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Santo infierno

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intro-logo
Blurb

Después de una ruptura con Erick en las vacaciones de verano. Isabella regresa al internado, dónde empieza a soportar las opiniones de las personas que consideraba sus amigos y todo por el simple hecho de haber terminado con su anterior pareja sin explicación alguna. Siendo la villana de la historia.

Pero todo cambia cuando conocerá íntimamente a los primos Bellerose, y en especial a Svetlana Sidonay, una de las mujeres del grupo. Bella comenzará a sentir una atracción por la joven de rojos cabellos, manteniendo así innumerables sueños eróticos con la joven.

¿Será que Isabella admitirá su sexualidad y sentimientos por Sve? O ¿simplemente se alejará y volverá con Erick, dejando atrás su sentimientos por la hija del Príncipe del infierno?

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capitulo I
Isabella. Cuando pensé que mi vida sería perfecta, la misma se encargó de decirme que todo era una mierda, un producto de mi imaginación y una simple campaña de publicidad. En pocas palabras: un mundo de fantasía que solo existía en las películas... Había visto y oído de muchos engaños pero nunca imaginé que aquello me sucedería a mi y más con la persona que pensaba que sería el perfecto para mí. Los primeros rayos del sol caían sobre mi cara haciendo que lentamente despertara y pestañara acostumbrándome a la luz tenue que se filtraba entre las cortinas de mi habitación. Bostecé con pesadez mientras recordaba el día que era con total fastidio. Un suspiro pesado se escapó de mis labios mientras ahora más despierta observaba el techo de mi alcoba. Una sonrisa se plasmó en mi cara, habían pasado tres meses desde que terminé con aquel hijo de puta pero aún tenía las fotos, nuestras fotos en el techo. Era una estúpida por mantener esos recuerdos de mi idiotez conmigo. Muchas veces me cuestioné cómo arrancarlas, pero por más que deseaba quitarlas y quemarlas no podía y todo gracias a mis padres. Para ellos mi relación con Archer, marchaba viento en popa y que después del internado, sonarían campanas de bodas. No negaré que en un comienzo igual lo pensé pero, al caer en el vacío. Todo desapareció. El sonido de la notificación de mi móvil aparecía cada cinco segundos y solo había una persona tan insistente que lograba que hasta cierto punto me exasperaba. Traté de ignorar el molesto sonido pero todo era en vano y no dejaría de sonar hasta; que lo tomara. El nombre de Helena brincaba en las notificaciones, miles de mensajes y cientos de llamadas perdidas de su parte. Helena, era mi mejor amiga y era la única que sabía de qué mi relación con el innombrable había culminado. Observé cómo un nuevo mensaje llegaba y vaya sorpresa -en realidad no- era ella. Leí su mensaje, sin embargo no contesté. Grave error. Solo pasaron segundos y ya la rubia me estaba llamando, dejé que se cansará de marcarme, no deseaba hablar con nadie pero aquel mecanismo de defensa no funcionaba con ella, pues seguía y seguía llamando. Me levanté de la cama y me senté en la orilla al contestar así su insistencia ──Hasta que contestas maldita hija de puta. El tono de su voz era dulce y melodioso. Como si un ángel te estuviera susurrando al oído. Helena podía decir groserías, pero con esa voz era imposible enojarse con ella o decir que se le veía mal cuando así no era. ──Estaba ocupada. —Respondí al suspirar y luego bostezar. ──Espero y estés lista... Este es nuestro último año en el internado y vamos, tenemos que hacer que este sea el mejor de todos. Es más, estoy dispuesta a hacer que pierdas tu virginidad. Para Helen, no era ningún secreto lo de mi virginidad. Tres años en relación con alguien y no había follado y ni siquiera me había tocado aquel bastardo. Y, cuando buscaba yo satisfacer mis necesidades. Al un principio comenzaba bien pero después... Perdía todo el interés de continuar. ──Sabes lo que pienso ¿Verdad? ──Sí, que primeros te vas a casar y después coger... Bla bla bla. ──¿Entonces? —La escuché resoplar al otro lado de la línea. ──No quiero arrepentirme después. ──Como digas. —Mencionó. La desilusión se sentía en el tono de su voz. ──En una hora paso por ti. Esas fueron sus últimas palabras y colgó. El silencio de nuevo apareció en mi habitación y ahí me di cuenta del nauseabundo ambiente en el que estaba. No se escuchaba ruido alguno en mi casa lo cual me preocupaba en cierto aspecto pero por otro me hacía sentir mejor al saber que no tendría a mis padres preguntándome de nuevo por Erick. Pero cuando pensé que nada podía ser peor. El golpe en mi puerta apareció y era mi madre con una sonrisa de oreja a oreja quien mantenía