10
“El regreso de Zeekiel”
Una vez el pie derecho de Eva tocó el camino de piedras de granito de su universidad todos los ojos se posaron sobre ella. Miró por encima del hombro por última vez a Sebastián antes de recordar:
“—Si algún hombre te dice algo, solo podrás responderle con tres palabras… Si dices más de tres cosas, ¿Sabes lo que va a pasar?
—No… Señor.
—Vendré aquí, y te castigaré, y créeme, señorita Smith, eso no te va a gustar”.
Sus labios se curvaron porque sería imposible, ¿Cómo por qué su vecino la reprendería por hablar con otros hombres? Su mano derecha viajó hacia sus labios al acordarse de golpe lo que vivió anoche con su sexy vecino. Sus piernas hicieron fricción una contra la otra, sin embargo, sacudió salvajemente su cabeza antes de continuar con su camino.
Algunos alumnos empezaron a murmurar algunas cosas sobre ella, su mirada fija en el suelo, y sus hombros curveados la hacían sentir demasiado ansiosa, tanto que ya se quería ir para su casa.
—¡Evie!
La voz de Nena la tranquilizó.
La morena levantó su mano para llamar la atención de su mejor amiga.
—¿Qué llevas puesto hoy?
Se burló al verla vestida con un vestido que parecía más de plástico que otra cosa, los enormes ojos color avellana de la chica la detallaron por un segundo, antes de sonreírle con todos los dientes. —Lo compré en una subasta, ¿No es linda?
—No.
—¡Hey!
—Pareces una carpa de circo…
—¡Touché! ¿Eres mi bestie o hater?
—Ambas.
—¡Tonta! —ambas se quedaron en silencio, mientras se sentaban en la cafetería de su facultad. —Escuché que tendremos profesor nuevo… Hooper renunció.
—¿Sí? Me caía muy mal ese tipo… Ya sabes…
—¿Por qué te miraba las tetas? ¡Viejo verde!
Ambas sonrieron.
—¿Y entonces?
Eva la miró, para luego tragarse un trozo de pan que tenía en las manos, su amiga se veía demasiado insistente con su pregunta.
—¿Entonces de qué?
—¿Te desvirgó?
Un ardor intensó se instaló en las mejillas regordetas de la pelinegra, sus manos corrieron hacia su rostro para tocarlo, antes de pegar el grito en el cielo.
—¡¿Estás loca?! ¿Por qué me acostaría con ese hijo de perra?
Nena soltó a reír.
—Te come con la mirada, es más que obvio que te quiero comer el coñ… —Su boca se calló al recibir un trozo enorme de pan contra su cara. —Bien, bien, ya entendí, sigues siendo más pura que el oxígeno de Sunny Village, pero, amiga, necesitas acción… —La morena se puso en pie de golpe —, necesitas que te manoseen, que te toquen hasta el alma, ¡NECESITAS SEXO!
Eva se cubrió la cara cuando no pudo más de la vergüenza.
Algunos estudiantes que estaban en la cafetería se burlaron entre ellos.
—¿Podrías callarte un segundo? ¡No quiero sexo! ¡Por Dios, Nena!
—¿Eres lesbiana?
—¿Qué? ¡No! ¡Claro que no!
—Entonces deja que tu vecino te meta la polla hasta la garganta…
Ambas quedaron en blanco cuando la silueta de un hombre alto, de contextura media, musculatura moderada, ojos enormes azules, piel clara y cabello rubio apareció de la nada ante ellas. El chico sonrió a un costado sin quitarle la mirada de encima a Eva.
—¿Evie?
La chica tragó grueso porque sabía que conocía esa mirada, pero no comprendía de dónde.
—¿Qué quieres con mi bestie?
Entonó, apuntándolo con una cuchara de plástico.
—¿No me reconoces?
Ambas negaron en unísono.
—¿Zeekiel? ¿Zeekiel Moonstone?
Eva abrió los ojos, y cubrió sus labios con ambas manos al darse cuenta que realmente conocía al hombre delante de él, sin embargo, no era como lo recordaba.
—¿Eres el hijo de mis antiguos vecinos? ¿El gordito llorón?
El rubio se encorvó de hombros, pensó todo, menos que ella lo recordara de esa manera. —He vuelto… ¿Te acuerdas que…? Nada, olvida… Creo que soy tu nuevo profesor de Artes Dramáticas…
Nena no disimuló nada al hacerle caras a su mejor amiga algo pervertidas.
—¿Así que este sexy hombre era tu vecino? Creo que tienes un fetiche con los vecinos, Evie.
—¡Cállate!
Zeekiel sonrió con la mirada, luego de guiarles el camino hacia el salón de clases. Toda la mañana y media tarde estuvieron trabajando en una obra de teatro que presentarían al finalizar el verano. Para mala suerte de Eva fue seleccionada para ser Julieta en una obra re escrita por su nuevo profesor.
—¡Bien! ¡Muchas gracias a todos por su duro trabajo!
Entonó el hombre, orillando a los estudiantes a recoger sus cosas.
—Eva…
Los pies de la joven se detuvieron al escuchar la voz espesa de su antiguo vecino.
—¿Sí, profesor?
Cada vello de su piel se erizó rápidamente al sentir como su mano suave acomodó de manera inesperada el cabello que sobresalía en su frente.
—¿Te llevo a casa?
—¿Cómo?
—Viviré en tu calle de nuevo.
Ella se quedó en silencio, se le notaba incómoda.
