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A través de tu mirada.

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Cassandra Sitges lo tiene casi todo, belleza, inteligencia, una muy buena posición económica…

Pero no tiene el amor.

Recién divorciada y totalmente curada emocionalmente decide retomar las riendas de su vida y seguir adelante, el detalle es que se volvió una persona totalmente frívola y superficial.

Todo parece estar yendo de maravilla para ella a nivel profesional cuando por azares del destino su vida da un giro de trescientos sesenta grados, dejándola así a la deriva de la suerte.

Es entonces que conoce a Fabián Bayod, un guapísimo, encantador y peculiar joven que le pondrá su mundo de cabeza, haciéndole ver que no todo en la vida es cómo ella cree que es, por que además él tiene una discapacidad.

Así pues ambos se encontraran involucrados en una relación muy intensa y pasional en la cual los dos deberán poner mucho de su parte para que funcione, ya que tanto el círculo social, familiar, la vida personal y los gustos de cada uno son polos totalmente opuestos.

Cassandra deberá elegir entre lo que dicen y piensan los demás o lo que su corazón le dicta.

Además de que por primera vez podrá ver la vida a través de los ojos de alguien más que no sea ella misma, cayendo en cuenta de que lo más importante es el amor y no las cosas materiales, pero también se mostrará a sí misma que es capaz de amar y defender a capa y espada lo que ama, ya que ella cree fervientemente que la discapacidad no tiene que ser una limitante en cuestión de las relaciónes interpersonales.

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Capitulo 1.
Cassandra estaba sentada bebiendo una taza de café mientras tenía la mirada fija en el monitor de la computadora. Estaba muy concentrada actualizando el catálogo de propiedades para la agencia de bienes raíces en la que trabajaba y también era socia. Mentalmente estaba agotada, se había pasado toda la mañana revisando contratos de compra y venta de varias propiedades en la ciudad. Además tenía que ver a un cliente para mostrarle una de las Villas del Emine a las cuatro de la tarde. Si lograba convencerlo de comprar la villa, se llevaría una cuantiosa comisión. - Cass... ¿Estás ocupada?. Le preguntó Andrea, su asistente. Cassandra alzó la vista y la miró con evidente exasperación. - Dime... - Llamó el señor Cazares, dijo que quería saber si aún sigue disponible Lotus tres. Le preguntó la joven. - No, dile que ya se vendió. Pero que si aún le interesa comprar en la zona, el martes por la mañana puedo mostrarle Estravaganza. Le respondió Cassandra para luego seguir con lo suyo. Andrea asintió y salió de la oficina en silencio. “Viejo idiota, le dije que no podía darse el lujo de tomarse el tiempo para decidirse”. Pensó Cassandra irritada. Al cabo de un rato, se puso de pie y se calzó sus altas zapatillas de vértigo Christian Louboutin. Se miró unos segundos en el enorme espejo que cubría la mitad del muro azul gris de la enorme oficina, la cual tenía una espectacular vista de la metrópoli. Se retocó el labial, rojo granate y luego tomó su saco del perchero. Al salir de su oficina se dirigió al ascensor con evidente altivez; Una vez dentro presionó el botón que llevaba al lobby del rascacielos. Esperó unos minutos al balet parking y una vez le hubieron entregado su coche comenzó a conducir por la ciudad. En éso su iPhone sonó, desvió la mirada un poco al asiento del copiloto y vió que era su madre quién la llamaba. Contestó con el speaker de la camioneta, inmediatamente se arrepintió ya que la voz de su madre sonó por todo el interior de la Porsche Cayenne. - Cassandra, no me has hablado en toda la semana... Dijo la voz de Catalina evidentemente molesta. - Ay mamá... éstoy ocupadisíma. Le respondió Cassandra fingiendo el tono de voz para sonar más agudo. - Tu papá dice