Libby
Es difícil reprimir un escalofrió de deseo. Mi trasero choca contra la pared y me detengo, conteniendo la respiración mientras Emmett se acerca a mí de nuevo, inclinándose de modo que su rostro este a centímetros del mio. Mis labios se entreabren anticipadamente. Pero no me besa. Se inclina para recorrer con sus labios mi clavícula. Luego baja, entre mis pechos. Toma un pecho con la mano, sus dedos hacen rodar suavemente mi pezón. Luego rosa la punta con los dientes, provocándome otro escalofrió.
—Me encanta cuando haces eso— Me mira, con la mirada entrecerrada. —Cuando pierdes el control—
Su mano libre recorre el borde de mis bragas de encaje. Se detiene en la parte superior de mi monte de venus, luego continua, rodeando mi cadera. Sin llegar a tocarme. No donde anhelo que este de todos modos.
—No…he perdido el control— protesto, un poco de la respiración agitada me delata.
—¿No? — El arquea una ceja. —Tendremos que ver eso— Se inclina para besar el plano de mi estomago de nuevo. Pasa su lengua por mi ombligo. —Abre las piernas—
Ahí está de nuevo. Una emoción, un pulso que recorre mi vientre, hasta los dedos de los pies.
Hago lo que dice e inhalo bruscamente al mismo tiempo. Ya puedo sentirme mojada, resbaladiza contra en el canje. La humedad se convierte en una necesidad palpitante y dolorosa cuando los dedos de Emmett recorren mis bragas y bajan para garrarme entre las piernas, suavemente, lo suficientemente fuerte como para que pueda sentir su mano a través de las bragas, ahuecada contra mí.
Al mismo tiempo, sonríe, su barbilla tocando mi vientre. Hay algo jodidamente sexy en mirarlo arrodillado frente a mí. —Nos estamos acercando a perder el control—
—No, estamos…bien— logro decir. Mi respiración se entrecorta de nuevo.
Desliza ambas manos hacia mi trasero ahora, apretando mis nalgas lo suficientemente fuerte como para separar mis caderas de la pared y acercarlas a su rostro. Presiona su boca contra la tela, besándola a través de ella, su lengua presionando contra el encaje ya húmedo. Me provoca, traza con su lengua mi monte de venus con mis bragas aún separándonos, luego se retira.
—No sé…pareces bastante excitada—
Besa mi muslo. Mi cadera. Deja que sus dientes rocen mi piel ligeramente antes de morder el borde de mis bragas. En un movimiento suave, sus dientes las bajan por mis caderas hasta que se acumulan alrededor de mis tobillos.
Gimoteo, y la sonrisa de Emmett se ensancha.
—Por ejemplo— Me muerdo el labio inferior, incapaz de rebatir eso.
Espero a que se regodee. En cambio, me separa las piernas con las manos y recorre con la lengua el interior de mi muslo, hasta el pliegue donde se une mi cadera. Luego se arquea sobre mi monte de venus hacia el otro lado y hace lo mismo. provocándome. Jugando conmigo.
—Emmett…— Mi voz tiembla un poco.
—¿Querías algo, esposa? — Su lengua se acerca. Mas cerca. Está a centímetros de mis labios vaginales, y sé que debe de darse cuenta de lo excitada que estoy, de lo cerca que estoy de llegar al clímax. Pero no quiero darle esa satisfacción. Cierro los ojos, apoyo la cabeza contra la pared. Intento no estremecerme cuando su lengua roza sobre mi clítoris, tan suavemente que me arranca un gemido desesperado. Mis caderas se levantan de la pared y extiendo la mano para enterrar ambas manos en el cabello de Emmett, pero…
—Ah, ah— Se aparta, sentándose sobre sus talones para arquear una ceja hacia mí. —Manos extendidas. A los lados—
Respiro con dificultad. Mi pulso es errático, irregular. —¿En serio? —
El solo me mira con paciencia. Así que trago mi ardor de deseo y obedezco de nuevo, extendiendo mis manos planas contra la pared a cada lado de mí.
