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Maestro de Marionetas

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¿Tener tu propio negocio? ¿Ser tu propio jefe? ¿Disfrutar de una vida de delicateses y placeres hasta donde la imaginación humana alcance? ¿Te gustaría eso? ¿Vivir sin preocupaciones? ¿Sin deudas? ¿Con buen estabilidad económica? ¡A todos nos gustaría eso! Pero seamos realistas, es imposible conseguir eso en el 2048. Después de una pandemia catastrófica a manos de una desconocida enfermedad, los precios han subido por las nubes, estar vivo cuesta más de la cuenta. Deudas a por montón, suicidios por la desesperación de no saber que hacer en el mañana, los ricos haciéndose más ricos, mientras que los pobres mueren revolcados en su desgraciada vida.

De aquella crisis económica y sanitaria salió un proyecto piloto, llamado 'Empresas Zen', cinco empresas en total, ubicadas una por continente, donde daban empleo a más de 100 millones de personas y con más de mil cedes ubicadas en cada rincón del mundo. Ya no había excusa de 'falta de empleo' habían a por montón ¿el problema? Será mejor que te deje para que lo descubras.

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Capítulo 1: El Sistema, Parte 1.
Me siento como si estuviese soñando, hay una luz tenue en este escenario... Aún no sé si sueño, intentaré pellizcarme (no fue buena idea, si me dolió). Es la oficina donde trabajo ¿que hago aquí? Hoy es domingo; mi día libre. Veo a mi jefe ¿Qué hace aquí? Los domingos no viene. Que raro. —Ey, jefe, buenos días, me sorprende verle aquí—digo trotando a paso suave hacia él. Me hace caso omiso—Jefe... — —Señor Mason—dice entrando por la puerta de reclutamiento de personal. —Si señor—digo al mismo tiempo que otra voz. Me hago a un lado de la espalda de mi jefe y ¿me veo a mi? Ese soy yo... No, espera... Es él, no, digo, si, soy yo. —Me han comentado de que usted es un buen ejemplar para trabajar aquí—dice entrando, me cuelo detrás de él. —Me encantaría señor, estar laborando y prestando mis servicios a la empresa contratante—dice mi yo... Esperen un momento, recuerdo algo parecido, es mi día de entrevista. Entonces verdaderamente estoy soñando. Paso mi mano por la cabeza de mi yo de aquel entonces y la atravieso. —Excelente—dice mi jefe llamando mi atención. —pondré una música de fondo espero y no le moleste—dice y prende su estéreo (muy anticuado para el año en que estamos). Recuerdo esa música, que molesta era. Agg aún sigue siéndolo. Veo como le da la espalda a ese antiguo yo, de diez años más joven. Me coloco a un lado de él para ver lo que está haciendo. Saca unos cuantos papeles, una aguja y una tela arrugada. Recuerdo bien ese momento tan raro. —Bien señor Mason, será contratado—dice y veo la emoción latente en los ojos de mi antiguo yo. —La firma nos la tomamos muy literal, así que le pido que se piche el dedo con esta aguja y ponga su huella en este pedacito de trapo, es una forma seria, nos gusta mantener lo conservador, además en hoja se mancha feo—dice. Aquel yo parecía poco convencido. A decir verdad, quería el empleo y no me importaba la forma de firma. Me poso detrás de mi jefe y me observo desde ese ángulo pinchando mi dedo, poniendo la huella para después poner mi firma escrita en el trapo y en un pedazo de hoja. Por el rabillo de mi ojo veo como una sombra pasa frente a mis ojos y levanto la mirada. No le doy importancia, a decir verdad, aquella musiquita que está resonando de fondo me pone enfermo y con dolor de cabeza, pese a dos años trabajando para la misma empresa siempre la ponen a medio día y al atardecer aún no me acostumbro y lo que hace es ponerme medio mareado. —Perfecto, puede empezar mañana a primera hora, su horario será de 8 a.m. Hasta las 3 p.m. Y