Capítulo 2

2172 Words
– ¡Lily! – Grito con todas mis fuerzas. Veo como alguien ataja su cuerpo y la hala hacia él, evitando que el auto colisione con ella. Tengo a Leah llora en mi hombro y sé que es por miedo, pero no puedo calmarla cuando yo siento que mi peor pesadilla está cumpliéndose frente a mí. No dejo de correr hasta llegar a una llorosa Lily que se encuentra abrazando a un hombre que ni siquiera me esfuerzo por ver bien ya que me tiro al piso con cuidado de no golpear a Leah y agarro a Lily con mi brazo desocupado. Reviso su cuerpo rápidamente y al ver que no tiene nada grave la abrazo con todas mis fuerzas. – Ya linda, no pasa nada, tranquila, shh – le susurró al oído mientras me meso ligeramente, también le hablo a Leah y después de unos minutos logró calmarlas a ambas. Levanto la vista al hombre que sigue sentado al frente de nosotras, el que salvó a Lily, y noto que nos ve fijamente con una pequeña sonrisa, es guapo, para que negarlo, rubio, ojos azules, también me doy cuenta que tiene un traje que a simple vista luce muy caro. Luce como niño rico. Pero uno que ha salvado la vida de mi pequeña. – ¿Están bien? – pregunta cuando nota mi mirada. Le dirijo la mirada que suelo compartir hacia cualquiera que no sea mis niñas, una con el rostro inexpresivo. – Si, muchas gracias – él me mira unos momentos, pero como no dice nada más, doy por terminada la conversación. Intento ponerme de pie con dificultad cargando a ambas niñas. Conociendo a Lily después de pasar este gran susto no querrá separarse de mí, y Leah todavía no camina distancias tan largas. Agradezco darme cuenta que llevo las bolsas en el antebrazo en donde cargo a Leah. Habría sido un terrible desperdicio si las hubiese perdido cuando salí corriendo. – Déjame y te ayudo – escucho que dice el hombre que salvó a mi niña. Lo pienso por un momento, pero al final asiento porque de verdad lo necesito y agarrando mi codo y poniendo su otra mano en mi espalda me ayuda a ponerme de pie, suelto un suspiro al sentir tanto peso y saber que falta tanto para llegar. Será un duro camino, pero yo sería incapaz de pedirle a mi niña que vaya caminando sabiendo el susto que todavía tiene que estar invadiéndola. – Gracias, otra vez ¿tú no te hiciste daño? – le pregunto al recordar la caída que sufrió al salvar a Lily. – No es nada, estoy bien – asiento en su dirección, satisfecha con su respuesta, y sin más, comienzo mi camino a casa con ambas niñas escondidas en cada lado de mi cuello, dejó un beso en la cabeza de cada una. Será un camino complicado y agotador, pero prefiero esto mil veces que pensar en lo que pudo haber pasado si ese hombre no actuaba a tiempo. (**) – Lo siento Am, no me había dado cuenta que te habías quedado atrás – dice cabizbaja Lily. Apenas llegamos a la casa no tarde en dejar a una Leah dormida en la cama y reñir a Lily. Claramente tengo culpa por descuidarla por un minuto, pero, Lily tiene la edad suficiente como para entender ciertas cosas, como lo importante que es ver por dónde camina y saber que no puede cruzar la calle por si misma. – Al sentir que ya no te tomaba la mano debiste frenarte, pudo pasar algo peor si ese hombre no te hubiese salvado, tienes que poner más atención a tu entorno – cruzó mis brazos y frunzo el ceño ligeramente. – Lo siento – susurra. Me doy cuenta de cómo sus manos se aprietan en su regazo y suelta unas pequeñas lágrimas, suelto un largo suspiro y me pongo de cuclillas frente a ella, la tomó de los hombros y la acercó a mí para abrazarla, dejó un beso en su coronilla. – No lo vuelvas hacer – ella asiente y me abraza con mayor fuerza, nos quedamos así un rato hasta que siento como su agarre se afloja y su respiración se calma, la dejo al lado de la cama y voy a hacerles la comida, pronto se hará la hora de la cena. Escucho el sonido de la pequeña chatarra que tengo