Salí de la habitación oculta, miré hacia arriba. Vi mi torre, mi prueba de vida, bien iluminada. Todos los chapiteles eran visibles desde kilómetros, y la luz había sido un faro del poder real y de su fuerza por eones. Al principio, todas las nueve torres resplandecían, cuando la línea de sangre real era fuerte. Cuando la línea de ascensión era inquebrantable.
Con el tiempo, algo nos había pasado. Menos nacimientos. Guerras ¿Y ahora? Ahora solo quedaba yo. Pero mientras ese rayo que salía de la torre permaneciera encendido, nadie podría reclamar mi trono. El chapitel de la torre no mentía. Esa luz, visible desde kilómetros, no podía ser vencida a menos que yo dejara de respirar. Ninguno de mis primos vivos había sido considerado digno por la inteligencia que estaba sepultada en las paredes de la antigua estructura.
Pero yo no dudaba de la fuerza vital ni del fuego que llevaría mi hija. la gente. Cuando ella regresara, yo la traería aquí, pondría su sangre en la torre junto a la mía y la abrazaría con alegría mientras observábamos cómo resplandecía su chapitel para que la viera todo el pueblo.
Era hora de desaparecer y esperar. De mezclarme y esconderme hasta que llegara el momento en que mi hija regresara. Yo tendría que dejar el planeta disfrazada y no como reina. Así que me quité las joyas y las dejé amontonadas a mis pies. Debajo, un simple vestido y una bufanda me permitirían escapar inadvertidamente.
Quien quisiera derrocar la línea real no tendría éxito esta noche. Y la luz de la torre mantendría a mis enemigos en constante tormento hasta que yo pudiera vengar a mi familia. Hasta que mi hija ascendiera.
Mi corazón se rompió de nuevo, apreté la mandíbula y enderecé los hombros mientras miraba por última vez la luz de la torre. Yo no estaría aquí para dirigir a mi gente, pero ellos sabrían que no los había abandonado y esperarían mi regreso.
Con una última mirada hacia el escondite del collar real, supe que las piedras sagradas estarían a salvo hasta el regreso de mi hija.
Tragándome las lágrimas, me dirigí a la salida secreta y desaparecí.
Trinity Jones, presente, Centro de procesamiento de novias interestelares, La Tierra
El auto patinó y las dos ruedas de la izquierda se levantaron del pavimento cuando tomé la esquina yendo a toda velocidad. Mis habilidades en NASCAR no importaban, ya que el todoterreno n***o que nos seguía ni siquiera disminuía la velocidad.
—Necesito tomar más lecciones de manejo —gruñí, apretando el volante con más fuerza.
Yo había ido a la universidad, a la facultad de derecho, y había tomado clases de defensa personal básica, pero nada de eso incluía manejo imprudente. Mirando al pasado, mi madre debería haber insistido en ello el día que cumplí dieciséis años.
—Dios, Trin, nos vas a matar antes de que lleguemos allí. Mi hermana mediana, Faith, mayor que su gemela por ocho minutos, se rió desde la parte de atrás mientras me reprendía, su agarre mortal en los dos asientos delanteros era lo único que la mantenía dentro del coche.
—Solo detente y déjame dispararle a los imbéciles. Luego podremos ir a Alera. Y esa voz molesta era la de mi hermana pequeña, Destiny, quien estaba sentada en el asiento del pasajero mientras acariciaba su arma como si fuera su gatito favorito. Pasé de eso a la preocupación de que ella me disparara accidentalmente, aunque, ella era muy hábil. Ella era la hermana la más fácil de llevar entre mis hermanas gemelas, pero había pasado todos los días de su vida desde que tenía cuatro años aprendiendo a luchar, a cazar, a espiar y matar cosas. El cabello púrpura y sus enormes e inocentes ojos azul celeste eran un fraude total para cualquier hombre que pensara que tenía todo resuelto con ella.
No es que ella hubiera dejado que muchos lo intentaran. Todas nosotras habíamos tenido citas. No éramos inocentes vírgenes secuestradas. Pero éramos princesas. No es que nadie lo supiera. Y no es que nos lo hubiésemos creído hasta hace unas horas. Había demasiadas princesas de Disney como para creer que éramos miembros de la realeza de otro planeta.
Otro maldito planeta.
—Sólo dispárale a sus neumáticos o algo así. Eso es lo que hacen en las películas.
