Caótica

2029 Words
Al hospital northwestern de Chicago entraron siete ambulancias por un accidente múltiple, son demasiados heridos de gravedad por tal tontería como es un conductor ebrio. A Danielle le pidieron que entrara en la ambulancia mientras intentaba evitar que a un tipo le diera un shock por su pierna básicamente desgarrada entre la silla y la puerta del auto, yo la seguí en taxi pero justo ahora en medio del pasillo observando un montón de gente atareada caminando de un lado a otro y varios gritos de fondo creo que fue una mala idea. Estas cosas me dan mucho terror, siempre ha sido así, cuestionarme lo frágil que es la vida es mi mayor miedo, pero también le tengo un apego curioso al tema. Ya han pasado dos horas y Danielle aún está ahí, tranquilizando a otro de los que iba en el auto pero sin traumatismos graves. - No quiero verla, no puedo... No está aquí, por favor, dime que no está aquí... - me sobresalto al escuchar a alguien a mi espalda. Es un adolescente, como de diecisiete años y los mismos aires que yo de no tener ninguna utilidad en este lugar, pero está sentado con el móvil en la oreja y dice en voz alta frases cortas que también se podrían decir llorando y gritando. Me quedo viéndole, se ve como un chico básico cualquiera, pero sigue hablando "No me digas eso... Yo no podré... No quiero verla, no es verdad... " y el rostro se le desfigura lentamente hasta que cae en un llanto sordo, de niñato, apenas y le quedan fuerzas para sostener el teléfono porque le bajan las lágrimas por la cara y todo rojo empieza a soltar quejidos. Me volteo para dejar de verlo, es desastroso todo este lugar... Vuelvo entonces a buscar a Danielle con la mirada... Está allí aún sosteniendo la mano de ese hombre. De repente pienso en otro tema, en algo que no debería ser trascendental en este escenario... Rose Huffman, Rose Huffman... Rose... Su nombre siempre ha tenido un gran impacto cuando lo pronuncio, al menos eso no ha cambiado... Vuelvo a tocar con la punta de los dedos la carta dentro de mi bolsillo, ya hasta memoricé la textura del papel, grueso y con marcas de una escritura ruda. Rose Huffman... Rose Huffman... Rose... Huffman... Es tan inesperada como el hecho de estar un viernes por la noche en la sala de espera de un hospital... No importa cuantas veces repita ese nombre, tiene las consonantes y vocales tan bien ubicadas que asfixian el paladar... Saco lentamente la carta... - Rose Huffman, siempre parece que me sobrara el tiempo para escuchar lo que tienes que decirme... Aunque no sea nada, absolutamente nada - hablo en voz baja, dios que loca. Pero entonces vuelvo a caer en cuenta que estaba mirando a Danielle Vaughan, un nombre más centrado, más puntual, sin tantos enredos ni americanismos de mierda. A mi no me atraían las castañas pero ella es otro tema... Tiene un tatuaje en el antebrazo, es una caja y dentro de ella está el rostro de un gato que al haberse fragmentado parece medio vivo y medio muerto. El gato de Schrödinger, fue lo primero en lo que me fijé antes de siquiera verle el rostro, eso llamó tanto mi atención como muy pocas cosas lo hacían en ese entonces, hace tal vez ocho meses cuando repentinamente los departamentos en mi piso dejaron de estar vacíos. Danielle Vaughan estudió una carrera de biomedicina en la Universidad de Massachusetts pero estoy casi segura que no es de Estados Unidos, se mudó a Chicago en Septiembre del año pasado por trabajo, justo al departamento frente al mío, y aunque en un principio el único interés que me generaba provenía de ese tatuaje en su antebrazo, o tal vez de su risa acalorada en la madrugada y la molesta música a las tantas de la noche... Las cosas entre nosotras cambiaron un poco. En ese entonces todo rastro de deseo desbordante por la vida en mí estaba más que extinto, a mis veinticinco años sin casi ninguna (o en realidad demasiadas) secuelas de la adolescencia me había convertido en una persona muy centrada y sin ningún interés particular, tal vez porque creía que había llegado a ese momento en la vida donde todos simplemente estamos esperando a que pase el tiempo... Pero de repente apareció como una cachetada cósmica en la cara alguien incluso mayor que yo y sin ningún rastro de desesperanza. La presencia de Danielle lentamente se volvió entretenida, y verle en el pasillo me daba una sensación de tranquilidad, ella es algo más que una chica guapa o una persona demasiado inteligente y justo en el momento que me empecé a percatar de sus virtudes también me di cuenta que la persona derrotada en la que me había convertido tenía arreglo... Y aunque nunca he creído que el amor remedie nada, no, en realidad lo complica todo. Sé que inconscientemente las personas generan algo en nosotros y Danielle Vaughan ocho meses después de su llegada no ha tenido que darme ni siquiera un buen beso para ponerme de nuevo una sonrisa en la cara. Vuelvo a dejar la carta intacta en mi bolsillo, no es momento. Me acerco tímidamente a la chica castaña y pongo mi mano en su hombro con suavidad. - ¿Como va todo? - murmuro, ella me da una sonrisa ligera. Pasan un par de minutos hasta que Danielle decide levantarse y me mira. - Son de una granja, y la novia del chico está... - se frota la cien y me señala con la cabeza la camilla contigua - traumatismo cervical. - ¿Qué es eso? - Un poco de suerte de no quedar degollada - responde, me tapo la boca. Miro a la chica en la camilla, me acerco lentamente, es guapa y trae ropa muy desgastada. De repente abre los ojos, casi salto del susto, miro más de cerca y