su teléfono en mano. Esa reacción de su parte me hizo pensar que alguna buena noticia llegó a recibir. Le sonreí de una manera tan falsa que me dolía, tanto por fingir alegría. Ella me mostró su teléfono y ahí vi lo que tan feliz la tenía. Erick, había regresado de nuevo a la ciudad. Separó sus labios y ahí supe lo que diría. Era tan predecible. ──Llamaré a Erick, para que venga a buscarte. Tu padre y yo queremos hablar con él y darle unos consejos contigo. Eso fue una patada baja para mi estómago. Las náuseas me invadieron y no por mentirle a mis padres, sino más bien porque lo vería y más al saber que aprovecharía la ocasión y me trataría como una pendeja y tomaría ventaja de mi debilidad todavía por él. Negué y me levanté de la cama. ──Helena, viene por mi en una hora. Mi madre hizo una mala cara pero la verdad la ignoré. Helena, no era santa de su devoción. ──Así que por favor no llames a Erick. De la nada ese silencio invadió la casa y como si de una guerra de orgullo se tratará, su madre salió de la habitación azotando la puerta. Yo había ganado. La hora había transcurrido y yo ya me encontraba más que lista a las afuera de mi casa esperando a Helena. Un vestido amarillo cuatro dedos por encima de las rodillas vestía y unos converse blancos calzaba, mi cabello castaño caía cuál cascada sobre mis hombros y ese muchos rubio cenizo resaltaba como siempre. Con mis maletas a la entrada esperé a que mi mejor amiga llegará y vaya que llegó y ¿Como lo supe? Sencillo, el sonido de su claxon era único, tal como ella. Una tía escandalosa y con buen sentido de la moda vistiendo de rosa. Su manera de vestir me recordaba a: la protagonista de legalmente rubia y a las means girl con sus "miércoles vestimos de rosa" Helena era su mejor amiga de la infancia y la única que estaba ahí para mí en todo los momentos de dolor y sufrimiento, era más que mi amiga, era como una hermana y la amaba; y aunque yo odiara con toda mi alma el color rosa, lo toleraba solo por ser ella. Wannabe de las space girls empezó a sonar en la radio y a pesar de ser una canción clásica de los años noventa, aún mantenía ese efecto que alegraba a cualquiera haciéndote gritar a todo pulmón las letra de su canción. Los iris azules de Helena, me observaron mientras salía del convertible y avanzaba de una manera segura. ── Lista para nuestro último año en ese internado de mierda. —La mire con una sonrisa en el rostro afirmando, ese era mi último año y por fin podría desaparecer de Alemania, me alejaría de mis padres y sobre todo no iba a casarme con el estúpido de Archer.──Así me gusta, este año mandaremos a la mierda al colegio. Este año será nuestro. —Dijo entre carcajadas. Le Blanc, era muy extrovertida algo que sin duda yo no era. Pero ambas nos complementabamos. Éramos el mismo ying yang. Ella era la tormenta y yo la calma. Sentí una presión en mis hombros y giré sobre mis talones para ver de donde provenía tal sensación. Eran mis padres en ese momento, quienes con mala cara nos observaban a través de la ventana. La necesidad de rezarle a Dios, llegó. No deseaba que ellos salieran e hicieran un escándalo. Mi piel de heló, al oír el chirrido de la puerta abrirse. Mis ojos se posaron en Helena, quien miraba al frente antes de tomar mi equipaje. ──Isabella. —Temblé ante la voz de mi padre. Giré y lo miré. Algo en su rostro me calmaba pero todo era una fachada. En sus grisáceos podía ver cómo me gritaba que no quería quejas del instituto. ──Pórtate bien. Aunque sonará como un padre preocupado, la verdad es que era una advertencia. Afirmé y avancé hacia él, le di un beso rápido en la mejilla y le lancé un beso a mi madre quien nos observaba desde el umbral de la puerta. Me alejé de ellos. Subí al coche con rapidez y golpeé la puerta del coche con la palma de la mano abierta para que Helena se apresurara en subir. Capté su atención y mierda me quería comer con la mirada por golpear ese auto que ella tanto adoraba. Ella elevó los hombros con pesadez y se subió al auto y antes de marcharnos, dirigió uns última mirada a mis padres. ──Tranquilos, se las voy a traer sana y salva. Es más le enseñaré a rezar y no de la manera que piensan. Una carcajada salió de ella y mi rostro se tornó rojo de la vergüenza. Apenada la miré y vi como le mostraba el dedo medio a mis padres y cuando volteé a verlos, noté como corrían para alcanzarnos pero ya el auto estaba en marcha y ellos a kilómetros ya de distancia gritando de cuántas barbaridades. El trayecto sería largo, más de dos horas en carretera desde Munich a Constanza, aunque esa distancia no se comparaba con los 365 días en el internado viviendo un infierno por más que no quisiera.

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