Capítulo 4

1514 Words
-Eso es ciertos- dijo Shannon al tiempo que echaba un poco más de tierra alrededor de las caléndulas. Las flores parecían estar sonriéndole y ella les devolvió la sonrisa.  -No es como para envidiarte-murmuró Edith con la vista puesta en el camión n***o polvoriento aparcado en la acerca de enfrente.  -Bueno, no sé mucho de flores, pero le tengo cariño a mi jardín -respondió Shannon, malinterpretando adrede las palabras de su vecina.    -Me refiero a ese- contestó Edith- Digo que no es como para envidiarte por tener > de vecino. A saber los problemas que te traerá.     -No veo por qué iba a causarme el menor problema-Shannon miró hacia el camión. La noche anterior había ido a la tienda a dar una clase y al regresar a casa, en torno a las diez, había visto el camión. Cómo no, el chisme se había propagado con la eficacia acostumbrada y, en efecto, Reece Morgan había vuelto a la ciudad.     -Los de su calaña no necesitan razones para molestar.     -Hace veinte años que no lo ves. Puede que haya cambiado.     -El que es malo por naturaleza es malo toda su vida- sentenció Edith-. Ya lo verás: se acabó la tranquilidad en Serenity Falls.      -Quizá hasta nos venga bien un poco de animación- señalo Shannon.     -No la clase de animación >-contestó en tono despectivo-.No se me ocurre a qué ha venido. Ni lo queríamos antes ni lo queremos ahora.     Hasta ese momento, Shannon se había reservado su opinión sobre Reece Morgan. Aparte de una ligera curiosidad, apenas había pensado en aquel hombre. Pero le disgustaba el desprecio con el que Edith se refería a él. De pronto se imaginó la clase de bienvenida que Edith le habría dado al chiquillo de doce años que acababa de quedarse huérfano. Y seguro que su abuelo había sido demasiado severo con él. Shannon se incorporó y se puso de pie.     -El caso es que estaba pensando que sería un detalle invitarlo a desayunar- dijo mientras se sacudía las manos sobre los pantalones.     -¿Invitarlo a desayunar?-repitió espantada, como si acabase de anunciar que iba a ponerse a bailar claqué desnuda en medio de la ciudad-. No lo dirás en serio.     -¿Por qué no?-replicó Shannon con una sonrisa que habría servido para prevenir a una mujer más observadora que Edith.     -Porque es un vándalo, por eso. Me destrozó las petunias con la bici-dijo en tono triunfante, como si no existiese una prueba más evidente de maldad.     -No creo que se deba juzgar a un hombre por una travesura infantil. Si me disculpas, acabo de ver a alguien por la cocina-mintió Shannon.     Luego echó a andar sin dar tiempo a que Edith respondiera, aunque oyó tras ella el ruido de sus zapatillas sobre el suelo mientras cruzaba la calle para establecer una distancia de seguridad de metro y medio ante posibles desastres. Shannon sabía que, nada más encerrarse en casa, la mujer iría a la ventana para espiarla. Motivo por el cual siguió directa hacia la casa de Reece Morgan , a pesar de que su primer impulso había perdido fuerza. Lo último que le apetecía era invitar a desayunar a un desconocido, pero era demasiada testaruda para echarse para atrás.     -Esto te pasa por no saber contenerte- murmuró mientras subía los escalones del porche-. Seguro que me toma por una loca añadió pensando en Reece Morgan.     Pulso el timbre de la puerta y esperó a que respondieran. Casi podía sentir los ojos de Edith en la espalda. Por un lado y un segundo, pensó en darse la vuelta y saludarla con la mano. Pero un gesto así faltaría al protocolo y sería suficiente para que su vecina la incluyera en la lista de vándalos junto a Reece Morgan, el asesino de petunias. La cara de espanto de la anciana al anunciarle que iba a invitar a desayunar a Reece la hizo sonreír.     No era la forma en que había planeado pasar la mañana, pero no podía negar que tenía ganas de poner cara al misterioso hombre del que todos hablaban en la ciudad. con todo lo que había oído sobre él, estaba preparada para encontrarse cualquier cosa, desde un cabeza rapada tatuado hasta un motero con gafas de sol.     Lo que no había previsto era que le abriera la puerta un hombre de metro noventa, medio desnudo y con el torso húmedo. Debía de acabar de salir de la ducha, pensó Shannon mientras admiraba sus espectaculares pectorales, cubiertos por un vello rizado y oscuro en forma de cruz, que bajaba hacia unos músculos abdominales fabulosos hasta desaparecer bajo la cintura de los vaqueros. La sorprendió el esfuerzo que le costó apartar la vista para mirarlo a la cara.     