LA MEJOR NOCHE DE MI VIDA

2561 Words
AITANA —¿Qué le hace pensar que me iré con usted? Le agradezco el haberme salvado, sin embargo, yo no se lo pedí. Nuevamente, muchas gracias, pero todavía la noche es joven. Puede encontrarse otra sirena que con mucho gusto estará dispuesta a complacerlo —concluí mis palabras y estaba por girarme, cuando de nuevo tomó mi mano, evitando que pudiera alejarme de él. —No quiero a nadie más —se acercó invadiendo mi espacio personal, intenté soltar mi mano de la suya para que no pudiera sentir como mi cuerpo entero temblaba ante su cercanía. Me quedé paralizada cuando su mejilla se juntó con la mía y la frotaba como si se tratara de un minino. Su otra mano atrapó mi cabello hacia su nariz y pude escuchar esa fuerte inhalación que me causó escalofríos—. Solamente te quiero a ti. Tu belleza, tu olor, tu cuerpo y todo ese océano en el que me quiero perder. Anda, te aseguro que no te arrepentirás. Eso me sacó de la burbuja en la que estaba flotando. —Lo siento, no soy de esa clase de mujeres que se va con el primer desconocido que le ofrece el mejor sexo de su vida. No soy su tipo, ¿Podría soltarme? Necesito volver con mis acompañantes. —¿Todo bien, señorita? —preguntó Lucio, mi guardaespaldas, llegando hasta nosotros. Aproveché ese momento para salir del agarré de este sujeto al cual ni el nombre le conocía. —Así es, Lu. Solo estaba hablando con el señor. Ahora vuelvo con las chicas, no te preocupes. —De acuerdo, Señorita, estaremos pendientes —asentí y me dispuse a caminar lejos del enorme, ardiente y desconocido hombre. Por su acento, definitivamente no era de aquí. No me siguió, lo cual agradecí mentalmente. —Aitana, que guapo ese hombre ¿Lo conoces? —preguntó una de las chicas viéndolo, yo evito contacto visual con él. —No, pero me recordó porque no me gusta venir a estos lugares. —De lo que te pierdes… estoy segura de que yo sería muy feliz sobre ese hombre. —Todo tuyo —dije moviendo mi brazo en señal que fuera hacer lo que quisiera. El hombre está guapísimo, pero le tenía algo de temor a lo que pudiera pasar. Los libros no siempre tienen un final feliz. La protagonista siempre sufre en el proceso y especialmente con hombres como él con esa aura dominante. No me explico cómo pueden perdonarlos después de que les han causado tanto dolor. No, yo jamás perdonaría a un hombre que me lastimé física o mentalmente. Definitivamente tenía que salir de este lugar, podía sentir en mi nuca la mirada de ese hombre quemando todo mi ser. —¿Quieres un trago? —me preguntó Daniela, moví mi cabeza en afirmación. Tomé el vaso y lo bebí de una vez. Traté de relajarme y seguí conversando con las demás chicas sobre los próximos eventos. Después de 3 tragos más fuimos hasta la pista de baile, nuevamente recibí una invitación a bailar, pero esta vez de un chico que amablemente pidió bailar conmigo. No me negué, así que, nos separamos del grupo y comenzamos a bailar. El género de la música cambió a uno más lento y sensual por lo que el chico pegó un poco más su cuerpo al mío. —Eres muy hermosa, ¿Eres modelo? —Muchas gracias, y no, no soy modelo, soy diseñadora —el chico estaba por decir algo cuando siento una enorme mano rodear mi cintura y alejarme del chico. —Te lo pedí a las buenas, pero creo que será a la mala —dijo el hombre hace rato. —¡Suéltame! ¿Qué está haciendo? ¡bájeme! —No lo hace y yo comencé a desesperarme, cuando veo que hemos salido del lugar. Busco a Lucio y no podía verlo por ningún lado. —¡Auxilio! ¡Ayuda! ¡Me están secuestrando! —Guarda esos gritos para después, sirena. No queremos que esa garganta se lastime más de lo necesario —dijo el muy bruto dándome una palmada en el trasero—. No entiendo cómo te dejaste tocar de ese mocoso. —¡Bájame! ¿Acaso no sabes quién soy? —pregunté antes de que me pusiera dentro del auto. Donde me encontré con Lucio que tenía la boca y manos atadas. —Eres mi sirena, Aitana Guzmán. ¡Mía! —decretó cerrando con fuerza la puerta del auto. —¿Qué vas a hacernos? —dije con temor. Al ver que el piloto apuntaba a Lució con una pistola. —Por lo pronto sacarte de este lugar. Solo debías decir que si, una respuesta simple y ya estuviéramos en mi habitación haciendo miles de cosas, pero no dijiste que no. —Así que, eres de los que no recibe un no por respuesta. —Si, y más cuando es una mujer tan hermosa, delicada y con carácter. Tienes valor, ninguna mujer se me había negado antes —ahora entiendo le duele mi rechazo. ¡Idiota! Maldije mil veces al no tener mi bolso. —Ahora entiendo, como vine a herir tu orgullo. Me secuestras a mi y mi guardaespaldas, me vas a obligar a estar contigo y luego nos dejaras botados a miles de kilómetros de aquí. —No lo había pensado así, pero me parece esa idea. —¿Hacia dónde, señor? —preguntó el conductor. —¿A dónde quieres ir? —me pregunta. —A mi casa, con mis padres. —¿Vives con tus padres? ¿Cuántos años tienes? Por favor no me digas que tienes 18 —fue inevitable, deje salir una carcajada ante su rostro de preocupación. —Si te digo que sí, ¿Me dejaras ir? —pregunté y no contestó—. Tengo 30 años, no vivo en Zaragoza, por eso me quedo en casa de mis padres cuando vengo a la ciudad. Su rostro se iluminó por completo. —¿Enserio creíste que tenía 18? —cuestioné y movió su cabeza una vez en afirmación. —No lo sé, eres tan pequeña y delicada, que sí lo llegué a creer. —Tomaré eso como un halago —mordí mis labios después de mi respuesta. —¿Tienes hambre? —su pregunta me tomó por sorpresa. —Si, de hecho, he tomado sin nada de comida en el estómago. Mañana amaneceré con muchas agruras. —Busca un restaurante abierto —le dice al chófer y este sol asiente. Lucio me miró suplicante y sentí pena por él. —¿Podrías liberar a Lucio? —el movió su cabeza en negación. —No, él y tú estarás conmigo hasta que lo deseé —viré mis ojos ante su arrogancia, crucé mis brazos y me dediqué a ver el panorama por la ventana. Sabía hasta a donde nos estábamos dirigiendo y conocía un puesto de tacos ambulante. Mi papá solía traernos a mí, mi madre y mi abuela. —Dobla en la siguiente esquina y a la derecha estará un puesto de tacos a la orilla de la calle —dije golpeando el hombro del chófer. —¿Qué estás haciendo? —preguntó con sorpresa viéndome a mí y luego al retrovisor del auto. —Me preguntaste que si tenía hambre y quiero tacos —el me mira con la ceja alzada. Parece que esto de ser la “s3cuestrada” terminó siendo al revés. El chofer sigue mis instrucciones y estaciona el auto. Antes del pequeño camión de comida. —¿Nos bajamos? —pregunté al ver que todos solo se miraban los unos con los otros. —Nunca he comido esto —dijo con cara de desagrado viendo hacia las imágenes de comida, que se podían ver desde el auto. —Siempre hay una primera vez. Vamos, estoy segura de que te gustaran tanto como a mí. —De acuerdo —abrió la puerta se bajó del auto y me extendió la mano para que yo lo hiciera. Caminamos hasta la ventanilla para hacer nuestra orden y la señora Cora estaba ahí. Ella me sonríe emocionada al reconocerme. —Aitana, niña, que hermosa estás. —Muchas gracias, señora Cora. Usted sigue tan firme como un roble. —Siempre en la lucha cariño, hoy se enfermó una de las chicas y me tocó venir a mí. Dime, en que te puedo ayudar —le empecé a pedir mis tacos favoritos y luego miré al hombre a mi espalda. —Pediré para ti lo mismo que yo —solo asintió, así que me emocioné diciendo que le pusiera salsa roja a uno de ellos y verde a los demás. Pedí para Lucio y hasta para su chofer. Me despedí de la señora Cora, la cual quedaba muy feliz con dos billetes de 500 euros en sus manos. Cortesía del señor sin nombre. Entramos de nuevo en el auto y cada uno estaba entretenido con sus tacos. Logre que desataran a Lucio no sin antes quitarle su reloj y teléfono. Yo le dije que estaba bien, que no pasaba nada. Creo que pudo observar cómo estaba desarrollándose la situación. —¿Te gustan? —pregunté al ver que estaba llegando al último con salsa roja y lo pude ver sudar después de que dio la primera mordida, segundos después comenzó a toser. —Necesito agua —dijo de forma precipitada y le entregué mi botella. Bajó del auto con prisa y me preocupé al escucharlo toser mucho más fuerte. La idea era hacer que le picara hasta la conciencia, no matarlo. Me bajé detrás de él, estaba por tocarlo cuando tomó mi mano y me pegó en el auto. —¿Lo hiciste a propósito verdad? —interrogó visiblemente afectado con lo que había pasado, su pecho subía y bajaba con rapidez, sus ojos estaban rojos. —Lo siento, yo… —no logré terminar porque sus labios me callaron. Sus brazos rodearon mi cuerpo, aquel calor que sentí en la discoteca volvió a hacerse presente y no sé si así fue de verdad o como me sentí, ya que mis pies dejaron de tocar el suelo. Sin