colocándose en la silla al frente de mí. Su vista baja hacia una carpeta azul, hurgando en ella. Dejo mi trasero nuevamente en el asiento, sin dejar la vista escrudiña en ella. ─Tú fuiste la que mandaste al Salvatore a patearme el trasero─ anuncio, ella no se inmuta. Pero, esboza una sonrisa triunfante. ─¿Te dolió?─ Pregunta, dándome una mirada rápida. Aprieto mis puños. ─Espero que si te haya dolido─ agrega al cabo de unos segundos. ─¿Cómo te atreves a ir a mi edificio, pasar desapercibida y de paso, mandarme a patear?─ Pregunto un poco exasperado. ─Kilian, no es momento para hablar de eso─ interrumpe Sebastián. ─Cállate, que tú estabas con ella… tal vez por fin pudiste fornicártela encima de mi escritorio─ las palabras fluyen con rabia acumulada, sin poder pensar en las consecuencias. Lauren levanta la vista rápidamente, con el ceño fruncido y sus ojos intensos en mí. ─Eres un  pedazo de imbécil, siempre lo has sido. Y agradécele a tu amigo, que también es mi amigo, que podrás cerrar el trato con mi empresa. Si fuera por mí, te dejaría quedar en el mismo lugar, pero, esto lo hago por Sebastián y porque veo una buena oportunidad. Deja tu prepotencia estúpida de lado, eso no te va a llevar a ningún lado─ su altanería hacia mí, no me sorprende.  Resoplo, dejando la mirada en ella. ─Bien─ suelto e un gruñido. ─Bien─ repite ella. Pasándole unos papeles a Sebastián. ─Firmen, sus abogados ya lo han leído y firmado─ explica ella. Sebastián los firma rápidamente, pasándomelos. Los veo unos segundo, firmando finalmente. ─Es mi deber anunciarles, que es placer de ustedes, asociarse conmigo─ anuncia Lauren, levantándose para plisar su vestido ceñido.  Me levanto igualmente, para llegar a ella. Cuando me acerco a ella, una sensación extraña aparece en mí, cuando me ofrece su mano para un apretón. La observo lentamente. ─Tranquilo, no te haré daño─ dice ella, guiñándome un ojo. Tomo su mano, apretándola ligeramente. Inmediatamente, una sensación se arremolina debajo de mi piel, en forma de estática. La separo rápidamente, con sus ojos mirándome confundidos. ─Eh…─ suelto a penas.  ─Creo que nos tenemos que se tienen que ir─ interrumpe ella. Carraspeo incómodo ante eso. Comienzo a salir rápidamente de aquella oficina. Tratando de aligerar el nudo de mi corbata. ─¡Espera!─ Exclama Sebastián a mi espalda. ─¿Por qué caminas tan rápido? Le he dicho a Lauren para almorzar, ¿vas a venir?─ Su pregunta me parece un insulto. ─Ni lo pienses─ respondo tajante. Caminando con más velocidad, para salir de ese lugar con rapidez. Entrando al auto asignado, suelto las bocanadas de aire que retenía. Sus ojos no dejaban de colocarme nervioso, siempre han sido así, colocándome de ese modo. Sus labios se encontraban apretados y carnosos… mierda ¿Qué estoy pensando? ─Al hotel, por favor─ le indico al conductor. Dejo la vista en la ventanilla, vislumbrando el cuerpo de Lauren salir, moviéndose de ese modo tan sofisticado. Junto a ella, el idiota de mi amigo. Sonriendo de ese modo tan amistoso. La imagen queda en mi mente, mientras el auto se aleja de ese lugar.  Al llegar a la habitación de hotel dejo el saco en una de las sillas, para desanudarme la corbata mientras observo la vista de la ciudad. Un golpeteo de la puerta me saca del trance en el que comenzaba a entrar. ─¡Adelante!─ Exclamo en una orden. Un carrito junto a una chica entra empujándolo. ─Buenas, es su almuerzo─ anuncia en un inglés perfecto. ─Muchas gracias, déjelo por ahí─ índico en el mismo idioma. Ella sonríe, aniñada, haciendo que su coleta castaña se mueva. Me quedo observándola más de lo debido, haciendo que ella se coloque incómoda. ─Que tenga un buen apetito─ dice, pestañeando sus ojos verdes. ─Gracias─ digo, viendo cómo se dirige a la puerta. Dejo una sonrisa al suelo, mientras coloco mis manos en los bolsillos. ─Puedo crear un efecto en todas las mujeres, menos, en Lauren─ murmuro pensativo. ─Bueno, ella siempre ha sido así, desde pequeña en el orfanato me odió… ─ digo, dejando la mirada en la lejanía. Quizás porque siempre la trataba distante cuando ella solo quería jugar conmigo. Pero, yo le quería demostrar que el mundo en que vivíamos era patético, no se puede estar sonriente, con vives de esa manera. Ella solía sonreír, ahora, es totalmente distinta a aquella niña de cabello espeso y ojos chocolate. ─¿Qué haces pensando en ella?