capitulo II

1658 Words
Constanza; Alemania. 1ero de septiembre. Respiré profundamente la pureza que se podía apreciar en el ambiente, la espesa maleza frente a mi libre de contaminación, esos arcos de árboles sobre la carretera dándole un paisaje de ensueño a todo el trayecto. Solo pocos metros y ya; estaría en la entrada del instituto. Un majestuoso castillo con varios siglos de antigüedad e historia. Las esculturas afuera y sus extensos jardines y laberintos. Me estiré sobre el asiento del coche cuando ya sabía que por fin habíamos llegado, la carretera estaba desolada pero; frente a nosotras se podía ver en la lejanía a la multitud, a esos estudiantes que regresaban ya fuera para comenzar su nuevo ciclo escolar o terminarlo. Miré a Helena tan concentrada en la carretera, sus espesas y largas pestañas rubias se apreciaban de perfil, era una sutil cortina la que cubría sus ojos. Sonreí y eso hizo que captara su atención viendo cómo me sonreía de vuelta. El tiempo pasó volando y ya nos encontrábamos en el estacionamiento. Motos y coches de todos los tamaños, colores y formas posibles, demostrando su poder o mejor dicho el poder de sus padres. Suspiré al salir del convertible y retomé esa vieja rutina mía, sabía que estar ahí significaba una sola cosa: Erick y, aunque deseaba ser fuerte y actuar como si no me importará la cosa; era imposible y más cuando estábamos en el mismo curso. Maldita suerte. Helena sostuvo mi mano y avanzamos entre la multitud, las miradas atentas yacían sobre nosotras y yo me sentía como un ratón bajo un cielo infestado de halcones mientras que LeBlanc, en su salsa. Ella era todo lo que yo no era: sexy, bonita, grandes pestañas, labios de ensueño pero sobre todo una gran personalidad. Caminamos y entramos al interior del internado, nada había cambiado... Era el mismo sitio, con las mismas pinturas y esculturas.... Con la misma gente de mierda. Los estudiantes y personal caminaban de un lado a otro, algunos a sus respectivas habitaciones. Los nuevos daban vueltas y vueltas perdidos ante tal magnitud frente a sus ojos. Un extraño sentimiento invadió mi cuerpo, el silencio apareció y por curiosidad miré a la entrada, un gran error. Ahí lo vi a él con su estúpido grupo de amigos y con la perra con la cual me había engañado con su ego inflado y sus tetas de silicona. Todos o mejor dicho la gran mayoría, se quedaron observando embobados: hombre, mujeres, como si frente a ellos presenciarán una estúpida obra de arte única en la sociedad y que por azares del destino estaba siendo expuesta en el museo donde ella se hallaba. Cuando creía en el amor, pensaba que Archer, era el amor de mi vida. Lo miraba de esa manera tan estúpida, y el solo recordar lo patética que era me daba asco. Aparté la vista cuando me encontré con la de él sintiendo la intensa mirada de esos verdes olivas. Helena, se paraba frente a mi cuando notó como aquel estúpido se iba acercando dónde nos encontrábamos. Ella era muy sobreprotectora. ──Isabella...── Temblé sintiendo como mi piel se erizaba ante su voz. Odiaba cuando mi cuerpo reaccionaba de esa manera. Separé los labios y traté de hablar pero la voz no me salía en ese instante. Vaya mierda. ──Lárgate, Archer. Bella no desea hablar contigo.── Helena, habló por mí y se lo agradecí internamente. Temerosa me aferré con fuerza a los costados de su cuerpo arrugando su vestido. No entendía porque tenía miedo de decirle las cosas como eran o mejor dicho: ¿Por qué dejaba que con su sola presencia me sometiera? Por encima del hombro de mi amiga lo veía. Su ceño parcialmente fruncido saliendo a relucir esas pobladas cejas. Lo odiaba pero él muy maldito era demasiado hermoso que lograba que ese enojo contra él desapareciera. ¿Era estúpida? Claro que lo era. Muchas veces había caído por sus malditos encantos. La tensión se respiraba en el aire, no solo yo estaba pendiente a esos dos, sino más bien todos los estudiantes, se podía escuchar murmullos y los flashes de sus celulares cuando se tomaba una foto. Ya veía venir el encabezado de las fotos en **. "Helena siempre defendiendo a Isabella" "Todavía se nota que ama a Erick" ──No te metas en esto Leblanc, voy hablar con mi novia.