Capítulo 1-3

2440 คำ
—Compañeros. Y sí. Demonios. Sentí nuevamente el calor que subía por mi cuello y ruborizaba mis mejillas. ¿Compañeros? Eran dos compañeros. Pero ¿por qué confesé eso? La guardiana Egara aflojó sus hombros. —¿Dos compañeros, correcto? —Exactamente lo que dije. Dio una palmada, y me di la vuelta para ver la alegre expresión de alivio en su rostro. —¡Excelente! Ha sido asignada a Prillon Prime, así que todo parece estar funcionando a la perfección. ¿Un enorme guerrero dorado para mí sola, justo como los que aparecían en televisión? Muy bien. Y qué conveniente el hecho de que no haya sido asignada a alguna de las otras razas. Realmente me preguntaba si los otros siquiera existían. La Guardiana se dirigió a una de las otras mujeres: —Guardiana Gomes, si fuera tan amable de informarle a la Coalición que el protocolo ha sido integrado en la población humana y que parece ser totalmente funcional. Deberíamos poder procesar novias en los siete centros dentro de un par de semanas. —Por supuesto, guardiana Egara. Será un placer —respondió la guardiana Gomes, con un marcado acento portugués—. Ansío regresar a Río para ver a mi familia. La guardiana Egara suspiró con alegría y se alejó para tomar una tableta de la mesa que estaba en el extremo de la habitación antes de regresar conmigo. —De acuerdo. Ya que es la primera mujer en el Programa de Novias Interestelares, espero que tenga paciencia mientras nos ocupamos de los protocolos. Sonrió, y la expresión en su rostro se veía radiante, como si estuviese encantada de enviarme fuera del planeta para casarme con un alienígena que jamás había conocido. ¿Estas mujeres realmente habían estado casadas con ellos? ¿Por qué eran ellas las que hacían preguntas? Quería saber más. Hacía un par de meses, los alienígenas eran solo hombrecillos verdes que aparecían en las películas, o cosas asquerosas con tentáculos que o bien nos cazaban o plantaban larvas en nosotros que hacían explotar nuestros pechos. Vale. Había visto demasiadas películas de ciencia ficción. Y ahora que estaba efectivamente espantada, decidí que era un buen momento para ganar algo de tiempo. —Eh... Tengo que hablar con mi padre antes de continuar con esto. Debe estar preocupado. —Oh, ¡por supuesto! —dio un paso atrás y bajó la tableta, colocándola a su lado—. Debería despedirse, Amanda. Una vez que comencemos con el protocolo, será procesada y transportada de inmediato. —¿Hoy? ¿Ahora? Oh, demonios. No estaba lista para esto ahora. Asintió. —Sí. Ahora. Iré a buscar a su familia. Me dejó sola, las otras mujeres salieron en fila india detrás de ella. Miré al techo, apretando y relajando mis puños, tratando de mantener la tranquilidad. ¿Lo de mi padre? Pues, no era tan cierto. No era mi familiar, pero la Guardiana no sabía eso. No había regresado a mi casa en Nueva York en dos meses. ¿Hogar? Era más un apartamento en el que dormía cuando no tenía ninguna misión. Lo cual sucedía… Prácticamente nunca. Pero bueno, al menos no lo extrañaría. Mi jefe me había llamado durante mis únicos tres días libres de los últimos tres meses, me hizo volar directamente desde Nueva York hasta el Pentágono para tener extensas reuniones de información y preparación en el curso de dos intensos meses. Cuando aterricé en Miami, me recogieron en una limosina. Debí de haber sabido que no regresaría a casa antes de que el procesamiento ocurriera. Demonios, sí lo sabía, pero en algún pobre y recóndito lugar de mi corazón tenía la esperanza de que todo esto fuese una gran broma. No tuve tal suerte, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. No era posible negarle algo a la Compañía. Mi trabajo no es ese tipo de trabajo en el que puedes renunciar. No era la Mafia, pero un espía no