que quiere que vayamos a tu departamento para cenar contigo ésta noche. Cassandra miró por el espejo retrovisor y vió que detrás suyo había una Suburban intentando rebasar, al final optó por cederle el paso. - No ma'... no quiero cenar en mi depa hoy... ¿Que les parece si vamos a cenar al Zaragoza. Preguntó. - Está bien. Deja le digo a tu papá... Espérame... ¡JULIO! Dice Cass que mejor vayamos al Zaragoza hoy por la noche, que no quiere cenar en su casa. - ¡Okey!... Dile que está bien. Alcanzó a escuchar la voz de su papá al fondo. - Dice tu papá que está bien. Le contestó Catalina. - Bien, los veo a las siete en el restaurante. Los amo, bye. Le respondió Cassandra y les colgó. - Oye Siri, llama a Andrea Miramontes. Le dijo a la asistente virtual. “Llamando a Andrea Miramontes”. Respondió Siri. Al cabo de unos cuantos segundos, se escuchó la voz de Andrea. - Dígame jefa, ¿En qué la puedo ayudar?. Le preguntó la joven. - Hazme una reservación para hoy a las siete en el Zaragoza para tres personas. No celebraciones. Dijo Cassandra mientras esperaba a que se pusiera el semáforo en verde. - Sí. Le envío la confirmación por Whats*pp en unos minutos. Le respondió Andrea. - Gracias. Si preguntan por mí, Armando o quién sea diles que no voy a regresar a la oficina hasta el Lunes. Me voy a tomar el fin de semana, mañana es el cumpleaños de mi papá y no quiero que me moleste nadie. Le pidió Cassandra. - Sí jefa. Le respondió la chica. - Hasta el Lunes. Se despidió. - Hasta el Lunes, jefa. Buen fin de semana. Y colgó. Vió a su cliente a las cuatro tal cual habían quedado, al parecer a la esposa de éste le había encantado la villa. Cassandra sabía cómo vender, cuando iban matrimonios al recorrido, ésta siempre volcaba toda su atención a las mujeres, pues sabía bien que éstas eran las que tomaban las decisiones, además de evitarse negativas a causa de los celos que podría provocar. Cassandra era muy guapa, de hecho era muy hermosa. Tenía el cabello castaño oscuro, la piel muy blanca y tersa, enormes ojos azules y largas pestañas.Su nariz era fina y respingada, de pómulos altos y pronunciados. Sus labios eran generosos y muy rosados, su cuello era largo y delgado, muy elegante. Además tenía un cuerpo espectacular, de infarto; Gracias a las dos horas diarias que dedicaba por las noches al ejercicio. Cuidaba mucho su alimentación, ya que de niña era un poco gordita. A eso de las seis y cuarenta y cinco minutos, condujo hacia el restaurante, una vez ahí la hostess la llevó hasta su mesa. Sus padres aún no habían llegado, así que se tomó el tiempo de ordenar una copa de Cabernet. A Catalina no le gustaba que ella bebiera alcohol. A pesar de que tenía veintiocho años, aún le preocupaba lo que sus padres pensaran de ella. Tanto le preocupaba la opinión de ellos que había estudiado administración de empresas y negocios internacionales. Se unió a la agencia de bienes raíces One Century, poco después se casó con Diego Escorza (El hijo del dueño) y poco después se divorció de él ya que lo encontró follandose a la recepcionista en su propia cama. Lo peor del caso es que aún así se quedó trabajando en la agencia, ya que se había vuelto socia de la firma. Para su desgracia, tenía que ver a Diego y a Amanda todos los días en la oficina, pero ella hacía como que no le importaba en lo más mínimo, en parte se debía a qué consideraba a la chica demasiado vulgar e insignificante. Le hubiese traumado en demasía si le hubiesen puesto el cuerno con alguna empresaria famosa o con alguna médica, o importante abogada... no con una simple recepcionista que a duras penas había logrado terminar la preparatoria. Además tenía celulitis, los dientes disparejos y era medio feucha. Le ayudaba que se medio sabía maquillar y se esmeraba en andar medio bien vestida. Diego le había afirmado que estaba ebrio cuando éso sucedió, sin embargo Cassandra ya había tomado la