3.La sombra de la leyenda.

1137 Words
El sol del nuevo día apenas comenzaba a despuntar sobre la bahía cuando Laura y su equipo se reunieron en la misma cafetería del puerto. La atmósfera era más tensa que la mañana anterior, marcada por la inquietud que les había dejado su primera incursión en la Casa de los Espejos. —Bien —comenzó Laura, repasando un mapa de la ciudad—. Nos dividiremos. Nina y Omar, vosotros preguntad por la zona del barrio antiguo. Clara, intenta hablar con gente mayor que haya vivido aquí toda su vida. James y yo cubriremos el área cercana a la Alameda. Busquemos cualquier recuerdo, cualquier historia sobre la casa y la familia Benítez. Se separaron con una sensación de propósito mezclada con nerviosismo. Laura y James se dirigieron a una pequeña plaza donde varios ancianos tomaban el fresco matutino. Acercarse con cautela, explicando su interés en las leyendas de la ciudad. El primer hombre al que abordaron, de rostro arrugado como una pasa y ojos brillantes, se encogió de hombros. —¿La casa de los espejos? Tonterías de jóvenes,solo una casa vieja. Pero una mujer sentada a su lado, con un chal n***o cubriéndole los hombros, se inclinó hacia ellos con una mirada miteriosa. —Dicen que allí vive una niña triste. Atrapada entre los reflejos. Si la miras mucho, te roba el aliento. En una tienda de recuerdos antiguos, el dueño, un hombre corpulento con bigote canoso, les contó una historia que había de niño. —Un grupo de chavales se atrevió a entrar por una apuesta. Solo salieron dos. El tercero... dicen que se quedó mirando un espejo y nunca más lo vieron. Mientras tanto, Nina y Omar hablaban con una vecina anciana en una calle estrecha del barrio antiguo . —Ay, la casa de los espejos... —suspiró la mujer, haciendo una señal de la cruz—. Allí murió una niña inocente. Su madre... mala mujer. Pero el padre... el marinero... nunca encontró paz. A veces, en las noches de tormenta, se oyen lamentos que vienen de esa casa. No son de la niña. Clara, por su parte, encontró a un antiguo pescador remendando redes cerca del muelle. —La niña... sí, la recuerdo en las historias. Pero también se hablaba de los espejos que traía su padre. Decían que algunos mostraban cosas... que no estaban allí. Recuerdos de sus viajes, quizás. O algo más. Al caer la tarde, el equipo se reunió de nuevo, cada uno con fragmentos de historias inquietantes. La división de opiniones comenzó a hacerse evidente. —Sigo pensando que son solo cuentos —insistió Omar, mostrando las grabaciones de sus entrevistas—. Mucha superstición. —Pero demasiada gente cuenta historias similares —replicó Nina, con la voz temblorosa— . Y lo que sentimos ayer... Clara asintió. —La historia de la niña y la madre parece consistente. Pero la figura del marinero... es más difusa, más inquietante. Laura escuchaba en silencio, las piezas del puzzle comenzando a encajar de una manera perturbadora. Los espejos como ventanas a recuerdos... o a algo más. La tristeza persistente... y la figura sombría del marinero que creyó ver. James la observó, su rostro reflejaba una creciente preocupación . —¿Estás segura de que queremos seguir con esto, Laura? Después de lo que escuchamos... Laura suspiró, sintiendo el peso de la responsabilidad. —Necesitamos saber la verdad. Por la niña... y por lo que sentimos allí dentro. A pesar de las advertencias tácitas en los relatos de los jóvenes que se atrevieron a entrar, el equipo decidió que la mejor manera de obtener respuestas era pasar una noche en la Casa de los Espejos. Al caer la tarde, regresaron a la Alameda de Apodaca. La casa, bajo la pálida luz del crepúsculo, parecía aún más lúgubre, sus ventanas tapiadas como ojos ciegos mirando hacia la bahía oscura. Entraron en silencio, la atmósfera opresiva envolviéndolos de inmediato. La luz de sus linternas danzaba sobre las paredes desconchadas y los innumerables espejos, que ahora reflejaban la creciente oscuridad del exterior como si contuvieran abismos. Comenzaron a instalar las cámaras en puntos estratégicos: en la habitación donde Clara creía que había dormido la niña, en la sala principal con el gran espejo de pie, e incluso una apuntando al oscuro hueco de la escalera que conducía al tercer piso. Durante la instalación, pequeños incidentes aumentaron la tensión. Una batería de una cámara falló inexplicablemente. La señal de otra parpadeó erráticamente. Un crujido resonó en el piso superior cuando nadie estaba allí. Laura se quedó vigilando los monitores en una pequeña sala contigua a la principal. La tenue luz de las pantallas iluminaba su rostro concentrado. La mayor parte del metraje mostraba solo la quietud polvorienta de la casa. Pero a medida que las horas avanzaban y la noche se profundizaba, una creciente sensación de inquietud se apoderó de ella. Sentía la constante impresión de que algo los observaba desde la oscuridad reflejada en los espejos de los monitores. En la pantalla que mostraba la habitación de la niña, captó un movimiento sutil. Una sombra fugaz que se deslizó por el rabillo del espejo cuando la habitación parecía vacía. Laura se inclinó hacia adelante, con el corazón latiéndole con fuerza, reproduciendo el metraje varias veces. No estaba segura de lo que había visto. ¿Un reflejo de su propia luz? ¿Una mota de polvo en la lente? Más tarde, mientras revisaba el monitor de la sala principal, creyó ver algo más definido. En el gran espejo de pie, por un instante breve, apareció el tenue reflejo de un rostro pálido, infantil, mirando directamente a la cámara. Desapareció tan rápido como apareció, dejando a Laura con la respiración entrecortada y la piel erizada. ¿Había sido real? ¿O su mente, agotada y sugestionada por las historias, le estaba jugando una mala pasada? Decidió no decir nada al resto del equipo por ahora. Necesitaba revisar las grabaciones con más detenimiento al amanecer, necesitaba pruebas más sólidas antes de compartir algo tan... espectral. El resto de la noche transcurrió en una tensa calma. Pequeños ruidos inexplicables resonaban en la casa: un susurro débil que parecía venir de las paredes, un crujido en el piso superior que no se atribuyó al asentamiento de la madera. La atmósfera opresiva se intensificaba con la oscuridad, alimentando la sensación de una presencia invisible acechando entre los espejos. Al amanecer, un equipo cansado y frustrado se reunió en la sala principal. La falta de pruebas concretas había aumentado la división de opiniones. Omar estaba listo para declarar la casa un fiasco. Nina se negaba a pasar otra noche allí. James se mostraba dubitativo. Laura, sin embargo, guardaba silencio sobre lo que creyó ver. Sabía que la verdad, si existía, estaría grabada en esas cintas. Y estaba decidida a encontrarla.
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