podía simplemente renunciar y luego convertirse en profesor. Siempre había alguna nueva misión. Algún trabajo. Una nueva amenaza, un nuevo enemigo. ¿Pero enviarme al espacio como una novia alienígena? Es algo fuera de serie, incluso para ellos. Aun así, sabía por qué había sido seleccionada. Hablaba cinco idiomas con fluidez, había sido una agente activa por cinco años, y aún más importante, era soltera; no tenía ningún tipo de lazos familiares ni nada que perder. Mis padres estaban muertos, y yo era una mujer. Al parecer, los alienígenas solo solicitaban novias femeninas. Me preguntaba si alguno de ellos era gay. ¿Los guerreros gay solicitarían novias? ¿O solo ligaban con sus colegas guerreros y lo dejaban así? Había tantas preguntas sin respuestas. Por esto me necesitaban. ¿Conejillo de indias? ¿Un cordero para el sacrificio? Sí. En pocas palabras. La pesada puerta se abrió de par en par y mi jefe entró en la habitación, seguido de un hombre que reconocía, pero no conocía muy bien. Ambos vestían trajes azules, camisas blancas con botones, una corbata amarilla y una de cachemira. Su cabello se estaba volviendo gris cerca de las sienes, y ambos tenían cortes de estilo militar. Eran hombres comunes y corrientes, hombres a cuyo lado podrías pasar en alguna calle concurrida y jamás los tomarías en cuenta, a menos que los mirases a los ojos. Eran dos de los hombres más peligrosos que conocía; y conocía a un buen número de aquellos en mi profesión. Habían sido elegidos por el Presidente para hacer lo que sea que fuese necesario para descubrir la verdad sobre esta nueva amenaza extraterrestre. Aparentemente, yo no era la única que no se tragaba toda la palabrería de—estamos aquí para salvaros, solo dadnos a vuestros soldados y mujeres— que estos alienígenas escupían. Ningún gobierno de la Tierra estaba contento, y los Estados Unidos, junto a sus aliados, estaban decididos a averiguar la verdad. Y, con mi ascendencia mixta de un padre irlandés y una madre mitad negra, mitad asiática, todos estaban de acuerdo en que representaba una gran parte de la humanidad. Pidieron que me ofreciera voluntariamente para esta misión. Vaya suerte la mía. —Amanda. —Robert —asentí con la cabeza hacia el hombre silencioso que estaba a su derecha, y no tenía ni idea si conocía su nombre real— Allen. Robert se aclaró la garganta. —¿Cómo te fue con el procesamiento? —Bien. La guardiana Egara dijo que he sido asignada a Prillon Prime. Allen asintió. —Excelente. Los guerreros de Prillon están a cargo de toda la flota de la Coalición. También hemos sido informados de que mantienen a sus novias junto a ellos en las naves de guerra, en la línea de fuego de esta supuesta guerra. Deberías tener acceso a las armas, información táctica, y a su tecnología más avanzada. Fantástico. Dos semanas atrás, cuando estuve de acuerdo con aceptar esta misión, habría estado entusiasmada. ¿Pero ahora? Mi corazón latía con fuerza ante la idea de que lo que realmente quería era acceso ilimitado a los cuerpos ardientes de los dos dominantes guerreros alienígenas… Robert se cruzó de brazos y me fulminó con la mirada, intentando hacer su cara de figura paterna protectora. Su juego había dejado de engañarme desde hacía años, pero le seguí a corriente mientras continuaba. —Aunque el Programa de Novias parece estar en funcionamiento, aún no están listos para comenzar a procesar nuestros soldados para su ejército. No completarán todas las pruebas sino hasta dentro de unos días. Cuando lo hagan, enviaremos a dos de nuestros hombres para que se infiltren en la unidad y te ayuden con tu misión. Los hombres ya han sido seleccionados. Son buenos hombres, Amanda. Completamente negros. —Entendido. Y realmente lo había entendido. Con “negros” se