Fragmentos

Había una pequeña niña de enormes ojos que no reflejan nada en absoluto. Toda su vida todo aquel que la rodeaba pensaba que era una niña bastante peculiar. No por ser en extremo callada, algo más llamaba su atención. Y este era el hecho de que en ninguna situación lloraba. No importaba si caía y sus rodillas se raspaban, si sangraba, si su pequeño brazo estaba roto, no importa que grande era el dolor físico no lloraba, no había razón para no hacerlo, pero simplemente no le importaba.  Algunas personas al notar la falta de emociones de parte de la niña comenzaron a llamar a esa pequeña niña, monstruo sin emociones y otras palabras hirientes.  Resulto increíble pero esas pequeñas y simples palabras eran aún más hirientes que sus lesiones. Nadie nunca supo que esa pequeña niña llora hasta quedarse dormida cada noche, mientras se pregunta: ¿Por qué su pecho se contrae y duele tanto? ¿Qué mal hizo para sentir que el aire se agota?  y ¿por qué se siente sola? La pequeña niña asumió que...quizás tenían razón.  Entonces no importo que tan dolorosas y profundas eran sus heridas.  Ni que tan triste se podía sentir. Ya nadie, ni siquiera las personas más cercanas a ella volvieron a ver sus lágrimas. Empezó a creer que esa profunda tristeza que sentía era merecida, porque era un monstruo. Pero ese pequeño monstruo ya no quería sentir, está agotada de esa enorme carga. Solo tiene ocho años y ya no quiere llorar más.