1.la sombra de la leyenda

1460 Words
El sol de la tarde comenzaba a descender sobre la bahía de Cádiz, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados mientras Laura y su equipo se detenían frente a la Casa de los Espejos en la Alameda de Apodaca. A pesar de su ubicación céntrica, con la pequeña plazoleta animada por el bullicio de la gente paseando y el suave murmullo de las olas al otro lado de la calle, la casa emanaba una palpable sensación de abandono y silencio. Las ventanas tapiadas y la fachada descolorida contrastaban claramente con la vida vibrante que la rodeaba. Laura fue la primera en cruzar el umbral; la puerta de madera carcomida chirrió con un quejido lúgubre. El aire interior era denso, cargado de polvo y un olor rancio a humedad y olvido. A diferencia del exterior luminoso, la penumbra envolvía el interior, obligándolos a encender sus linternas La primera sala estaba llena de espejos. De todos los tamaños y formas imaginables: grandes espejos de pie con marcos ornamentados cubiertos de telarañas, pequeños espejos de mano esparcidos sobre mesas polvorientas, incluso fragmentos incrustados en las paredes como extraños mosaicos. La luz de sus linternas se multiplicaba en destellos fugaces, creando una sensación de desorientación momentánea. —Nada especial por ahora —murmuró James, examinando una pared desconchada. Solo una casa vieja y abandonada. Nina se mantuvo cerca de Omar, su mirada recorriendo nerviosamente las múltiples superficies reflectantes. —No me gusta —admitió en voz baja. Siento como si nos estuvieran observando. Omar pasó su medidor de campo electromagnético; la aguja apenas se movió. . —Lecturas normales. Debe ser la sugestión. Mientras avanzaban por el pasillo, el silencio se hizo más opresivo, interrumpido solo por el crujido de sus propios pasos sobre el suelo de madera cubierto de polvo. Laura notó que su respiración se había vuelto superficial, una ligera opresión en el pecho sin motivo aparente. Al mirarse brevemente en un espejo roto, su reflejo parecía pálido y distante. Subieron a la segunda planta con cautela; la escalera crujía bajo su peso. Aquí, la atmósfera era aún más pesada: el aire frío y estancado. Los espejos parecían absorber la poca luz que entraba por las ventanas tapiadas, devolviendo sombras alargadas y distorsionadas. Clara examinaba una pequeña habitación llena de espejos rotos. —Debió ser la habitación de la niña —dijo en un susurro, su tono cargado de una tristeza inesperada. En ese momento, un crujido resonó en el piso superior, un sonido seco e inexplicable que los hizo detenerse en seco, con el corazón latiéndoles con fuerza. —¿Qué ha sido eso? —susurró Nina, aferrándose al brazo de Omar. —Podría ser la madera vieja asentándose —respondió él, aunque su voz denotaba una ligera incertidumbre. Laura sintió un escalofrío recorrerle la nuca, una sensación que no atribuía al frío del ambiente. Miró hacia el oscuro hueco de la escalera que conducía al siguiente piso, una sensación de inquietud creciendo en su interior. —Vamos a echar un vistazo —dijo, su voz firme a pesar de la ligera vacilación que sentía. Subieron los escalones con cautela, cada crujido de la madera resonando en el silencio. El aire se volvía más denso a medida que ascendían, casi como si la propia casa ejerciera una presión sobre ellos. Al llegar al rellano del tercer piso, la oscuridad era casi total, solo rota por los haces de sus linternas danzando sobre las paredes cubiertas de papel despegado. Encontraron varias habitaciones pequeñas, cada una con al menos un espejo. En una de ellas, un gran espejo ovalado reflejaba sus luces de forma extraña, como si la superficie absorbiera parte del brillo. Al mirarse, Laura tuvo la momentánea y perturbadora sensación de que su reflejo no la seguía exactamente, con un leve retraso en sus movimientos. Parpadeó, y la sensación desapareció, pero la inquietud persistió. James examinaba otra habitación, donde un espejo roto en varios fragmentos reflejaba el espacio de forma caótica y desorientadora. —Este debió romperse hace mucho tiempo —comentó, tocando con cuidado un borde afilado. Al hacerlo, un pequeño fragmento cayó al suelo con un sonido sorprendentemente fuerte en el silencio. Nina se detuvo en el umbral de una habitación, negándose a entrar. —Siento algo malo aquí —dijo, su voz apenas un susurro. No me gusta este lugar. Omar intentó tranquilizarla, pero él mismo parecía incómodo. Su medidor de campo electromagnético seguía