—Bien— sonríe de nuevo. —Rogarás por esto—
Antes de que pueda responder, presiona su rostro entre mis muslos, su lengua presiona justo entre mis labios y dentro de mi hendidura. Me lame, recorriendo con la punta de su lengua hasta la base de mi clítoris, casi tocándolo, para luego deslizarla hacia abajo. Sus labios se extienden contra los míos afeitados como si estuviera besando mi v****a, hambriento de mí.
Cada roce de su lengua envía chispas hasta mis terminaciones nerviosas. —Mierda, Emmett, tu…eso…—
Sonríe con malicia, disfrutando de mi falta de aliento. —Por cierto, tienes un sabor increíble, señora Sterling—
Luego curva su lengua contra mi entrada. Empuja la punta deslizándola dentro de mí. presiona más profundo, arquea la lengua para arrastrarla por mi pared interna frontal, provocando un leve gemido. El calor que se ha estado acumulando en mi durante días, semanas, si soy honesta, clama por alivio. Estoy desesperada por llegar al orgasmo. Tan desesperada, que muevo las caderas contra su cara, tratando de arquearme hacia él.
Emmett se retira de nuevo y gimo de frustración. El solo se ríe, bastardo. —¿Quieres que te haga llegar al orgasmo, Libby? —
Me muerdo el labio inferior de nuevo, más fuerte esta vez. Luego asiento.
El arquea una ceja. —Dilo en voz alta—
—Si. Por favor—
—Todo— su aliento roza mi v****a, ardiente ahora que estoy mojada por mis fluidos y su lengua. Hace círculos con la lengua alrededor de mi clítoris. La aplana y la desliza por mi clítoris en una larga caricia.
—Quiero correrme, Emmett. Por favor. Hazme correrme—
—Así está mejor—
Esta vez, me lame con más fuerza, más rápido. Su lengua se desliza por mi hendidura, sobre la punta de mi clítoris, y vuelve a subir. Otra vez.
Estoy tan cerca que puedo saborearlo en la garganta, sentir el hormigueo en las yemas de los dedos, en los dedos de los pies, mientras me acerco al borde. Pero justo en el clímax, Emmett se mueve. Se levanta. Gimo en desesperación, pero antes de que pueda decir nada, su boca esta sobre la mía. Me besa fuerte, profundamente. Su lengua todavía sabe a mi v****a, y la combinación de sabores me marea.
Mi clítoris se siente hinchado, palpitando de deseo. Estoy ardiendo, necesito esto, más que nunca. Nos separamos, y su mirada se centra en mí, ardiente.
—Cuando te haga correr, será con mi polla dentro de ti— dice, enviando otro pulso a través de todo mi cuerpo.
Me olvido de la regla de las manos, me olvido de todo excepto de Emmett. Agarro el broche de sus pantalones, lo forcejeo. Él toma el control, desabrochándolo el mismo y dejándolos caer. Sus bóxer caen un segundo después, y, mierda.
—Eres tan grueso— murmuro, antes de darme cuenta. el último hábito que necesito empezar es halagar su ego. Aunque es cierto. Por un momento, la visión de su pene me saca de la bruma, al menos el tiempo suficiente para apreciar la longitud e incluso mejor, la circunferencia.
En Una vena palpita a lo largo de un lado de su m*****o, y hay una perla de líquido preseminal acumulada en la punta. La atrapo con mi pulgar. La extiendo por la cabeza mientras agarro su m*****o con un puño, moviendo lentamente mi agarre hacia arriba y hacia abajo a lo largo de su longitud. Deja escapar un gemido bajo en el fondo de su garganta, y sonrió.
—Dos pueden jugar el juego de la tortura, ¿sabes? — le digo.
