capitulo III

1877 Words
Maldita seas, padre Svetlana: Comenzar de nuevo era algo que nunca me gustaba, nueva escuela, nuevos amigos y demás. No entendía el capricho de mi padre de tenerme en la tierra y no dejarme como siempre en el infierno haciéndome cargo de esos pequeños trabajos que él siempre se le pasaban por alto. Sabía que nada bueno sucedería cuando llegara a Constanza y más a ese internado que, por siglos pertenecía a mí familia. Porque sí, los demonios rondaban tanto en el infierno como en la tierra por un trato que se llegó con él de arriba. Su abuelo. Dios. Suspiré con total pesadez cuando llegue al internado, estaba vacío y nadie para recibirme. Ni siquiera los tarados de mis primos que ahí se hallaban para darme la maldita bienvenida. Cerré la puerta del coche con ira y acomodé mis ropas. Un jean n***o, botas negras y una chaqueta del mismo color de mis demás prendas. Lo único blanco que tenía aparte de mi piel, era la franela. Escuché el sonido de un cuervo en la lejanía y lo busqué con la mirada no tardando en mostrarle el dedo del medio cuando encontré el animal. Era él. Mi padre. ──!JODETE PADRE! ── Había exclamado con rabia y aquella ave desapareció no sin antes reír. Quería salir de esa tortura de una buena vez, pero no podía huir. Saqué mis gafas de sol, las acomodé sobre mi nariz y luego di largas y rápidas zancadas. La presencia de mis primos estaba cerca pero a medida que avanzaba ellos se alejaban más y más. Los malditos me sentían y en vez de esperarme, huían. Viré los ojos y gruñí en voz baja. No me percaté y me encontraba atravesando ya aquella puerta. Inhalé profundo el aroma que se respiraba: adictos al sexo y otros con almas puras y exquisitas Perfectas para sacrificios. Alcé la mirada y vi a los chicos pero antes de acercarme a ellos, pasee la mirada alrededor. Ojos curiosos me observaban de arriba abajo y no necesitaba leer su mente para saber las mierdas que se le cruzaban por su asquerosa cabeza. Algo llamó mi atención, un aroma nada particular, no era tan puro pero tampoco estaba manchado, era un alma que aún no caía en el pecado pero se ganaba un lugar en mi reino. Raro ¿Cierto? La observé de arriba abajo al quitarme los lentes de sol, notando varias pigmentaciones en las zonas de sus piernas pero lo que más que llamó la atención era aquel mechón blanco que resaltaba en ella, recordándome a ese personaje de los Xmen, Rogue. Sí, en el infierno leemos cómics. Le sonreí en ese momento. Vaya estupidez. Cuando estaba dispuesta a acercarme a esa joven la voz de Lukas, causó que todo plan se fuera a la misma mierda. Coloqué los ojos en blanco, no sin antes percatarme de un pequeño detalle, mismo que usaría más adelante. Avancé hacia los chicos y saludé a cada uno de mis primos terminando en tomar la mano de Lukas y depositar un casto beso cerca de la comisura de sus labios y mientras lo hacía, miraba de reojo a la joven rubia que no le quitaba la mirada de encima. Los humanos eran tan predecible. Nadie me conocía y mucho menos sabían el parentesco entre nosotros, sin embargo sabía que dudaría muy poco tal diversión. Poco a poco las personas fueron alejándose de nosotros, saliendo de ese trance en el que se encontraban ante la presencia de seis demonios, hijos de los más grandes. Sentí como me observaban todavía y apreté la mano de Lukas para ver cómo ahora nos separábamos de aquel grupo. Solté su mano y avancé hacia aquel dúo de chicas, deseando saber porque me observaban tanto, como si tuviera dos cuernos en la frente. Algo que era imposible para los humanos ver. Pero mis intenciones quedaron a medias cuando ese par se fueron dejándome con la curiosidad en la boca. ──¿Quienes son esas dos Lukas? ── Pregunte al mirar por encima de mi hombro y verlo ahí tras mío. ──Mundanas, nada especiales.── Le oí decir aquello a lo cual suspiré y volví a tomarlo de la mano. Era un caso perdido hablar con él. [***] Las canciones de Iron Maiden era lo único que se escuchaba entre aquellos jóvenes demonios. Las miradas de mis primos estaban encima mío expectante a qué dijera algo o hablara con relación a mi padre. Me recosté sobre la silla giratoria y subí los pies en el escritorio del director mientras este mismo nos atendía como nuestro fiel sirviente. Mi padre y tíos habían escuchado su deseo y ellos amablemente lo hicieron realidad pero en aquella pirámide jerárquica. Él solo era un lacayo más de los príncipes del infierno. La imagen de la fachada del internado. ──¿Cuánto tiempo piensas quedarte, Sve?── Marius rompió el silencio, jugando con una moneda entes sus dedos. ──No tengo la más puta idea. ── Dije. ──Hasta que el maldito de mi padre me levanté el castigo, pienso yo. ── ──Te castigó leve...── Cygnus se unió a la conversación. ──Porqué por un error así, te hubiesen desterrado.── La tensión ahora se respiraba entre nosotros, ni el aire en el infierno era tan pesado como el ambiente donde ellos dos se hallaban. Y si, el maldito de Cygnus tenía toda la puta razón y no sabía si era afortunada en no terminar desterrada vagando en el infierno con aquellas almas y demonios que osaron faltarle el respeto a los príncipes. ──¿Viste a tu padre? ── Fue Lukas quien se encargó de romper la tensión. Él bebía algo de licor y yo afirmé con fastidio al recordar al cuervo que me observaba cuando recién llegaba al internado. ──Algo así, mandó a su cuervo. Ya sabes cómo es.