decisión de dejarlo. Y a pesar de que ésta ya no tenía interés en él, éste aún la buscaba, mientras ignoraba deliberadamente a Amanda... Abrió su Faceb**k y actualizó su estado. Comenzó a ver los estados de sus conocidos, Cassandra siempre considero que no tenía amigos. - ¿Le sirvo otra copa?. Le preguntó el mesero. Cassandra alzó la vista del celular y vió que ya se había terminado el vino. - Sí, por favor... pero que sea rápido. Avísame con señas cuando entren mis padres, Javier. Le contestó, ya que conocía al joven de tanto que iba al restaurante. El muchacho asintió frenéticamente y luego fué a toda prisa al bar por más vino. Ya eran las siete con diez y Javier se acercó rápidamente a ella. - Ya llegaron sus papás, el balet parking ya les tomó el coche. Le dijo el joven. - Anda... llévate la copa. Le dijo ella apurando el último sorbo de vino que le quedaba. - ¿Quiere que le ponga la botella para llevar?. Le preguntó él. - Sí. Pero que no se enteren. Le dijo ella, mientras le pasaba un billete de quinientos pesos por debajo de la mesa. El muchacho asintió y se fue corriendo. - Hijita... Dijo Catalina mientras la abrazaba. - Hola mamá... Le respondió ella mientras olisqueaba el característico perfume Aventus de Creed. - Mírate... cada día más flaca. Julio, ¿Ya viste a tu hija?. Le preguntó Catalina a Julio. - ¿Que tiene?. Ahora le preguntó él. - ¡Mírala! Está flaquisíma. - Estás loca, yo la veo muy bien. Contestó Julio moviendo la mano con desaprobación. Catalina hizo una mueca de disgusto. - ¿Cómo estás 'mija?. Le preguntó Julio dándole un beso en la frente. - Bien pa'... ¿Y tú?. - Pues que te puedo decir... ya estoy viejo. El Lunes tengo que ir a ver al cardiólogo y luego tengo que ir con el urólogo. Le contestó muy triste. - ¿Y éso?. - Pues al cardio por rutina, me tienen que hacer un electrocardiograma, ya ves desde que me andaba infartando el año pasado tengo que ir cada cierto tiempo. Y al urólogo por qué no estoy orinando muy bien del todo. Ya todo me duele 'mija... ya estoy viejito. Le dijo Julio. - Ay papá... - Pero pues así son las cosas... tu madre y yo ya estamos más para allá que para acá... En éso Catalina lo miró ofendida. - Dirás tú más bien. Yo aún estoy joven, a mi nada me duele. Dijo ella muy molesta. - Ay sí cómo no... lo dice la que ayer estaba jode y jode con que le dolían las rodillas. - Claro que no fué por vieja, fué por el ejercicio. Yo, a diferencia tuya si hago ejercicio. - Las piernas son lo que te duelen por el ejercicio, los músculos para ser exactos. Si te duelen las rodillas, los huesos o articulaciones es por vejez. Vé a Sandi, ella hace ejercicio todos los días y no la ves quejándose de que le duelen las rodillas. Contestó Julio muy seguro. Cassandra no pudo evitar soltar una risa. - Ya cállate. Mesero... Le ordenó Catalina. Julio miró a Cassandra y le guiñó un ojo, luego se acercó a ella y le dijo en voz baja. - Fíjate cómo le quito lo enojada. Cassandra asintió. - Pero amor, déjame decirte que de todas tus amigas del club, tú éres la más guapa y la que mejor se ve. Le dijo Julio con tono extremadamente meloso. Catalina lo miró de reojo y luego alzó el mentón con gesto altivo. - ¿Y tú qué andas viendo a mis amigas?. - Ay mi vida, pues nada, pero cuando estás con esas viejas cotorras, chismosas y presumidas las opacas en todos los sentidos. Catalina sonrió con suficiencia. - Lorenza es más joven que yo. Dijo ella con evidente escepticismo. - Pues se ve más grande. Debe ser porque la pobrecita no sabe vestir. Dijo él muy seguro. Catalina sonrió de nuevo. Luego de cenar se pusieron a platicar sobre política, economía y conocidos; Cuando de repente Catalina se exaltó. - ¡Julio!. Gritó haciendo que el pobre diera un brinco sobresaltado. - ¿Que paso?. Preguntó nervioso. - Pues que quedamos de ver al compadre a las diez para darle las invitaciones a la graduación de Ana Sofía. Dijo ésta