El amor es ciego

2134 Words
—Gracias por venir, por favor disfruten de la reunión —nos dice Chase y toma a su novia de la cintura, para después volver a reunirse con otros invitados. —Gracias… y felicitaciones —dice finalmente Carla y les sonríe, aunque solo recibe una mala mirada por parte de Nana. Recuerdo que no les había entregado el sobre con mi regalo de compromiso, el cual esperaba que les gustara mucho, ya que era el plan completo de fin de semana en un hotel con todas las comodidades, como spa, cenas románticas, suite presidencial y varias cosas más, por lo que corro hasta ellos y les extiendo el sobre. Nana lo toma, pero está tan disgustada, que no dice nada y simplemente asiente, igual que lo hace Chase. —Te dije que vinieras vestida más cómoda —le susurro a Carla, apenas regreso a su lado y levanta la cara, para mirarme con una ceja levantada. —Sabes que esto es lo más cómodo que tengo, además no voy a estar por ahí toda mal vestida —comenta ofendida y da una mirada a su alrededor, detallando a los demás invitados y la decoración —. Iré por algo de tomar y me mantendré en un lugar donde mis zapatos no se sigan arruinando. —¿Podrías al menos dejar de hacer mala cara? —le pido y ella hace una sonrisa falsa, para después retirarse hacia la barra. No sé porqué sigo insistiendo en que haga parte de mi círculo social, siendo que todo termina igual siempre y todo es por culpa de su actitud de niña caprichosa. Estando solos todo es perfecto y hasta cuando estamos con sus amigos, pero cuando es el turno de los míos todo es desastroso. (…) Estuve un rato a su lado, lo que significaba estar alejados de todos y verla pegada al chat, en donde parecía muy entretenida hablando con Tatiana y ni atención me prestaba, por lo que decidí alejarme de ahí e ir hacia donde estaban mis amigos charlando y conversando alegres. —Perdón por traerla —me disculpo apenas llego al lado de Chase. —No le prestes atención… Ya sabemos como son ese par —dice restándole atención o al menos intentando hacerme sentir menos culpable, ya que es el día especial de Nana y la presencia de Carla, solo produce incomodidad. Uno de los meseros contratados se acerca para ofrecernos algo de tomar, por lo que agarro una cerveza y casi la acabo de un solo sorbo. —¿Qué piensas hacer ahora que acabaste tu segundo año sabático? —me pregunta Chase y hago una mueca. —No lo sé… —Deberías volver con tus padres… Ya es mucho tiempo lejos de casa y sin demostrarles un mínimo de interés los negocios de tu familia —. Esa era una cosa que amaba y odiaba de mi amigo, porque podía regañarme y hacerme caer en cuenta de muchas cosas, utilizando una sola frase. —Carla también me dice que debo volver a hacerme cargo de lo que me corresponde y arreglar las cosas con mis padres —comento frustrado y lo veo levantar una ceja. —¿Ella sabe que es uno de los principales problemas con tus padres? —pregunta Nana, quien había alcanzado a escuchar y se acercó a nosotros. —Sí, pero me da su apoyo y necesito que ellos vean a la mujer que veo en ella —comento acongojado. —Pues en eso de volver y arreglar las cosas, sí la apoyo y estoy de acuerdo, pero algo debe estar tramando —dice seria y yo frunzo el ceño —. Solo espero que no esté detrás de tu dinero. —No lo está —contesto seguro —. Si así fuera, ya nos habríamos casado —. Los ojos de ambos se abren de par en par, sin poder creer mis palabras. —¿Le pediste matrimonio? —pregunta Chase. —Solamente lo hablamos y ella dejó en claro que no es algo que le llame la atención —respondo. —Definitivamente eres terco como mula… Te empeñas en estar con una mujer que no es aceptada por nadie de los que te queremos y adicionalmente sabes que la condición de tu padre para confiarte las cosas de