─Me pregunto, haciendo un chasquido de dientes. El teléfono de la habitación comienza a sonar, fastidiándome. ─¿Diga?─ Contesto rápidamente. ─Kilian─ murmura aquella voz sensual.  ─Nadia Humbolt─ pronuncio su nombre, esbozando una sonrisa con picardía. Ella de verdad quiere meterse en la boca del lobo, estando casada con uno de mis empleados. Siempre está caminando como gacela al frente de mí. Su llamada me sorprende.  ─No sabía que te habías ido a Londres, casualmente estoy haciendo checking en el aeropuerto de Londres─ dice, haciendo que saboree mis labios de solo pensar en sus pechos apretados. ─¿Alguien te ha comentado?─ Inquiero divertido. ─El iluso de mi esposo─ murmura ella, sin tapujos. ¿Será una de mis diversiones? ─Pero tiene suerte, ha estado entre tus piernas─ digo, esperando afectarle. Ella suelta un gemido agudo. ─Oh, Kilian, está jugando con fuego y no estás tan lejos─ dice, cambiando su voz a una más traviesa. ─Ven─ le ordeno.  ─¿Acaso estás loco?─ Pregunta sorprendida. ─¿Vienes o no? No soy de esperar una respuesta inconclusa─ digo, tajante. Ella suelta una risa picarona. ─Te veré allá─ murmura, haciendo que cuelgue. Solo una diversión, sin compromisos. Pienso, esbozando una sonrisa. Decido tomar una ducha relajante, luego de un largo día de ayer del vuelo. Me desvisto en el baño elegante y abriendo la ducha, dejo caer el agua desde mis hombros a mis pies, convirtiendo el agua fría en tibia. Mis músculos se relajan, pero, unos pensamientos que no deberían de estar surgiendo, recorren mi mente. Su curvatura de labios, se forma exquisita. Dejándome atónito por eso. ─¡Basta!─ Exclamo, cerrando la ducha. No puedo permitir que esos pensamientos se adueñen de mí. Y menos sabiendo que ella es la protagonista. Por Dios, Kilian. La has visto hoy, y ya te ha vuelto la cabeza un despojo. Me coloco una toalla alrededor en la cintura.  Y comienzo a secarme el cabello con otra, dejándola en una silla al lado de la cama. Sentándome en la orilla de la cama, apoyo mis codos de mis muslos para sostener mi cabeza. ─¿Qué te está ocurriendo?─ Murmuro con la mandíbula apretada. Dejo la espalda recostarse de la cama. A tal punto de relajarme por completo, el cansancio del vuelo termina ganando la lucha. ─Kilian─ murmura una la voz de Katherina en mi cabeza. ─Kilian─ se repite, sobresaltándome. Me despierto súbitamente, con la respiración acelerada. Sus ojos marrones me miran intensos, mientras una curvatura me sorprende.  ─¡¿Qué mierda haces aquí?!─ Le exclamo molesto. Mi pecho se acelera. Bajo la mirada a mi toalla, observando la erección que sobresale. Me tapo inmediatamente, esperando con suerte que ella no la haya visto… lo dudo. ─Ay, como si nunca te hubiera visto en paños menores, recuerda, que te veía desnudo mientras te obligaban a bañar de niño─ dice, dándose la vuelta en sus tacones blancos. Sus curvas atrapan mi vista nuevamente. Trago grueso por eso. ─Lo repito, ¿Qué mierdas haces en mi habitación y cómo has entrado?─ Pregunto exasperado. ─Oh, eso… bueno, soy muy astuta─ dice, dándole  una mirada escaneada a mi torso desnudo. ─¿Qué, te gusta lo que ves?─ Inquiero sarcástico. ─No, pero pienso que tuviste un buen sueño… por lo que noto─ dice, indicándome con su dedo, mi erección aún ahí. Genial, Lauren, siempre tiene una respuesta ingeniosa. ─Púdrete─ le digo, buscando unos pantalones. ─¿Así tratas a tu esposa?─Pregunta sentándose, mientras cruza las piernas largas al frente de mí. ─¿Qué mierdas dices? Espera… ¿te estás drogando?─ Inquiero sobresaltado. ─Le he dicho a la recepcionista que soy tu esposa, ¿Por qué crees que he podido entrar?... Y no, no me estoy drogando, pero, deberías de hacerlo, te ves muy estresado… amargado y hasta envejecido─ abro los ojos como platos mientras me ofendo por su comentario.  ─¡¿Envejecido?!