Emmett
Dejando de lado su monstruoso gato y su increíble habilidad para convencerse de conseguir lo que quiere, me relajo de nuevo durante su gran recorrido.
Por un lado, pienso mientras la veo exclamar sobre el baño de invitados con su gran ducha de lluvia y su juego de esponjosas toallas blancas, a mi familia realmente le gustara. Mis padres, que se fugaron después de un romance fugaz, no les parecerá demasiado extraño si yo hago lo mismo. Y es lo suficientemente sensata como para llevarse bien con mi abuela, que todavía se niega a aceptar la riqueza que pasó toda su vida acumulando para no tener que escatimar en las cosas buenas de la vida.
Pero también hay algo más. Ver a Libby reaccionar a cada pequeño detalle me recuerda lo afortunado que soy. Por no mencionar lo agradable que es poder ayudar a esta chica. Darle la oportunidad de empezar la vida sin deudas, en lugar de estar atascada como tanta gente en estos días.
Si, es pura filantropía>>, me digo a mí mismo mientras ella sube saltando al último piso delante de mí y trato de no mirarle el trasero y como se mueve con cada paso. ¡Maldita sea, quiero arrancarle esos malditos jeans! ¡Contrólate, Emmett!
Llegamos al último piso y ella sonríe. Solo sonríe.
A diferencia de la mayoría de las chicas que he tenido en casa, que se deshacen en halagos y sonríen con melosidad y solo parece querer hablar de lo cara que debe de haber sido la reforma, Libby parece genuinamente impresionada por el lugar. En contra de su voluntad, debo añadir.
—¿En serio, esta fue tu idea? — pregunta, no por primera vez, una vez que le señalo los arcos del techo de teca sin tratar de que se entrecruzan para sostener una claraboya de vidrio esmerilado.
—Mi idea era más complicada— admito, —pero físicamente imposible—
—¿Cómo? — parece que realmente quiere saberlo, así que se lo diré.
Señalo la viga desde el otro lado de la pared del dormitorio y la guio, tratando de disimular la presencia de la cama a la que me gustaría atarla.
—Mi arquitecto quería matarme, pero yo quería un techo abovedado aquí. nos conformamos con algo más parecido a una concha acústica—
Cuando aparto la mirada del techo una vez más, Libby me está mirando con la cabeza inclinada hacia abajo, su expresión es ilegible por una vez. Me desconcierta. Estoy acostumbrado a ver sus opiniones escritas en su rostro. sin embargo, ahora mismo no tengo ni idea de lo que pasa por su cabeza.
—No te creía del tipo artístico— dice finalmente, dándose la vuelta para cruzar mi habitación hacia el gran panel de ventanas que da a un balcón con vista al lado oeste de Central Park.
—¿Por qué me conoces tan bien después de, que, tres días? —
Me mira por encima del hombro, sonriendo. Solo ver esa sonrisa haca que mi mente vaya a lugares prohibidos. —Touché—
Sin previo aviso, se aleja del vidrio y cae sobre mi cama, rebotando un poco para probar el peso.
Dios.
Verla retorcerse con satisfacción, luego de dejarse caer hacia atrás sobre el colchón, con los brazos extendidos a ambos lados, es demasiado. Todo en lo que puedo pensar es en el sistema de sujeción debajo de la cama que instalé el verano pasado. cómo, con un gancho debajo del dosel, podría sacar esas correas y tener sus manos sujetas en esa posición, con las piernas bien abiertas a continuación.
Luego le cortaría la camiseta y la vendaría con ella. Le quitaría el resto de la ropa prenda a prenda, asegurándome de saborear cada centímetro de ella en el camino. Recorrería con mis dientes el borde de ese cuello curvo, trazaría mi lengua en el hueco de su clavícula. Deslizaría mis labios hacia abajo hasta llegar a ese sexy sujetador de encaje blanco que vislumbré antes, lo desabrocharía y dejaría que sus pechos cayeran libres para poder trazar sus pezones con la punta de mi lengua, acariciar su otro pecho con mi mano libre, usar mi otra mano para deslizar sus jeans por esas generosas caderas…
—¿Emmett? — Ella señala con los dedos en el aire entre nosotros. chasquea.
Parpadeo, sacudiéndome del trance en el que he caído. Mierda. tal vez todo este matrimonio falso no será tan fácil como pensaba.
