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Esposa Falsa, Millonarios

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Blurb

Ellos eran los mejores amigos…

Cuando el hacendado y guapo pelinegro, Gabriel Esquivel, se ve en una encrucijada organizada por su padre, para casarse con una mujer a la que no ama. Acude a su mejor amiga Adriana Flores, una joven hermosa de veintidós años. Quien se ha criado a su lado desde la muerte de los padres de la joven.

La idea es totalmente descabellada porque Adriana, ha estado enamorada de Gabriel desde años atrás pero aprendió a verlo únicamente como su mejor amigo. Acepta esta locura con el fin de que su amigo pueda ser feliz al lado de la mujer que en realidad ama… —Ella, ha regresado Adriana —dijo feliz, sin imaginar el daño que estaba causando en ella.

—¿Irás con ella? —preguntó casi sin interés

—Tengo que verla —dijo impaciente

—Se feliz —respondió con una triste sonrisa…

¿Podrá Adriana soportar verlo con otra mujer? ¿Gabriel será capaz de controlar los celos al ver a Adriana con otro hombre?...

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CAPÍTULO 1
Todos los derechos reservados: Registro  2105207879003 —No puede hablar en serio ¿Qué clase de persona, haría eso a su propio hijo? —Gabriel Esquivel, rugió con furia contenida. —Tu padre, por supuesto —sonrió la joven, mientras continuaba su labor sin inmutarse ante el genio del hombre en la habitación. —Me niego aceptar tal locura Adriana, no voy a tolerar que mi padre quiera manejar mi vida —dijo colérico. Mientras su mejor amiga parecía ignorarlo olímpicamente. —¿Me estás escuchando? —preguntó ante el silencio de la joven. —Te escucho Gabriel ¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó. Apartó la mirada de su lienzo para ver los ojos de su mejor amigo, su belleza le impactó como siempre. Su cabello n***o azabache y sus ojos color miel, tenían el poder de convencerla de hacer cualquier locura, era cuando mucho tres años mayor que ella, pero en ocasiones parecía todo lo contrario como hoy. —¡Di algo que pueda ayudarme a salir de este problema! —elevó las manos en el aire. —Lo siento, no tengo nada que decir. Gabriel ¿Tan malo es? —preguntó finalmente, al ver la desesperación en los ojos de su mejor amigo —Terrible, casi espantoso —se sentó de golpe en la silla contigua a la suya. —Te escucho —dejó con cuidado su pincel en la parte baja del caballete, esperando no causar un desastre. —¡Quiere que me case! —exclamó. Se puso de pie nuevamente —¿Cuál es el problema? tienes veinticinco —rodó los ojos —¿Cuál es el problema? Ágata, está fuera del país, no vendrá corriendo para casarse —Adriana cerró los ojos, pidiendo al cielo paciencia. —Si ella te ama volverá apenas se lo pidas —apartó los ojos de él. —No es el punto, sé que ella lo haría —volvió a sentarse. Adriana empezó a sentir que iba a marearse con tanto movimiento de parte de su amigo. —¿Entonces? Habla claro hombre, no te entiendo —dijo molesta, no era adivina y odiaba que Gabriel, le hiciera adivinar las cosas. —Mi  padre no la quiere y la única manera de heredar todo en vida, es que me case con Azucena —dijo suspirando —¿Azucena? La hija del Alcalde —preguntó sorprendida, la señorita Azucena era maestra en la escuela del pueblo, era hija del Alcalde y tenía aproximadamente cuarenta años. —La misma —dijo con frustración —¿Bromeas? —ella no podía creer que Agustín le hiciera tal cosa a su hijo, realmente parecía que estaba tratando de castigarle por algo. —Ninguna broma Adri, mi padre está loco, no voy a casarme con ella, ni con ninguna que quiera imponer. —¿Cuánto tiempo tienes para cumplir el plazo? —se puso de pie para quitarse la gabacha. —Cuatro semanas, en realidad tres, esto me lo hizo saber la semana pasada y entonces yo creía que era una jodida broma, pero hoy en el desayuno volvió a tocar el tema. Estoy maldito, no puedo hacerme esto —Toma te hará bien —le tendió una limonada, sabía que era su bebida favorita —Gracias… ¿Qué puedo hacer? —esta vez parecía que Gabriel estaba en un callejón sin salida. No era un hombre ambicioso, puesto que lo tenía todo, su padre era el dueño del Rancho la Merced, uno de los más prósperos de la región y con múltiples actividades económicas, ganadería, caficultura y legumbres. —Intenta hablarle de Ágata —dijo, tratando de morderse la lengua, dudaba mucho que la fina mujer de ciudad quisiera vivir en el campo. —Es tocar un tema prohibido en casa ¿Por qué no puede comprender que estoy enamorado de ella? —su voz sonaba cansado. —No lo sé, quizá se deba a que no la han tratado mucho —no podía decirle nada más ¿Qué podría ser? ¿Qué la mujer parecía desentonar en el pueblo? La había conocido el año pasado para las navidades y la impresión que tuvo de ella… no fue siquiera capaz de ser sincera con su amigo. —Si me caso con ella, simplemente lo perderé todo Adriana. Mi padre está decidido a desheredarme si la convierto en mi esposa. —Si estás locamente enamorado ¿Por qué no renuncias? —si era la pregunta que siempre quiso hacer —¿Estás loca? Si hago tal cosa, será Simón quien se quede con todo —dijo molesto —¿Simón? —Sí, mi primo, desde que llegó a vivir con nosotros no hace más que complacer a mi padre. No lo odio pero estoy tentando cada día que pasa. Es un acomedido y nunca le dice no a mi padre. —Bueno, al parecer él sabe, lo que le conviene —lo observó, odiaba verlo frustrado, pero no podía hacer más que escucharlo. —¿Estás diciendo que yo no? —Estoy diciendo que debes pensar muy bien lo que hará. Te quedas con Ágata y lo pierdes todo o te buscas una novia que a tu padre le haga feliz y obtienes a cambio, todo lo que por derecho te pertenece. En última instancia puedes casarte con la señorita Azucena —Definitivamente para tener una amiga como tú, prefiero tener una enemiga —dijo medio sonriendo —Tú me pierdes y tú te lo pierdes ¿Qué otra mujer sería capaz de mentirte a la cara y decir que eres guapo? —sonrió al verlo achicar los ojos. —Estas de broma ¿cierto? —Lo siento, soy tu amiga y en ocasiones tengo que mentir para que tu ego se eleve al cielo —sonrió cuando Gabriel se le lanzó encima. Se conocían de toda la vida, se convirtieron instantáneamente en amigos el primer día que se vieron. ⧓⧓⧓⧓ —No puedes obligarlo Agustín, eso no te llevará a nada, sabes el carácter que Gabriel tiene, obligarlo no debería ser una opción — la mujer dejó su taza de té sobre la mesa. —No puedo permitir que se case con Ágata —dijo serio —Es la mujer que ama Agustín, no puedes obligarlo a cambiar sus sentimientos —insistió, tratando de intervenir en favor de su único hijo. —Lo sé Delia, pero no voy a ceder esta vez. Esa mujer demasiado fría y ambiciosa, se le nota en el rostro. No la quiero como nuera —dijo tajante —Sólo espero que esto no termine en una locura o tragedia —estaba angustiada por la decisión de su marido. —Si Gabriel ama tanto a esa mujer, renunciará a la finca y posiblemente se largue con ella —No quiero perderlo —dijo con lágrimas en sus ojos —No seas ingenua Delia, esa mujer no lo aceptará, si va con los bolsillo vacíos —desde el momento que la había conocido supo que no era la mujer que su hijo necesitaba a su lado y como padre quizá cometía un error, pero su única intención era que su hijo fuera feliz y con Ágata nunca podría serlo. —Espero que tengas razón pero ¿Azucena? —preguntó con preocupación —Azucena es una buena amiga, sería una excelente esposa —sonrió para sus adentros, la profesora no tenía idea de que había sido involucrada en sus planes. —¡Es quince años mayor que Gabriel! La gente murmurara, además de ser la hija del Alcalde —temía que su hijo aceptará la locura de su padre. Azucena no era una mala mujer todo lo contrario era muy querida en el pueblo y mucho de eso ayudó incluso a llegar al puesto de alcalde a su padre. Pero como nuera era otra cosa y no lo aceptaba. ⧓⧓⧓⧓ —¿Qué piensas? —Adriana preguntó. Habían caminado hasta la orilla del río, era su paseo matutino casi religioso. —¿Puedo renunciar a mi herencia? —parecía perdido en el horizonte —Puedes hacerlo —dijo con seguridad, sabía que no sería fácil verlo partir, pero si era por su felicidades, podía aceptarlo. —¿Me ayudaras y apoyaras en cualquier decisión que tome? —preguntó volviendo su vista a ella. —Te lo prometo Gabriel, estaré contigo, como y cuando lo necesites —sonrió. Su corazón dolía, no estaría lista jamás para verlo partir. —Gracias Adri, eres la mejor —dejó un beso sobre su frente y se puso de pie. —Es hora de volver —extendió su mano para ayudarla a ponerse de pie y volver a la Finca. Adriana vivía con ellos desde que sus padres murieron, cuando se consideró adulta y capaz de valerse por sí misma se trasladó a la cabaña casi en los linderos de la Finca la Merced, aunque continuaba siendo propiedad de la familia Esquivel era ella quien mantenía los gastos de casa, alimentación, luz y agua. Ya los padres de Gabriel habían hecho mucho al hacerse cargo de ella y llenarla de amor y buenos recuerdos. No podía olvidarse, de eso jamás. —¿Vendrás a casa? —ella sonrió —Creí que no me lo pedirías nunca —bromeo —Quiero ver a tus padres y saludarlos, útilmente no he podido visitarlos —su trabajo la mantenía apartada de todo y todos, apenas recordaba que tenía que alimentarse, sino fuera por Gabriel. —Mamá te echa de menos, eres algo así como la hija que nunca tuvo —fingió estar celoso —Eres un pésimo actor Gabriel, no te crees ni tú mismo lo que dices, Delia vive y respira por ti —sonrió. Era mentira Delia siempre había sido y era un amor de persona con ella. Aunque su mayor debilidad en efecto era su único hijo. —¡Espera! —el gritó de Gabriel le hizo detenerse de manera abrupta —¿Qué ocurre? —por un momento llegó a pensar que había pisado una serpiente —Tengo la solución a este problema —dijo con ojos brillantes —¿Lo tienes? —sonrió, ante la expresión en el rostro de su amigo. —¡Sí! como no lo he pensado antes —dijo emocionado —¿Te molestaría compartirlo conmigo? —estaba impacientándose —Adriana. Cásate conmigo —¡¿Qué?!...

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