evidentemente nerviosa. - Ay, me espantas. Por un momento pensé que era algo más grave. Total, mañana que vea a Martín se las doy. - No, no, no… Quedamos con Norma y Martín muy formales. Hija, ya nos tenemos que ir. Le dijo Catalina mientras le hacía señas al mesero para que le llevara la cuenta. - No se preocupen, igual mañana los veo en la fiesta. Mamá, yo invito. Les contestó ella. - No, ¿Cómo crees?. Si nosotros fuimos los que te invitamos. Le respondió Catalina ofendida. Cassandra no quería que su mamá llegase a ver la cuenta por qué en ella vendría la botella de vino y el copeo. - Enserio ma'... En éso Javier llegó y le pasó la cuenta a Catalina, Cassandra lo miró molesta cuando vió que el joven le dedicó una sonrisa tranquilizadora. - Listo, quédese con el cambio. Dijo Catalina apenas viendo el total. - Me dió gusto verte mijita... Le dijo Julio mientras le daba un fuerte abrazo. - A mi también papá. Los amo. Les respondió mientras también abrazaba a su mamá. Luego ambos salieron, dejándola sola. - Puse en una cuenta separada la botella señorita Sitges. Le dijo el muchacho. - Como te quiero. Cargale el cuarenta porciento. Le respondió Cassandra sonriendole y dándole su tarjeta de crédito. El muchacho asintió muy contento y pasó la tarjeta en la terminal. - En total serían tres mil doscientos veinte pesos. - Está bien. Le dijo ella. - Tenga su tarjeta, y aquí en ésta bolsa está su botella. - Gracias Javier, que tengas una bonita noche. - Gracias señorita Sitges, igualmente y buenas noches. Rápidamente salió al motor lobby y esperó a que el valet parking le llevara su coche, luego le dió una propina y se subió. Mientras conducía a su casa iba pensando en todo lo que tenía que hacer la semana entrante, así que decidió qué compraría una nueva agenda, ya que se le había terminado la suya. A ella le gustaba escribir en físico sus pendientes, no confiaba del todo en Siri. En éso sonó su celular y vió en la pantalla el nombre de “Eugenia”... su prima. Contestó la llamada con los altavoces de la camioneta, mientras el semáforo se ponía en rojo y la voz de su prima se escuchó por todas partes a volumen muy elevado. - “Güey" no sabes que pasó... Dijo Eugenia con su peculiar tonito. - ¿Qué?. - Regina me dijo que vió a Diego comprando flores y que escuchó que las quería mandar a tu depa. - Que idiota. Le respondió Cassandra poniendo los ojos en blanco. - Si “Güey" que oso la neta... o sea, de qué, el tipo está super mega seguro de que te va a reconquistar y así... - Ay sí cómo no... está idiota. - Oye, Cassie, tú no piensas perdonar al pendejete ése... ¿O sí?. - No “Güey"... ¿Cómo crees? Ése baboso ya fué. Nada que ver. Le aseguró Cassandra. - Oye, ¿Y que haces?... - Voy para al depa, vengo de cenar con mi papás. - ¿Sí?... ay que bueno, ¿Cómo están mis tíos?. - Bien, mi papá me dijo que el lunes se iba a hacer unos chequeos con el médico. - ¿Y éso?. - Pues que por rutina y que no puede orinar bien... - Pobrecito, ¿Que tiene mi “Juyito"? - No se... Le respondió Cassandra mientras el semáforo se ponía en preventiva. - Cassandra, ¿Quieres llegarle a mi casa un rato? Van a venir Alondra y Mafer, quieren que nos echemos unos drinks para precopear y después nos vamos de antro. Le sugirió Eugenia, cuando al fin el semáforo se puso en verde. - No gracias “Güey", lo qué pasa es que neta no estoy de humor para salir y así... - Ay no seas pesada. - Neta no... - Mira, te mande por whats una foto de los chavos que van a ir mas al rato con nosotras al antro. Llegó a la interseccion del crucero entre Av. Libertad y America, en eso apartó la vista unos instantes para ver la foto de los jovenes que irían con ellas, al hacerlo no vió que el semaforo falló, ocasionando que ambos sentidos se pusieran en verde al mismo tiempo, si ella hubiese prestado la atencion necesaria se habria percatado de tal cosa. De repente Cassandra vió una luz del