librará los fines de semana—dice sonriente extendiéndole la mano a aquel hombre sentado. Aquel yo no leyó bien el contrato, pero parecía feliz por empezar ya y por ese horario tan chulo. Ahora que lo pienso, me fascinaba ese horario ¿por qué me lo habrán cambiado? No recuerdo. —Lo des sueldo mi asistente ya se lo informó el día de la pre-entrevista, entre usted y yo, no le diga a nadie que no lo entrevisté, un pequeño secreto—dijo guiñando un ojo. —Ande, de prisa salga, para que le den el uniforme y todo lo que necesite hombre—dice apresurado. Mi yo de ese tiempo sale de prisa, el hombre cierra la puerta detrás de mí... No, de él. Le pone seguro, ni siquiera me avispé a salir. —Por fin, uno más, a este tiempo está empresa española ganará a las otras por tener más empleados comprados—dice riendo. Me acerco a él y veo como observa mi huella en el trapo y la firma, la dobla muy delicadamente y de su escritorio saca algo parecido a un muñequito de trapo. —El sistema— Doy la vuelta asustado al sentir ese aire helado en mi oído. Lo que veo me dejó calado hasta los huesos. Una figura no tan humana, sin cejas, con la sonrisa extendida hacia las orejas y los ojos casi brotados de las cuencas, sin nariz. Retrocedo despacio, pero eso se me acerca—El sistema—dice con voz sería. Parece que sonríe en contra de su voluntad. Retrocedo lo más que pueda, pero sigue insistente. Mientras que mi jefe está desquitado de nosotros, en lo suyo. —Déjame en paz—pido rodeando el escritorio, usando a mi jefe de escudo. —El sistema—dice moviendo su cabeza escasa de cabello de un lado a otro, poniéndose frente al escritorio—no puedes huir del sistema—dice señalándome con sus huesudos dedos. Niego ¿pero de qué me habla? Veo por unos momentos aquel muñeco de trapo que sostiene mi jefe en sus manos muy descuidadamente... ¿Pero que carajos? ¡Soy yo! ¿En tela? —EL SISTEMA—grita aquella cosa atroz, recordándome que sigue aquí. Veo como se abalanza sobre mi abriendo su boca de manera descomunal. —NOOOOOOO—grito cuando ésta me toma por los hombros y su boca quiere morder la mitad de mi cara. ... Sudado y envuelto en sábanas despierta el hombre de aquella horrible pesadilla, si así se puede decir. Repasa la habitación con la mirada y respira hondo, no recordaba el por qué despertó así de agitado. Seguro fue un mal sueño. Se levanta, tiende la cama y se dirige al baño, hace sus necesidades y sale con una muda de ropa limpia puesta. Baja a la planta principal, muy alegre. Domingo en la mañana, buenas energías—Buenos días familia—dice sonriéndole a su esposa e hija que yacen sentadas en el mueble. Su mujer se limita a sonreírle y darle un beso—Marion, he dicho buenos días—dice hacia su hija. —Si, te escuché—dice sin apartar la vista de su revista—es opcional contestar o no—dice indiferente. —Marion… — —Marion nada papá, Marion nada—dice y se levanta molesta del lugar. —Aquí vamos de nuevo—dice la madre negando con la cabeza viendo en la dirección que se fue su hija. El hombre va tras ella—Marion, no puedes actuar así tan… — —Antes de tú darme un consejo asegúrate primero de ser un buen padre—dice y cierra fuerte la nevera—padre no es el que engendra, es el que cría—añade—y tu estás de lujo en mi vida, es más ¿sabéis que pensaban de mi en el instituto?