── La risa de Helena apareció resonando tan fuerte en el lugar. ──¿Novia? Si serás c*****o, chico. Ella te terminó, no todas mueren por ti ¿Sabes? Allá las estúpidas que lo hacen. De un momento a otro, todo volvió a tornarse silencioso, los murmullos desaparecieron al igual que Erick se iba apartando con aquel grupo de idiotas. Las sonrisas aparecieron en las chicas a varios centímetros a su lado quienes ahora secreteaban y aquella actitud de Helena, tan peleonera desaparecía siendo ahora una más de aquel grupo de jóvenes. Arqueé la ceja derecha confundida observando con atención la entrada principal y como escena de película, en cámara lenta, ellos entraron. Los Bellerose. Si Erick y su grupo de cinco pesos, robaba miradas, los primos no se quedaban atrás y no solo miradas robaban. También suspiros, corazones y calzones, no existía persona en ese instituto o fuera de el, que no tuviera algo que ver con los Bellerose. Eran los reyes del lugar y todos los sabíamos. Erick lo sabía y eso le hería su estúpido ego. Enigma, misterio y un aire de sensualidad se percibía siempre que ellos aparecían. Tanto que el ver ese grupo selectivo me recordaba a la escena dónde Bella conoce a los Cullen y ve a Edward entrar después de esa manera. Tomé a Helena por el brazo y la arrastré a mi lado notando al instante como miraba a Lukas, aquel chico del cual estaba perdidamente enamorada. Alto, que sobrepasaba los 2.0 m de estatura, cabello azabache crespo, y unos ojos color azul oscuro como la misma profundidad del océano. Al lado de Lukas, estaban: Marius, Cygnus, Viktor y Lorcan. Cinco de los siete primos, aunque solo se conocían a seis. El séptimo era un secreto. Era difícil leerlos y de saber en lo que pensaban, su sonrisa era encantadora pero era de esas que gritaba peligro en mayúsculas, aún así; nadie veía esos pequeños detalles. Vi la intenciones de Helena de lanzarse a los brazos de Lukas, como aquellas chicas que le coqueteaban y deseé empujarla pero no quería que fuera una más en ese grupo de pendejas y se humillara de esa manera. Me extrañé, cuando aquel quinteto de jóvenes se detuvieron a mitad del salón y miraron a la entrada principal como esperando a alguien. Con curiosidad dirigí mi vista donde ellos miraban sintiendo unos nervios y un corrientazo extraño recorrer mi cuerpo. A la lejanía apreciaba una cabellera roja y confirmé que era de ese color cuando cruzó por aquella puerta. Un rostro angelical era lo que veía, sus cejas eran perfecta, nariz fina y delicada y pequeños pero sensuales labios. Su piel era blanca como la porcelana y su rostro pecoso. Hermoso. De todo el tiempo que llevaba estudiando en el internado era la primera vez que la veía. Su vestimenta negra resaltaba con el color de su cabello y con esos ojos color miel casi dorados. ¿Acaso era posible un color así en un ser humano? Anonadada seguía mirándola como una estúpida, encantada por su belleza. Me gustaban los chicos y siempre fue así pero, por un extraño motivo ella tenía algo que me atraía. Cuando reaccioné, noté su atención sobre mi, y sentí de nuevo ese corrientazo recorrer cada rincón de mi cuerpo y alojarse entre mis piernas, encontrándome totalmente nerviosa. Nunca había sentido aquello, ni siquiera con Erick. Me sonrió y fue ahí donde puede sentir mis mejillas arder totalmente. ──Svetlana.── Oí como Lukas la llamaba por ese nombre, con un tono bajo pero grave por el cual muchas suspiraban. Así se llamaba. Svetlana, repetí su nombre en mi cabeza tres veces y por cómo sonaba, no era de Alemania. la observé avanzar ante ese grupo y tomar la mano de Lukas con posesión alguna. Por instinto dirigí mis ojos a Helena quien apretaba los puños con dolor y más, cuando aquella joven besó a Lukas en la comisura de sus labios. Eso me dió cólera. La abracé con fuerza por la espalda y ambas miramos en como aquel grupo de chicos avanzaban por medio del salón como amos y señores del instituto. El espectáculo había terminado y todos retomaban sus obligaciones como si nada hubiese sucedido. Curiosa los seguí con la mirada para luego ver como se separaban a excepción de Lukas y la pelirroja. Helena y yo quedamos en un rincón y mientras abrazaba a mi mejor amiga, ella lloraba en silencio. No era nada agradable ver a la persona que te gustaba y amabas en secreto con alguien más. De nuevo me encontré con esa mirada amielada y por muy raro que pareciera mis piernas flaquearon cuando me sonrió de nuevo y se acercaba a nosotros viniendo Lukas detrás como perro faldero. Me sentía atraída a ella como dos imanes de polos opuestos. Reí nerviosa al imaginarme aquel chico con orejas de perro y comportándose como un cachorro moviendo su rabo como buen chico. Mi lado curioso quería quedarse dónde estaba para saber la relación de Lukas con aquella chica, a simple vista parecían pareja y una que llevaba una relación consolidada. Pero no podía hacerlo y más cuando sabía en como a Leblanc, le afectaba todo en ese momento. Maldito Lukas, pensé. Decidí no quedarme y ahí, tomé a Helena de la mano y me la llevé a rastra de aquel tedioso lugar. Necesitábamos pensar pero sobre todo para averiguar quién era la joven que llegaba y la relación que tenía con los Bellerose. Sin embargo sería mañana, porque en esos momentos el cansancio hacía estragos en mi cuerpo y necesitaba descansar.
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