mostrando fluctuaciones leves y erráticas, inexplicables en una casa abandonada sin suministro eléctrico aparente. Continuaron explorando, moviéndose lentamente por las habitaciones llenas de ecos de un pasado olvidado. Encontraron objetos antiguos cubiertos de polvo: muebles desvencijados, libros con las páginas amarillentas, juguetes rotos. Cada objeto parecía susurrar una historia silenciosa, aumentando la sensación de una presencia invisible que aún habitaba la casa. En una pared del pasillo, Laura descubrió un pequeño espejo infantil con un marco de madera tallada con figuras de animales. Al mirarlo, sintió una oleada de tristeza inexplicable, una punzada en el corazón como si compartiera un dolor ajeno. La imagen de la niña de la leyenda le vino a la mente. Bajaron de nuevo a la planta baja con una sensación de alivio mezclada con una creciente inquietud. Aunque no habían presenciado ningún fenómeno sobrenatural evidente, la atmósfera de la casa, los pequeños detalles extraños y las sensaciones inexplicables habían comenzado a erosionar su escepticismo inicial. De vuelta en la sala principal, Laura se detuvo frente al gran espejo de pie donde había sentido la extraña sensación con su reflejo. Se miró fijamente, tratando de discernir algo inusual, pero solo vio su propio rostro pálido iluminado por la luz de su linterna. Sin embargo, la sensación de que algo más acechaba en las profundidades del cristal persistía. James suspiró, frotándose la nuca. —Bueno, no hemos encontrado ningún fantasma. Solo una casa vieja y polvorienta. —Pero... —¿Viste cómo temblaba la aguja del medidor de Omar? —replicó Nina. Y ese ruido arriba... Clara, que había estado examinando unos viejos periódicos encontrados en una mesa, levantó la vista con el ceño fruncido. —Aquí hay algo... una pequeña nota necrológica. Ana Benítez... falleció hace muchos años en esta casa. La causa no se especifica. La mención de la nota necrológica añadió un peso sombrío al ambiente. La leyenda de la niña ya no se sentía como un simple cuento. —Ana —murmuró Laura, sintiendo un escalofrío que no provenía del frío de la casa. La niña de los espejos. James se acercó a Clara para ver la nota. Era breve y descolorida, impresa en un papel amarillento y frágil. Apenas mencionaba el nombre y la fecha. Demasiado escueto para una muerte infantil. —No dice la causa —observó Clara, con el ceño fruncido. Es extraño. Nina se encogió de hombros, abrazándose a sí misma con más fuerza. —Todo en esta casa es extraño. ¿Podemos irnos ya? No me siento bien aquí. Omar, aunque seguía intentando mantener una fachada de escepticismo, no refutó la petición de Nina. Incluso su medidor de campo electromagnético había comenzado a emitir un zumbido bajo e intermitente, algo que no había hecho antes. —Hay una habitación en la planta baja... la que tenía la pared cubierta de pequeños espejos... —dijo Laura, sintiendo una extraña atracción hacia ese espacio. No la revisamos con detenimiento. Quizás... A pesar de la creciente sensación de malestar, la necesidad de descartar cualquier detalle los llevó de vuelta a esa habitación. La luz de sus linternas se fragmentaba y multiplicaba en las innumerables superficies reflectantes, creando un efecto caleidoscópico que resultaba desorientador. El aire aquí parecía más denso, casi estático. Laura se detuvo frente a una sección de la pared donde los pequeños espejos estaban dispuestos de forma irregular. Al mirarse en uno de ellos, diminuto y biselado, sintió una punzada de frío intenso. Su reflejo no apareció de inmediato. Hubo una vacilación, una momentánea sensación de vacío en la superficie plateada, antes de que su imagen, pálida y ligeramente desenfocada, finalmente se manifestara. Pero había algo más. Detrás de su reflejo, en la maraña de otros espejos que cubrían la pared, creyó ver la sombra fugaz de una figura pequeña, como una niña observándola desde múltiples ángulos. Laura parpadeó rápidamente, apartando la mirada. La sombra desapareció. ¿Había sido su imaginación, producto de la atmósfera opresiva y las leyendas que habían escuchado? O... ¿Había sido algo más, reflejado en la multiplicidad de los espejos? Un escalofrío recorrió su cuerpo. Sabía que debían irse. Sabían que este lugar no era solo una casa abandonada. Algo habitaba entre sus espejos, algo que no deseaba ser olvidado. Y la sensación de que los había estado observando a través de cada reflejo se hizo innegable.
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