Faith sonreía como una maníaca amante de la aventura. A diferencia de Destiny, Faith parecía inocente. Completa y totalmente inocente. De cabello castaño dorado y largo y ojos cálidos y oscuros. Parecía la chica más blanda del planeta. Y cuando se trataba de animales, eso era cierto. Ella arrastraba a casa cada criatura enferma en un radio de diez kilómetros de la casa, serpientes incluidas. ¿Pero y la gente? Auch. No tanto. Como gemelas, deberían haber sido más parecidas, pero ellas eran fraternales y sus personalidades eran tan increíblemente diferentes a como se veían.
—No te atrevas —amenacé, manteniendo mis ojos en el camino—. Ya casi estamos allí. Puedo ver el aparcamiento.
—No fallaré, Trin. Déjame hacerlo —Destiny ya estaba mirando el todoterreno, el camino, los ángulos.
—No. No fallarás. Miré por el espejo retrovisor al todoterreno.
—Ellos van demasiado rápido.
La estúpida cosa probablemente dará un vuelco y rodará y algún pobre bastardo que intenta hacer su trabajo no irá a casa con su familia esta noche. No. Esta no es su lucha.
Con un profundo suspiro que había escuchado cientos de veces, Destiny se reclinó en el asiento y me dejó conducir.
—Bien. Maldita diplomacia. Para que conste, ellos nos están persiguiendo.
Faith se dio la vuelta y saludó con la mano a los Hombres de n***o con gafas de sol en el todoterreno detrás de nosotras. Tuve que sonreír cuando vi al conductor apretar su mandíbula.
—Deja de atormentar a los perseguidores alienígenas.
—Aguafiestas.
—Hippie —contraataqué.
—¡Y el fenómeno al rescate!
Destiny dejó escapar un grito de victoria mientras quemaba los neumáticos y giraba en el estacionamiento del Centro de procesamiento de novias interestelares. Nosotras no éramos novias, exactamente. No estábamos aquí para ser puestas a prueba y emparejadas con un compañero alienígena. Nosotras éramos las alienígenas. O algo así. Yo era cien por ciento alienígena, según nuestra madre. Pero los dolores de cabeza de mis hermanas eran solo la mitad.
Así que, no éramos novias. Pero tampoco íbamos a entrar en el lado militar. Yo sabía que el lugar procesaba guerreros y novias para la Flota de la Coalición, pero no quería explicarle las cosas a un soldado. Si bien hubo mujeres soldados, muchas de ellos, yo no tenía tiempo para ocuparme de un hombre si él estuviera de guardia. Y, por lo que mi madre me había advertido cuando éramos más jóvenes, mi Ardor Alerano había comenzado. Era una historia realmente larga, y estar frente a un hombre no sería lo mejor para mí en este momento.
En pocas palabras, si yo veía a un hombre que deseaba, me pondría agresiva, querría escalarlo como si yo fuera un mono y estaría totalmente decepcionada y aún más necesitada y en peligro cuando se completara la acción. ¿Y mis hermanas? Bueno, no lo sabíamos todavía. Pero mi cuerpo me estaba volviendo loca, y no había visto a un solo hombre que hubiera activado mi interruptor.
Mi madre insistió en que iba a necesitar la energía sagrada de un varón Alerano para calmar mi necesidad, pero en realidad no había creído en eso tampoco. Al menos no hasta que intenté saciar mi sed con una de las bellezas que había deseado en el trabajo. Grave error.
Lo besé, y juro por Dios que su boca sabía a cenicero. Y él ni siquiera fumaba.
Además, él se había quedado dormido durante cuatro horas después de solo un par de besos. Me quedé a su lado y lo vigilé, asegurándome de que todavía respiraba. Y renuncié a volver a tener relaciones sexuales en el planeta Tierra. Ahora que tenía que alimentar este ardor, necesitaba un hombre extraterrestre, uno que no se agotaría y mataría con unos pocos besos.
Maldita inconveniente. Así que, yo necesitaba llegar a Alera, o morir. Y necesitábamos salvar a nuestra madre. Necesitábamos transportarnos fuera de este planeta. Pero ya.
