Prólogo
Unos meses más tarde...
Es viernes y, por primera vez en mucho tiempo, decidí salir solo con mis amigos, sin mi prima. Aunque ella también está aquí en la fiesta y planeamos volver juntas después a casa, ya que vivimos una al lado de la otra, quería disfrutar un poco por mi cuenta. Aunque es un plan un poco extraño, decidí ponerle toda la energía positiva posible y no dejar que nada arruine la noche. Vamos a una discoteca muy famosa en la ciudad, conocida por organizar la fiesta de bienvenida de todas las universidades y la última del año. Básicamente, es una celebración por el fin del año académico y por haber aprobado muchos de nosotros.
Ahora mismo estamos en la fila con mi amiga Abi, esperando para entrar, y me encuentro con gente conocida.
—Por lo menos, no hace frío —me dice Abi, y yo asiento. Ella me abraza, pero me quedo inmóvil ante su gesto.
—Me alegra que hayas decidido venir. Nos vamos a divertir —me asegura.
—Esperemos —respondo.
—¡Ánimo! Verás que vas a beber y bailar incluso con el guardia de seguridad —me dice con una sonrisa traviesa. Me río al recordar esa vez en la que, después de unos tragos de más, terminé bailando con un guardia en otra fiesta.
—No creo que vuelva a pasar.
—Hermana, ¡vaya fila! ¿Está avanzando o está igual que tu relación? —pregunta Francisco, apareciendo de repente detrás de nosotras.
—Qué gracioso. ¿No ves que está avanzando?
—No, por eso te lo pregunto... —Fran me mira y queda boquiabierto. Se acerca aún más a mí y me abraza como si no hubiera un mañana.
—¡No puedo creer que hayas venido! ¿Cómo lo hiciste, Abi? ¿Con qué la amenazaste?
—De verdad, cada día tú...
—No me importa —la interrumpe Fran, y antes de que pueda decir algo más, un chico le toca el hombro indicándole que se dé la vuelta.
—Tienes que hacer la fila como todos nosotros.
—¿A quién le importa la fila? ¿No ves que mi amiga ha decidido venir y que además estoy con ellas? —le dice Fran al chico, quien infla el pecho como intentando contener la respiración.
—Vaya zapatillas que llevas —elogia Fran y se vuelve hacia nosotras para susurrarnos:—Son horribles.
Me había olvidado de su táctica para evitar peleas, y no puedo creer que todavía funcione.
***
Han pasado varias horas y estoy lo suficientemente ebria. No hay dolor, tristeza ni enojo, solo felicidad y, por supuesto, una gran cantidad de alcohol. Es la primera vez en mucho tiempo que me siento así, y no quiero que termine nunca.
No voy a negar que llamé a mi ex en la noche, porque mi propio teléfono me delataría. Siento que en este momento podría estar con él e incluso formar una familia. Incluso se lo he dicho, y es por eso que me encuentro refugiada en el baño.
En este momento, estoy sosteniendo la puerta para mi amiga Abi, que aparentemente necesita ir al baño, pero al mismo tiempo parece que le cuesta hacerlo.
Las amigas de mi prima entran al baño y se quedan esperando a que la chica del baño de al lado salga. Les sonrío y las saludo como si fuéramos amigas, además de elogiar las botas de una de ellas, que eran realmente hermosas.
—¿Cómo están? —pregunto, y la única que me responde es Maiten, quien entra rápidamente al baño como si alguien la estuviera persiguiendo, mientras Yuliana sostiene la puerta. Me examina y luego rueda los ojos.
—Oye, de verdad no sé por qué me odias. Si es por Tomás, no te preocupes, no me interesa. Espero que sean felices juntos, y si no es así, ojalá encuentres a alguien que te valore. Te lo repito, no me interesa y no voy a estar interesada. No te lo digo para que seamos amigas, sino para que al menos nos respetemos y podamos disfrutar de la fiesta en paz por mi prima, ya que nos vamos a cruzar miles de veces —le digo, notando su actitud de disgusto cada vez que me ve.
—No me interesa lo que tengas para decirme, para mí no existes —me responde, y su respuesta realmente me deja sin palabras.
—¿Amiga, sientes ese olor? —me pregunta Abi al salir del baño, y la miro confundida.
—Un olor a resentimiento y... espera, a cuernos.
—Ah, bue —dice Yuliana, y antes de que pueda decir algo, mi amiga me toma del brazo y me saca del baño.