─ Grito exasperado, abrochándome el pantalón y lanzando la toalla a un lado. ─Ya te veo algunas canitas por ahí─ indica con su dedo, mientras sonríe. ─Bueno, tu tampoco estás tan joven─ digo, ella se levanta de un salto. ─Soy más joven que tú─ dice sobresaltada. ─Por tres años─ añado, buscando una camisa en mi maleta. ─Tres años, son tres años─ añade levantando el mentón. Niego con la cabeza sonriente. ─¿Qué haces aquí?─ Inquiero. ─Estás en Londres, y es mi deber, hacerte pasar una mala estadía. ─Responde como si nada. ─Que suerte─ digo sarcástico. ─Porque si alguien me quisiera espantar, tu serías perfecta, que susto despertarse y ver tu rostro─ digo, esbozando una sonrisa maquiavélica.  Ella corre con sus tacones a mi dirección. Sus puños se proporcionan en mis brazos, mientras trato de detener la furia que ha salido de ella de forma repentina. La tomo de sus muñecas, mientras  me miran sus ojos intensos y molestos. ─Detente, no llegarás a hacerme daño. Solo te harás daño a ti─ le advierto. Su rostro se encuentra muy cerca del mío, y sus labios carnosos me tientan… Espera ¿Qué? El golpeteo de la puerta, hace que la aleje de mí en un empujón. Camino hacia la puerta, abriéndola. Abro la boca sorprendido, cuando veo los azules y llamativos ojos de Nadia. ─Nadia─ suelto, como un susurro. ─Hola, cariño ¿Por qué tan sorprendido?─Pregunta, envolviéndome con sus brazos mi cuello. Para dejar un largo beso en mis labios. ─Oh, cariño… ¿con ese estropajo oxigenado te estás acostando?─ Inquiere Lauren, haciendo que voltee a su dirección. Lauren esboza una sonrisa petulante. ─¿Kilian, quién es ella?─ Pregunta inmediatamente Nadia, creando una escena de celos. ─Ella es… ─Su esposa─ suelta Lauren, interrumpiéndome. ─¿Qué Jodidas?─ Pregunto atónito por su descaro. ─Eres un imbécil─ farfulla Nadia. Proporcionándome una cachetada fuerte en la mejilla izquierda. Me quedo perplejo observándolas a las dos. ¿Qué mierda ocurre? Nadia se da la vuelta, para irse. ─Hey, espera…─ le digo, pero ella no se detiene. ─Joder─ hago un chasquido de dientes, dando la vuelta para encararle una mirada a Lauren, la loca. ─¿Qué ocurre contigo?─ Le pregunto molesto, cerrando la puerta de un golpe. ─De nada─ suelta ella, tomando su bolso. ─¿A qué te refieres? ─Ella iba a hacer un mal polvo y un problema─ responde. ─Ah, bueno, pero por lo menos me la iba a follar. Ahora, lo dudo. Porque piensa que estoy casado contigo… joder, que descarada es esa infiel─ digo, mirando al suelo.  ─Podrás buscarte otra─ añade, dirigiéndose a la puerta.  Le coloco un brazo en el camino, deteniéndola. ─Tú, me acabas de arruinar una diversión… ¿Qué harás al respecto?─ Inquiero tajante, observando sus labios abrirse. ─Decirte que… te lo jales o tendrás las bolas azules─ hace un movimiento  insultante con su mano de manera que me hace hervir la sangre. Quita mi brazo de su camino y comienza a bailar sus caderas de forma descarada al frente de mí. ─¡Yo no me masturbo!─ Exclamo, apretando un gruñido. Ella comienza a carcajearse de forma sonora y las personas que se encontraban en el pasillo me observan extrañado. Lanzo la puerta con fuerza al adentrarme en la habitación. ¡¿Qué ocurre con esa loca?! Me pregunto molesto.  Mi pecho sube y baja exasperado. Oh, Lauren, no sabes con quién te metes. La puerta se abre asustándome, al pensar que sería ella. ─¿Por qué tan asustado, hermano?─ Pregunta Sebastián con una sonrisa sardónica. ─He visto a una loca de remate en pleno acto─ respondo, tratando de aplacar mi respiración. Él suelta una risa escandalosa. ─¿Has comido?─Me pregunta dejando mi tarjeta de la habitación a un lado. Agudizo mi mirada hacia él. ─¿Cómo la obtuviste? ─Bueno… se me cruzó Lauren y dijo que te la diera. Que ella te la había tomado, pero que esta vez no quería ser tan mala─ dice, con naturalidad.  Abro los ojos, ante la maldad que yace en la mente de esa mujer. ─¿Y te parece eso normal?... interesante─ hablo, cómo si me lo estuviera diciendo a mí mismo. ─¿No estás molesto conmigo?─ Pregunta.  ─¿Molesto?... Puf ¿Por qué, acaso has hecho algo? ─Bueno… se me pasó decirte algo─ encoje sus hombros. Tomo una bocanada de aire, para no reventarle la cara… ─¡¿Cómo que ella se muda a Venezuela?!─ Exclamo lanzando la silla contra la cama. 
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