Mientras tanto, en un Mercedes-Benz S-Class... El jeque Abdullah Al-Mansouri se deslizaba silenciosamente por las avenidas principales de Dubái, cómodo en el asiento trasero de cuero beige. Su thobe blanco inmaculado y ghutra ajustado con elegancia natural complementaban sus dedos adornados con anillos de platino que tamborileaban rítmicamente sobre su teléfono móvil dorado. Una sonrisa de satisfacción maliciosa se dibujaba en sus labios brillantes, ligeramente rellenos con ácido hialurónico. ―Por lo menos, le gané esta vez a Salomón―murmuró poniendo sus labios con puchero bien afeminado. Acababa de colgar una llamada de negocios que lo tenía genuinamente emocionado, no solo por las ganancias financieras que representaba, sino por la satisfacción personal de haber encontrado algo que se