—Pienso que no es buena idea que me vean subirme al coche de mi profesor…
La pelinegra tomó su bolso de un extremo, y Zeekiel del otro.
—No te acuerdas de nada, ¿Verdad?
Sus ojos se conectaron.
—¿Qué es eso, señor Moonstone?
El rubio sintió una pulsada en su pecho al notar la manera tan formal en que lo llamaba.
—Déjame llevarte, y te contaré todo… Me duele saber que ya no eres esa niña que lloró cuando mis padres y yo nos fuimos de Sunny Village; ese día corriste detrás del coche diciendo que siempre me ibas a amar… —Las rodillas de Eva se sintieron débiles al sentir la cercanía de aquel hombre. —Hueles a… Flores y cítricos…
Su pecho se hundió al notar que ese era el aroma de Sebastián.
—Fuiste mi primer amor, ¿No?
—¡Me recordaste!
—Pero…
—….
El profesor se quedó atónito.
—Era una niña de nueve años… Han pasado diez años desde aquel entonces… Así que deberías olvidarlo.
Bajó rápidamente las escaleras de la tarima del teatro, aunque un chasqueó de lengua la detuvo.
—¿Y si no quiero?
Ambos saltaron al escuchar la puerta del enorme salón ser abierta con brusquedad. Un furioso Sebastián caminaba a pasos agigantados, sin ni siquiera fijar sus ojos sobre la chiquilla. Su destino y propósito estaban sobre alguien más: Zeekiel Moonstone.
—Así que eres tú… Ella huele a ti.
El rubio se tiró del escenario.
—¿Qué hace un Moonstone aquí?
—¿No debería decir lo mismo?
Zee le puso su mano sobre su hombro: —¿Qué hace un Alfa aquí?
—¡Hijo de perra!
Sus miradas se conectaron, parecía que de sus cuerpos brotarían chispas en cualquier instante.
—¿Alguien me puede explicar que sucede aquí?
Los dos la miraron.
—Súbete al coche.
Su vecino le demandó, mientras que ella se maldecía al notar como sus piernas caminaron fuera del salón, y se subió al vehículo sin ni siquiera rechistar.
—Los hechiceros volvieron a Sunny Village, pensé que mi familia los había corrido como las ratas que son.
El rubio gruñó molesto.
—Escuchamos que tu luna es una humana… Quién lo diría, el gran Sebastián Drake, quien odia a los humanos terminó vinculado con una débil mortal.
La espalda del brujo tocó la pared.
—Ni se atrevan a tocarla…
—¿Quién te dijo que quiero hacerle daño?
Aflojó su agarre.
—¿Qué dices?
—Soy su primer amor…
—¡Hijo de perra!
Un golpe contra su cara lo dejó aturdido.
—Elento Pa lueci…
“Detenlo”
El cuerpo de Sebastián se tornó inmóvil, sus manos trataron de moverse, y luego de un par de segundos lo logró. Cuando el lobo intentó golpearlo de nuevo, este despareció ante sus ojos.
—Sigues siendo tan fuerte como siempre… Digno de un Alfa de tu linaje.
—¡Bastardo!
—Pero, tenemos un problema.
—¿Cuál?
—No me conviene que te unas a Eva… Si llegan a consumir la unión en tu celo…
Silencio.
—¿Qué? ¡Habla!
—La perderé para siempre… Y al igual que tú… —Los dos se miraron, —la quiero para mí.
Y sin más, su cuerpo se desvaneció ante sus ojos.
Sebastián caminó fuera de la universidad como alma que lleva el diablo; las personas se apartaban de su camino al ver lo furia en su rostro. una vez se subió al coche en donde estaba Eva, echó el carro andar.
—¿Qué sucedió?
—¿Es tu primer amor?
—¿Qué?
—¡Dilo! ¡Dilo!
Sus manos golpearon el volante con tanta violencia que no tardaron mucho tiempo en volverse rojizas.
—Sí hablas de Zee…
Sebastián frenó de golpe.
—¡NO DIGAS SU MALDITO NOMBRE!
Los ojos del lobo se oscurecieron, Eva comenzó a asfixiarse con el olor fuerte que brotaba de su cuerpo, era algo que no podía describir, pero, sí sabía una cosa: Corría peligro con él.
—¿Fue tu primer amor?
—Lo fue…. Lo fue.
—Te prohíbo estar cerca de él.
Echo de nuevo el carro a andar.
—Es mi profesor…
—No me interesa una mierda, Eva, te lo dije. ¡Te lo dije! ¡Te dije que te castigaría si te veía a hablar con un hombre! ¡Te dije que solo podías responder con tres palabras! ¡Pero, me desobedeciste!
—Me estás asustando.
El coche se detuvo frente a su casa.
Estaba lloviendo demasiado fuerte.
—Entra en tu casa, y no salgas… Yo…
Eva notó que algo no estaba bien, el aroma a flores silvestres, mezclado con tierra húmeda y cítricos era demasiado espeso, y cuanto intentó tocarlo algo se activó.
Sus mejillas se tornaron calientes, su entrepierna se sentía pegajosa, y las ganas de besarlo se volvieron latentes.
—Entra a tu casa.
—Yo…
—¡Entra a tu maldita casa ahora!
—¿Por qué?
—Soy un peligro ahora mismo, Eva, es mejor que huyas de mí, porque si te encuentro, no podrás escapar…
Su celo acaba de comenzar.