la empresa es que le demuestres que has madurado y que estás dispuesto a asumir responsabilidades que no son momentáneas… él te quiere comprometido y casado con una buena mujer —me regaña Nana y se da la vuelta con frustración. Chase se va tras ella y me quedo ahí de pie, viéndolos alejarse. Paso mis manos por mi cabello, desordenándolo. Me siento cansado de ver como todos están en contra de lo que tengo con Carla y no puedo entender cómo es que, no le dan la oportunidad de conocerla. —Baby, ¿todo bien? —pregunta cariñosa y se acerca a mí. La recibo con los brazos abiertos y la aprieto contra mi cuerpo. —Sí, amor… Solo que no sé lo que haré para ganar la confianza de mi padre y arreglar nuestra situación —comento y me quedo pensando en lo que acabábamos de hablar con Nana —. ¿Y si nos casamos? —le pregunto y la veo reírse, pero al ver que no estoy bromeando, frunce el ceño. —Sabes que no creo en el matrimonio —contesta espantada —. ¿Por qué me preguntas eso? —Mi padre me quiere comprometido. Esa es su principal condición para demostrarle que no soy sigo siendo un inmaduro, que se la pasa de viaje y fiesta —. Descuelgo mis hombros. Carla se queda callada, pensativa y con la mirada ida hacia la valla de madera que colinda con el jardín de la casa vecina. La veo como tuerce la boca y hace caras un poco graciosas. —Y si… —comienza a decir, pero se retracta —. No, no, no… Deja así. Estoy loca. —Dime, amor… ¿Qué se te ocurrió? —pregunto ansioso. —Pues, es que, si tu padre lo que quiere es un compromiso, podrías buscar a alguien que se preste para eso —comenta y la miro confundido. —¿Me estás diciendo que busque a otra mujer para hacerla mi prometida? — No entiendo la sugerencia y es algo que me está sacando de casillas —. ¿Por qué no lo haces tú? —Shhh —me pide no gritar, porque atraemos más atención de la necesaria sobre nosotros —. No te estoy mandando a los brazos de otra mujer, no te confundas —dice seria —, pero si nosotros nos comprometiéramos, no tendríamos motivo por el cual romper el compromiso y seguir juntos —dice casi susurrando muy cerca de mí, para que nadie escuche lo que no debe —. Yo no me quiero casar, pero sí quiero estar contigo —. Sus ojos se humedecen y me mira con tristeza, haciendo que mi corazón se arrugue. —No lo sé… Voy a pensarlo —contesto sin saber qué más decir o pensar respecto a eso. (…) —Baby, me voy —se despide Carla, mientras arrastra su maleta para salir del apartamento. —Amor, déjame llevarte al aeropuerto —le pido, pero vuelve a negar. —Enviarán un chofer a recogerme… de hecho, no demora en llegar —dice y preciso suena la bocina de un auto abajo del edificio —. ¡Llegó! Chao, baby. Yo te llamo cuando tenga la oportunidad. Recuerda que te amo —se despide lanzando un beso desde el ascensor. Camino hasta la ventana para verla al salir y frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que el conductor no se bajó del auto para ayudarla a cargar la maleta, sino que lo hace ella y corre a subirse en el asiento del copiloto. Carla había vuelto a viajar a Europa porque tenía un desfile privado, así que estando solo, me tocó terminar de organizar lo de mi ida, ya que finalmente había tomado la decisión de volver y estando allá vería mis opciones. Mi tiempo en New York estaba llegando a su final y era momento de volver a Boston, junto a mis padres, además que quería empezar a hacer parte de los negocios de mi padre, aunque en cierta medida sentía un poco de vergüenza al haber estado tan enajenado de todo lo que pasa con el Grupo LEAL. Dos horas y cuarenta y cinco minutos más tarde, estaba entrando a la ciudad de Boston y sentía como mis manos sudaban al pensar en el reencuentro con los señores Lasley, mis padres, pero antes de eso, debía