embargo, el picor en mis labios comenzó a hacerse presente, lo ignoré y mis manos fueron hasta el cabello. Un gruñido escapó de sus labios y un gemido de los míos cuando su mano quiso levantar mi falda. —Estamos en la vía pública, más respeto —dijo un señor que pasaba. —Lárguese, si no quiere que lo maté —respondió haciendo temblar al señor. Que se fue rápidamente del lugar. —¿Quieres ir a mi habitación? —preguntó y sonreí. —Recuerdo que me secuestrar0n de una discoteca hace un rato. No sabría decir cuales son las intenciones de mi secuestrador —solté con una sonrisa. Ya me había consumido en esos labios y deseaba más. Necesitaba saber más de lo que este hombre podría provocar, me tenía hecha una llamarada con solo besarme y sentir sus manos sobre mí. Entramos de nuevo en el auto, donde no pudimos dejar de besarnos. Sus manos se aferraban a mi trasero. No se cuánto tiempo pasó, pero llegamos hasta un edificio de lujo, el chofer marcó un número y la puerta se abrió. —Lucio, estaré bien. No reportes nada, ¿Podrías buscar la manera de recuperar mi cartera? Te lo agradeceré… —no pude concluir ya que me jalaron adentro antes que la puerta se cerrará. Mi espalda impactó con un firme pecho. Me volteo y se quitó la camisa dejando su pecho desnudo ante mí. Se dio la vuelta y un enorme tatuaje con el rostro de un león me saludo. —¿Un león? —pregunté y él asintió. —Mi nombre es León o lo opuesto al significado de mi verdadero nombre —crucé mis brazos y lo miré con la ceja alzada. —¿No me dirás tu verdadero nombre? —negó, pero me miró con una sonrisa ladina provocando pulsaciones en mi entrepierna. Me tomó entre sus brazos y me atrapó en un beso tan feroz, que me costaba llevar el ritmo. Él tomó mi mano y la llevó hasta el centro de su pantalón. Mordí mis labios ante lo que mi mano estaba tocando. Podía sentir mis mejillas arder y hasta tenía la intención de quitar mi mano, pero ya estaba aquí y sabía a lo que venía desde el momento que acepté. Solo podía decir que lo que escondía este hombre dentro de su pantalón, posiblemente era solo para guerreras. Esperaba no morir en la batalla. —Solo dime que lo quieres, que lo deseas tanto como yo… dímelo —dijo sobre mis labios y ya no tenía control de mis acciones, de mi fuerza de voluntad. León había venido a destruir mi cordura y la paz que dominaba mi vida. El placer que recorría mi cuerpo me nublo por completo la razón. —Si… —solté más como un susurro. —¿Si que, sirena? —dijo bajando sus labios de mi mentón hacia mi cuello. Sus manos apretaron con fuerza mi trasero. —Si quiero esto, deseo saber lo que se siente —el me elevo haciendo que mis piernas se pusieran a cada lado de su cintura. Estaba por besarme de nuevo, cuando lo sentí tensarse y abandonó sus caricias y sus ojos se conectaron con los míos. —Repite lo que dijiste. —Que si quiero estar contigo… —el movió su cabeza varias veces. —No, eso no, dijiste que deseas saber lo que se siente. ¿A qué te refieres con eso? —sentí un enorme nudo en la garganta y vergüenza, pero estaba orgullosa de mi resiliencia a llegar hasta esa edad con el deseo de entregarme únicamente al hombre que despertará todo esto dentro de mí. La verdad que ya no me interesa con tal de saber de lo que me estoy perdiendo y más con quien me hacía sentir esas mariposas en el estómago. —Nunca he estado con alguien. —¡¿Me estás jodiendo?! —exclamó y me removí para bajarme de su cuerpo al verlo molesto, pero lo que hizo fue apretar más a su cuerpo. —Entiendo si no es lo que esperabas, bájame y me iré. —Estas loca si crees que voy a dejar ir a la única mujer que será mía por primera vez —sujeta mi mano y la lleva a su pecho. Puedo sentir su corazón martillar acelerado—. Siente mi corazón. Me dirás que estoy mal y hasta creerás que te lo digo solo para llevarte a la cama, pero créeme cuando te digo que, eres la única por la que mi corazón se ha acelerado de esta manera. Sé, no, estoy seguro de que es porque tú eres especial, sirena. Su mano fue a mi nuca y me atrajo hasta unir nuestros labios en un beso que podía hacer que me desmayara en sus brazos. Fue tan demandante, que me costaba encontrar aire. Ahora esta vez reanudando su camino hasta la habitación. Dónde estaba segura de que pasaría la mejor noche de mi vida. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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