Siempre he escuchado de mi familia "Si tienes jaqueca es porque la noche estuvo buena" y claramente no concuerdo en nada con eso,porque ni siquiera recuerdo qué fue lo que pasó la noche anterior.
Ahora mismo estoy acostada con una almohada sobre la cabeza tratando de que los gritos de mi padres que provienen de algún lugar de la casa,no saquen lo peor de mi.
—No los aguanto más.—Afirma mi hermano Alex al entrar al cuarto azotando la puerta y yo me levanto enseguida,sentándome sobre mi cama.
—¿Era necesario que la azotes?—Pregunto y él se sienta sobre su cama.
—Perdón,pero ¿Es que no los escuchas? Hace media hora están peleando por el lavarropas.—Responde y yo prosigo a ponerme de la misma posición que estaba antes de que él entrara.—¿En qué has venido tú?
—¿Eh?
—De la fiesta,¿En qué has venido? Es para saber qué le vamos a decir a mamá y otra,porque no me has contestado ni un mensaje desde...
—¿Yo no he venido contigo o con algunas de mis amigas?—Lo interrumpo.
—Te puedo asegurar yo o cualquiera de tus amigas que no,después del despelote de las pastillas que estuvieron rondando dijeron que te fuiste.
—¿Pastilla?¿Despelote?
—Nos iremos.—Afirma mi padre que entra sin previo aviso y mi cabeza tarda un minuto en procesar a dónde iremos.
Casa de campo para comer en familia.
—Qué día difícil me espera.—Afirma mi hermano antes de salir de la habitación.
Me levanto lo más rápido que puedo y busco mi celular que si bien estaba apagado,tenía el cien por ciento de batería.
Me visto,limpio un poco mi habitación y corro al baño al escuchar a mi padre que nos apuraba con el tono de la bocina del auto.
—Voy a matar a este hombre.—Dice mi madre antes de salir de casa y cerrar con llave.—Hola,buen día.—Nos saluda al vernos pasar a su lado y subirnos al auto. Con mi hermano respondemos al unísono y procedemos a saludarla.
Mis padres cada vez que se pelean y tenemos que viajar en auto,ellos se ponen auriculares y es algo que nosotros disfrutamos y más ahora que tenemos jaqueca.
Mi hermano se acomoda a mi lado y apoya su cabeza en mi hombro para poder dormir, mientras yo examino mi celular, desde las fotos y videos hasta los mensajes. Obviamente, mi celular estaba abarrotado de mensajes de mis amigas y un número que había perdido en algún momento, volvió a estar en mi agenda. No era necesario revisar el mensaje de esa persona, porque ya estaba segura de quién era. Antes de contestarle, decido enviar mensajes a mis amigas y averiguar sobre la pastilla de la que me habló mi hermano. Es muy probable que no me contesten, ya que estarán durmiendo.
Tengo algo a mi favor, ya que el periódico local ha publicado una noticia relacionada con lo que ocurrió anoche en la fiesta. Según esta fuente, un par de personas intentaron hacerse los graciosos y comenzaron a poner una pastilla en los vasos que se disolvía con el alcohol. Los acusados ya están detenidos, pero más de cincuenta personas han sido hospitalizadas debido a reacciones alérgicas o por perder el conocimiento en la discoteca y fuera de ella. De hecho, una persona casi se desmayó al salir y fue atropellada por un automóvil.
Ahora la pregunta es: ¿qué me pasó a mí? No tengo ni una picadura, ni un moretón, ni una pulsera que indique que estuve en el hospital. Según mi registro, que pude hacer a través de las fotos de mi celular, hay un lapso de tres horas en el que no tengo idea de qué me sucedió.
Además,¿Por qué tengo el celular con la batería completa? No hay lógica.
—Y hemos llegado tarde —avisa mi padre al bajar del auto.
—Como siempre —responde mi madre, haciendo lo mismo que mi progenitor.
Despierto a mi hermano y al salir del auto, nos quedamos mirando a nuestros familiares que ya estaban tomando sus lugares para almorzar.
—Di simplemente que te trajo una amiga y que estuvimos juntos toda la noche, y si uno se equivoca, el otro lo sigue —comienza a decir Alex, mirando a nuestros familiares con desagrado, y yo asiento—. ¿No trajiste lo de siempre? —pregunta, y yo saco dos ibuprofenos y un par de lentes de sol de mi mochila.
