Uno de los policías, un hombre de mediana edad con rostro impasible, se acercó a Nina sosteniendo un formulario y un bolígrafo. —¿Es usted familiar de los fallecidos? —preguntó con esa mezcla de eficiencia y distancia emocional propia de quienes tratan con la muerte a diario. —Sí —respondió Nina mecánicamente—. Era mi marido y mi suegra. —Necesitamos que verifique la identidad de los cuerpos —explicó el oficial—. Comprendo que es difícil, pero es un requisito legal. Pueden ser solo objetos personales o características distintivas, no tiene que ver... todo. Nina retrocedió instintivamente, con su cuerpo colisionando suavemente con el pecho firme de Ahmed/Salomón, quien permanecía estratégicamente posicionado detrás de ella. La idea de ver aquellos restos, de enfrentarse a la realidad fí

