14
“El rechazo de la mate”
Eva sabía que su juicio estaba nublado.
Comprendía que la rabia la estaba consumiendo, quizás, al darse cuenta que le permitió a un hombre que no la quería en su vida tocar su cuerpo. Sentía rabia consigo misma por perder los estribos, y darle el privilegio de poseerla a un sujeto tan arrogante como lo era Sebastián Drake.
Su voz tembló, porque las palabras no querían salir de su garganta.
Se sentía traicionada, y herida. Tal vez rota.
Bajó la mirada cuando vio a sus padres, su ropa estaba desencajada, así que podía deducir que todas las personas ante ella comprendían lo que había sucedido si aquel hombre lobo estaba en celo.
—Yo… —Gimió, apretando el borde de su polera, y mordiendo su labio inferior—, yo… ¡Yo rechazo ser tu mate, señor Drake!
El pelinegro volvió a escuchar esa frase que le dejó una herida profunda en su pecho, nunca se imaginó que algo como esto podría pasar; jamás se le pasó por la mente que Eva Smith quisiera rechazarlo como su Alfa. Sus piernas se sintieron débiles, la falta de respiración se hizo presente, y aunque trató por todos los medios de hablar no pudo.
Un fragmento de su unión había sido rota, y aunque le costaba admitirlo: No fue de su parte.
Rosaura se cubrió los labios, llevaba años trabajando para el clan, y nunca en su larga vida había visto a una mate rechazar su destino. Orlok, trató de intervenir, sin embargo, Killian no se lo permitió. La pelea era entre los amantes, y nadie más tenía el derecho de meterse.
—Evie…
La voz de su vecino sonó dulce, y podríamos decir que estaba rogando.
—¡Vete de mi vida! —Se devolvió hacia él para golpearle el pecho—, no quiero esto, ¡ No quiero ser tu mujer! ¡Eres tan animal! ¡Tan sucio! ¡¿Quién querría estar con un perro como tú!
Los ojos negros de Sebastián se horrorizaron.
Ella estaba siendo demasiado cruel.
Sus manos cayeron a cada costado de sus caderas al ver como esa pequeña mujer se dio la vuelta como si nada dejándolo en el olvido; todos corrieron a auxiliarlos al escuchar el sonido de su cuerpo cayendo de rodillas contra el duro pavimento.
—¡SEBASTIÁN!
Gritó su hermano, tratando de ayudarle a mantenerse en piel, mientras que él solo veía como la silueta de Evie se perdía entre la multitud. Los gritos por parte de sus padres no se hicieron esperar, intentó correr, y evadir la responsabilidad de este caos al sentir a Rosaura detrás de ella. Como pudo cerró la puerta de su habitación con llave, para acto seguido tirarse de cara contra su cama, entretanto las lágrimas no paraban de salir de sus ojos.
—Te odio…
Fue lo único que dijo antes de asomarse por la ventana.
Podía ver como los hombres del Clan Drake se llevaban a su lider a arrastras dentro de la casa. Se le notaba más pálido de lo normal, entre agonías y lamentos.
Su mirada bajó por un segundo cuestionándose si su decisión fue la correcta, pero, ¿Qué podía hacer? Se acababa de enterar que los seres sobrenaturales existían. ¿Vampiros? ¿Brujos? ¡¿Hombres lobo?!
Nadie la preparó para tal verdad, ni mucho menos para esa enorme responsabilidad de ser la mate de un ser místico. Por culpa de él casi la asesinan hace un par de noches, ¿Cómo podría vivir así? Su estómago rugió del miedo. ¿Cómo es el romance entre lobos y humanos? ¿Qué pasa si quedaba embarazada? ¡¿Pariría un perro?!
La piel de Eva se tornó de gallina, sacudió su cabeza ante esos pensamientos, para luego volverse a meter en su cama. Lo mejor era olvidarlo todo. Lo mejor es nunca haberlo conocido.
(***)
Sus ojos se abrieron poco a poco al sentir un pequeño ruido que venía desde la calle principal. Rápidamente se sentó en el borde de la cama, y maldijo al ver la hora en su reloj.
Faltaba poco para el inicio de clases, y si llegaba tarde su nuevo profesor la mataría. Es la protagonista de la obra de teatro dirigida por su facultad, y más que nunca debía mantenerse firme en sus sueños.
Al terminar de cepillarse los dientes, agarró su mochila y guardó su móvil, desde anoche lo tenía apagado porque no deseaba ser molestada por nadie; al bajar las escaleras sus padres estaban desayunando en silencio. A Rosaura se le veía la cara demasiado hinchada, mientras que a su padre ni siquiera se inmutaba a decir algo.
Apenas sus ojos se conectaron, la anciana mujer se levantó, pero, Eva solo tomó un par de mandarinas de la mesa de comedor, miró de reojo a sus padres, y se marchó. Volvió a respirar al sentir la brisa fresca de la mañana contra su cara, aunque esto no lo duró mucho tiempo, puesto que un acontecimiento importante la marcaría para siempre.
—Qué demonios… —Susurró al ver como al menos ocho hombres sacaban las cosas de Sebastián de su casa, sus pies corrieron hacia la entrada, jamás pensó que sus decisiones llegaran a tal extremo. Ella no quería esto, ella no deseaba que ese hombre se fuera sin despedirse tan siquiera.