Pero primero, teníamos que superar al masivo alienígena que custodiaba el portón, y por masivo me refiero a algo tan masivo como el Volkswagen de mi madre. Me detuve con un frenazo frente al pequeño Escarabajo de mi madre. Sus brazos estaban cruzados y él tenía un ceño fruncido en su rostro. Él parecía todo un macho alfa mezclado con gigante. Eso significaba que él tenía un gigantesco... Sí, no tenía necesidad de pensar en hombres extraterrestres en este momento, sin importar qué tan grande o qué tan atractivo se viera. Estúpidas hormonas alienígenas.
—Mierda—la mandíbula de Destiny cayó—. ¿Es ese es un Atlante? Había oído que eran grandes, pero...
—Esta para morirse. Trinity tal vez él podría ayudarte con la picazón que quieres rascarte.
Desde el asiento trasero, Faith saludó, con una enorme y muy genuina sonrisa en su rostro.
—De ninguna manera —respondí—. Eso no pasara. Tenemos que entrar y conseguir que alguien nos transporte a Alera. Ahora mismo. No tengo tiempo para rascarme la picazón.
Yo no estaba feliz por ninguna de estas tonterías, y no quería arriesgarme. Él era magnífico, pero no era Alerano. Yo tenía miedo de matarlo, al igual, no importa cuán grande y feroz se viera.
—Sí, no quiero dar un show a nuestros amigos especiales de todos modos —agregó Faith—. ¡Vámonos!
Como habíamos planeado, hace unos cinco minutos, cuando el todoterreno decidió intentar impedir que llegáramos aquí, pensamos que nuestra mejor apuesta era pedir asilo. Saltar sobre el primer gran bombón alienígena que encontrara en mi camino no era parte de eso.
—No parece que él nos vaya a dejar.
—No te atrevas a herir un solo cabello de la cabeza de ese magnífico alienígena —ordenó Faith y suspiró... dramáticamente—. Maldición. Creo que necesito un Atlante.
—Oh diablos, no. Tu tampoco vas a entrar en calor, ¿verdad?
Destiny hablaba en serio. Y yo estaba preocupada. Ellas eran sólo tres años más jóvenes que yo, pero nuestra madre me habían estado observando como un halcón desde que había cumplido veintidós años, pensaron que era una flor tardía porque no había hombres Aleranos en torno a las revoluciones de mi motor.
Pero las gemelas eran mitad humanas, entonces, ¿quién podía saberlo?
—¿Faith? —pregunté.
Ella puso los ojos en blanco.
—No, mi chichi no se está derritiendo. Estoy bien.
Destiny levantó las cejas.
—En serio. Yo no mentiría sobre eso. No en este momento. Ella miró por encima del hombro a nuestros amigos especiales y sonrió. Parece que ellos tampoco están seguros de que es lo que va él enorme y malvado alienígena va a hacer.
—Ellos no van a esperar para siempre. Salgan —les dije —. Vamos a correr.
Como si pudieran escucharme, los hombres detrás de nosotros abrieron las puertas de sus autos y salieron, usando las puertas como escudos. El gigante frente a nosotros dio dos pasos adelante, con el ceño fruncido cuando vio a los hombres que subían desde su auto. Vi cómo el dúo que nos perseguía se miraba el uno al otro, tratando de decidir qué hacer, si nos querían o no lo suficiente como para enfrentarnos a un extraterrestre enorme.
—¿Quiénes son ellos de todos modos, y por qué nos persiguen? —pregunté.
—Puedo usar todo mi lado de Rambo en ello —dijo Destiny, determinada—. Sólo di la palabra.
Negué con la cabeza
—No. Lo más inteligente es alejarse de la Tierra.
Miré por el parabrisas y vi a otros dos grandes guerreros que se dirigían en nuestra dirección desde detrás del Atlante. Refuerzos. Al parecer, estábamos siendo perseguidas por una multitud.
—¡Vamos!
Yo no tuve tiempo para preocuparme de si mis hermanas me escucharían o no. Nuestra madre estaba desaparecida. No, no desaparecida. Ella había sido raptada. Y nosotras íbamos a recuperarla.
Tomé mi mochila, abrí la puerta del conductor y corrí hacia el gigante tan rápido como pude. Destiny me siguió hasta él, por supuesto, pasando a un lado de él gritando —¡Al santuario!— a todo pulmón. Corrí, quedando casi sin aliento para cuando finalmente lo alcancé, más por adrenalina que por la distancia. Pero Faith...