Nina saltó con un pequeño grito de sorpresa, con sus ojos abriéndose de par en par mientras llevaba instintivamente ambas manos hacia atrás para cubrir el lugar donde él la había golpeado. El ardor cálido se extendía por su piel, una sensación que era tanto de sorpresa como de una excitación inesperada que la dejó sin aliento.
—¡Ah! —exclamó, girándose hacia él con las mejillas encendidas, sin saber si debía sentirse ofendida o... extrañamente complacida por el gesto posesivo.
Salomón la observó con una sonrisa satisfecha, disfrutando la vista de Nina cubriéndose tímidamente mientras el rubor se extendía por su cuello y mejillas. Había algo deliciosamente íntimo en ese gesto final, una marca de posesión que declaraba sin palabras que ella le pertenecía.
—Nos vemos—Salomón tomó la malet