lado del copiloto y luego una fuerte sacudida. Escuchó un ruido seco de algo crugiendo, como si alguien hubiese aplastado una lata gigante, escuchó vidrios romperse y un potente chirrido de llantas. De nuevo más sacudidas y para cuando pudo comprender que había sucedido, había quedado de cabeza, detenida por el cinturón de seguridad y siendo apretada por las bolsas de aire. - ¡¿CASSANDRA?! ¡¿“GÜEY"?! ¡¿QUÉ FUÉ ÉSO?! ¡¿QUE FUE ÉSO?! ¡¿ESTÁS BIEN?! ¡CONTESTAME CARAJO!... Cassandra quiso abrir los ojos y responderle, pero apenas y pudo si quiera lograr emitir un leve gruñido. Y se desmayó. ********************************************** - ¿Familiares de Cassandra Sitges?. Preguntó un médico en voz alta al rededor de una sala de espera. - ¿Cómo está mi hija?. Le preguntó Catalina mientras se acercaba al médico. - Está en terapia intensiva, tiene fracturadas dos costillas, se dislocó el hombro izquierdo, una fractura en el fémur derecho, otra fractura en la tibia izquierda y presenta un traumatismo serio en la cabeza. Ya le están haciendo un electroencefalograma y le vamos a hacer otra tomografía. Está inconsciente, tiene el cerebro muy inflamado... si no logramos bajar la inflamación deberemos inducirla a un coma. Le respondió el neurocirujano. Julio y Catalina se abrazaron desconsolados y llorando, en ése instante llegaron Ana Sofia y Camilo, sus hermanos. - ¡¿Cómo está Cassandra?!. Preguntó Camilo en cuanto vió a sus papás. - El neurocirujano dice que si no logran bajarle la inflamación en el cerebro le van a inducir a un coma. Le respondió Julio muy triste. - Vine en cuanto Eugenia me llamó. Le dijo Ana Sofía. - ¿Pero que le pasó?. Les preguntó Camilo. - Pues según el sargento Pelaez ella se pasó el alto y la chocó otro coche. Le contestó Catalina. - ¿Y el otro conductor?… Preguntó Ana Sofi. - Está en terapia intensiva. Les dijo Julio. ***************************************************** Días posteriores Cassandra logró despertar, su padre le había dicho que el otro conductor estaba con vida, muy grave y que aparentemente no quiso levantar cargos, ya que se demostró en el peritaje que el choque se debió a un fallo en el semáforo, los dos sentidos se habían puesto en verde, así que Cassandra terminó por pagar una multa por conducir en estado de ebriedad y mensajear. Semanas después, cuando por fin la dieron de alta y sus padres la ayudaban a acomodarse en su departamento, su padre le dijo. - Debes ir a terapia de rehabilitación, las cirugías en tus piernas requieren eso… eso dijo el traumatólogo y el ortopédista. Cassandra asintió y luego se quedó viendo largo rato la ventana. - Yo me quedaré aquí para cuidarte por las mañanas… ya por las tardes vendrán Camilo o Ana Sofi… Le dijo su mamá. - Gracias. Le contestó ella. - Y yo te llevaré a las terapias… son cinco días a la semana, así que pasaré por tí … comienzas el Lunes. Le informó Julio mientras dejaba la mochila y él neceser de Cassandra en el sillón. Cassandra no pudo conciliar el sueño en toda la noche, el recuerdo del accidente se seguía repitiendo constantemente en su cabeza. Para cuando salió el sol, Cassandra parecía un mapache, literalmente tenía dos enormes ojeras al rededor de los ojos. Estuvo varios días en su departamento, de vez en cuando la visitaban conocidos, incluso Andrea fué varias veces para verla y llevarle un Chai de St*rbucks. Le fastidiaba no poderse mover por su cuenta, esa misma tarde llegó el médico para retirarle los fijadores de las piernas y sabrá Dios qué cosas más. Le habían quedado unas enormes cicatrices en el muslo y en la tibia, pero teniendo en cuenta la gravedad del accidente poco le importó. - ¿Quieres ordenar una pizza?. Le preguntó Ana Sofi. Cassandra alzó la vista de su Mac y se dió cuenta de que estaba muy hambrienta. - Prefiero unos tacos… Le respondió. - Bueno… ya vuelvo. Le contestó Ana. Cassandra se movió con la ayuda de su