El Reencuentro

4071 Words
Londres, invierno de 2018.   Las gotas de un aguacero tormentoso, caían sobre el toldo vino tinto de un pequeño bar-café, situado en el Centro de la Ciudad, donde cinco amigas de toda la vida, siempre que podían, se reunían al salir de sus empleos, sea para conversar de su día o para contarse los últimos acontecimientos de su vida sentimental y casi privada.   Constanza, era Gerente de una agencia de publicidad muy conocida, ubicada a tres manzanas de la Plaza de La Victoria, de familia acomodada y conservadora, fieles a sus principios morales. Una mujer de 25 años de edad, soñadora, dulce, romántica, extrovertida, excesivamente creativa, buena hija, buena hermana pero muy enamoradiza, se ilusionaba fácilmente y esto la llevó a fracasar en varias oportunidades, en sus relaciones amorosas. Desde niña, adoraba los cuentos de hadas, que le contaba su abuela los jueves por la tarde, pues cada semana la visitaba ese día, porque decía que era de buena suerte. Cada vez que se acostaba a dormir, se imaginaba vivir historias de amor, llenas de misticismo, de príncipes en su búsqueda, de castillos de piedra rodeados de jardines con múltiples calas y gerberas coloridas, pues eran sus flores favoritas. Y ahora, en la actualidad, sigue soñando con que esa ilusión, se hará realidad; aún sabiendo que su realidad, está repleta de cuñas, vallas publicitarias, modelos muy desabridas, marketing y muchos clientes urgidos de su imaginación y de sus talentosos publicistas para llevar sus empresas a un alto nivel en el mercado. Denisse, es una escritora aventurera de la columna de Viajes y Turismo, del periódico local; The Daily Journal, amante de los viajes, de cada rinconcito no explorado del planeta, de mitos y leyendas, de innumerables culturas y de las ocurrencias de Mishty, su gato Angora color miel otoño. Seguía lloviendo a cántaros en la Ciudad de Londres, las calles inundadas, los transeúntes corrían a sus destinos, unos más empapados que otros, aún, usando paraguas pues la lluvia, no cesaba, tenía horas convirtiendo el lugar en un río de corrientes desmesuradas. El viento, meneaba los árboles, como si una fuerza sobrenatural los tomara por los troncos y los sacudiera. Se escuchaban los truenos enfurecidos en el cielo, los relámpagos iluminaban las oscuras esquinas y en uno que otro vértice, caía algún rayo brillando en luz efervescente. - Constanza, estás empapada. Vamos, quítate el abrigo y acércate a la calefacción para que te seques un poco, de no ser así, te vas a enfermar. - Deni, no seas exagerada. Sí, me mojé pero no es para tanto. Ambas dejan sus abrigos en el pequeño perchero situado junto a su mesa. - ¿Cómo que no?, mírate hasta el maquillaje se te corrió. Pareces un mimo llorón. (Risas). - Tú y tus chistes malos, como siempre. Estás de muy buen humor, ¿alguna novedad que contar? Denisse, contesta mimosa: - Puede ser. - A ver, cuéntame qué te tiene así, me tienes en ascuas. - Olvídalo, no lo haré hasta que lleguen las chicas, así que frena tu curiosidad hasta entonces. Constanza, lo pensó un instante y respondió: - Ni modo, ¡si no hay de otra!. Sé que no vas a emitir una palabra de ello hasta que estemos todas, así que no te voy a suplicar. No ésta vez. - Ummm, tienes un geniecito que Dios te lo bendiga, así habrá estado tu día, dime ¿qué te pasó? Con los ojos en blanco y haciendo un gesto con las manos, le responde: - No, no, no señorita, cuando estemos todas. Ese es el pacto. Así que estamos a mano. - Okey, okey, ¿que te parece si mientras las esperamos, pedimos dos Cappuccinos Vainilla con un toque de Ron Irlandés?, tu sabes para entrar en calorcito sanamente. - ¡Ay Denisse! Quien no te conozca... Que bien me conoces. Las dos amigas, se pusieron cómodas y con un silbido, llamaron al mesero. - Buenas tardes, hermosas señoritas, un