Capítulo 2

1519 Words
Dado que se trataba de un criado, tenía por un daimonion a un perro pero criado de categoría, el suyo había sido un perro de categoría. En efecto, era un setter de pelo rojo. El daimonion parecía sospechar algo y se puso a arrastrar a su alrededor como presintiendo la presencia de un intruso aunque para intenso alivio de Lyor no se acercó al armario. Lyor tenía miedo del camarero porque en dos ocasiones le había pegado. De pronto oyó un leve bisbiseo. Por supuesto se trataba de Pantalaimon, que se había colocado en el armario y se había hecho un sitio a su lado. -Ahora nos tendremos que quedar aquí ¿No entiendo por qué no  me haces casos? Lyor no respondió hasta que el camarero hubo salido de la estancia. Una de las tareas que este tenía a su cargo consistía en comprobar que la mesa principal estuviera bien puesta. Oyó a los licenciados entrar en el salón, murmulló de voces, pies que se arrastraban. - ¿Menos mal que no te hago caso? -  Le replicó Lyor en voz baja -. Si te lo hubiera hecho, no habríamos visto al rector echar el veneno al vino. ¿Pan, ese vino es el Tokay del que ha hablado el mayordomo? ¿Piensas a asesinar a Lord Asriel? -¿Y tú como sabes qué es veneno? -¿Pues claro que es veneno? ¿No te has dado cuenta de que ha hecho salir al mayordomo de la habitación antes de echarlo al vino? De no haber tenido mala intención, no le habría importado que el mayordomo lo hubiera visto. Aquí ocurre algo…Algo de tipo político…lo criados hablan del asunto hace días. Oye, Pan, quizás impediremos un asesinato… - En mi vida había oído majadería semejantes- exclamó, rotundamente-. ¿O te figuras que puede estar cuatro horas clavadita en este armario donde no cabe un alfiler? Déjame salir y echar un vistazo al pasillo. Te avisaré cuando este despejado. Abandonó volando su hombro y Lyor distinguió su minúscula sobre la rendija de luz- es inútil, Pan, yo no me muevo de aquí- aseguró Lyor-. Aquí hay otra toga o no sé qué cosa, la colocaré en el suelo y me pondré cómoda. Quiero ver qué se lleva entre manos. Había estado un rato agachada, pero ahora se levantó con mucho cuidado tanteó a su alrededor  buscando las perchas y procurando no hacer ruido y se dio cuenta que el armario era más grande de que lo creía. Había varias togas y musetas académicas, algunas con ribetes de piel, la mayoría forrada de seda. -¿Serán todas del rector? -Comentó Lyor en un murmulló-. Seguro que cada vez que recibe algún título honorario de alguna universidad se regalan una toga vistosa y él las tiene aquí guardada para disfrazarse con ellas cuando se les antojas… Pan, ¿En serio que no creas que fuera veneno lo que ha echado en el vino? -Sí- dijo daimonion-, creó que es veneno, lo mismo que tú, pero se trata de un asuntó en el que no tenemos que meternos las narices. De todas las cosas estúpidas que has hecho en tu vida, la de inmiscuirte en este enredo sería la más estúpida. A nosotros no nos incumbe. -No seas imbécil- exclamó Lyor-. ¿Cómo quieres que me quede aquí en la biblioteca, mirándome el ombligo, a sabiendas de lo que se está tramando? Te aseguro que no pienso hacerlo. -¡Claro, eso es lo que deseabas desde el principio!- exclamó el daimonion al cabo de un momento-. Querías esconderte aquí dentro para espiar. ¿Cómo no me he dado cuenta antes? - De acuerdo, quería eso- dijo Lyor-. Todo el mundo sabe que se llevan algún tejemaneje entre manos, un virtual o no sé qué  historia. Quiero saber de qué se trata. -¡Pues no te importa un bledo!. Si de ellos quieren disfrutar con sus secretos, tú tienes que situarte por encima de este tipo de cosas y dejar que vayan a lo suyo. Eso de esconderse y espiar es de niños tontos. -Ni más ni menos lo que pensaba que dirías. ¡Mira, déjame en paz de una vez! Se quedaron un rato en silencio. Lyor muy incómoda por lo duro del suelo del armario, y Pantalaimon frotando con petulancia sus provisionales antenas contra una de las túnicas. Una mezcla de sentimientos encontrados se debatían en la mente de Lyor y nada le habría parecido mejor que compartirlos con el daimonion, pero el orgullo se lo impedía. Tal vez lo más conveniente sería intentar aclarase prescindiendo de su ayuda. El sentimiento dominante era la angustia, aunque esta vez no por ella. Ya había sentido