—pregunta saliendo de la cocina y mirando ahora a su madre. Esta deja el teléfono móvil y le atiende—decían que era huérfana y que estaba enferma de la cabeza porque supuestamente yo os proyectaba vivos a vosotros—dice en voz alta—deja mucho que decir que de la puerta hacia fuera todo el mundo me creyera huérfana—estalla. —Cariño— —Cariño nada, sois unos esclavos de ese maldito trabajo—dice. Al mismo tiempo que una cachetada impacta sobre su cara; obra de su padre. —No insultes nuestro trabajo, que eso te da de comer a ti—dice su padre con voz ronca. Marion no se lo podía creer. Si su padre fue capaz de pegarle en la cara por la sencillez de maldecir su trabajo ¿Qué otras cosas atroces no le haría por algo más grave? Marion toca tu lado de cara con cuidado. Lágrimas amenazan salir de sus ojos color avellana, no las detiene y caen en una danza silenciosa por sus mejillas. No articuló ninguna otra palabra. Levantó su frente en alto y se dirigió hacia su habitación. —Marion, yo… yo… no pensé en lo que hacía—dice su padre con un hilo de voz. Una vez dentro de su habitación, lloró, lloró por todo. Lloró por el golpe, por unos padres ausentes, por sentirse sola. Maldijo trece veces las empresas Zen, que les habían robado a sus padres. Acostada boca arriba recordó como era antes de ellos trabajar allá. En primer lugar, no vivían donde están ahora, apenas tienen 10 años viviendo ahí y Marion tenía 18 ya. La vida de sus ocho años de edad la recordaba, sus padres eran sus propios jefes, tenían una cafetería coqueta en México que empezaba a tomar popularidad, ella era muy feliz ayudándolos allá. Pese a no ser de nacionalidad mexicana ya tenía las costumbres de allá al 100%. En algún momento las cosas buenas se paran y así fue como aquella cafetería quebró de una forma misteriosa. Antes de que cerraran el local por última vez un hombre apareció en la entraba, ofreciendo una idea tentadora de trabajo en el extranjero, tendrían una casa magnífica, autos y todo lo que desearían. Sonó muy bonito oír eso, aunque el Señor Mason tenía sus dudas, pero era eso o irse a la cárcel por no pagar alquiler, ya que empezaron a escasear los trabajos. Fueron a Europa, en España. Los procesos antes de hacerse legales allá duraron dos meses. El mismo hombre visitaba a menudo la casa donde vivían y le provocaba miedo a la pequeña Marion. —¿Acaso quieres robarte a mis padres?—preguntó en aquel entonces Marion. —Tus padres no son tuyos linda, al menos ya no—dice sonriéndole con sus dientes perfectamente blancos y alineados. Marion no entendía nada teniendo ocho simple añitos. Después de ahí empezó todo el caos. —Linda, no tengo tiempo— —Ahora no puedo— —Tendré horas extras— —Viaje de negocios— —Estoy muy cansado— —Otro día puede ser— —Cariño, ya vendrán mas actividades a las que podré asistir— —Perdón, se me había olvidado que era hoy y había aceptado hacer horas libres— —Linda, hoy es nuestro día libre, mamá y papá quieren descansar, anda, vete a jugar— —No se saldrá de casa a nada, lo tenemos todo aquí— —¿Para qué quieres ir al parque? Estas muy grande para eso— —¿Ir al cine? Es mejor ver las películas en casa— —¿Cenar fuera? Es muy peligroso salir de noche— Todas y cada una de esas palabras fueron dichas y repetidas a lo largo de la vida de Marion. Al punto que ya ni insistía, apenas se había sentir en casa y no salía. En la preparatoria fue diferente, las hormonas, los chicos, chismes, fiestas y todo lo que un adolescente quisiera hacer, pero Marion solo quería una cosa, la atención de sus padres. La puerta de su pieza fue tocada, para luego ser abierta. —Marion, discúlpame por aquella reacción tan animal que tomé—dice su padre. Ella se levanta como resorte y toma su bate de metal, para después subirse a la cama y alejarse de él—Marion… — —Si mi supuesto padre me pegó por una tontería ¿Qué no haría por algo más grave?—pregunta mirándolo con odio. —Te propongo salir a comer helado—dice rápido. Ella lo mira sospechosa es la primera vez en 10 años que saldrían todos juntos de casa sin necesidad de ir al trabajo o escuela. Ella asiente. El sale deprisa y toma su billetera. —Cariño, saldremos a comer helado ¿Te apuntas?—pregunta bajando la escalera y ve a su mujer sentada al lado de aquel hombre le que contrató hace 10 años. Marion baja tras él y lo ve, él culpable de todo. —¿Vais a salir? ¿Pará qué?