gusto tenerlas nuevamente por acá, sobre todo en éste día de frío clima, ¿qué se les ofrece? Con una amplia sonrisa, Denisse le responde: - Bruno, estamos empapadas pero muy bien, gracias por preguntar. Y por aquí, ¿Cómo ha estado el movimiento? - Me alegra mucho que así sea. Sinceramente, un poco flojo la verdad. - Pues si, el clima ha estado tenaz los últimos días, será ¿un tornado o alguna tormenta tropical de la que hablan en los noticieros lo que está rondándonos? Éste invierno es muy diferente al anterior. - No lo sé, Constanza, no creo que éste aguacero sea por la presencia de un tornado y menos en éste lugar del planeta; nunca hubo uno en lo que lleva de historia ésta ciudad, sin embargo, lo que si sé y de lo que estoy cien por ciento segura, es que quiero calentarme.   Por lo que, vuelve la mirada hacia el mesero y con los ojos desbordantes de dulzura, le dice: - Bruno, tráenos dos Cappuccinos Vainilla con ese toque especial con el que siempre nos consienten, ¿si? - Enseguida, hermosas señoritas. Orden anotada y en proceso. El mesero desaparece y las amigas, continúan conversando de diversos temas.   Regina, es una mujer de carácter fuerte, odiosa, impertinente, a veces podría decirse que mal hablada, obstinada, todo suele molestarle, incluso el viento que le roza la cara (a ella le parece más bien que se la golpea). Vive al norte, a las afueras de Londres, porque dice que es mejor estar alejada del bullicio de la metrópoli que volverse loca con las cornetas de los autos, los gritos de los niños o los buses que tienen megáfonos en los tubos de escape. Es Administradora en un condominio donde viven más ancianos que jóvenes, por lo que está rodeada más de silencios que de algarabías. A pesar de tener una piedra por corazón, como muchos la catalogan, tiene una mascota, a quien llamó Tarada, que por cierto, no le da mucho trabajo; una tortuguita japonesa, a la que alimenta cada tres días o cuando se acuerda. Es la octava que tiene a su cuidado. Ya se dan cuenta por qué las otras han pasado a mejor vida, ¿no?.   Agatha, tiene su propia tienda de esoterismo y ocultismo, aunque se especializó en la Universidad del Strainword, en Leyes, con las mejores calificaciones de toda la facultad. Un día, le ocurrió algo totalmente inesperado, que la hizo dar un vuelco de ciento ochenta grados en su vida tanto espiritual como personal y profesional. Siempre ha sido una mujer de armas tomar, extrovertida y defensora de sus ideales. Desde niña, sabía que era especial pues gozaba de una habilidad extraordinaria, por lo que era totalmente diferente a las demás niñas, contemporáneas con ella. Solía tener sueños continuos o adivinatorios, con diferentes interpretaciones, a los que llamaba: “Sueños Proféticos”. O Deja Vu's, sintiendo que estaba en uno u otro lugar o que eso que estaba viviendo en ese instante, ya lo había vivido. De igual forma, solía pensar que el universo estaba tratando de compartirle alguna información importante, así como otras características que la llevaban a una única conclusión. Era Vidente o tenía ciertos poderes sobrenaturales, a lo que bautizó como “Don Espiritual del Universo”.   Habían pasado aproximadamente treinta y cinco minutos desde que Constanza y Denisse, habían entrado al bar-café. Las amigas conversaban de algunos pendientes por hacer en sus respectivas oficinas, mientras esperaban que el resto de las chicas llegaran a la reunión. De vez en cuando, volteaban a mirar un reloj post-impresionista, inspirado en Vincent Van-Gogh, que colgaba de la columna marfil, reposando tras la barra. Los minutos pasaban lentamente, como si el tiempo se detuviera en el viaje del segundero.   - Deni, me parece que estás tomándote ese café muy rápido. - ¡Qué exagerada eres! Apenas lo llevo por la mitad. - Sí, pero ya es el segundo que te tomas. Deberías ir despacio. De seguir como vas, cuando lleguen las demás, no estarás en tus cabales. - ¡Vale, vale!, pero no me regañes. Prometo ir como dice la canción: pasito a pasito, suave, suavecito. (Risas). - Ummm, te daré un voto de confianza.     La lluvia era más tenue, sus gélidas gotas caían con gran sutileza sobre los toldos coloridos de los bares y cafés que ofrecían, el cálido resguardo, anhelado por los habitantes de Londres en invierno.   El recinto, ahora estaba lleno de gente, algunos tomaban café, otros vino, otros degustaban los maravillosos platos que servían allí y unos pequeños grupos, solo conversaban, mientras esperaban que escampase por completo para encaminarse a sus hogares, a descansar de la ardua jornada laboral o a lidiar con los quehaceres domésticos. Repica el I-Phone de Constanza, con la voz de Adele en Set Fire to the Rain. “But I set fire to the rain Watched it pour as I touched your face Well, it burned while I cried 'Cause I heard it screaming out your name  Your name”   - Es Ágatha, susurra Constanza. Mientras atiende la llamada. - Aló, aló, no se escucha bien. ¿Dónde estás?, Deni y yo, estamos en el bar de Don Álvaro; esperándolas. - Aló, ya voy llegando, voy en taxi, tuve un inconveniente con mi auto al salir de la tienda y a causa de la tormenta, no encontraba transporte. ¿Qué saben de Regina y Cari?. - No se han comunicado, las debió retener el aguacero en algún lugar, pero quedaron en que lloviera, tronara o relampagueara, estarían aquí. - De acuerdo, en un par de minutos estaré allí. - ¡Vale! Te esperamos, mira que ya hemos agarrado calorcito. - Sí que me imagino cómo, picaronas. Vayan pidiendo uno para mi. Cuelgan la llamada y mientras una de las chicas se levanta para ir al tocador, la otra llama a Bruno para hacer el pedido de Ágatha.     Caridad, o Cari, como la llaman cariñosamente sus amigas, es la más introvertida del quinteto. Es sumisa, tranquila, aficionada a los libros, fiel creyente de Dios como un Ser Supremo, que todo lo puede y todo lo ha escrito ya para cada uno de sus hijos. Suele ser muy callada, le apasiona la música instrumental, sobre todo el piano, por lo que en su MP4, escucha a Richard Clayderman, desde que el sol se asoma por el horizonte, bañando de sus rayos intensos, cada punto de la ciudad hasta que la luna, aparece solitaria en el cielo a iluminar las noches Londinenses. Nativa de Browntree, al sur de Inglaterra, llegó a la metrópoli, gracias a sus padres, quienes la trasladaron muy pequeña. Es Filantrópica y  trabaja en la Fundación Benéfica “A friendly hand”. Es la más puntual y cariñosa de todas. Ve a Regina, a Constanza, a Denisse y a Agatha como sus hermanas de vida; un hermoso regalo de Dios Padre, aunque no esté muy de acuerdo con Agatha y sus “raras creencias”, como ella misma lo llama. Nunca se ha enamorado, asegura que Dios no le tiene deparado, en su Libro de La Vida, a alguien para compartir de forma marital, por lo que se ha centrado únicamente en ayudar a los demás de forma desinteresada, esperando sólo una sonrisa de parte de ellos. ¿Qué mejor pago, que ese?.     De camino al bar, se encuentran Regina y Caridad, a dos cuadras y media de la entrada.   - Cari, ¿Cómo estás?, vas tarde. Eso no es normal. Ambas se saludan con un fraterno abrazo y dos besos en las mejillas. - Regina, tuve mucho que hacer en la Fundación, luego comenzó a llover y preferí quedarme a adelantar algunos pendientes en vez de unirme al caos de la tormenta. De igual forma tenía que esperar el bus y sabes cómo se demoran cuando llueve. - Sí, sí, sé que prefieres la tranquilidad a los desastres diarios de la ciudad. Así como yo, con la diferencia que tú te lo tomas con toda la calma del mundo y yo, exploto a los dos segundos. (Risas). Y con respecto al transporte, ni hablar, tuve que venirme caminando, escampando en cada techo que se me cruzó en el camino; el paraguas se deshizo con los fuertes vientos (Suspiro). - Me doy cuenta que tampoco fue fácil para ti y que no ha sido un buen día pero Dios es Bueno y nos cruzó en el camino para ayudarnos, mutuamente. - Exacto. Bueno, vamos que ya tenemos mucho tiempo de retraso. Caridad, ve la hora en su reloj y acota: - Cierto, es tardísimo. Ven, compartamos el paraguas.   