—Clari, sé que estás borracha al igual que yo y que todos te caen bien, pero tienes que saber algo —me dice Abi, sosteniéndome de los hombros en medio de la pista de baile.—A la Clari sobria no le va a gustar esto y se arrepentirá de relacionarse con gente venenosa. Así que deja de ser tan sorora y ¡baila!
Ante su pequeña reprimenda, decido seguir su consejo y hacer lo que he estado haciendo desde que llegamos: disfrutar.
Unas horas después...
Veo a lo lejos a mi prima Malena con cara de pocos amigos, dirigiéndose a Yuliana, y me acerco lo más rápido posible para evitar enfrentar un regaño de su parte por tardar.
— ¿Vamos? — pregunté en un tono bastante amigable.
— Al fin — responden todos al verme, mostrando una actitud muy distinta a la mía. Parecía que mi prima no era la única de mal humor. Hablando de ella, la observo en busca de algún tipo de apoyo, pero lo único que hace es mirar a todos con la misma expresión de desagrado. Respiro profundamente y me digo a mí misma que no debería importarme. Si a mi prima no le importa cómo son sus amigos, a mí debería importarme menos. Además, no tengo ni idea de lo que ha sucedido durante toda la noche para que todos estén tan de mal humor. Tal vez piensen que mi tono al preguntar si nos íbamos fue falso, pero en realidad sucedió todo lo contrario. Gracias al alcohol, me siento más desinhibida y me importa poco lo que piensen los demás. En medio de todo esto, Malena se pone a mi lado y camina junto a mí.Sin embargo, cuando Joseph intenta tomarla de la mano para caminar abrazados, ella lo rechaza. Mi prima acelera el paso, y siendo sincera, si no puedo seguirle el ritmo ni siquiera sobria, mucho menos podré hacerlo después de unos tragos.
— Te espero — me avisa Nando al darse cuenta de que me quedo atrás, lejos del grupo de amigos de mi prima y su novio. Puedo notar que mi presencia no es muy bien recibida por estas personas, y francamente, si pudiera, tampoco volvería a estar con ellos.
— Ah, muchas gracias. Perdón, pero no estoy en condiciones de caminar rápido.
— No te preocupes, entiendo. No sé qué les pasa a todos estos, pero parecen haberla pasado realmente mal esta noche y quieren irse lo antes posible.
— ¿No sabes qué les pasa?
— No, me dijeron que nos íbamos y salí a buscarlos porque Joseph se queda en mi casa. No estuve con ellos casi toda la noche porque estaban de muy mal humor.
— Qué extraño. Bueno, menos averigua Dios y perdona .
— Claramente — responde riendo —. Por suerte, esta es una fiesta a la que asistió media ciudad, por lo que si algo sucede, siempre tengo la opción de unirme a mi otro grupo de amigos, como ya lo he hecho en el pasado
Lo miro con la intención de responderle, pero un escalofrío recorre mi cuerpo y me distrae. Al mirar hacia adelante, veo a unos chicos apoyados en una pared acercándose a nosotros. Su apariencia es aterradora y cualquiera pensaría que te robarían hasta las ganas de vivir. Sus ojos rojos, ojeras pronunciadas y ropa sucia y desgarrada dan esa impresión. Comienzo a rogar en silencio para que no nos roben, aunque parece imposible con la cantidad de policías que están a nuestro alrededor. Empiezo a tener un mal presentimiento y mis pies, como nunca antes, caminan más rápido de lo normal. Mi nerviosismo está provocando esto. Nando me mira extrañado y acelera el paso para seguirme. Sabiendo que tratar de llamar la atención de mi prima es inútil, le envío un mensaje diciendo que tengo un mal presentimiento y que deberíamos irnos en un taxi, sin importar el costo, ya que yo pagaré. Al ver a dos personas que nos han pasado observándonos, guardo mi celular y continúo siguiendo a esos individuos que van delante de mí, sin mostrar preocupación alguna. Respiro hondo e intento convencerme de que es el alcohol que se está disipando de mi organismo, la razón por la cual me siento paranoica o, mejor dicho, porque todavía estoy borracha... Ya ni sé la verdad. Miro a Nando y le regalo una pequeña sonrisa al sentir su mirada sobre mí constantemente. No sé si está tan paranoico como yo o si está tratando de entender lo que me ocurre. Nos van a robar y debo resignarme a esa idea. Sé que somos un grupo grande, pero a esos dos chicos con armas no les importará. ¿Quién va a enfrentarse a alguien que porta una pistola?
Bueno,alguien que quiera morir lo va a hacer o intentar.