refería a que eran recursos de operaciones especiales, tan esenciales para la seguridad nacional que oficialmente no existían. Estaban enviando a súper soldados para que cubrieran todas sus bases. Yo estaría en la cama del enemigo, y los soldados en sus unidades militares. —Averigua, de algún modo u otro, el verdadero alcance de la amenaza que representa el Enjambre para la Tierra, envía sus armas y los planos de ingeniería de sus naves, y también cualquier otra cosa que logres conseguir. Conocía las instrucciones, pero Robert no dudó en repetirlas por última vez. Los alienígenas habían ofrecido protección a la Tierra de manera generosa, pero se negaban constantemente a compartir con la Tierra su avanzado arsenal o la tecnología de sus transportadores. Los gobiernos de la Tierra no estaban contentos con esto. No había nada como estar en la cima del mundo, ser una superpotencia por décadas, y luego salir con el rabo entre las piernas, quedando en el último plano. Ya no éramos solo nosotros, los humanos. Había un universo entero repleto de planetas, razas, culturas y… Enemigos. Robert elevó su brazo a la altura de mi hombro y lo apretujó. —Contamos contigo. Todo el mundo está contando contigo. —Lo sé —¿Sin presión, cierto?—. No os decepcionaré. La guardiana Egara escogió ese preciso momento para regresar; su usual sonrisa brillante y su alegre actitud era ahora fría y opaca. No estaba segura de lo que opinaba sobre mis dos visitantes, pero sea como fuese, no estaba muy contenta al respecto. —Entonces, ¿está lista, señorita Bryant? —Sí. —¿Nos disculpáis, caballeros? Cuando los dos hombres en traje se hubieron ido, la Guardiana se volvió hacia mí; tenía la tableta sobre su regazo y su sonrisa era genuina. —¿Se encuentra bien? Sé que puede resultar difícil dejar a nuestra familia. Miró sobre su hombro en la dirección de la puerta cerrada, y caí en cuenta de que se estaba refiriendo a Robert, mi supuesto padre. —Oh, pues… Sí. Estoy bien. No somos tan… cercanos. La Guardiana me estudió con atención por un momento, debió de haber notado que no tenía ningún lazo emocional, y prosiguió: —Está bien. Comenzando con el protocolo… Para que quede constancia, diga su nombre, por favor. —Amanda Bryant. —Señorita Bryant, ¿está o ha estado usted casada? —No. Había estado comprometida una vez, pero aquello se acabó la noche en la que le conté a mi prometido a lo que me dedicaba. Se supone que no debí haberle contado que era una espía, así que peor para mí… —¿Tiene algún hijo biológico? —No. Tocó la pantalla un par de veces sin mirarme. —Debo informarle, señorita Bryant, que tendrá treinta días para aceptar o rechazar al compañero que le haya sido asignado por medio de los protocolos de emparejamiento del Programa de Novias Interestelares. —De acuerdo. ¿Y qué sucede si rechazo a mi compañero? ¿Me enviarían de vuelta a la Tierra? —Oh, no. No habrá regreso a la Tierra. A partir de este momento ya deja de ser ciudadana de la Tierra. —Espere. ¿Qué? No me gustaba nada como sonaba eso. ¿No regresaría nunca? ¿Jamás? Me imaginé que estaría ocupándome de la misión un año o dos, y luego regresaría a casa, iría de vacaciones a alguna playa arenosa, y disfrutaría una piña colada durante un par de años. ¿Ahora ni siquiera podría regresar a casa? ¿Me quitarían mi ciudadanía? ¿Siquiera podían hacer eso? Repentinamente, me encontré temblando, y esta vez no con emoción o excitación, sino con miedo. Nadie en la oficina había dicho que no regresaría. Debían de haberlo sabido. Dios, ¿luego de cinco años de servicio simplemente me estaban enviando al espacio exterior así como así? ¿Cómo una clase de noble sacrificio? Esos imbéciles en la agencia habían olvidado, oportunamente, mencionarme este pequeñísimo