Satisfecha con el terror que había sembrado, Soraya se enderezó y se alejó con pasos medidos hacia el interior de la mansión, dejando tras de sí un vacío frío que solo el miedo podía llenar completamente. Mientras tanto, Nina en el interior refrigerado del taxi, observaba el paisaje urbano a través de la ventanilla tintada: los rascacielos brillantes, los jardines perfectamente cuidados, las palmeras artificiales y toda aquella opulencia construida sobre el sudor y las lágrimas de personas como ella. Pequeñas gotas saladas rodaban silenciosamente por sus mejillas mientras comprendía la verdadera cara de aquel paraíso de cristal y acero. El teléfono en su bolsillo vibró insistentemente. La pantalla iluminada mostraba el nombre "Señor Ahmed 💓" parpadeando como una promesa de consuelo. Sin