vuelvo a quedar espantada... Esos ojos... marrón oscuro bastante aterrador, llegan entonces una serie de recuerdos en cadena a mi mente. - ¿Conoces a esa mujer? - murmura Danielle. Mi mente queda totalmente en blanco... Una mujer, es ella nada más y nada menos, ahora una mujer, no como en mi mente que sigue siendo el recuerdo de una adolescente cuando yo también lo era, diferentes entre nosotras, pero en su momento igual de infelices... Crecí con tanta gente que prometí nunca volver a ver pero aquí está de vuelta la puta Amber. - ¿Granjeros? - pregunto. - Sí, creo que está embarazada, no entiendo porqué no la atienden de forma prioritaria, es que ni siquiera toman la molestia de ver si es grave, si tiene una herida penetrante... Se puede morir Skyler... - le tomo la muñeca. - Deberíamos irnos. Ella deja de hablar y frunce el ceño. - ¿La conoces? No respondo nada, pero mientras recoge sus cosas afirmo repetidas veces, salimos de ese hospital a paso largo, me atrae mucho que Danielle sea responsable, pero también que pueda dejar las cosas a un lado cuando no son estrictamente necesarias. Está haciendo frío en la calle, pedimos un taxi para volver a nuestro edificio sin intercambiar palabras, pero cuando llegamos al primer semáforo ella comienza a hablar. - ¿Qué diablos con tu vida Skyler? - lo dice con cierto tono de humor. - Digo lo mismo. - Yo soy realmente nada, estudié, estudio y trabajo, no hay nada más que eso. - También digo lo mismo. Me mira como si fuese una cínica. - ¿No eres de Chicago cierto? - levanta la ceja. - ¿No te gustaría mejor hablar del accidente que acabamos de presenciar? - Incluso tú trabajo es totalmente inconsistente. - Tal vez el tuyo lo es demasiado - respondo. - Diablos Skyler, tienes suerte de ser guapa. - Digo lo mismo. Al fin la chica aparta la mirada de la ventana y ríe. - ¿Quién era esa mujer? Vamos, dime... - Me sacó del closet - respondo de forma tranquila, Danielle me mira con interés - ...A la fuerza. - ¿Fue tu novia? Arrugo la nariz. - Para nada. Escucho una notificación de mi móvil, así que lo saco y aprovecho para pasar el brazo deliberadamente por el hombro de la castaña que se acomoda en mi hombro. Me atrae el tema de no darnos ni besos en las mejillas pero estar casi todo el tiempo abrazadas. - Oye... Sé que es una tontería en esta situación pero tengo antojo de un trago sabes... Como un... Danielle suelta una risa y en menos de media hora desviamos el recorrido del taxi directo a la casa de unos amigos de ella, que siempre tienen (por alguna razón) planes para estar ebrios o drogados los fines de semana. El único que conozco es Gabriel, un tipo de baja estatura, moreno, bonitos ojos y gafas enormes, recuerdo que cuando lo conocí bromeé una semana entera con que me atraía, para salir con él a sus fiestas... Luego claramente, se enteró que yo iba secretamente tras su amiga. - Hoy el ambiente es pesado - nos informa el chico a las dos antes de abrir una puerta en una terraza - y llegaron tarde. - Sólo vengo por un trago - respondo, Gabriel se burla en silencio. Abre y entramos a un lugar con sensación húmeda, pero no por agua, la gente está restregandose entre ella como loca y en el piso observo basura, botellas y colillas. Bromeo un rato con Danielle mirando a la gente borracha hasta que llega Gabriel con cervezas que decido tomar como si fuese agua. Bailo un poco, intento recordar los nombres de la gente que Danielle y Gabriel me presentan, paso de la cerveza para tomar algo de tequila y justo cuando en un momento dado me retiro un poco para ojear la vista de la terraza mi mente deja de tener control. Me tranquilizo e intento estabilizarme, descubro que aún no estoy tan ebria como todos los demás ¿Qué diablos? Soy la persona con menos aguante del mundo. Me enderezo y entonces los pulmones casi saltan en mi pecho... A la gente triste le pega más suave el alcohol, no sé quien me dijo eso. De repente me pongo a pensar que hace un rato vi a la persona que más detestaba cuando era niña en un hospital... Ella era como yo, ella vivió lo mismo que yo y se crió de la misma manera, pero al verla ahí malherida, con rasgos de apenas estar viva... Amber la vida son dos días y pude haber sido yo la que estaba ahí ¿Qué es lo que estoy esperado? Meto mi mano al bolsillo del abrigo, y saco la puta carta de una vez por todas. Para saber que no cambiará nada si la leo, que ya no queda nada, que Rose es caótica e impredecible y eso simplemente ya no me sorprende, la amé por lo mismo que la dejé, porque ella es todo y a la vez nada, porque todos y cada uno de los días también quise escribirle...           Pero                para                     qué? - ¡Skyler! - escucho que me llaman desde adentro. Me sobresalto tanto que la carta se resbala de mis dedos y sale a volar. Cuando tenía como veinte años me gustaba pensar que no importaban las decisiones que tomara, el resultado siempre era el mismo... pero vaya que tenía un talento especial para engañarme a mi misma, sí importan, siempre importan. Pongo un pie en un silla, subo a ella y con el otro me apoyo en el borde de la terraza, atrapo el papel en el aire, entre mi indice y pulgar, estoy a un paso de caer al precipicio y a un gesto tan simple como abrir los dedos de soltar el papel hacia la inmensidad de la ciudad, para siempre. Pero me vuelvo a incorporar. Voy de vuelta hacia la fiesta, me tomo otro trago de tequila y antes de hacer cualquier otra cosa abro la maldita carta. « Skyler Grey... Se me eriza la piel.
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