Fragilidad

De pie en un cuarto obscuro, descalza, frente a personas que no conocía y cuyos rostros no podía ver, entendí que este mundo le pertenecía a las personas equivocadas.  Por que sí, talvez yo estaba aquí en consecuencia de mis decisiones erróneas, pero y todos los que me rodeaban ¿acaso ellos también se habían equivocado? No. La realidad era que en este mundo, docenas de niños podían desaparecer de las calles, ser arrebatados de los brazos de sus padres, ser arrancados de la felicidad de una vida y a muy pocos parecía importarles.  ¡BAM! Un fuerte sonido cerca de mi me hizo ver a mis espaldas. Ella apareció de entre una puerta y nos sonrió con malicia, fue por un instante, pero eso basto para saberlo.   Apreté los dientes mientras un temblor recorrió mi espalda y el miedo se asentaba en mi estómago, un sentimiento tan brutal e imposible de ignorar como el frío de un duro y largo invierno. Estaba demasiado consciente de que la pesadilla estaba por hacerse realidad, que no habría un héroe a punto de salvarnos. Ningún caballero de brillante armadura vendría por nosotras. Esto no era un cuento de fantasía, era la cruda realidad. Ella miro al frente y por inercia seguí la misma dirección de sus ojos, hacia la negrura que cubría la identidad de los monstruos que nos destruirían. Lo entendí, solo estaban ellos y nosotros. Fuertes y débiles, cazador y bestia.  —Espero que alguna de ellas sea de su agrado. La pesadilla estaba estirando sus garras, esperando su primer bocado.