detalle. —Usted, señorita Bryant, ahora es una novia guerrera de Prillon Prime, sujeta a las leyes, costumbres y protección de ese planeta. Si su compañero es intolerable, podrá solicitar un compañero principal luego de treinta días. Puede continuar el proceso de emparejamiento en Prillon Prime, hasta que consiga un compañero que sea aceptable. Tiré de los sujetadores en la mesa, mi mente era un torbellino que se desplazaba a mil kilómetros por hora. ¿Podría escapar? ¿Podría cambiar de parecer? ¿Por siempre? ¿Nunca regresaría a casa? La realidad de abandonar la tierra para siempre se enterró en mi pecho hasta que no pude tomar suficiente aire. La habitación comenzó a dar vueltas. —Señorita Bryant… Oh, cielos. La mano de la guardiana Egara se retiró de su tableta por unos cuantos segundos antes de colocarla en la mesa que estaba a sus espaldas. —Estarás bien, cariño. Lo prometo. ¿Lo promete? ¿Prometía que estaría bien al ser transportada al espacio exterior y nunca… jamás volviendo a casa? La pared que estaba a mis espaldas se iluminó con una extraña luz azul, y la silla sobre la cual estaba sentada se sacudió ligeramente; comenzó a moverse de lado a lado, dirigiéndose hacia la luz. No podía mirar. En lugar de eso, cerré los ojos y me enfoqué en llenar mis pulmones con aire fresco. Yo no entraba en pánico. Jamás. Esto no era propio de mí. Sin embargo, tampoco había tenido múltiples orgasmos en ninguna silla de examinación. Y jamás había tenido fantasías de dos amantes tomándome al mismo tiempo. Lo que me hicieron sentir no era como nada de lo que había sentido anteriormente en la Tierra. ¿Sería como esto? ¿Mis hombres me harían sentir así? Los cálidos dedos de la Guardiana se aferraron a mi muñeca con gentileza, y abrí los ojos para conseguirme con su rostro preocupado cerca del mío. Me sonrió, tal como sonreiría una maestra de preescolar frente a un niño de cuatro años asustado en su primer día de clases. —No te preocupes demasiado. La coincidencia fue del noventa y nueve por ciento. Tu compañero será perfecto para ti, así como tú para él. El sistema funciona. Cuando te despiertes, estarás con tu compañero. Él te cuidará. Serás feliz, Amanda. Lo prometo. —Pero… —Cuando se despierte, Amanda Bryant, su cuerpo estará preparado para las costumbres correspondientes de Prillon Prime y para las necesidades de su compañero —su voz se había vuelto más formal, como si estuviese recitando otro protocolo de memoria. —Espera, yo… —mis palabras se vieron interrumpidas cuando dos largos brazos metálicos con agujas enormes en los extremos se dirigían a cada lado de mi rostro—. ¿Qué es eso? Sabía que sonaba como si estuviese aterrorizada, pero no podía evitarlo. Las agujas no eran lo mío. —No te preocupes, cariño. Implantarán las unidades de procesamiento neuronal que se integrarán en el centro de lenguaje de tu cerebro, permitiéndote hablar y comprender cualquier idioma. Vale. Demonios, supongo que estaban a punto de implantarme parte de su avanzada tecnología. Permanecí totalmente inmóvil mientras las dos agujas perforaban los lados de mis sienes, justo arriba de mis orejas. Si todo lo demás fallaba, podía regresar a casa y Robert extraería ese maldito chip, o lo que sea que fuese, de mi cabeza. Lo triste es que sabía que lo haría. —Pero ¿y qué si nunca regreso? ¿Qué sucedería si los alienígenas estuvieran diciendo la verdad? ¿Y si me enamorara de mi compañero…? Mi silla se deslizó dentro de una pequeña cámara y fui descendida, junto con la silla, hacia un tubo cálido y relajante lleno de extraña agua azul. —Su procesamiento comenzará en tres… dos… uno.
อ่านฟรีสำหรับผู้ใช้งานใหม่
สแกนเพื่อดาวน์โหลดแอป
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    ผู้เขียน
  • chap_listสารบัญ
  • likeเพิ่ม