En ese momento, unos policías que estaban fumando y apoyados en la patrulla policial los detienen y creo que estoy siendo un poco paranoica con mi presentimiento, ya que parece que los van a arrestar o al menos eso creo. Los agentes se enzarzan en una discusión sobre si deberían hacerlo o dejarlos ir. Aunque creo que hay un problema más profundo que involucra a esos dos policías, ya que empiezan a discutir acaloradamente sobre una mujer. Estaba a punto de decirle algo a Nando cuando ambos sacan sus armas y se apuntan mutuamente. Antes de que pudiéramos agacharnos, uno de ellos aprieta el gatillo. Los demás policías se abalanzan sobre ellos en un intento de desarmarlos.
Durante unos segundos, veo y escucho cómo las personas se lanzan al suelo y gritan como si hubieran recibido un disparo. Miro rápidamente a Nando y a mi prima para asegurarme de que al menos no tengan ni un rasguño.
De repente, siento que todo ocurre en cámara lenta y no me siento muy bien. Miro mi vientre y veo que un montón de sangre se extiende por casi toda la parte inferior de mi cuerpo. No puedo ni quiero creerlo, pero aún así, toco ligeramente mi estómago con la mano y se mancha rápidamente de sangre. Aplico presión e intento llamar la atención de mi prima.
—Ma–Mal...— Mi voz se entrecorta y la única persona que se da vuelta es Nando, quien se acerca para sostenerme. Me agarro de su brazo con la poca fuerza que me queda, mientras empiezo a tambalearme de un lado a otro, perdiendo el equilibrio. Comienzo a escupir sangre y me desplomo lentamente en los brazos de aquel chico. Mis sentidos de la vista y el oído comienzan a debilitarse; en uno veo todo borroso y en el otro solo escucho un zumbido.Puedo notar personas a mi alrededor, pero no sé quiénes son ni qué intentan comunicarme. Trato de mantener la calma en medio de esta situación, pero está superando mis límites. Abro y cierro los ojos en un intento por mantenerme despierta, y trato de mejorar mi vista al igual que mi audición, aunque solo logro escuchar voces distantes.
Algunos policías comienzan a hablarme a mí y a los demás, informándonos que la ambulancia llegará en pocos minutos, que está en camino. Entre el zumbido que resuena en mi cabeza, logro captar las palabras "No", "Duermas" y "Ambulancia". A pesar de todo, siento una fuerte tentación de cerrar los ojos. Me siento debilitada y, en cierta medida, no quiero que la ambulancia llegue.
Con las pocas fuerzas que me quedan, observo a las personas que me rodean, y muchas de ellas son muy importantes en mi vida, o al menos lo eran. El simple hecho de que estén aquí, acompañándome, confirma el cariño que tienen o tuvieron hacia mí. Si tengo que morir, lo aceptaré, porque he logrado lo que quería.
—Yo siempre estaré a tu lado, y seguro nos volveremos a encontrar algún día — dice Mateo, vestido con una camisa blanca y pantalón blanco. Se acerca más a mí y me da un beso en la frente después de pronunciar esas palabras. Lo miro con confusión, tratando de entender dónde nos encontramos y cómo pasé de estar en un tiroteo a estar aquí, en la playa.
—¿Qué...? — intento decir, pero antes de que pueda terminar la pregunta, Mateo interrumpe.
—Tú sabes qué hacer, te amo.
Abro lentamente mis ojos y deduzco que ya me están trasladando y que estuve inconsciente durante unos minutos. Al mirar hacia un costado, veo a mi prima con el teléfono en la mano, llorando desconsoladamente. Intento quitarme la máscara de oxígeno que me impide hablar, pero una señora rubia me ordena que no lo haga. Con la poca fuerza que me queda, logro llamar la atención de mi prima y ella se acerca, entrelazando nuestras manos.
—Por favor, déjame morir — le suplico mientras las lágrimas brotan de mis ojos.
—Por favor, no hables — me ruega la señora rubia.
Esta situación se está convirtiendo en una tortura. Me falta el aire y el dolor que siento supera con creces el de cualquier post—cirugía. La pequeña parte de mí que quiere mantenerse despierta está siendo abrumada por la parte más grande y esta está ganando rápidamente terreno.
Cierro los ojos lentamente y me dejo llevar. Quiero morir y siento que mi momento ha llegado. ¿Por qué evitar lo inevitable?
Si bien mi vida siempre fue caótica, nunca esperé que se interrumpiera tan abrupta y agresivamente como lo ha hecho ahora.