La comandante suspiró. —Irás al espacio. Permanentemente. Has sido expulsado de este planeta. Desterrado. —¡¿Pero mi compañera?! —dije. Mi bestia comenzó a rondar. —Será mejor para ti que olvides a Gabriela Olivas Silva. ¿Olvidarme de Gabriela? —No. —La ira se apoderó de mí; la bestia creció. Me enfurecí y sentí que mi piel me picaba, sentí cómo crecía más—. Mía. Escuché a la comandante gritar a través del intercomunicador y vi a dos guardias entrar en la habitación con sus pistolas de iones levantadas. Sentí las sillas en mis manos cuando las tiré a lo largo de la habitación. Gabriela era mía. No la dejaría atrás. No podría estar separado de ella. No la olvidaría. Bastó una probada, un toque, un grito entrecortado cuando ella encontró su placer en mi polla y lo supe. —¡Yo la haré