—¿Qué miras, niña?
Alguien le dijo cuando se posicionó enfrente de la puerta.
—¿Dónde está el señor?
—¿Sebastián?
—¡Sí!
—Se fue anoche con su familia…
—¿Sabe dónde?
—¿Por qué te diría eso?
Sus ojos se tornaron cristalinos.
—¡Se lo ruego!
—Bien, bien, pero no llores… —El hombre le dio una servilleta de tela que olía a madera —, Avenida clarkson 129, New York…
—¡¿Estados unidos?!
—¿No te enseñaron de geografía en la escuela?
Su corazón no dejaba de latir.
—Yo… Eso es muy lejos de Sunny Village.
—Bueno, niña, eso no es que me importe mucho…
Y sin más se fue.
—¡Dios! ¡No anoté la dirección! ¡Eva, no lo olvides! ¡No lo olvides! —buscó rápidamente papel y lápiz dentro de su bolso. —Avenida Clarkson…
—¿Evie?
La voz de un hombre la hizo brincar sobre sus propios pies.
—¿Zeekiel?
El cuaderno cayó al suelo.
—Vengo para llevarte a la universidad…
—¿Qué? Te dije que no podemos llegar o salir juntos, ¿Qué van a pesar las personas sobre mí?
De repente, notó como su profesor comenzó a susurrar algo entre sus labios; su ceño se frunció suavemente, y cuando quiso darse cuenta estaba dentro de su coche de camino a la facultad de artes dramáticas.
—Me siento mareada…
—Quizás es porque no has comido nada, tus ojos se ven algo hinchados, ¿Lloraste anoche?
Bajó la cabeza, se sentía algo apenada.
—No, solo no dormí bien… ¿Puedes dejarme una calle antes de Sunny University?
—Claro, Evie…
—Zeekiel, por favor, no me llames así.
—¿Por qué no? ¿No somos amigos?
—No sé si estamos en posición de ser amigos…
—¿Te gusta alguien?
—¡¿Qué?! ¿Por qué lo preguntas?
—Es simple curiosidad.
Ella no respondió.
—Creo que me puede dejar aquí, señor Moonstone.
Eva trató de quitarse el cinturón de seguridad por ella sola, aunque el rubio se le adelantó, sus caras quedaron demasiado cerca una de la otra.
—Ya me voy.
Encaró, apartándolo de su lado con brusquedad.
Caminó unos cuántos metros hasta llegar a su facultad, acomodó su mochila contra su hombro derecho, y bajó la mirada porque no se sentía para nada bien.
Al llegar al salón, Zeekiel se unió a ella.
Nena alzó la mano porque le había guardado un puesto a su lado.
—¿En dónde está Brandon? Hoy tenemos que ensayar la obra, y es el jodido Romeo.
Su mejor amiga buscó con la mirada al tipejo.
—Escuché en dirección que se accidentó.
—No me jodas, ¿Entonces con quien voy a practicar?
Su profesor apareció delante de ellas.
—Conmigo…
Media clase empezó a murmurar.
Eva tragó seco, pero, comprendía que debía mantenerse profesional, leyó el guion de la obra, mientras que sus piernas no dejaban de temblar.
La multitud ensayó un par de horas, hasta que la escena de la muerte de los protagonistas se hizo presente. Eva acostada boca arriba en un pulpito, esperaba la aparición de Romeo. Sus manos temblaban con fuerza, y se negaba a la idea de que su profesor la besara de verdad.
O eso creyó hasta que sintió los labios de Zeekiel sobre los suyos.
Sus ojos se abrieron con exageración.
El silencio a su alrededor la dejó atónita, nadie decía, o hacia nada.
—¡Zeekiel!
Gritó, tomándolo de los hombros, y alejándolo de ella.
Miró a su alrededor, incluyendo a Nena estaban estáticos, sin ni siquiera parpadear.
Como pudo, corrió hacia el baño, “¿Qué mierda había sido eso?” se dijo para sí misma. El agua salpicó su rostro, hasta que la curiosidad le ganó. Su mirada se clavó en su costilla, en ese lugar en donde tenía el lunar de nacimiento que compartía con Sebastián, pero, que por alguna extraña razón ya no estaba.
—¿Qué pasó?
Tocó su piel alterada, la marca no estaba, había desaparecido.
Un par de toques a la puerta la hicieron saltar.
Agarró sus cosas, dispuesta a preguntarle a su madre que había sucedido, o eso creyó hasta que Zeekiel apareció delante de ella con los ojos nublados, y un paquete de galletas en su mano.
—Lo siento.
Soltó, ofreciéndole la caja.
—No quiero hablar ahora.
—Simulo trinberi…
“Obedéceme”
—¿De qué quieres hablar?
—Como esto primero…
Las pestañas de Eva se sacudieron al notar como su mano tomó un trozo de galleta, y se lo llevó a la boca. El sabor era indescriptible.
—¿Qué es?
—Un hechizo de olvido…
—¿Qué dices?
Todo se detuvo alrededor.
—Es un hechizo para olvidar cosas, Evie… Para olvidar que alguna vez en tu vida existió Sebastián, para olvidar donde vive… Para olvidar que alguna vez estuvo en tu vida…
Su cuerpo tembló.
—¿Por qué?
—A partir de ahora me amas a mí, a partir de ahora eres mía para siempre…