Caminamos y procedemos a saludar a cada familiar que está sentado.
—¡Tienen jaqueca! —nos grita nuestro tío Pancho, más a mi hermano que a mí, ya que él iba un paso más adelante.
—Respira profundo y sigue —le susurro ante la mirada de nuestra madre. Ella tiene la regla de que si salimos, debemos aguantarnos después, porque nadie nos obligó a salir y los demás no tienen la culpa de nuestro mal humor.
Llegamos a los lugares restantes, que básicamente son los más alejados, ya que quedamos en la punta, pero en otro momento nos importaría. Hoy no.
Ha pasado una hora desde que terminamos de comer, y ahora estamos esperando el postre.
—Está fuerte la jaqueca de mis nietos, están callados como raton de iglesia. —exclama mi abuela desde el otro extremo de la mesa, y todos nos volvemos para mirarnos.
—Hazte la tonta —murmura mi hermano.
—¿Están bien? —pregunta mi prima Malena, y nosotros asentimos.
—¿Es por lo de las pastillas? ¿Les dieron a ustedes también? —pregunta mi otra prima Savinna.
—¿Qué pastilla? —pregunto, y siento un golpe en mi pierna derecha proveniente de mi hermano.
—Oh, sí, estaba preocupada por ustedes porque estaba de guardia y veía a chicos caer con los mismos síntomas, y venían de la fiesta a la que ustedes fueron. Rogaba para que no les sucediera nada y, si les sucedía, que no fuera grave —comienza a decir una de mis tías, que es enfermera.
—Atraparon a los locos —agrega mi tío Poncho, que ya estaba un poco borracho—. Dicen que uno de ellos es el nieto del viejo que vivía en el barrio, el que tenía concesionarias por todos lados.
—¿Los Ricci? —pregunta mi madre.
—Exacto, uno de los hijos vive ahora en esa casa y está a cargo de la empresa con su familia.
—¿Quién? —pregunto totalmente confundida, y todos se quejan por no conocerlos—. Disculpen si no conozco a todo el barrio.
—Es que viven justo en frente del lugar donde siempre tomas el colectivo —me dice mi hermano, y yo exclamo totalmente sorprendida al enterarme de que el apellido era "Ricci" del viejito que ahora falleció, y encima otra familia vive allí.
—El chico está soltero, el nieto que será el próximo dueño —informa mi tía Danna, mirándome fijamente mientras levanta una ceja.
—¿Qué estás esperando, Clari? —pregunta mi prima, y antes de que pueda decir algo, mi hermano interviene.
—La están mandando a Clari, y ella ni siquiera sabe que el chico existe —ante su comentario, todos le dan la razón, excepto mi padre.
—Clari sabe quién es, siempre está sacando la basura cuando tú vuelves del profesorado —dice mi papá, y vuelvo a abrir la boca, totalmente sorprendida de saber quién es o eso creo.
—¿El chico alto, pelo n***o, ojos verdes y un tatuaje de un reloj en el brazo? —pregunto, y todos comienzan a reír.
—Lo tiene fichado por completo —agrega mi prima entre risas, y yo me pongo roja como un tomate.
—De todos modos, no me gusta ese chico, es muy...
—Oh, a ti ninguno te gusta —interrumpe mi madre a mi padre, y todos vuelven a reír.
Las horas pasaron y ya es más de media tarde. Mis padres están muy cansados y todos hemos decidido no cenar esta noche e irnos a dormir. Mi hermano se adelantó y no logre a cruzar la puerta de nuestra habitación que podía escuchar sus ronquidos.
Estaba a punto de dejar atrás el tema de "¿Qué me sucedió durante toda la noche?" al no recibir la respuesta que esperaba de mis amigas, pero un mensaje que recibí despertó mi curiosidad y me hizo preocupar por la teoría que estaba maquinando en mi mente.
"Sería bueno que me respondas, quiero saber cómo estás y tengo tu pulsera", decía el mensaje de parte de mi ex. Esto me dejó un poco inquieta. Decido responderle que estoy sana y salva, y que puede quedarse con la pulsera hasta que podamos acordar un día para que la devuelva.
Quería preguntarle sobre lo ocurrido anoche, pero ahora estoy muy cansada y sé que cualquier cosa que me diga la tomaré mal. Además, sé que los mensajes pueden llevar a malentendidos, así que prefiero esperar para hablar cara a cara.