silla de ruedas y se vió en el espejo, llevaba mucho tiempo sin mirar su reflejo por temor de verse y que no le gustase lo que él espejo le llegase a mostrar. Sin embargo lo que vió fue que había bajado mucho de peso estando inmóvil. Después de cenar se fue a dormir con la ayuda de su hermana. El lunes llegó y con él llegó Julio, tal cual se lo había prometido. La clínica se hallaba a tan sólo veinte minutos de su departamento; el lugar era muy bonito y moderno. Tras registrarse en la recepción y le hubiesen dado un recorrido en el lugar la enviaron al edificio B del complejo, donde conoció a su fisioterapeuta llamada Esther. En verdad odió con toda su alma las terapias, no solamente eran dolorosas, si no también bastante incómodas. El proceso era lento y muy molesto, lo que más le fastidiaba eran los “ánimos” que Esther le daba, su actitud positiva y la “alegria” que se respiraba en él lugar. A donde sea que Cassandra voltease, sólo veía gente amputada, con prótesis, gente lisiada o con algún tipo de discapacidad. ¿Que tenía de alegre y positivo aquel sitio?. Cassandra había quedado coja probablemente para siempre y Esther le soltaba comentarios de refuerzo positivo. Bastante frustrada puesto que ya llevaba yendo aproximadamente cuatro meses y no veía ninguna mejora decidió escapársele a Esther, así que a toda prisa como le permitieron sus fuertes brazos aceleró su silla de ruedas por el pasillo hasta los jardines. Cuidando de que nadie la viera, rebuscó en su bolsa y sacó unos cigarros M*rlboro rojos y encendió uno. Llevaba seis años sin fumar, pero últimamente sintió muchas ganas y recayó. - Fumar dar cancer. Le dijo una voz grave, ronca e increíblemente sexy. Cassandra se giró y vió sentado a un hombre impresionantemente atractivo. Era muy alto, atlético y con mucho porte. Su piel era clara y su cabello castaño y corto, su nariz era recta y muy respingada, su boca era pequeña y tenía labios carnosos. Sus cejas eran oscuras y definidas, tenía unos preciosos ojos, de color peculiar y tenía hoyuelos en las mejillas ya que estaba sonriendo. Parecía muy relajado tomando el sol ahí sentado en la banca despreocupadamente. Las largas y gruesas pestañas proyectaban unas oscuras sombras en sus ojos. Llevaba el cabello peinado hacia atrás en un corte desvanecido, mostrando así pues su cabello ondulado en el fleco… haciéndole ver muy moderno y muy guapo. Tenía el rostro muy bien afeitado y su ropa era muy casual, entre lo aesthetic y lo formal. Cassandra parecía embobada con aquel joven. - Ya se que da cancer… Logró decirle al cabo de unos segundos. El joven sonrió aún más al escuchar la voz afónica de Cassandra, ya que desde que era niña tenía la voz ronca y grave aún a pesar de ser mujer. - Por tu voz escuchó que llevas mucho tiempo fumando. Le dijo él. - Llevaba muchos años sin fumar. Le respondió ella. El joven cerró sus ojos y se mostró a sí mismo disfrutando de los rayos del sol. - El sol también da cancer. Señaló Cassandra. - Bueno… entonces los dos estamos tratando de tener un poquito de cancer. - Supongo… Coincidió ella. - ¿Si llevabas muchos años sin fumar porque retomaste ese mal hábito?. Preguntó de repente. - Pues… la he estado pasando mal últimamente. Reconoció Cassandra. - ¿Porque?. Preguntó él. - ¿A caso eres ciego? ¿Que no ves que estoy en una maldita silla de ruedas?. El joven abrió los ojos y se puso de pie, para después comenzar a estirar los músculos. Cassandra contempló embobada el precioso cuerpo de aquel hombre, debía medir al menos un metro con noventa. Apenas Cassandra iba a decir algo más cuando apareció Esther evidentemente molesta. - Cassandra… ¿Por que te fuiste? ¿Si sabes que no se puede fumar dentro de las instalaciones verdad?. Le preguntó Esther. Cassandra tiró el cigarro y esbozó una tímida sonrisa. - Pensé que no habría problema si fumaba en un espacio abierto… perdóname. Le respondió