—Dije: ¿Puedo usar la lavadora y la secadora? Tengo una maleta llena de ropa sucia, pero no estaba segura de sí pensabas lavar ropa—
Hago un gesto de desdén. —Maureen viene todos los días. lavará la ropa que dejes fuera—
Libby pone los ojos en blanco. —No le voy a pedir a una inocente que lave mis bragas—
—¿Por qué? ¿Están demasiado sucias? —
¿Qué demonios acabo de decir? He perdido el control.
Me da una sonrisa falsa y melosa. —Ya quisieras. No, solo que es raro ¿está bien? —
Extiendo las manos. —Por supuesto, trabaja más de lo necesario—
Golpea el colchón y se levanta. Intento no fijarme en cómo se le sube la camisa al hacerlo, dejando al descubierto una cintura tensa antes de que sujete el dobladillo y lo vuelva a colocar en su sitio. —Así que no respondiste antes. Sobre por qué querías casarte en primer lugar—
—Cierto— cruzo los brazos. obligo a mi cabeza a volver al modo profesional. —Mi abuela necesita jubilarse—
Parpadea como sí esa fuera la última respuesta que esperaba. Hablo más rápido, antes de que pueda interrumpirme con una ráfaga de preguntas, lo que empiezo a comprender que es el modus operandi de Libby.
—Ella y mi abuelo fundaron Sterling Corporation juntos. Es como su bebé. Se suponía que mi padre sería el heredero, pero decidió ser cardiólogo y mamá decidido que, si iba a ser la esposa de un médico, lo haría entre Nueva York y Paris…—
—Gente inteligente— interviene Libby
—Así que me ha tocado ocupar su lugar. Pero la abuela Sofia está convencida que no estoy listo para la responsabilidad de dirigir la junta directiva. Ella le da mucha importancia a la familia y las tradiciones—
—Y no confía en que un soltero fiestero se haga cargo de su bebé. Entiendo— sonríe con sorna.
—¿Fiestero? — levanto una ceja.
—Bueno, ciertamente tienes fotos en tabloides de fiestas en muchas ciudades— Se encoge de hombros. —Sin mencionar la reputación notoria de tus dos mejores amigos, y tú ¿Cómo dijo People? ¿Fobia al compromiso? —
—Intenta tener evidencia fotográfica de cada noche que sales esparcido por las portadas de las revistas, y mira que tranquila parece tu vida— refunfuño.
Libby levanta las manos en señal de rendición. —Hey, sin juzgar. Solo digo que entiendo a la abuela—
La abuela Sofía amará u odiará a esta chica. Conociendo mi suerte, lo primero, y luego se aliarán. Tal vez la abuela elija a Libby para dirigir la empresa y me dejé fuera.
—¿Cuándo conoceré a la vieja paloma? —
—En primer lugar, decir “vieja” me dice que no estas ni cerca de estar lista. Vamos a empezar las presentaciones familiares poco a poco. Primero los padres—
—Espera— los ojos de Libby se abren de par en par. Su rostro se llena de una expresión de alegría. —Dijiste que tus padres viven en Paris. ¿Eso significa…? —
—Estarán aquí el próximo fin de semana—
La expresión de alegría se transforma en un puchero. Siento una extraña mezcla de culpa por ser quien borre la anticipación de su rostro y una oleada de calor. Porque, mierda, se ve bien cuando hace pucheros. Tal vez porque acentúa lo carnosos que son sus labios hinchados después de envolver mi polla con ellos
Me digo a mí mismo que puedo detener esta línea de pensamiento en cualquier momento, pero no tomo mi propio consejo.
—De acuerdo— murmura, —Nota mental: dejar caer algunas indirectas sobre cuanto amo Paris en primavera mientras cenamos— Antes de que pueda protestar se anima de nuevo. —¿Qué película somos? —
—¿Qué? — parece que su hilo de pensamiento se descarrila mucho.
—Si necesitamos vender todo este asunto del romance relámpago, necesitamos elegir la trama. ¿Dónde nos conocimos? ¿Por qué nos apresuramos a esto? No creo que podamos lograr un trato al estilo de Big Fish, “oh, el tiempo se detuvo cuando nuestras miradas se cruzaron” ¿Qué tal Jamie y Aurelia en Love Actually? Espera, no, eso nunca funcionará. No soy Portuguesa y tú no eres Colin Firth—
—¿No podemos decir simplemente que nos conocimos en un bar? — la interrumpo.
—¿Qué bar? — responde ella.