Y las dos amigas, se encaminaron a su punto de encuentro, tal como estaba previsto.   Mientras tanto, en el bar, suena la campanita de la puerta. Tilin, tilin, dong, dong. - Chicaaaaaas, dónde están que no las divisooooooo. Grita Agatha a Vox Populi. Que de por sí, le encantaba vestir de diseñador, llevaba un atuendo muy peculiar y que a su vez, llama la atención de todos los clientes; botas verdes “Aldi” de piel hasta las rodillas, una falda anaranjada “Zaret” con plumas bordadas en el ruedo, una blusa tipo oriental muy fresca que le trajeron de La India, un bolso Channel de terciopelo carmín y un abrigo de tela de peluche exageradamente amarillo de “Carmelina Barrera”. Resplandeciendo todo el lugar, con el sobretodo fluorescente, se acerca a la barra, le guiña el ojo a Bruno y lo llama, haciendo un gesto con el dedo.   - Muñeco precioso, de ojos miel de verano, quieres saber ¿qué te depara el mañana? - Señorita Agatha, bienvenida. Pase adelante, sus amigas, la esperan en la mesa del fondo. - Lo sé, lo sé, es nuestra mesa, la misma de siempre. Pero, no has contestado a mi pregunta. ¿No tienes un ápice de curiosidad, en saber un poco más de lo que ves? - De vez en cuando Señorita, pero hoy no, estoy trabajando, hay muchos clientes y si Don Álvaro me ve, puedo ganarme un regaño innecesario. - Te comprendo. Siendo así, te voy a hacer un obsequio. Un poco dudoso, Bruno, responde: - ¡Ah si!, pero mi cumpleaños aún no llega, ¿qué será? Haciendo sus dedos sonar y con un manojo de nervios, el mesero espera el argumento de la vidente, quien mirándolo fijamente a los ojos y con gran seguridad, le expresa: - Tus incesantes gestos, me dicen, que has descubierto el amor pero que no te atreves a asumirlo. En menos de un mes, verás parte de tu anhelo hecho realidad.   La expresión de la cara del muchacho, se torna sorpresiva, tal vez, no esperaba que Agatha, le dijera justo lo que pensaba en ese momento ni tampoco lo que estaba sintiendo, desde hace unos días.   Atónito, Bruno le responde:   - Señorita Agatha, ¿cómo sabe Usted esas cosas?. Yo, no suelo hablar de mi vida privada con nadie, ni siquiera con la almohada. Haciendo un gesto de superioridad, le responde: - Si quieres saber algo más acerca de ese encuentro, llámame o búscame y concertemos una cita. Con muchísimo gusto, te atenderé. Y mientras ésta, le pasaba una tarjetita muy colorida por la barra, le guiña el ojo y se aleja, con dirección a la mesa de sus amigas.   El mesero, se queda pensativo, mirando fijamente hacia el fondo del bar-café, donde un pasillo estrecho le lleva hacia una pequeña fuente de cuarzo rosa, que ha servido, hace veinte años atrás y ahora en la actualidad, como una especie de imán para los deseos del corazón. Como sonámbulo, se acerca a ella, saca una libra esterlina de su bolsillo izquierdo, cierra los ojos y, en susurros, pide con todas las fuerzas de su alma, a la energía del agua tornasol que va cayendo delicadamente en la parte baja de la fuente:  - Que la palabra de la Señorita Agatha, esté hecha a la medida. Mientras se concentra en su deseo, comienza a escuchar una música muy extraña y a su vez, conmovedora, como si en la melodía, fueran las hadas las que entonaran la canción. Se oía, cada vez más y más cerca, tan cerca, que no le permitía escuchar los gritos de Don Álvaro, llamándolo para que retornara a sus labores. Ya habiendo visualizado su deseo, con toda la energía positiva del universo y su infinita fe para materializarlo, lanzó la moneda. Cayendo ésta en un extremo donde curiosamente había un dije con una inicial, la letra D. Él, no se lo explicaba, no hubo antes un dije allí y menos con la inicial del nombre de aquella dama que ocupaba sus pensamientos día y noche; noche y día.   - Buenas, buenas. ¿Me esperaban? - ¡Brujita!, dicen Constanza y Denisse, al unísono. - ¡Cómo las he echado de menos!, ¡Están divinas! Comenta Agatha, mientras se abalanza sobre sus amigas. - Y nosotras a ti. Tú también estás espléndida. ¿Qué has estado haciendo para verte así?. Ven, descubre esa blusa hermosa y ponte cómoda. Le replica, Constanza, mientras le recibe el abrigo y lo cuelga también en el perchero junto a los otros. -  Aquí tienes tu Martini, con dos aceitunas, como te gusta. - ¡Qué adorables! - Gracias, me han hecho muy feliz. Pues he hecho muchas cosas que ya les contaré en cuanto me refresque. De manera que por lo pronto, necesito una botellita de agua con gas, estoy sedienta. - Amiga, ponte cómoda que yo voy a por ella. - No es necesario, llamemos al mesero. Aunque tengo tiempo que no lo veo deambular por aquí. Como extraño, ¿no? - Descuida Constanza, yo voy, así estiro un poco las piernas, ya se me están acalambrando.   Mientras Agatha y Constanza, cuchichean emocionadas. Denisse, se levanta de la silla a buscar el agua a la barra, pues tenía rato sin ver a Bruno atender las mesas y sintió cierta preocupación, que de hecho, no entendía el por qué.  Haciendo algunos ejercicios de estiramiento, se acerca a la barra caoba pulida, adornada con esculturas extraordinarias, de piedras de cuarzo y lapislázuli con acabados perfectos, llamándole la atención al dueño del local.   - Don Álvaro, me da una botellita de agua con gas, por favor. - Enseguida bella dama. ¿Helada o natural? - Preferiblemente, helada. Por cierto, llevo rato sin ver a Bruno, ¿le ha pasado algo? - No, no señorita. Está junto a la fuente mágica. Descansando. - ¿La fuente mágica? Contesta Deni, totalmente desconcertada. - ¿Hay una fuente mágica, aquí adentro? ¿En el bar? - Sí, en el pasillo, detrás de las últimas mesas, está ubicada. - Con razón, no sabía de la existencia de una fuente mágica aquí, algo muy raro, ¿no le parece? - Sinceramente, no señorita. Esa fuente está allí desde que mis abuelos compraron el terreno donde años más tarde, levantaron el restaurante y que al pasar del tiempo, y de generaciones, se fue convirtiendo en lo que es ahora, un pequeño bar-café, de encuentros y reencuentros. - Pero, ¿nadie la ha movido nunca? - No señorita, sigue intacta desde su aparición. - ¿Aparición? Quiere decir que no la trajeron sino que apareció allí, ¿así?, ¿como por arte de magia? - Exactamente, señorita. Denisse, se caracterizaba por querer conocer siempre más de temas peculiares, aventurera y fanática de las leyendas, por lo que acercándose más a Don Álvaro, le preguntó casi en un susurro, si podía verla. Al fin y al cabo, ella escribía en un diario y probablemente, detrás de ésta fuente, podría haber una historia jamás contada, que ella estaba dispuesta a investigar y por ende, a develar. - Por supuesto, señorita. Aunque pensándolo bien, quizás, sea la fuente quien la está llamando a su encuentro.   Deni, se queda perpleja ante el comentario del dueño del bar y aún con sus dudas, decide acudir al misterioso “Llamado de la Fuente”. - Ve, Denisse, no te demores un segundo más. Ella te está esperando.   Don Álvaro, con mirada cómplice, toma la botellita fría de agua gasificada, disponiéndose a llevarla a la mesa, mientras, Denisse se dirige, como si flotara en una nube, hacia el lugar donde reposa la fuente, mirando hacia el pasillo, sin despabilar siquiera, en un trance, en un mágico e increíble trance.   