—pregunta borde. —Porque nos sale de los cojo es salir ¿algún problema metiche lambón?—dice Marion apretando su bate de béisbol y saliendo de atrás de su padre. —¿Qué mal educada acaso no le vais a corregir?—pregunta. —Saldremos a comer helado ¿vienes o no mamá?—pregunta Mario decidida. —Pero si acabo de llegar, no se podéis ir así por así—dice el hombre. —Mira que cosa, no nos importa—dice Marion levantando su bate—si no te largas de aquí te voy a romper el… — —Viniste sin anunciar y nos apetece salir ¿acaso no podemos?—pregunta el padre. Marion lo ve sin creérselo. —Si, pero el trabajo… — —¿El trabajo qué? Es nuestro día libre, Martín no nos jodas, ya lo has hecho otro día en donde te apareces de la nada y nos malogras las salidas es como si te olieras que saldremos—dice. Su esposa está sin creérselo. —¿Dejarás que me hable así?—pregunta Martin con mucha confianza hacia la madre de Marion. —¿Es mi madre tu mujer para estar defendiéndote? ¿No? Pues ruede durísimo—dice Marion. —Martin, nos vamos ya—dice el Señor Mason caminando hacia la salida y abriendo la puerta para su amigo. —No me lo puedo creer—dice indignado este. —pensé que éramos amigos—dice y niega. —Métete tu manipulación por el culo, somos amigos, pero el tiempo de calidad con mi familia está primero que tú—dice. —Ya lo veremos—susurra bajito. El señor Mason omite eso y cierra detrás de él. Ya afuera y de camino a su vehículo el hombre hace una llamada. —Estuvo genial, quizá te perdone tu golpe sin razón en mi cara, pero lo pensaré y me llevaré el bate por si acaso—dice y sale. Minutos después tomaron rumbo hacia la heladería más cercana, se sentaron en una mesa para tres. Mientras el señor Mason fue a pedir los helados la madre de Marion fue al baño. Una llamada entrante del celular de su padre llamó la atención de Marion, miró hacia todos lados y la tomó. —Señor Mason, se le necesita para trabajar horas extra ahora mismo— No puede ser. Maldita empresa—Lo siento, pero mi papá está tomando tiempo de calidad en SU día libre con su hija, así que métanse sus horas extras por el culo, me tienen harta son la empresa más hija de puta que existe ¿sabían? Le lavan el cerebro a sus empleados, lo sé todo—mintió—pero mi padre pudo salir de ese control y déjeme que le diga que, váyase a la mierda y llame a su conejillo de indias Martín, que no sé le dio lo de impedir que mi padre pase tiempo conmigo, váyase al diablo, usted, su empresa y Martín, me tienen harta—dijo y cerró. No sabe por qué dijo lo de Martín, pero lo hizo. Borró rápido esa llamada del historial y entró rápido a cámara, justo a tiempo ya que su padre venía por ahí. Unas cuantas selfies y listo, quizá no sospeche. Su madre llega justo a tiempo y disgustan los helados. Ya en la casa todo transcurrió normal, vieron televisión, jugaron juegos de mesa y cenaron. Marion va a su habitación cansada del día de hoy y ve la ventana abierta. Un escalofrío pasa por su espina dorsal y toma su bate con sus dos manos; su fiel amigo. Ve un bulto que se mueve en la cama, está posicionada y cuando le iba a pegar se levanta. —Espera Marion—dice una voz conocida antes de que ella gritara e intentará pegarle. —¿Emely? ¿Qué haces aquí? Me asustaste—dice Marion. —Es que hoy insulté creo que al jefe de mis padres ya que él quería que pasaran a hacer horas extras hoy en su día libre y en el descuido de ellos le insulté muy feo y ahirs tengo miedo—dice rápido. Marion deja caer el bate. —Yo también hice eso hoy—dice con la garganta seca. Su amiga abre los ojos hasta más no poder y la hamaquea. —Si mi hipótesis es correcta vendrán a por nosotras—dice en susurro. —Deja de decir idioteces, pensé que olvidaste esa locura que me dijiste hace un tiempo—dice y cierra la puerta detrás de ella con seguro y luego la ventana. —¿Eso de que nuestros padres están siendo controlados por la empresa hasta el punto de robar sus almas?