angustia tantas veces por causas personales que había acabado por acostumbrarse. Esta vez se debía a Lord Asriel y al significado de todo aquello. Lord Asriel no solía visitar al college y, puesto que se encontraban en una época de gran tensión política, quería decir que no había ido allí simplemente a comer, beber y fumar en compañía de un puñado de viejos amigos. Lyor sabía que tanto Lord Asriel como el rector pertenecían al Consejo del Gabinete, organismo consultor especial del Primer Ministro, por lo que era probable que el hecho tuviera que ver con eso. Sin embargo, las reuniones del Consejo del Gabinete se celebraron en palacio, no en el salón reservado del Jordan College. De pronto había comenzado a propalarse aquel rumor que desde hace días alimentaba las conversaciones a media voz de los criados del college. Se decía que los tártaros habían invadido Moscovia y habían iniciado un despliegue hacía el norte en dirección a San Petersburgo, desde donde podían dominar el Báltico y, posiblemente, ocupar todo lo el oeste de Europa. Lord Asriel había estado en el lejano norte. La última vez que Lyor lo había visto se encontraba haciendo los preparativos para lanzarse a una expedición a la Laponia… -Pan- susurró. -¿Qué hay? -¿Crees que habrá una guerra? -Todavía no. Lord Asriel no vendría aquí a cenar si dentro de una semana tuviera que estallar una guerra. -Eso pienso yo. Pero me refiero a más tarde. -Sssss…se acerca alguien. Lyor se levantó y acercó un ojo a la rendija de la puerta. Era el mayordomo que venía a ocuparse de la lámpara tal como le había encargado el rector. La sala común y la biblioteca tenían iluminación ambárica, pero los licenciados preferían las lámparas de nafta del salón reservado, más antiguas pero de luz más suave. No las cambiarían mientras viviera el rector. El mayordomo recortó la marcha la mecha y echó otro tronco en la chimenea; después permaneció un momento escuchando atentamente junto a la puerta del salón y, acto seguido, se apoderó de un puñado de hoja de tabaco del molinillo. Apenas había tenido tiempo de colocar la tapadera en su sitio, cuando vio que giraba el pronto de la otra puerta, lo que le hizo dar un nervioso salto. Lyor tuvo que sofocar una caracajada. El mayordomo se metió la hoja de tabaco en el bolsillo y se volvió hacia la puerta. -¡Lord Asriel!-exclamó, a la vez que un helado estremecimiento de sorpresa recorría la espina dorsal de Lyor. Lyor no podía verlo desde el lugar donde se encontraba y procuró frenar el impulso d moverse para distinguirlo. -Buenas noches, Wren-dijo lord Asriel. Lyor siempre oía aquella voz áspera con una mezcla de placer y de temor. -Llego demasiado tarde para cenar. Esperaré aquí- añadió. El mayordomo parecía incómodo. Los invitados sólo entraban en el salón reservado por invitación del rector y Lord Asriel lo sabía, pero el mayordomo se dio cuenta de que el noble miraba con intención el bulto que se marcaba en su bolsillo y decidió callar. -¿Quiere que le diga al rector que ha llegado, señor? -Por mí no hay inconveniente, pero tráigame un poco de café. -Muy bien, señor. El mayordomo hizo una reverencia y se apresuró a salir, mientras su daimonion iniciaba un sumiso trote siguiéndole los talones.El tío de Lyor se dirigió a la chimenea y, levantando los brazos por encima de la cabeza, bostezó como la haría un león. Llevaba ropa de viaje. Lyor comprobó una vez más, como siempre que lo veía,la impresión que le causaba. Quedaba descartada la posibilidad de salir a rastras del escondrijo sin hacer  notar, la única alternativa era quedarse donde estaba y esperar que no ocurriera nada. El daimonion de Lord Asriel, un irbis, estaba detrás de él. -¿Vas a mostrar las proyecciones aquí dentro?- le preguntó. -Sí, siempre será menos engorroso que hacerlo en la Sala de Actos. Querrán ver las muestras, además; dentro de un rato haré venir al bedel. Corren malos tiempos, Stekmaria.´ -Tendrías que descansar. Su tío se recostó en una de las busetas y Lyor ya no pudo verle la cara. -Si,sí. Y también tendría que cambiarme de ropa. Seguro que hay alguna vieja norma que les autoriza a imponerme como sanación el pago de doce botellas por presentarme vestido como no corresponde.

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