Afuera, ya ha cesado la lluvia, sólo queda la secuela en las calles, algunas aceras inundadas, una brisa gélida y el cielo, encapotado pero el transporte se ha restablecido y los transeúntes, continúan con el retorno a sus destinos.   Tilin, tilin, dong, dong Se abre la puerta una vez más, haciendo sonar la campanita dorada, colgada encima de la misma. Aparecen Regina y Caridad, ante todos los clientes y con ellas, una luz resplandeciente, mágica, diferente, como si de ángeles se tratase. Los comensales voltean hacia la puerta, las miran y vuelven a sus conversaciones pero Don Álvaro, al verlas entrar, sonríe y les da la bienvenida, haciendo un gesto con la cabeza y a la vez con sus manos, invitándolas a seguir.   - Buenas tardes, Don Álvaro. ¿Cómo ha estado?. Saluda Caridad, con mucho respeto. - Buenas tardes. Qué alegría verlo. Acota Regina. - Buenas tardes, señoritas. He estado muy bien, gracias a Dios. Con bastante trabajo, luego de la tormenta. - Nos alegra mucho que así sea. Hace tiempo que no nos veíamos por aquí. - Tienes mucha razón, las hemos echado de menos. Pero afortunadamente, han regresado, como decía mi madre, que Dios la tenga en su Gloria; todo buen hijo, vuelve a su hogar. - En éste caso, diría que todo buen quinteto. (Risas). - Exactamente, señorita Regina. - Pero no se queden ahí, pasen adelante que sus amigas las esperan.   Regina y Caridad, se acercan a la mesa donde están Constanza y Agatha, quienes se levantan para saludarlas, abrazarlas y besarlas, con todo el cariño latente en el mundo. - Amigas de mi alma. Les dice Constanza. ¡Por fin llegaron! - Vengan, siéntense, ¿que querrán para beber? - Sí, por fin, estamos aquí. Se nos hizo una eternidad llegar. - Tuvimos ciertos inconvenientes pero lo más importante es que a pesar de todo, logramos acudir a nuestro encuentro. Acota Caridad, exhausta por la caminata. Se acerca Don Álvaro a preguntarles qué van a ordenar. - ¿Dónde está Denisse? - Pregunta Regina. - Se suponía que ya estaba aquí, es la que más cerca está del bar. - Sí, llegó conmigo, les responde Constanza, pero hace rato que no la veo, ¿será que se sintió mal y se fue?. Pero aquí está su abrigo y su bolso, tengo rato que no la veo. - ¡Qué extraño! Don Álvaro, les dice que no se preocupen por ella, que él, le pidió el favor de buscar a Bruno, que llevaba mucho rato descansando, ya que él no podía moverse de la barra. Quizás se quedaron conversando. A lo que responde Agatha: - Conociéndola, en vez de apagar la fiesta; se quedó bailando. (Risas). -  No seas así Agatha. Le replica, Caridad. - Ay, Cari, Carita mía, cómo si no la conocieras. Está bien, quizás solo contempla la puerta hacia su destino. - ¿Cuál destino?, no entiendo a qué te refieres. Comenta Regina. - Quédense tranquilas, en cualquier momento regresa. Y cambiando el tema, les pregunta qué ordenarán. - Un Lattuccino Canela para mi, por favor con un chorrito de Vodka – Le dice Regina. - Para mi, un Espresso bien cargado, con miel – Dice Caridad, mirándolo a los ojos. - Y yo, aprovecho de pedirle otro Martini con doble porción de aceitunas, un Cappuccino Vainilla con Ron Irlandés, unas tapas con tomates, pimiento y queso, y unas galletitas de jengibre y coco. Sé que les gusta compartirlas con sus respectivos cafés – Acota Constanza. - Enseguida, bellas damas. Orden anotada. Ya regreso con su pedido. Don Álvaro, se aleja de la mesa. Se acerca a otras, a tomar órdenes de varios clientes, que llaman su atención y continúa hacia la barra, mirando detenidamente la hora del reloj colgado en la columna, que se había detenido a las 5:55pm. Pensando así, que estaba llegando el momento esperado por tantos años, las cartas ya estaban sobre el mesón flotante en su memoria, ahora sólo le quedaba esperar, sólo eso; esperar a que comenzara lo que tantos años estuvo aguardando. 
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