Pero antes de que pueda llevarlo demasiado lejos, Emmett se agacha para sacar algo de su bolsillo. Abre el condón con los dientes, es lo pone y gracias a Dios, que buen pene.
Luego levanta una de mis piernas y la guía para engancharla alrededor de su cintura. Se coloca en mi entrada. Me mira a los ojos. —Supongo que vamos a consumar esto entonces—
Me río, pero sale entrecortada, apenas audible. —Mas vale—
—Mas vale— asiente, pero es más un gruñido.
Luego penetra en mi lentamente, de una forma enloquecedora. Un centímetro a la vez, dejándome sentir cada centímetro de su longitud. Mi v****a palpita y se contrae por si sola mientras me ajusto a él.
Se siente tan jodidamente bien. Como si estuviera llenando cada centímetro de mí, estirándome hasta mis límites.
—Sabes que me has estado volviendo loco— murmura, con la boca en la curva de mi cuello. Se mueve hasta que sus dientes rozan el punto sensible justo debajo de mi oreja.
Las palabras me estremecen. Hacen que mi estómago se contraiga, incluso cuando se retira un poco, vuelve a penetrarme, un poco más fuerte esta vez, un poco más rápido.
—He soñado con follarte. He imaginado esto…— Se retira de nuevo, vuelve a penetrarme una vez más, con la suficiente fuerza como para restregar mi trasero contra la pared.
En respuesta, aprieto mi pierna alrededor de su cintura. —No eres el único— digo con la voz tan baja que creo que tal vez no me oiga.
Pero a juzgar por la forma en que sus ojos encuentran los míos y el calor en ellos se intensifica, estoy segura de que me oyó. Me agarra el otro muslo y me levanta completamente del suelo, manteniéndome pegada a la pared, así que me veo obligada a envolver ambas piernas alrededor de su cintura, lo cual solo sirve para abrirme aún más.
—Tengo que admitirlo— dice, con ese dejo de gruñido todavía en su voz, —la realidad de ti es incluso mejor que la fantasía—
Me sujeta las caderas y me folla con más fuerza. Cada embestida me hace jadear y mis manos se aprietan alrededor de sus hombros, mis uñas se clavan. Pero me sostiene con facilidad. Dios, es jodidamente fuerte. ¿sabía que era tan fuerte?
Con cada embestida, su pene penetra profundamente en mí, y siento como si me estuviera partiendo en dos, perfectamente. Mi clítoris ya estaba tan hinchado, mi cuerpo tan cerca del límite, mi v****a resbaladiza, que la presión de su pene, el roce de su punta ligeramente curvada justo en el lugar correcto, justo sobre ese punto sensible, es suficiente para hacer que mis dedos se curven en tiempo récord.
—Voy a…correrme— logro decir. Todo mi cuerpo tiembla, justo al borde.
Emmett sonríe. Esa sonrisa lenta y abrasadora que me vuelve loca cada vez.
—Bien—
Se inclina para besarme el cuello y me muerde ligeramente, justo cuando vuelve a penetrarme. Grito cuando me llega el orgasmo. Mi v****a se contrae alrededor del pene de Emmett, agarrándolo como un puño, mientras una ola de placer recorre mi cuerpo. Pierdo el agarre en el hombro de Emmett, pero no importa. Me tiene firmemente entre sus brazos y no me suelta. Tampoco deja de embestir, moviéndose más rápido ahora, penetrándome con tanta fuerza que oigo sus testículos golpeando contra mí, y al poco tiempo, siento que la presión se acumula dentro de mi de nuevo, justo detrás de mi ombligo, profundamente.
No es posible que pueda llegar al orgasmo otra vez. No puede ser. No puede… ¡Ah,ah,ah!
La negación se desvanece de mis pensamientos cuando me desmorono. Emmett se reclina lo suficiente como para encontrarse con mi mirada, disfrutando de la vista. —¿Y ahora? — murmura,
—¿Esto cuenta como perder el control? —