"Elena la sombra del Alfa "

Elena se adentró en el espeso bosque, sintiendo la frescura del aire y escuchando el suave murmullo de las hojas. La lúz del sol se filtraba entre las ramas, creando un mosaico de sombras y destellos dorados. Mientras caminaba, un sentimiento de asombro y libertad la embargaba, como si estuviera en el lugar al que siempre había pertenecido. De repente, un aullido resonó en la distancia, haciendo que los pájaros alzasen el vuelo. Elena se detuvo, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. El sonido del aullido era hipnótico, casi mágico. Sin pensarlo dos veces, siguió el eco del aullido, adentrándose más y más en el bosque. A medida que avanzaba, la lúz del sol comenzó a ceder su lugar al suave resplandor plateado de la luna creciente. La atmósfera se volvió misteriosa y etérea, como si el bosque estuviera cobrando vida propia bajo el hechizo de la noche. Fue entonces cuando lo vió. En un claro entre los árboles, una figura majestuosa se recortaba contra el resplandor lunar. Era un lobo, pero no uno cualquiera. Sus ojos brillaban con una intensidad dorada, y su pelaje plateado relucía bajo la luz de la luna. Era Fenrir, el líder de la manada desde hace 4 meses había asumido su puesto de alfa de la manada Lunar tras el fallecimiento de su padre en una batalla intensa por defender las tierras del Este Lunar. Fue entonces poe elección de los viejos lobos de la manada,Fenrir fue nombrado el alfa jefe debido a que había heredado de su padre su rapidez,inteligencia y astucia para enfrentar cualquier batalla,sus estudios académicos en mas de 2 países de Europa y sus impresionante dominio de 3 idiomas lo hacían ser el más inteligente y perspicaz de su Reino Lunar. Elena contuvo el aliento, maravillada por la presencia imponente del lobo alfa. A pesar de la magnificencia de la criatura frente a ella, no sintió miedo. En cambio, una sensación de conexión inexplicable se apoderó de su ser. Fenrir la observó con ojos penetrantes, evaluando su presencia en su territorio. Un silencio tenso se extendió entre ellos, cargado de expectación y curiosidad. Elena sintió que algo trascendental estaba ocurriendo en ese momento. Sin apartar la mirada de Fenrir, Elena dio un paso cauteloso hacia adelante. El lobo alfa no retrocedió; en cambio, inclinó ligeramente la cabeza en un gesto de reconocimiento. En ese instante, Elena supo que su encuentro con Fenrir estaba destinado a suceder, como si fueran dos almas predestinadas a cruzar sus caminos en esa noche mágica bajo la luna. El bosque guardó silencio mientras Elena y Fenrir se observaban mutuamente, conscientes de que sus destinos se habían entrelazado en un momento que desafiaría todas las expectativas. Elena, sorprendida por la presencia imponente de Fenrir, retrocedió un paso, con los ojos fijos en los suyos. Sin previo aviso, un crujido resonó en la maleza cercana, desencadenando el instinto de supervivencia de la joven. En un arranque de pánico, se dio la vuelta y emprendió una carrera desesperada a través del bosque, con el corazón golpeándole el pecho. El sonido de las pisadas pesadas de Fenrir resonaba detrás de ella, cada vez más cerca. El alfa de la manada se lanzó en su persecución con una agilidad sobrenatural, su pelaje plateado brillando a la luz de la luna. Elena podía sentir su aliento cálido en su nuca, lo que la impulsaba a correr aún más rápido. Las ramas crujían bajo sus pies, y el viento silbaba en sus oídos mientras corría sin rumbo fijo. A pesar del miedo que la embargaba, una extraña emoción se apoderaba de ella. La adrenalina fluía por sus venas, mezclándose con una sensación de conexión inexplicable con el lobo alfa que la perseguía. Fenrir, con una gracia salvaje, se abalanzó sobre ella, acortando la distancia entre ambos. Cuando estaba a punto de alcanzarla, Elena tropezó con una raíz oculta en el suelo y cayó de bruces. El alfa se detuvo en seco, observándola con ojos intensos y llenos de determinación. Elena se giró hacia él, jadeando y temblando por la emoción y el agotamiento. A pesar del miedo inicial, una chispa de reconocimiento brillaba en sus ojos. Elena, movida por el instinto de supervivencia, reunió todas sus fuerzas y golpeó con determinación a Fenrir, logrando desorientarlo por un breve momento. Aprovechando la oportunidad, se adentró en el bosque y encontró refugio en una cueva oscura y oculta entre la maleza densa. Mientras tanto el alfa, aturdido por el golpe inesperado, recuperó rápidamente su compostura y emitió un poderoso aullido que resonó en todo el bosque. Sus ojos dorados brillaban con ferocidad mientras buscaba a su alrededor, determinado a encontrar a la mujer que lo había cautivado de una manera que no podía comprender. Fenrir sabía que no podía emprender esta búsqueda solo. Convocó a los lobos más ágiles y astutos de su manada, comunicándoles con gruñidos y gestos el objetivo de su misión. Los lobos, fieles a su líder, se dispersaron en todas direcciones, rastreando el olor y las huellas de Elena con una determinación feroz. Mientras tanto, en la oscuridad de la cueva, Elena luchaba por controlar su respiración agitada. El eco de los aullidos de los lobos llenaba el aire, recordándole que no estaba a salvo. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que algo más que el miedo la había llevado a enfrentarse al poderoso alfa. Una conexión inexplicable la impulsaba a permanecer oculta, a la espera de lo que el destino le tenía preparado. El bosque se sumió en un silencio tenso, interrumpido solo por el susurro del viento entre los árboles. La luna brillaba en lo alto, iluminando la escena con su resplandor plateado, mientras Elena aguardaba en la oscuridad de la cueva, sin saber qué depararía el encuentro con el alfa y su manada. La búsqueda implacable de Fenrir y sus lobos había comenzado, y el destino de Elena estaba entrelazado con el suyo en una danza mística bajo la mirada vigilante de la luna.