LA PROFESORA

Maricela: Una hermosa sonrisa robo mi atenciòn, dibujando otra igual de grande en mis labios, acelerando mi corazón, haciendo brillar mis ojos, mis manos temblaban. Ella frente a mi luego de 10 años, ella… la niña de la sonrisa más bonita del mundo, nuestros ojos se encontraron, y ella se acercó. -¡Que sorpresa profesora! Me da tanto gusto volver a verla.-suelta Lea emocionada con ojos brillantes de ilusión y vida. No sabia que alguien pudiera guardar tanta vida dentro de sus ojos. -¡Hola Lea qué gusto verte! -no pude evitarlo me puse de pie y la abrace con tanta fuerza, guarde todos estos años ese abrazo, al soltarla mi mano se quedo unida a la de ella, en ese momento no existía nada ni nadie, mis ojos perdidos en los de ella, soñe tanto con este momento. -¿Como esta? ¿cómo le va? 10 años sin verla… -¡Me da tanto gusto verte! ¡te ves hermosa! -dije con mi mano entre su mano y mirándola a los ojos, en ese momento mi marido no existía. -me ha ido bien.-le conteste retomando su pregunta inicial que no había respondido al instante por causa de mi emoción poco contenida. -¿y a ti? -A mí también bien…-dijo y luego añadió nerviosa- me da gusto volver a verla, le doy mi número, podríamos ir a tomar un café cuando gusté -me ofreció sonriendo, estaba perdida en su mirada hasta que mi esposo habló. Ni siquiera sabia en que momento se había acercado. -Buenas tardes, señorita- mi marido me miro con aires de sospecha. Pero no podía saberlo, seguro ni se lo imaginaba. Pero aquí estaba el, mirando a Lea con cara de pocos amigos. -¡Disculpa! Él es mi esposo Alfredo, -dije preséntenselo, luego a las criaturas más pequeñas que lo acompañaban -mi hijo Luis y mi hija Emma- dije sin dejar de mirarla, sus ojos me habían hipnotizado, trasladándome a un espiral sin fin donde solo el color de sus ojos era todo lo que existía. La magia del mundo, los colores del universo en su mirada; y yo siempre ame observar la galaxia. -¡Un gusto conocerlos! -dijo, y esas palabras habían sido dirigidas solo hacia mis hijos, luego ella pareció mirar hacia atrás un poco incomoda -bueno me tengo que ir…- esa era una despedida rápida. -Espera…-le dije casi desesperada, entonces le pedí su celular para anotarle mi número, y luego se lo regresé. Después de todo, ella fue quien se ofreció a dármelo primero. -Que te vaya bien- el tono de mi esposo fue seco y cortante. No sabia porque estaba siendo tan arisco. -¡Que pasen buena tarde! - dijo caminando hacia la mesa donde esperaba su prometido. Su prometido… Y mi corazón se partido en mil pedazos. Incluso alcance a escuchar como este se levantaba para recibirla con palabras de cariño-Mi amor, pensé que no volvías, tengo hambre- dijo mientras tomaba su mano. Su mano… Aquella que yo no puedo tomar… A lo lejos me despedí de ella con el corazón y la cabeza hecha un lío, quería llegar a casa a recostarme o a fingir leer solo para escribirle y decirle que mañana la quería ver, que necesitaba verla, así que cuando llegué a mi casa y casi sin pensarlo tomé mi celular y le escribí. “¡Hola Lea! soy Maricela” Era un mensaje corto, banal, y estúpido. Me sentí tonta luego de enviarlo. ¿Acaso no tenia palabras geniales que regalar? Deje mi celular sobre la mesa de noche, ese dia no recibí respuesta, y a la mañana siguiente tampoco, me fui a hacer ejercicio para despejar la mente, tratando de alejar la desilusión que se había instalado en mi pecho, y en la tarde solo me prepare para irme a mis clases No podía dejar de recordar su sonrisa, su mirada, cerraba los ojos y veía ese hermoso rostro, recordaba la textura de sus manos, el aroma de su piel cuando la abrace, deseaba volver a abrazarla, dejar un beso en su mejilla, deseaba tanto volver a encontrarla, coincidir con ella. Suspire mientras me recostaba, intente dormir para poder soñar con ella. Y lo consigo. En mis sueños, ella y yo somos tan reales, como lo es el cielo con el mar. *** Lea: Estaba sentada en una reunión laboral, concentrada en mi presentación estrategia de marketing, al salir revisé mi celular y ahí estaba un mensaje de ella, no quise responder, tenia sentimientos encontrados… alegría por verla, nostalgia y algo de dolor por lo sucedido. Deje pasar el tiempo, a veces me distraía viendo ese mensaje y otras trataba de concentrarme para no caer en la tentación de escribirle, suspire, me recargue sobre el respaldo de mi silla pensando… “¡Estas loca!”-me dije a mi misma-“¿cómo puedes pensar en ella? ¡tienes novio! Y ella está casada.” Habían miles de excusas para evitar escribirle. Mas tarde me fui a casa, al llegar coloque mi bolso en el perchero, mis zapatos sobre el pequeño mueble de la entrada, me quite el abrigo, camine hacia la estancia, abriendo las ventanas, me gustaba ver las luces de la ciudad, sentarme a admirar la noche. Suspire, y luego camine hacia la cocina, tome una copa, serví vino, regrese al sofá y me di cuenta de que una sola copa no era suficiente, así que regrese por la botella. Así que esto era lo que hacia para olvidar mis penas. Para olvidarla a ella… No estaba funcionando. Sali al balcón de mi apartamento y mire hacia la luna, no podía entender que pasaba… debía odiarla por lo sucedido, pero en lugar de hacerlo me daba tanto gusto verla Quizás ya había enloquecido. Pero ¿Qué era la locura comparada con la luz de su mirada? ¿Qué hay de diferencia entre un mensaje enviado, y un mensaje en visto sin responder? Quizás solo una chica cuerda, que no toma vino, y no mira hacia la luna para traerla a ella de vuelta.