Suelto el primer nombre que se me viene a la mente. —Freddy’s? está en Brooklyn. He ido un par de veces, así que es creíble. Pero no con la suficiente frecuencia como para que alguien de mi oficina se pregunte por que nunca te ha visto antes…—
—Bueno, yo nunca he ido a Freddy’s—
—¿A quién le importa? Estamos mintiendo ¿recuerdas? —
Se sacude el pelo. —Bien ¿Qué llevaba puesto? ¿Quién se acercó a quién? ¿Cuál fue tu frase para romper el hielo? —
—¿De verdad crees que mis padres van a interrogarme sobre que llevabas puesto cuando nos conocimos? —
—Puede que si—
—No lo harán—
—Bueno, espero que tengan razón, porque si pregunta, les voy a decir que llevabas una camiseta con un gato arcoíris enorme y que me enamoré de ti al instante—
—Creí que estábamos hablando de lo que llevabas puesto—digo con cara de póker.
—Los chicos también pueden vestirse para atraer citas— dice ella, sacudiendo el pelo con una sonrisa burlona. —¿Cuándo nos conocimos? ¿Qué día fue? —
Suspiro y miro por la ventana mientras hago unos cálculos mentales rápidos. —¿Hace dos meses? si hubiera pasado más tiempo, tendría que explicar por qué nadie te ha visto nunca. Como Mason y Dorian están metidos en todo esto, pueden fingir que te conocen, pero cualquier otra persona…Se me tensa el estómago. Justo ahora estoy pensando en Sam.
Mi hermana pequeña que actualmente estudia en Columbia no encuentra mayor placer en este mundo que descubrir secretos. La chica fue la pesadilla de mi infancia, amenazándome constantemente con delatarme a mis padres por esconder alcohol en mi habitación en el instituto, o escaparme a Europa con un rollo aquella vez en la universidad…
Claro que solo amenazaba como forma de chantaje. Nunca lo ha hecho de verdad sobre chismes. Y ahora está más ocupada que nunca, ya que se ha inscrito en un curso de periodismo de investigación; vaya, que decisión personal más acertada.
Pero, aún así. debería haber pensado en ella antes de dejar que Mason me convenciera de esto.
Mierda.
Mientras tanto, Libby camina de un lado a otro, perdida en sus propios pensamientos.
—¿Estoy embarazada? —
—Disculpa? —
—Bueno, ¿Por qué demonios te casarías con una chica que conoces desde hace dos meses? seguro que todos asumirán que estoy embarazada. A menos que nunca hayas tenido novia porque todas con las que has salido han huido cuando te emocionaste mucho hablando de tu colección de comics o algo así— Mira debajo de la cama como si buscara evidencia de comics frikis.
Un repentino pánico me recorre. Porque si busca demasiado en esta habitación, encontrará mucho más que comics.
Como los arneses debajo de la cama. Las esposas en el cajón de mi mesita de noche. Toda la sección de mi vestidor dedicada a varios juguetes sexuales. Cuerdas, antifaces y vibradores son los principales de la colección, aunque una de mis aventuras de una noche olvido un juego de pinzas para pezones cuando se fue…
—Limitémonos a la historia de amor fugaz— cruzo la habitación y tomo a Libby del brazo. La enderezo antes de que mire a su alrededor y decida que se ha casado con alguien demasiado pervertido para su delicada sensibilidad. La guio hacia la escalera. —Podemos hablar de los detalles por la mañana—
—Mmmm bien— responde sonando más dubitativa que nunca. —¿Qué se supone que significa eso? — Nos detenemos junto a los escalones. Me mira fijamente, con los ojos entrecerrados. —No pareces del tipo de persona que vive a toda velocidad. Pero bueno, esta es tu familia, no la mía—
—Y sería una historia de amor exprés, no fugaz…lo que sea que hayas dicho— niego con la cabeza.
—Ves, nunca corregirías a una mujer de la que estás perdidamente enamorado—
—Pero es fugaz—
Ella niega con la cabeza y descarta la forma correcta de decirlo. —¿Has visto Titanic? Úsala como referencia. ¿Qué le diría Jack a Rose? —
—Lo único que recuerdo de esa película es que ella lo deja morir al final. Obviamente, ambos habrían cabido en esa tabla—
—Y se habrían hundido, porque era un trozo de madera contrachapada, no un barco — Libby pone los ojos en blanco. —Solo mírala otra vez, ¿sí? —
—¿Me estás poniendo tarea—
—Te estoy dando un consejo. Pero si no quieres mi ayuda, bien. Te advierto que voy a inventarme las partes de nuestra historia que no conozco y tengo una imaginación muy vivida—
Yo también, me muerdo de la lengua para no replicar. Ahora mismo estoy imaginando vívidamente lo que puedo meterte en la boca para que dejes de hablar…