ella. - Que no se repita, ¡Ay! Hola Fabián… no te ví. Le dijo Esther ruborizándose al percatarse de la presencia del joven. - Descuida, yo tampoco te vi. Le respondió mientras se giraba para tomar su mochila. Esther soltó una risita ahogada y comenzó a empujar la silla de Cassandra devuelta al interior del edificio. - ¿Lo conoces?. Le preguntó Cassandra evidentemente interesada en aquel precioso ejemplar. - Sí. Da clases de música aquí… y también ofrece terapia. Le contestó Esther. Así pues a partir de ese día, Cassandra se despertó temprano muy motivada por asistir a las terapias, incluso se arregló más de lo normal y se fue muy maquillada. Ana Sofía al verla inmediatamente sospechó sobre la actitud de Cassandra. - ¿Y eso que vas así de arregladisima a las terapias?. Le preguntó con ojos inquisitivos. - Pues ya me harté de andar toda fea por la vida. Anda ayúdame a bajar al lobby que no tarda en llegar mi papá. Le instó Cass. Una vez en la clínica, Cassandra buscó con la mirada por todas partes al tal Fabián, pero no lo encontró. Muy desmotívada y aburrida tomó las terapias y al salir pasó por uno de los salones donde vió a un grupo de personas tocando música, entonces lo vió a él sentado en frente de todos y tocando un violonchelo. Lucía devastadoramente hermoso. Los estudiantes eran personas con diferentes discapacidades, quienes recurrían a la música como método de terapia. Cassandra se introdujo en él aula y se quedó escuchando a Fabián tocar algo de Chaikovski. Para cuando terminó la sesión, varias personas comenzaron a despedirse y Fabián se quedó sentado mirando a ninguna parte con la mirada perdida totalmente concentrado. En eso sonrió y se giró para tomar el estuche del violonchelo y comenzar a guardarlo. - ¿Viniste a fumar aquí?… Le preguntó. Cassandra esbozó una sonrisa y se acercó a él. - Escuché la música y me quedé. Reconoció ella sonriéndole coquetamente. Pero Fabián parecía más entretenido con el estuche del instrumento que en ella, ni siquiera le dirigió una mirada tras ponerse de pie y darle la espalda de manera muy descortés. Cassandra no pudo evitar sentirse ofendida por aquella muestra de descortesía y se lo hizo saber. - ¿Siempre eres así de grosero con las personas?. Le preguntó ella. Fabián siguió con lo suyo y comenzó a reír. - ¿Porque soy grosero?. Preguntó él. - ¿Sueles darle la espalda a la gente todo el tiempo?. Fabián entonces se giró y se sentó de vuelta en la silla. - Lamentó mucho si te ofendí, no ha sido mi intención… cómo podrás darte cuenta no se donde te encuentras exactamente. Le respondió él sin dejar de sonreír. Cassandra frunció el ceño totalmente confundida. - ¿Cómo que no sabes dónde estoy?. - De saber se que estás en frente mío a unos metros, pero tu ubicación exacta se me dificulta… ¡Ah! Lo qué pasa es que no te has dado cuenta de que soy ciego… Dijo él sonriendo. Cassandra abrió la boca anonadada. - ¿Eres ciego?. Repitió ella mientras comenzaba a mover las manos en frente de Fabián. - ¿No te percataste de eso?. Le preguntó él comenzando a reír. - Pues no pareces ciego… te mueves muy fácilmente y cuando hablas con uno hasta parece que lo ves. - Me muevo así con facilidad por que conozco mi entorno de memoria, pero aquí está mi bastón… y lo de “mirar” en donde están los demás es por pura casualidad… me imagino donde están las personas por el sonido de su voz… no siempre fui ciego, quedé ciego progresivamente cuando tenía más o menos trece años… pero aún así mis ojos se mueven por inercia. Repuso él. - ¿Como supiste que era yo?. Preguntó Cassandra. - Por tu perfume Perri Ellis y porque hueles a cigarro. Le contestó Fabián comenzando a reír. Cassandra recordó lo que le había dicho el día anterior y se sintió mal. - Lo lamento… Ayer… Dijo ella, pero no terminó la oración ya que llegó Esther. - Aquí estás… Cass, llegó tu padre.

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