NARRA LEYLA HAWTHORNE
Mi cuerpo se sacudió gracias al temblor que lo recorrió. Me sentía totalmente entumecida y mis dientes castañeaban. Tenía frío, demasiado frío ya que Braden me había echado a la calle vistiendo únicamente el ligero camisón con el que me había levantado de la cama.
Cuando me cerró la puerta en las narices, me había quedado un rato ahí, esperando que solamente estuviera bromeando o que hubiera sido un simple arrebato de rabia y luego se le pasara, para que al menos me dejara coger un abrigo. Pero, cuando me di cuenta de que había pasado demasiado tiempo y se me comenzó a congelar el trasero, agarré el valor de golpear la puerta y pedirle a Braden que me abriera.
¿Cómo iba a dejarme ahí, a la intemperie, sin abrigo, sin zapatos, con hambre y sin media libra en los bol