buscar un hotel en donde quedarme mientras definía mi situación, además, que llegar a quedarme en la casa con ellos, no era una opción. De solo pensar en mi padre dándome una mala mirada o diciéndome algo frío y cortante, hacía que un escalofrío recorriera mi espalda. Estoy tan concentrado pensando en eso, que no sé cómo alcanzo a pisar el freno del auto y no llevarme por delante a una mujer que iba pasando la calle. —¡Tenga más cuidado! ¡Imbécil! —me grita, mientras se levanta y sacude su ropa con la mano. —¡Tenga más cuidado usted al pasar la calle! —le respondo ofendido. —¡El semáforo está en rojo! ¡Si no sabe lo que eso significa, entonces no debería andar conduciendo! —me responde con la cara roja del mal genio. Levanto la mirada y siento una vergüenza inmensa al darme cuenta de que tenía razón. Yo era el que estaba siendo imprudente y las cosas podían haber terminado peor. —¿Está usted bien? —pregunto preocupado de haberla lastimado y antes de bajarme del auto, ella hace un ademán deteniéndome. —¡Sí! Estoy bien, estoy perfectamente y de afán, así que no me interesa su falsa preocupación —contesta furiosa y empieza a caminar masajeando un poco su muslo derecho. [Violeta] Mi corazón late a toda velocidad dentro de mi pecho y siento mi cara caliente del mal genio que tengo. «¿Cómo es posible que casi me atropellara un idiota que ni manejar sabe?», bufo y corro hasta mi auto para volver a la floristería, ya que había terminado de hacer las entregas de algunos arreglos florales para una fiesta de oficina. Respiro profundo intentando calmarme, pero definitivamente todo lo que estaba sucediendo últimamente me tenía con los nervios de punta, la cabeza ocupada intentando pensar soluciones ante el proyecto en el vecindario, pero la verdad, es que cada vez me sentía más hundida. Conduzco con precaución hasta el trabajo y cuando llego, veo a Camila parada en la puerta del local, con cara angustiada y no deja de mover su pierna izquierda, poniendo en evidencia los nervios que siente en este momento. Parqueo la van y me bajo rápidamente, ya que mi mente está imaginando todo tipo de escenario angustiante, con solo verla de esa forma. —¿Qué pasó? —pregunto preocupada y ella hace una sonrisa, que más parece una mueca. —El señor Martin está adentro con Juan, pero vino buscándote —espeta y traga saliva. Camino soltando el aire que tenía retenido. Apenas lo veo junto a la registradora, le sonrío e intento parecer tranquila, aunque por dentro estoy que salgo a correr ante la tensión que siento en el momento. —Señor Martin, ¿a qué debo el honor de su visita? —pregunto amable, aunque no quiero escuchar su respuesta. —Señorita Sáenz, supongo que recibió la notificación de mi abogado —comenta y yo asiento lentamente con la cabeza. —Señor Martin, debe haber algo que yo pueda hacer para no tenerme que ir de acá —suplico con voz temblorosa, al tiempo que mis ojos se llenan de lágrimas que no puedo retener. —¡Ja! Violeta… —comenta burlón —. La única forma sería que tú me compraras esto y ya con eso me desentendería de todo el asunto, pero no nos podemos engañar… Ese es dinero que no tienes —levanta los hombros y siento ganas de golpearlo. Desvío la mirada un poco, porque no quiero que me vean llorando y ahí está el mismo hombre que hace un rato casi me atropella. No puedo evitar fruncir el ceño y sentirme incómoda por la forma en la que me observa y más, porque está escuchando toda la conversación.  ••◘•• Hola, bellas ♥ Dejen sus comentarios, agreguen la historia a su biblioteca y síganme en IG @Julycladeletras para que estén al tanto de lo que publico. La historia está esperando ser aprobada, así que estén pendientes. Besos ♥
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