por teléfono al terminar de cocinar, así que me apresuro a secar mis manos y contesto. No tengo idea de que pueda ser. – ¿¡En donde estás, pequeña mierda!? – la ronca voz de mi anterior jefe se escucha al otro lado de la línea, se encuentra furioso. No tengo idea de que pudo haber pasado para que se encuentre tan molesto, pero seguro que no me espera nada bueno. – Usted me despidió ayer, señor – digo con calma, no es primera vez que pasa esto con él, ya ni siquiera me sorprende. – ¡Me importa una mierda! ¡Te quiero aquí a más tardar una hora! Y te descontare las horas que no trabajaste, pequeña basura – cuelga. Debería y desearía ignorarlo, dar mi renuncia o algo por el estilo, lo que sea que me evite volver a ese lugar infernal, pero no puedo hacerlo, al menos no teniendo que mantener a dos pequeñas nenas. Con un suspiro escribo una nota para Lily en donde le explico por qué no estaré en casa si despierta antes de que llegue y que deje la comida de ambas en la cocina, dejó un beso en la frente de cada una y salgo de casa, caminando a paso rápido. No quiero darle más motivos para que se enoje conmigo. Al llegar al bar de mala muerte para el que soy mesera, escucho los insultos dirigidos a mí de parte de mi jefe y las risitas de las otras chicas que trabajan aquí, que disfrutan de ver como soy humillada y degradada de tal manera. En realidad, nunca fui muy querida en este lugar, ya que soy la única que no le hace "trabajos especiales" al jefe, y dado que las primeras semanas él me prestaba especial atención, las chicas se molestaron y comenzaron a molestarme, cosa que me dio igual, se podría decir que estoy acostumbrada a esto, no es el primer mal trabajo que tengo, y, lo más importante, necesito el dinero tanto como para no poder darme el lujo de renunciar por ese motivo. Después de veinte minutos de gritos e insultos en mi cara, me pongo el uniforme, que consiste en una mini falda negra y un delantal blanco que tapa mis senos, nada más, ah, además de unos tacones negros que me quedan apretados y me lastiman, pero es preferible aguantar el dolor callada que preguntar si hay otro par que puedan dejarme, lo aprendí a las malas. Salgo con una bandeja y con una gran y falsa sonrisa, me acerco a los hombres sin tragos en la mano y les pregunto amablemente sus órdenes, recibiendo todo tipo de respuestas, algunas incluso son propuestas indecentes y muy asquerosas, pero me limito a soltar risitas ridículas y finjo avergonzarme mientras vuelvo a preguntar. También están esos que intentar tocarme, pero les doy palmadas "coquetas" en sus manos para que no lo hagan, así paso la tarde-noche. Para la madrugada sigo atendiendo a los hombres que llegan e intento ser amable y atenta para recibir sus propinas, sintiendo en todo momento las miradas de odio de las chicas, pero ya es algo con lo que sé convivir. Y luego de unas horas entra un chico que parece ebrio y perdido, por lo que me apresuro y lo ayudó a sentarse, también le doy un vaso de agua. Él mira mis ojos y noto de inmediato que no pertenece a un lugar como este. – ¿Tu eres mi ángel guardián? – pregunta con un gesto ridículo. Le doy una de las sonrisas amables que les doy a todos mis clientes y niego. – No, pero parece que estás perdido – va vestido casual, pero lleva un reloj de esos llamativos en su muñeca que luce muy costoso, también logró ver un gran bulto en el bolsillo delantero de sus jeans que parece ser uno de esos teléfonos grandes y costosos. En este momento, sin duda alguna, cualquiera puede robarle hasta la identidad y él no se daría cuenta. – Tienes razón, pequeño ángel, estoy perdido – arrastra las palabras, asiento y señaló el bolsillo de su pantalón. – Llama a alguien que venga por ti, métete en el baño del personal, que no vean tu celular, y por favor, no confíes en nadie – le paso una servilleta con la dirección – Aquí estamos, dile a la persona que venga pronto – hago un gesto con la cabeza indicando que me siga, tambaleante, se pone de pie y tomo su mano mientras caminamos hacia el baño. Me encargo de mover suavemente las caderas y aprieto su mano para que nadie sospeche que lo estoy salvando, es preferible que parezca que tendré sexo con él, llama menos la atención, ya que no sería primera vez que pasa en este lugar. Las chicas normalmente hacen trabajitos por dinero de vez en cuando. Unos cinco minutos después del pequeño teatro, él se encuentra sentado esperando por la persona que vendrán a buscarlo y mientras tanto, yo me mantengo vigilado para que nadie le haga daño, dándole miradas cada tantos minutos. No es sino hasta después de que le sirvo a alguien que cuando volteo a ver al chico perdido, noto a otra persona sentado frente a él y dándome la espalda. Me alarmo un poco, así que camino hacia ellos con fingida calma y un trago en la bandeja. – ¿Desean ordenar algo? – primero me fijo que el chico se encuentra bien, luego me fijo en su acompañante y me doy cuenta que es el mismo que salvó a Lily más temprano. Él luce tan asombrado como yo me siento, solo que yo no lo demuestro. – Pequeño ángel, él es mi hermano, ya vino por mí. Gracias por todo – me habla el chico ya sin enredar tanto la lengua. Asiento en su dirección. – Les aconsejo salir pronto, si uno llamaba la atención ahora con dos ya deben estar planeando cuánto dinero pedir por sus vidas – doy una rápida ojeada al lugar y lo pienso un poco mejor – En lugar de ir a sus casas directamente deberían dar un par de vueltas, nunca está de más estar prevenidos – con una pequeña sonrisa sincera me despido y alejo de su mesa, encaminándome hacia uno de los mafiosos más influyentes que suelen venir aquí. Al llegar a su lado me inclino para hacer notar mi escote y me muestro coqueta, mientras le pregunto por si desea algo más, intentando distraerlo a la vez que veo por el rabillo del ojo veo como los chicos salen. Una vez me deja en claro que no le hace falta nada y confirmo que ellos ya salieron, me enderezó nuevamente, o eso hacia hasta que una de las meseras pasa detrás de mí, empujándome y haciendo que derrame la bebida en el rostro del cliente. Todo queda en silencio automáticamente. De inmediato siento como todo el color abandona mi rostro y cierro los ojos al saber lo que viene, mi jefe agarra fuertemente mi brazo. – Lo siento mucho señor, la castigare fuertemente – no le deja siquiera responder y me saca del lugar por la puerta trasera, prácticamente me lanza al piso, caigo sentada y suelto un pequeño quejido, luego simplemente empieza a gritarme. En algún punto de sus gritos me agarra por el cuello, poniéndome otra vez de pie y me empuja, causando que golpee mi espalda con fuerza contra la esquina de un basurero. No puedo evitar soltar un grito de dolor, me agarra del cabello y me sigue sacudiendo hasta que me acorrala entre su cuerpo y la pared, no deja de gritar en ningún momento. Todo me duele tanto, se siente como un infierno. Casi puedo creer que no voy a sobrevivir esta vez, él está tan furioso que no creo que se detenga pronto, pero tengo que soportarlo, no puedo simplemente desplomarme y rendirme en este momento. Lanza un golpe al muro, justo a un lado de mi cabeza para después golpearme tan fuerte que me manda al suelo y rompe un poco mi boca. Duele… De la nada escucho unos gritos de otros hombres y repentinamente mi jefe es apartado de mí con un gran golpe. Siento como otra persona me ayuda a ponerme de pie y pasa mi brazo sobre sus hombros, estoy tan mareada y débil que me cuesta, pero logro levantar la cara y veo a la persona y me doy cuenta que es el chico que ayude en el bar. También me doy cuenta que la persona que golpea a mi jefe es su hermano.
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