Era increíble. Le pareció injusto que su rostro fuese a juego con aquel cuerpazo: cabello n***o tupido, ligeramente despeinado, largo hasta rozar el cuello de la camisa...si hubiera llevado una puesta. Tenía pómulos marcados, una nariz contundente y una barbilla que le daba un aire tenaz. Veinte años atrás habría sido incluso > guapo, pero la edad y la experiencia habían endurecido un poco sus facciones, confiriéndole un atractivo mucho más potente que la simple belleza de un joven poco curtido en la vida.     Nada de cuanto había imaginado se ajustaba al hombre que tenía ante sus ojos. Ni la había preparado para la presión que estaba sintiendo en el estómago, una reacción de alerta ante tanta masculinidad. Hacía mucho tiempo que no notaba algo así y estaba tan aturdida que no podía sino mirarlo en silencio.     Lo primero que Reece pensó fue que jamás había visto unos ojos azules tan claros, resaltados por largas pestañas negras.Lo segundo que pensó fue que ojalá no fuese una vendedora, pues su capacidad de rechazar una venta sería mínima bajo el influjo de aquellos ojos.     Claro que no parecía que fuera a venderle nada. Llevaba una camiseta azul descolorida que se ceñía al cuerpo en los sitios adecuados y unos pantalones cortos que dejaban al descubierto unas piernas inacabables.Tenía un poco de suciedad en una mejilla y llevaba el cabello, pelirrojo, recogido en una coleta. Su aspecto de sus facciones. Reece se sorprendió sacando pecho y metiendo tripa en un gesto instintivo.Reacción que lo molestó y le resultó curiosa al mismo tiempo.     -Buenos días- la saludó al ver que la mujer no se decidía a romper el silencio.       -Shannon  se puso colorada, de súbito consciente de que había estado comiéndoselo con los ojos como una adolescente ante su estrella de rock favorita. Presa de la confusión, dijo lo primero que le pasó por la cabeza:    -¿Te apetece desayunar?     -¿Desayunar?-repitió él, intentando sonar como si estuviera acostumbrado a que aparecieran mujeres bonitas en su puerta para invitarlo a desayunar. Era una lástima: parecía una mujer normal, pero era evidente que le faltaba un tornillo.     -Somos vecinos-explicó Shannon cuando advirtió la expresión vacilante de Reece-No pretendía ser brusca.Es que no te esperaba - añadió. tratando de salvar la situación, pero enredándose más si cabía.     Reece enarcó las cejas. La mujer parecía aturullada pero cuerda. Se apoyó en el marco de la puerta. Estaba empezando a disfrutar de la situación.     -Pero eres tú la que ha llamado- le indicó con suavidad.     -Ya...Pero no te esperaba...a ti- Shannon hizo un gesto de la mano con el que abarcó los ciento noventa centímetros de hombre que media Reece. A este le brillaban los ojos como si estuviera conteniendo las ganas de echarse a reír, de modo que Shannon hizo un último esfuerzo por salvar el encuentro con dignidad-. Apuesto a que estás preguntándote si deberías llamar a los loqueros para que me encierren.     -Se me ha pasado por la cabeza-reconoció Reece y ella no pudo evitar soltar una risotada.     -¿Puedo empezar de nuevo?     -Adelante.     -Soy Shannon Devereux- se presentó tras respirar hondo-. Tu vecina.     -Reece Morgan- contestó él al tiempo que le ofrecía la mano. Shannon la aceptó y se sorprendió al sentir la corriente eléctrica que le subió por el brazo.     -sé quien eres-dijo ella después de retirar la mano-. Te estábamos esperando.     -¿>?-Reece miró más allá de Shannon, la cual maldijo la facilidad con que sus mejillas se sonrojaban. Se lo tenía mereciendo por impulsiva.Si hubiera seguido  en sus asuntos en vez de reaccionar a la acusaciones de Edith Hacklemeyer, seguiría arrancando hierbajos y disfrutando del sol. Y no el lío en el que se había metido, delante del hombre más atractivo que veía en años y dándole la impresión de que estaba mal de la cabeza.     -Digo que todos sabían que ibas a venir - aclaró Shannon.     -¿Todos?- Reece frunció el ceño. Había pasado demasiado años tratando de pasar desapercibido, pero sabía que en las ciudades pequeñas era casi imposible mantener en secreto una noticia. Además, ya no le importaba. Ya no tenía por qué ocultarse. Simplemente, no era tan fácil romper con las viejas costumbres-. Pues no es que haya puesto un anuncio en el periódico y en todas las revistas (>) más reconocidas, y vendidas en Serenity Falls.
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