—pregunta rápido. —Si, esa idea loca, me eriza los bellos—dice y enciende la luz. —Es una opción—dice y se sienta en un mueble. —papá tuvo un sueño raro en donde se vio a él mismo firmando para las empresas Zen, en un pedacito de tela y luego ponía una huella de sangre. Eso suena a ritual satánico—dice Emely. —Fue un sueño—comenta Marion— a ver ¿Tu papá recuerda que firmó así?—cuestiona. —Él comentó que llegó a la entrevista, firmó un papel y ya—dice subiendo los hombros. —¿Y ya está?—pregunta. Y ella asiente. —Mejor dejemos ese tema ahí—pide y la otra vuelve a asentir. —¿Cuantos días te quedarás aquí?—pregunta. —Un mes—dice subiendo los hombros. Marion asiente y se ponen a hablar de temas triviales. A la mañana siguiente ambas en silencio se quedan en las escaleras que conectan al primer nivel y viceversa, ya que escucharon unas voces diferentes. —Recuerda, no puedes pasar tiempo de calidad con tu hija, desde que firmaste el contrato estás sujeto a nuestros deseos ¿te quedó claro?—pregunta una voz distorsionada. —Si, me quedó claro—dice su padre de manera robótica, para escucharse después la voz de su madre decirlo. —Dile que también bloquee el teléfono suyo, para que la mocosa no vuelva a tomar la llamada—dice la voz de… ¿Martín? —Bloquea el móvil—pide la persona de voz distorsionada. Marion siente el corazón en la garganta y lentamente suben ambas a su recamara. Cierran la puerta deprisa, grave error, ya que se escuchó abajo. —¿No que no había nadie imbécil?—pregunta Martin golpeando a su amigo en la cara, este no contesta porque está en trance. —subamos, tiene que ser la mocosa—dice. Marion cierra la puerta con seguro y pestillo. —¿Qué haremos ahora?—pregunta asustada Emely. —Al armario, deprisa—dice Marion y toma una llave pequeña. La puerta empieza a ser forcejeada. Entran a su armario y cierran la puerta con cuidado. Le ponen un seguro fácil. Con nervios Marion abre una puertilla de su armario y entran ambas por ahí justo a tiempo ya que la puerta fue tirada. Cierran la puertilla secreta del closet, que se camufla bien y empiezan su huida por un tunelcito. —Encontré esto hace un año, ya que había cambiado de habitación—habla bajito. —lleva al patio, allá hay otro escondite, no te preocupes, lo preparé bien—dice Marion. —Esto parece una película de terror—dice Emely temblando. —Déjame ir adelante Eme, yo conozco el sitio—dice y así lo hacen. Detrás de ellas está siento desordenada su habitación y las habitaciones contiguas, buscándolas. Marion y Emely salen por una puertilla llena de musgo y trepadoras, un camuflaje genial. Miran alrededor, como los ciervos miran al ver si no hay depredadores y emprenden su marcha al otro escondite. Es bajo tierra, parece un bunquer. Ya dentro ambas respiran con tranquilidad. —¿Cómo encontraste este sitio?—pregunta Emely una vez después se encienden las luces. —Tengo mucho tiempo libre y sin padres presentes más—dijo. —preparé este lugar por si acaso, instalé con ayuda de josh unas cámaras espías por toda la casa, cada rincón. Y las tengo aquí, cabe destacar que tienen micrófono. El sitio está lo mejor camuflado posible—dice y pone una contraseña que muestran las cámaras—algo bueno saqué del trabajo que tienen mamá y papá, con su dinero, ya sabes—dice. El sitio está bien equipado, electricidad, abanicos, asientos, comidas enlatadas, Internet… —Veamos la cámara de la sala Eme—dice Marion. Reprodujeron lo que grabó anteriormente y el alma a ellas casi se le sale. —E-e-so no es h-humano—dice Emely con los labios pálidos.

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