── Vociferé con cansancio jugando con el vaso de vodka entre mis dedos. Una cortina de humo apareció frente a nosotros en el lugar más remoto donde la luz no llegaba. Unos zapatos negros de cuero se asomaban y con ellos su portador. Asmodeus, mi padre. El verdadero director de la escuela. Todos e incluida ella se levantaron del asiento donde se encontraban dejando lo que estaban haciendo y mostrarle su respeto. Mi mirada choco con la del demonio mayor y una sonrisa socarrona se dibujaba sobre el rostro de mi padre quien avanzaba hacia mi marcando temor y respeto ante su paso. ──Hija. ── Mencionó el demonio mayor con diversión al atreverse a despeinar mi cabello. Sabía que me molestaba, pero aún así, lo hacía. ──Así que quieres que me joda.── ──Y que te partan el culo. ¡Maldita seas padre, tu y toda tu descendencia!── ──Técnicamente eres parte de su descendencia también.── Marius habló y yo solo gruñí mostrandole el dedo medio de forma obscena. ──Cállate pendejo.── Estaba tan molesta que podía matar y comer del muerto. Deus, enarcó una ceja soltando una carcajada. Lo miré y por un extraño motivo me sentía sola con él y así fue porque me di cuenta que mis primos y el lacayo que en ocasiones tomaba el puesto del mayor, no estaba. Jodida mierda. Alcé los hombros haciéndome la desentendida pero sentí esa penetrante mirada de Deus, que helaba mi sangre en demasía. Era mi padre y a pesar de todo le tenía respeto y temor aunque no sé lo demostraba. Se fue apartando hasta tomar asiento en el lugar donde pertenecía... Su trono. ──No se te olvide lo de hoy. ── Arqueé la ceja y giré sobre mis talones para verle y así entender a lo que se refería. Un porro puro de tabaco ahora estaba entre sus labios y con solo un chasqueó de dedos, el fuego ya estaba consumiendo el habano. ──Veo que tus primos no te han dicho nada.── Negué y él expulsó el humo de sus pulmones. ──Hoy harán una fiesta en el bosque, tradición estudiantil. Ya sabes, cosas de los mundanos.── Volví a negar, no sabía de esas tradiciones estudiantiles como tal, pero si tenía uno que otro conocimiento. A medida que hablaba, movía una de sus manos mientras con la otra sostenía el puro entre sus dedos. ──Y también me alabarán, inconscientemente y necesito que vayas.── ──¿Yo por qué? ¿Para que? ── Pregunté. ──Eres mi hija, mi primogénita y por ende tenemos los mismos poderes. Además... Si vuelvo a ir a una fiesta adolescentes como uno, tu madre.── La voz de su padre tembló al igual que su cuerpo. Conocía a mi madre y su padre no exageraba en lo absoluto. Pobre de él. ──Te corta las pelotas y se las da a las almas hambrientas.── Completé la oración y él afirmó. Lilith era una mujer de armas tomar. ──Que bueno que tienes conocimiento. Además hoy es luna roja. Nuestros poderes serán más intensos. Solo trata de tener cuidado...── Él mencionó con total seriedad y preocupación como todo padre con sus hijos. Yo por mi parte conocía los poderes de la luna y que tanto nos afectaba sino teníamos el control necesario sobre ellos. ──Lo tendré.── ──Confío en ti si las cosas se descontrolan.── ──¿Confías en mí después de lo sucedido? ── ──Un error lo comete cualquiera, hija mía. Pero aprendemos de ellos al final. Se que lo harás bien a partir de ahora. ── Me aliviaba que mi padre tuviera esa confianza sobre mi y alegraba un poco mi alma. No quise decir nada pero retomé de nuevo el tema que se dejó tan solo segundos atrás. ──Pero ¿Que pasaran con ellos?── El silencio apareció. Según el trato entre los demonios y angeles que fue pactado entre Dios, la legión de ángeles y los príncipes del infierno; ningún ser de la luz podía intervenir en sus rituales satánicos. Al menos que el humano fuera obligado. Deus aclaró su voz. ──No se interpondrán. Los angeles no romperán la paz... Llevamos así siglos.── ──No hablo de ellos... Hablo de los lobos, padre.── Miré a mi padre quien me miraba con total seriedad dejando la colilla de tabaco en el cenicero que se fuera consumiendo. ──Tus tíos los están cazando, además tus hermanas están en los límites del bosque evitando que ellos se interpongan. Así que no te preocupes hija.── Decir que no me preocupara era complicado y no por los humanos, sino por mí y mi gente... Los lobos eran ángeles que no estaban de acuerdo con la paz entre ángeles y demonios después de la primera guerra santa. Eran seres despreciables que vagaban en la tierra arrastrando las cadenas de su desobediencia. Eran angeles caídos que no estaban en el infierno. Enemigos mortales de demonios y ángeles; en pocas palabras... Cazadores Miré una última vez a Asmodeus y ahí me di cuenta que no tenía de otra que aceptar su petición, aunque más que petición era una puta orden. Ahora debía ir a una fiesta e influir en ella para que esas almas sacarán a relucir sus más oscuras fantasías sexuales. Cómo hija del Príncipe del segundo círculo y portador del pecado de la lujuria. Debía hacer bien mi trabajo si deseaba que mi castigo se levantará antes de que el averno rugiera y una nueva guerra se formará.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD