1 "EL COMIENZO"

3207 Words
Una de las cosas que más odio en este mundo es el maldito frío, y Madrid no era precisamente caluroso en estos tiempos, hace un frío que ni por más chaquetas que te pongas lograrás combatirlo. Nuestro amado entrenador nos había dicho que el viaje para la liga se debía adelantar y tuve que irme de Italia, uno de los mejores lugares que he conocido. Nunca quise regresar a California, mis padres eran los únicos que me visitaban, yo a ellos no; con los padres de Emma seguía manteniendo contacto, por lo que me habían contado habían adoptado a una pequeña niña, según ellos era mejor a vivir sin su hija. Josh y Arianna se habían casado hace no mucho tiempo, su boda se celebró en una playa de Brasil; Juliett, Diego y yo fuimos sus acompañantes, intenté lo más que pude en estar feliz por el compromiso de mi amigo, pero me fue casi imposible, cada que lo veía con su ahora esposa recordaba todos aquellos planes que tenía con Emma. ¡Maldita sea! Todo me recordaba a ella, no me atrevía ni a abrir el cofre con las cartas que me dejó, ¿para qué? Solo me traerían recuerdos que prefiero dejar ahí guardados. Cuando nuestros padres dejaron ese pequeño cofre con muchos sobres dentro de él mi mundo se derrumbó, pues tenía palabras escritas con puño y letra de Emma, y después de mucho tiempo me di cuenta que cuando estaba en el hospital ella las escribió. Tenia todo planeado, de esas cartas solo había abierto dos, la que dejó para que leyera cuando me enterara de que ella había fallecido y otra que escribió para cuando hubiera cumplido mi sueño y decía más o menos esto: De: Emma Sophia Smith. Para: Roger Aguirre. Hola Roger, se que esta no es una gran forma de expresar mi felicidad porque has cumplido tus sueños, pero como entenderás no tengo otra opción, no sabes cuán orgullosa estoy de ti. Recuerdo cuando me contaste que querías ser un gran jugador de fútbol, y yo me prometí que te ayudaría a cumplirlo… y lo hice, y me alegro mucho al saber que gracias a mi, hoy estás pateando un balón como siempre lo quisiste. Las palabras no son suficientes para expresarte lo que siento, o lo que hubiera sentido si estuviera ahí, pero recuerda la vez que hablamos, me hiciste prometer que estaría siempre a tu lado, en ese instante yo ya sabía que tenía cáncer de estómago, por eso no lo hice, no te dije esas palabras, pero si estás: No puedo prometerte eso, pero si cumpliré esto, cuando llegues a ser uno de los mejores futbolistas del mundo gritaré con todos mis fuerzas: ¡GOOOOOOL! ¡MI MEJOR AMIGO ANOTÓ UN GOL! En ese entonces no sabía que llegarías a ser el chico del que me enamoraría, pero estoy segura de que desde el más allá, en vez de decir “mejor amigo” diré “el amor de mi vida”. No quiero hacer esto una eternidad y tampoco quiero seguir llorando, así que solo recuerda una cosa: Yo tomé mi decisión al darte mi corazón, ahora te toca a ti decidir que harás con el, has logrado llegar a las grandes ligas, espero que pienses en que es lo mejor para ti. ¿Hamburguesas? Con cariño, Emma. Y sabía perfectamente bien que haría con este corazón, cerrarlo para siempre. —Hamburguesas— susurré al pedazo de papel desgastado que reposaba en mis manos. Todas las noches era lo mismo, leer su carta una y otra vez hasta que me quedaba seco de tantas lágrimas derramadas, pero si era por ella, no me importaba nada. —Buenas noches, Emma— dije en voz baja, a la foto que tenía a un lado de mi cama. Mañana sería la final de la liga, nos enfrentábamos al Real Madrid, mi antiguo equipo favorito, y quería tener la fuerza suficiente para ganar este partido. Por mi. Por mi familia. Por mis amigos… Por Emma. °•°•°•°•°•°☆•°•°•°•°•°•° Como cada día, a las 6:30 a.m. salía a correr y a despejar mi mente, en Madrid todas las personas eran muy amables. Te saludaban y no importaba si eras de cualquier clase, todos sonreían al verte, o al menos eso me pasaba a mi. Fuiste mía de HaAsh y MYA sonaba en mis audífonos, era una canción un poco vieja, tomando en cuenta que estamos en el año 2026 y salo se escucha reggaetón, pasarán los años pero no me gustará nunca Bad Bunny. Paso hora y media cuando estuve de vuelta en casa, era un departamento de dos habitaciones, dos baños y medio, una sala de estar con cocina y un pequeño comedor, en mi habitación había un palco y poseía una vista muy buena. Me quité la ropa sudada y quedé completamente desnudo, caminé hacia la ducha y dejé que el agua hiciera lo suyo, desestresarme. Media hora después me encontraba con una toalla enredada a la cintura con el torso desnudo, por donde pequeñas gotas de agua resbalaban. Decidí afeitarme la cara, puesto que un poco de vello crecía en mi barbilla, tarde diez minutos en terminar de hacer eso cuando salí de el cuarto de baño para vestirme y dirigirme al estadio donde se llevaría a cabo el partido. Me puse un pantalón de chándal, una playera de mangas cortas junto con unos tenis, tomé una mochila la cual tenía en su interior algunas botellas con agua y mi ropa para cuando termine el partido. Del cajón de la cómoda saque un pequeño collar con la letra “E", tomé el cuadro con la foto de Emma y susurré. —Deséame suerte, Luz— besé el retrato y con eso salí del departamento. Me adentre al ascensor para bajar al estacionamiento y tomar mi coche, el juego sería a las 12 p.m. horario de Madrid, eran las 11:30, iba con tiempo. Cuando llegué al estadio miles de fanáticos quisieron tomarse fotos conmigo, nunca me negaba, pero en el transcurso del camino hubo demasiados semáforose iba corto de tiempo y eso solo sería purga de por vida para mi por parte del entrenador. Saludé a mis fanáticos y entré corriendo a los vestidores. A lo lejos se escuchaban los gritos del entrenador Salvador, cuando estaba de buenas podía ser un ángel, pero si se encontraba de malas… le molestaba hasta que volara una mosca cerca de el. —¡¿Dónde está Aguirre?!— se escuchó que gritaba. —N-no lo s-se— respondió entrecortado Ernesto, un amigo del equipo. —¡Si Roger no llega en diez segundos le arrancaré la cabeza!— amenazó el entrenador. —No te alteres, ya estoy aquí— dije lo más calmado posible, aunque por dentro estaba temblando. —¡¿Dónde demonios estabais?!— gritó. —Algunas personas querían una foto conmigo, no podía rechazarlos— expliqué. —Tenéis un minuto para cambiarte y salir con los demás, ¿entendido?— sentenció. —Si mi capitán— todos comenzaron a reír. —¡Y vosotros!— señaló a mis compañeros—. ¡Moved el culo! No estoy de humor, primero Roger llegando tarde y para colmo no se apuran. El entrenador salió de los vestidores echando humo por las orejas y dando un portazo, mis compañero imitaron su acción y salieron, todos menos Ernesto que me miraba con desaprobación. —¿Lo soltarás o esperas a que diga que estuvo mal llegar tarde?— le pregunté mientras abría el tipo casillero donde se encontraba mi uniforme. —No debes tomarte esto como un juego…— lo interrumpí. —¿No se supone que el fútbol es un juego?— bromeé. —No me refiero a eso, y lo sabes muy bien— dijo mientras que yo me quitaba la playera y me colocaba la camiseta de fútbol. Volteé esta y vi escrito el nombre “Roger Smith" en ella, recordaba que todos querían que pusiera mi apellido, Aguirre; pero me negué rotundamente, el apellido de Emma debía estar junto con mi nombre, porque ella era la razón por la que estaba ahí en primer lugar. —Sigo sin entender el por qué de ese apellido— habló mi amigo. —Y no lo entenderás jamás— me pasé la playera por la cabeza. —Eres un poco rarito, ¿sabías? —Siempre me lo dices— me quité el pantalón y me coloqué el short n***o con líneas blancas, para ponerme después las calcetas deportivas junto con los zapatos. —Se te olvida esto— Ernesto me acercó una banda roja que decía “capitán” en letras negras. —Aún no me creo que sea el capitán— me puse la banda en el brazo izquierdo, un poco más arriba del codo. —Ni yo, ese puesto es más para alguien responsable— hizo énfasis en la última palabra. —Ya te veré algún día siendo irresponsable— me burlé. —Vayamos a patearles el trasero— dijo emocionado. —Vamos— respondí. Comenzamos a calentar mientras que el entrenador nos explicaba la estrategia que tenía pensada para ese partido, nos enfrentábamos al primer lugar en la tabla de posiciones, solo nos ganaron con dos goles, pero ahora debíamos ganar a como de lugar. Iban a ser dos partidos en total, una de visita y otro en su estadio, que era este, en el primer juego quedamos empatados 3-3, era el momento de inclinar la balanza a nuestro favor. —Chicos, no quería que os enterarais de esta forma— habló en entrenador —. Pero será la última vez que esté con vosotros. —¿Qué? ¿Por qué?— habló Ernesto. —Me voy a retirar— explicó—. Quiero vivir mi vida en Brasil, el lugar donde nació el fútbol. —Escuchenme bien— llamé la atención de mis compañeros—. Este será la última vez que el entrenador nos acompañe, y por eso debemos darlo todo en el campo, ¿han escuchado? —¡Si, capitán!— gritaron todos al unísono. —Den lo mejor de ustedes— Aún se me dificultaba un poco el español, antes de llegar aquí ya sabía algo, aún así Ernesto me ayudó a ampliar mi vocabulario. —¡¿Qué somos?!— grité. —¡Un equipo!— contestaron todos. —¡¿Y un equipo que es?! —¡Una familia! —¡Juventus!... —… ¡Por siempre! —¡Salgamos a ganar y a enorgullecer al entrenador! —¡Estamos con vos, capitán! Sonreí orgulloso, de verdad que me había ganado la lotería al tener un equipo como ellos, éramos una familia, y siempre estaríamos para apoyar a otro. Iba a comenzar el partido, así que nos formamos para salir al campo. Dos niños pequeños llevaban una lona con el escudo del equipo, mientras que nosotros íbamos formados en línea recta, el entrenador y yo encabezábamos este. Se hizo la ceremonia y como estábamos en su estadio ellos tenían que sacar. El árbitro pitó y comenzó el juego. Pases de aquí para allá, intentando llegar a la portería, tiros de esquina y tiros libres habían tomado lugar en los primeros treinta minutos, hasta que Ernesto, Aiden y yo llegamos al área chica del equipo contrario. Ernesto llevaba la pelota y la idea era que se la pasara a Aiden para que el metiera el gol, pero vimos que la defensa del equipo contrario iba contra el, dejándonos libres a Manuel y a mi, yo iba más delante de Manuel, así que Ernesto le pasó el balón a el y eso descolocó a los defensas. Manuel me pasó el balón a mi y de una tijera logré anotar el primer gol, el estadio entero estalló en gritos y silbidos apoyándonos, corrimos de vuelta a nuestro lado del campo festejando. Muy bien, sigamos así. El árbitro volvió a pitar y el juego continuó, los pases del Real ahora eran más precisos, corrían de un lado para otro, y sabía cuál era su estrategia, querían agotarnos, pero no lo conseguirían. Faltaban cinco minutos para que se terminara el medio tiempo, no era mucho, pero mis compañeros parecían cansarse. —¡No decaigan!— grité. Esta vez sería la última jugada de esta parte del juego, el Real Madrid iba a tener tiro de esquina, así que todos nos preparamos para defender nuestra portería. El jugador pateó el balón y este llegó hasta unos de sus compañeros, el cual de un golpe con la cabeza hizo que el balón entrara a la portería. El equipo contrario salió corriendo gritando “¡Gooool!” y sus fanáticos los acompañaron. En ese momento el árbitro marcó el final del primer tiempo, volvimos con el entrenador a tomar un poco de agua. —Estáis jugando muy bien— sonrío—. ¡Pero no lo suficiente!— su voz cambio drásticamente— no habéis llegado hasta aquí para regresar con el segundo lugar, podéis hacerlo mucho mejor, esta en vosotros si quieren ganar. —El entrenador tiene razón— me levanté de la banca en la que estaba sentado para hablar con mis amigos. —. Si hemos llegado hasta aquí ha sido por nuestro esfuerzo, no podemos irnos sin esa copa— señalé el premio para el primer lugar. —Es más fácil decirlo que hacerlo— respondió Manuel. —¿Acaso no recuerdan cuando llegamos aquí?— pregunté—. ¿No recuerdan lo difícil que fueron los entrenamientos? ¿Las veces que terminamos sin una pizca de energía? Pues eso es más que suficiente para ganar, la satisfacción de saber que todos nuestros esfuerzos han dado frutos. Eso lo dije más para mí que para ellos, pues recordaba todos los días en los que terminaba agotado por estar entrenando hasta las quinientas de la noche, teniendo en mi mente solo a una persona… Emma. Quería que, donde sea que esté, se sintiera orgullosa de que lo logré, de que se diera cuenta que su muerte no había sido en vano. —Apoyo a Roger— Ernesto se puso de pie y colocó una mano sobre mi hombro—. No sé vosotros, pero yo quiero llegar a casa con esa copa. —Yo también— respondió un chico. —Y yo— se le sumó otro más, hasta que todo el equipo estuvo de pie. —Entonces salgamos otra vez a ese campo y ganemos— dije. Todos asintieron mientras que el entrenador nos daba una nueva estrategia. Se terminaron los quince minutos de descanso, así que volvimos a pisar el césped del campo para comenzar a jugar. Esta vez nos tocaba a nosotros sacar el balón, así que Ernesto y yo comenzamos a jugar, nuestros pases se habían vuelto más precisos, con la suficiente fuerza para que no lograran quitarnos el balón, la idea era la misma que ellos, agotarlos. El balón estaba en el área grande del Real, intentamos llegar más adelante, pero su defensa había cambiado, sabían que debían ganar este partido, y nosotros también lo sabíamos. Lamentablemente la jugada no salió como esperábamos y terminaron robándonos el balón. Los perseguimos hasta llegar al otro lado de la cancha, nuestra defensa los entretuvo un rato, hasta que se marcó una falta. Tendrían oportunidad de un penal. Nuestro portero se preparó para detenerlo, el jugador que cobraría penal se posicionó en su lugar y esperó a que el árbitro pitara para patear el balón. Al final terminó siendo gol, pues el portero no alcanzó a detenerlo. No importaba, podíamos recuperarnos, era cuestión de perseverancia y entrega, debíamos ganar. Minuto ochenta y no podíamos empatar, ya me estaba desesperando, y el entrenador también; era momento de hacer una última jugada, si no funcionaba no teníamos otra alternativa. Manuel, Ernesto y yo corrimos lo más que pudimos para llegar al área grande, cuando lo logramos intercambiamos el balón de uno a otro, cuando lo tenía Manuel el paso el balón por encima de la cabeza de un jugador, Ernesto la tomó e hizo lo mismo que Manuel hasta que estábamos en el área chica. Un defensa se me acercó, pues yo tenía el balón, el se agachó y yo elevé la pelota en el aire, pasé por su espalda y tenía de nuevo el balón en mis pies, corrí más rápido y estaba a unos cuantos metros de la portería. Su guardameta se iba a tirar a la izquierda, su cuerpo estaba inclinado hacia esa dirección, hizo un movimiento para pretender que iba a golpear el balón a ese lado, pero no lo hice; lo golpeé hacia la derecha y el balón entró en la red. 2-2, esto se está poniendo interesante. Diez minutos después el árbitro anunció el término del partido, para poder descansar otros quince minutos y pasar a penaltis. Cuando se terminó el descanso el entrenador eligió a los chicos que tiraran los penales. Entre ellos estaban Manuel y Ernesto, junto conmigo. Nos dirigimos a la portería del Real para decidir quién sería el ganador de este partido, ellos tiraban primero. Nuestro portero se preparó para interceptar el balón y lo logró. Era nuestro turno, Manuel tiró primero y anotó, ¡eso es! Seguimos así hasta estuvimos otra vez empatados, 3-3, esto me estaba estresando. El capitán del Real se posicionó para tirar, milagrosamente no lo anotó, era mi turno. Todos me miraban expectantes, su confianza estaba puesta en mi y eso no hacía más que ponerme nervioso, la imagen de Emma se implantó en mi mente, me la imaginé con una sonrisa gigante en el rostro gritando con todas sus fuerzas que podía anotar, el árbitro pitó y yo abrí los ojos. No te decepcionaré, Emma. Tomé impulso y patee el balón con una gran fuerza, y este entró a la red… había anotado. El estadio entero gritó y festejó con nosotros, los chicos de mi equipo corrieron a abrazarme y a gritar “¡GANAMOS!”. Todavía estaba en shock y no reaccioné a la primera, no hasta que el entrenador llegó corriendo y me abrazó, ahí desperté de mi trance y festeje yo también. Habíamos ganado. La ceremonia dio comienzo y nos entregaron el trofeo con unas medallas, comenzamos a saltar y a correr por toda la cancha, celebrando nuestra victoria. Cuando todo eso terminó, el entrenador nos reunió a todos en los vestidores para hablar. —Chicos, estoy muy orgulloso de vosotros— comenzó—. Siempre creí que llegarías a las finales, y quiero seguir hablando de todos mis sentimientos, pero estoy a punto de llorar. Comenzamos a reír y nos pusimos de pie para abrazar al entrenador, había sido como un padre para nosotros, nos ponía a practicar día, tarde y noche, pero le agradeceríamos de corazón. —Nunca lo olvidaremos— hablé. —¿Juventus?— preguntó. —Por siempre— respondimos al unísono. °•°•°•°•°•°•°•°•°• Propiedad de: AnellSanchez Obra restringida bajo derechos de autor. Instagram: anellsanchez018.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD