3 "QUE EMPIECE LA FIESTA"

4570 Words
Seguí platicando con Evelin, es muy buena chica, extrovertida y amable, obviamente no pasé desapercibido las miradas que Itzel me lanzaba cada que hablaba con ella, debo dejarle en claro que ella y yo solo somos amigos, ni siquiera eso, conocidos. — Buenas noches — habló Ernesto por el micrófono —. ¿Os la estáis pasando bien? — ¡Siiiii! — contestaron todos los presentes, incluyendo a Evelin, yo solo asentí. — Se que en este momento muchos de vosotros estaréis preguntándose, ¿ostia, pero este tío que está haciendo ahí? — hizo una voz graciosa —. No te hagas el que no sabes Roger, que tu eres uno de esos. ¿Cómo sabía que justamente pensé en eso? Todos en el lugar comenzaron a reír, incluso Evelin, al principio sentí como mis mejillas se calentaban, pero cuando la risa de la chica que estaba a mi lado llegó a mis oídos, dejé la pena a un lado y volteé a mirarla. Sus ojos eran hermosos, un verde selva que en mi vida había visto; su nariz pequeña y respingada, era muy bonita. — Siguiendo con lo que os quiero comunicar, mi hermana y yo hemos hecho una apuesta — volteó a ver a Evelin, la cual, aunque no lo veía; rodó los ojos con fastidio —. No creía que ganaríamos la final, y henos aquí, celebrando nuestra victoria. — Ve al maldito punto — pidió su hermana. Volvieron a reír, me incluyo, esta chica es demasiado graciosa y no se por qué, su acento es diferente al de todos los que nos encontrábamos ahí. — Que carácter — dijo Ernesto —. Bueno, como mi querida hermanita quiere terminar con esto rápidamente, quiero que me escuchéis, Evelin cantará para nosotros esta noche — gritos y silbidos estallaron en la sala, incluso yo me les sumé. Esto sería divertido. —Por favor Evelin, haznos el honor de pasar al escenario para deleitarnos con vuestra voz. —¿Puedes ayudarme?— pidió amablemente. Me puse de pie y la tomé de la mano, a la hora de hacerlo, la misma corriente que me recorrió la primera vez que hice lo mismo se implantó en mi cuerpo, su calidez era exquisita, su mano era pequeña y delgada a comparación de la mía. Caminamos tomados de la mano hasta llegar al escenario, teníamos que subir unos pequeños escalones y temía que Evelin se cayera al no pisar bien uno, así que pasé una de mis manos por detrás de sus rodillas y una en su espalda, cargándola como una princesa. Evelin para poder contener el equilibrio, paso ambas manos por mi cuello, su rostro quedó a centímetros del mío, su aliento era mentolado con una pequeño atisbo de alcohol por la margarita, no pesaba mucho, por lo que me fue fácil tomarla en mis brazos. —¿Pero que estoy viendo?— preguntó Ernesto—. Roger en su faceta de caballero, chicas, creo que tenéis competencia. Cuando llegué al escenario, bajé con mucho cuidado a Evelin, después de hacer esto dirigí mi mirada hacia Itzel, la cual me veía con el ceño fruncido. Dame paciencia, Dios. —¿Por qué no antes de empezar te presentas?— preguntó Ernesto, estaba por bajarme del escenario, pero mi amigo me lo impidió—. ¿A dónde? Vos te quedas aquí, chicos, suban. Me quedé en el mismo lugar en el que estaba, después mis compañeros subieron al escenario, con una gran sonrisa en el rostro. —Andando hermanita— Ernesto se acercó a su hermana, la tomó de la mano y la puso frente a todos, el micrófono se encontraba justo frente a ella. —Buenas noches, mi nombre es Evelin Barnett, y soy hermana de este marciano— señaló a Ernesto, todos comenzamos a reír—. Y cantaré para ustedes hoy. Gritos se escucharon por todo el lugar, creí que me quedaría sordo. Antes de que Evelin comenzara a cantar, su hermano tomó el micrófono y dio algunas indicaciones. —Cuando mi hermana diga un, deux, trois; vosotros diréis no es mi culpa que yo juegue más, luego ella dirá four, five, six; vosotros diréis no es mi culpa mami así nací; siguiente Eins, zwei, drei, contestarán no te miento, yo no se perder y para terminar f**k you men diréis siempre gano, ya me acostumbré, lo repetirán dos veces, ¿habéis entendido? —¡Siiiii!— volvieron a gritar. —Pues ahora si, ¡COMENCEMOS!— Ernesto le dio otra vez el micrófono a Evelin, la cual respiró profundo para comenzar a cantar. —Miro para el cielo, me mira la gente, para ellos yo soy diferente. Los gritos rebotan, la vida de frente, la pelota me grita: te toca. Mis piernas me ruegan que no, pero el alma me ordena que sí, la vida es así; y si voy a morir moriré de primero, sabiendo que soy un guerrero. Mis padres me dieron la raza y la vida, ¡¿qué pasa?! No pienso perder en mi casa. Yo corro adelante, el cronómetro corre de noventa a cero, no importa yo se lo que quiero. Persigo el balón con las manos en el corazón, asustado me mira el portero, las manos al sol y en mi pierna un impacto certero, ¡yeah!. Estaba impresionado, esta parte de la canción era bastante rápida, pero aún así, no se trabó en ningún momento, mi boca se abrió en una gran “O"; esta chica tenía un gran talento, y seguía el ritmo perfectamente bien. —¡Sube la mano y grita go-oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Sube la mano y grita go-oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! En ese momento, globos de distintos colores y pedazos de confeti cayeron del techo, dándole un aspecto más divertido a la fiesta. Rápidamente saqué mi celular y grabé a la chica que cantaba, este era un momento para recordar. —Súbele a la música que llega la fiesta, se pone caliente, la casa esta llena de gente. Sigue bailando, en el aire se siente el ambiente… Lleva las manos al sol, con el alma grita gol ¡Yeah! Todos comenzamos a gritar, Evelin le estaba dando un buen ambiente a la fiesta, y yo que me la quería perder, las personas saltaban y reían al ritmo de la música. —¡Sube la mano y grita go-oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Sube la mano y grita go-oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! Estoy seguro de que vendrá la parte en la que cantamos junto con Evelin, así que me preparé para eso. —Un, deux, trois…— señaló a los chicos con el micrófono, invitándolos a cantar. —¡No es mi culpa que yo juegue más!— gritamos todos al mismo ritmo. —Four, five, six…— hizo lo mismo. —¡No es mi culpa, mami así nací! —Eins, zwei, drei… —¡No te miento, yo no sé perder! —f**k you men… —¡Siempre gano, ya me acostumbré! Esto lo repetimos dos veces, la multitud estallaba en gritos, excepto por Itzel, la cual estaba en un rincón de brazos cruzados, mirando ceñuda a Evelin. —¡Sube la mano y grita go-oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Sube la mano y grita go-oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! ¡Oh-oh-oh-oh-ol! Sube la mano y grita… —¡GOOOL!— gritamos todos. —Miro para el cielo, me mira la gente, para ellos yo soy diferente. Los gritos rebotan, la vida de frente, la pelota me grita: te toca. Las piernas me ruegan que no, pero el alma me ordena que sí, la vida es así; y si voy a morir moriré de primero, sabiendo que soy un guerrero. Mis padres me dieron la raza y la vida, ¡¿qué pasa?! No pienso perder en mi casa. Yo corro adelante, el cronómetro corre de noventa a cero, no importa yo se lo que quiero. Yo quiero ganar y a la gente poner a gritar, ¡yeah! Yo quiero ganar y a la gente poner a gritar, ¡oh! Y volvimos a repetir lo que nos había dicho Ernesto, estaba doblemente impresionado, esta niña cantaba mejor que Cali y el Dande juntos, su voz era perfecta, la afinación que tenía era exquisita y cuando la oías querías hacerlo una, y otra, y otra vez. Evelin terminó de cantar y el lugar entero le aplaudía, silbaba y decían que cantaba muy bien, y no podía desmentir, cantaba hermoso. Los chicos bajaron poco a poco del escenario, Ernesto también los siguió, solo éramos Evelin y yo, me acerqué a elle y le susurré al oído. —Lo has hecho bien, chinita— la tomé de nuevo en mis brazos y bajé con ella del escenario. Llegamos de nuevo a donde se encontraban todos mis compañeros junto con sus novias, senté a Evelin a un lado de mi y nos concentramos en la plática que tenían. —¡Joder! Lo habéis hecho de maravilla, no cabe duda que tu voz no ha cambiado nada en los últimos años— felicitó Manuel a Evelin. —Gracias— contestó esta, la cual, para no equivocarse de lugar, miró hacia el suelo. —Lo que no entiendo es por qué Evelin tiene tanto talento y su hermano no— me burlé. —Jodete— respondió Ernesto. —Oye Roger— ¿en serio? ¿Qué he hecho mal para que Itzel no me deje en paz?—. ¿Bailamos? —No— respondí secamente. —Siempre es lo mismo con vos, me das falsas esperanzas y después me botas como si fuera una mierda— reprochó. —Yo nunca te he dado falsas esperanzas, jamás en mi vida te he dicho que quiero algo serio contigo— era momento de dejarle en claro que no que estar con ella. —Pero Roger, tu y yo estamos hechos el uno para el otro. Dios mío, danos paciencia para soportar a esta mujer. Estaba de acuerdo con mi conciencia. —Eso no es verdad. —¡Claro que si! —Por favor Itzel, retírate antes de que llame a seguridad. —¿Me estás amenazando? —Te estoy advirtiendo. Itzel colocó una de sus manos en su pecho y dio media vuelta para irse de ahí, no quería ser grosero con ella, pero de verdad que ya me tenía harto con sus celos que ni al caso. —Has sido muy grosero con ella— reprochó Evelin. —Créeme cuando te digo que he intentado de todas las maneras posibles para que se aleje de mi, pero no lo he logrado— respondí. —Al menos no le hubieras dado esperanzas de que podían llegar a ser algo. —Nunca se las di, la primera vez que nos encontramos fue por trabajo, no más, le dejé en claro que no quería una relación, pero ella no me hizo caso. —Ella está enamorada. —Lo que tu digas, chinita— sonreí por el apodo que le había puesto. —No me digas chinita, mi padre me decía así y nunca me gustó. —Pues no se diga más, se queda así, chinita. —¿Entiendes los insultos latinoamericanos? —No— dije dudoso. —Entonces gonorrea hijoeputa. Todos los que estaban los sillones comenzaron a reír, esto iba a ser toda la noche. —¿Qué significa? —A parte de eso, ignorante. Esta chica me va a hacer canas verdes, algo había en ella, un imán que atraía a todo aquel que se acercara a ella, no sabía si era su acento, su forma de ser o lo increíblemente hermosa que era. Alto… ¿dije hermosa? Sipi. Confirmó mi conciencia. Definitivamente venir a la fiesta hizo que perdiera la cordura. —¡Que empiece la fiesta!— gritó Manuel, poniéndose de pie y dirigiéndose a la pista de baile. Mis compañeros se le sumaron, estaba más que claro que yo era el más serio del grupo, sus movimientos eran exagerados, movían las caderas de un lado a otro, sudaban a más no poder. Por las bocinas se escuchó la canción Imitadora de Romeo Santos, me puse de pie y me acerqué a Evelin, la cual estaba tomando lo que restaba de su trago. —¿Quieres bailar?— pregunté cerca de su oído. —Vaya, acabas de rechazar la propuesta de baile de una chica y ahora quieres bailar con otra— dijo irónicamente. —Yo… —No te preocupes, si la chica no te gusta, pues no hay nada que se pueda hacer, y si; si quiero bailar. La tomé de la mano (nuevamente) y caminamos hacia la pista, vestía un pantalón de mezclilla, una blusa negra y una chaqueta también de mezclilla, los zapatos que usaba eran unos tenis negros. Cuando llegamos al centro de la pista, colocó sus manos en mi cuello y yo puse las mías en su cintura, ambos cuerpos chocaban y encajaban a la perfección. —De antemano te quiero pedir una disculpa— habló. —¿Por qué?— solté una risita. —Por si te llego a pisar. Esto… esto ya lo había vivido antes, en el baile de Halloween de la escuela, hace seis años. Emma con un vestido n***o. Yo con un traje del mismo color. Ambos bailando una bachata. Los recuerdos se implantaron en mi mente y mis ojos empezaron a picar. No, no puedo bailar con Evelin, Emma no se merece esto. Le prometí que no estaría con nadie más en mi vida, y pensaba cumplirlo. —¿Roger? ¿Estás bien? ¿Por qué no te mueves?— preguntó preocupada Evelin. —Yo… lo siento, no me siento muy bien, me he mareado— mentí—. Creo que debo descansar. —Pero… —Vamos, te dejaré de nuevo en el sillón. Caminé de vuelta al lugar donde antes nos encontrábamos, senté a Evelin en el sillón y me retiré del lugar; Ernesto estaba muy ocupado bailando con una rubia (la cual no conocía), así que decidí no interrumpir. Salí del antro y el chico del ballet parking me entregó las llaves de mi auto, me subí a este y conduje por las calles, no quería llegar a casa aún, así que perdí el tiempo visitando parques del lugar (a las 2:30 a.m.) ¿Por qué no me atrevía a acercarme a otras chicas? Era fácil, no quería superar a Emma, no a la chica que había dado literalmente su vida por mi. ¿Será que en algún momento, yo pueda rehacer mi vida? Jamás. °•°•°•°•°•♡•°•°•°•°•° Eran las 10:30 de la mañana, había llegado a casa hace aproximadamente seis horas, toda la madrugada estube deambulando en mi coche sin atreverme a pisar mi departamento, pensar en que estaba a punto de romper mi promesa no me dejó dormir. Pensar en Evelin tampoco ayudaba, quería regresar en el tiempo y no invitarla a bailar, porque sí; me arrepentía de haberlo hecho. No quería olvidar a Emma. Decidí que era momento de salir de la cama, darme una ducha e ir a casa de Ernesto a proponerle el viaje, tal vez, solo tal vez; Evelin no se encontrara en su departamento. Me metí a la ducha y tarde al menos una media hora, cuando salí busqué ropa limpia para ponérmela y salir en busca de mi amigo. Cuando terminé de hacer todo lo anterior, me coloqué un poco de colonia y salí del departamento con las llaves de este y del auto en las manos. Subí al auto y manejé por unos quince minutos, al llegar al edificio donde habitaba Ernesto entré a este. Saludé al portero y caminé hacia el elevador, marqué el quinto piso y llegué pronto al departamento. Toqué el timbre dos veces, esperando a que me respondieran, cuando me abrieron, una chica de cabello rojizo y pecas me abrió la puerta. —¿Diga?— preguntó con un extraño acento. —¿Esta Ernesto?— le pregunté. —¿De parte de quien? —Soy un amigo de el, mi nombre es Roger Aguirre. —Ah, eres Roger, un gusto, mi nombre es Mariana Williams Barnett, prima de ese idiota; pasa por favor. —Gracias— entré al departamento e inmediatamente un olor inundó mis fosas nasales. —Ernesto aún no ha despertado, pero espéralo en la sala, mi prima Evelin esta ahí— oh s**t. No esperó una respuesta por parte mía se retiró del lugar, dirigiéndose hacia la cocina, tal vez estaba cocinando algo. Caminé a paso lento hacia la sala, el sonido de una guitarra se escuchó tenuemente, la melodía la conocía, pues hace cinco años se volvió el hit del momento, Saturno de Pablo Alborán. —En Saturno, viven los hijos que nunca tuvimos, en Plutón; aún se oyen gritos de amor y en la Luna; gritan a solas tu voz y mi voz, pidiendo perdón, cosa que nunca pudimos hacer… peor— la voz de Evelin era una droga, no podía dejar de escucharla. Decidí acercarme lentamente a ella, como un cazador esperando por su presa, pero Evelin me sintió y levantó la vista rápidamente. —¿Quién está ahí?— preguntó. —Soy…— me aclaré la garganta—. Soy yo, Roger. —Ah, eres tu, me espantaste. —No era mi intención, discúlpame. —Es solo que tu olor es… diferente, todas las personas que conozco las identifico por su olor, no reconocí el tuyo. —Pensé que ibas a decir que olía mal. —Jajaja, para nada, de hecho hueles muy bien. —¿La plática consistirá solo en olores, o cantatas otra vez? —Esta bien, yo cantaré pero tu debes contestarme algo, ¿vale? —Vale. —¿Por qué te fuiste tan de repente? Debí imaginarme que me preguntaría eso, era más que claro pero; ¿qué se suponía que debía responder? —Ya te lo he dicho antes, me sentía muy mal, me maree. —Estaré ciega, pero no soy estúpida, pero esta bien si no quieres contarme, solo soy una desconocida para ti. —No es eso, es solo que… no sé cómo decirlo. —No te presionaré, creo que me lo dirás en su momento, tal vez no hoy ni mañana, pero esperaré. —Gracias, eres más paciente que tu hermano. —¿Aún quieres que cante? —Por favor. —¿Qué quieres que cante? —La misma canción de hace rato, pero cámbiala, haz una modificación en la letra. —Deja pensar…— cerró los ojos por un minuto, cuando los abrió de nuevo —. Listo. —Comienza entonces. Colocó los dedos de su mano izquierda en la cola de la guitarra, presionado las cuerdas para que con el movimiento de la otra mano sonaran los acordes. —Yo no debía amarte, luego empecé a adorarte, todos los sueños que nunca viví, vuelven a la almohada en la que ayer lloré. En Saturno, mueren tan lento nuestros grandes sueños; la pasión, en Venus se encuentra, agoniza en dolor y en la Tierra; dos orgullosos sin decir perdón, pidiéndole al Sol, que alumbre con fuerza lo que una vez fue… su amor. Continuó tocando la guitarra, balanceándose el ritmo de la música mis ojos no dejaban de mirarla, era hermosa, ya no lo podía negar, tal vez lleguemos a ser grandes amigos. —¿Qué tal?— preguntó, aún con la cabeza baja. —¿Quieres la verdad o la mentira? —La verdad. —Lo has hecho de maravilla, nunca había escuchado a alguien cantar de tal manera, diez de diez. Se sonrojó—. Gracias. —Buenos días estrellitas, la Tierra os dice hola— un muy dormido Ernesto entró a la sala, vistiendo solo un pantalón deportivo, sin ninguna playera encima. —Solo tu puedes arruinar una frase como esa— habló Evelin. —Yo también te quiero, hermanita— Ernesto se sentó a lado de la mencionada y la abrazó, Evelin se retorcía entre su brazos, intentándose soltar. Ambos empezaron a forcejear hasta que se convirtió en una pelea, Ernesto no se había dado cuenta que estaba ahí, así que siguió en lo suyo, Evelin le dio varios golpes en el abdomen haciendo que su hermano se riera. —Aún estoy aquí— hablé. Los dos hermanos dejaron de pelear para dirigir su mirada hacia mí. —¿Roger? Que bueno que habéis venido, ayer te fuiste sin dar explicaciones— Ernesto se levantó y sentó correctamente a Evelin —Lo siento por eso, no me sentía bien— mentí de nuevo. —Como tu digas, solo puedo decirte que te habéis perdido un show. —¿Quién hizo una babosada ahora? —Manuel, se subió a una mesa e hizo un baile para una chica que no era su novia. —¿De verdad?— Manuel no era el tipo de chico que hacía desastre. —No estoy de coña, Abby terminó con Manuel. —Pero si solo ha bailado con una chica, no la ha besado. —Pues si, pero sabes cómo es Abby, se le bota la canica. —¿Se le bota la canica? ¿Qué significa? —Te falta barrio Roger, se te bota la canica significa que se vuelve loca, no se controla. —Oh, entiendo. —¡Esperpentos que se hacen llamar mis primos! ¡Es hora de almorzar!— gritó la chica que si mal no recuerdo su nombre es Mariana. —¡Ya vamos!— respondió Evelin—. ¡Y si somos tus primos! —Yo lo dudo— dijo Ernesto. —¿Me pasan mi bastón?— Evelin su puso de pie. —Claro— respondí—. ¿Dónde lo dejaste? —A lado de la puerta de la cocina. —Ahora lo traigo— fui a la cocina (la cual ya sabia donde estaba) y traje conmigo el bastón. —Toma— me acerqué a ella y puse en sus manos el pedazo de metal. —Gracias— caminó con paso lento hasta llegar a la cocina, obviamente conmigo detrás, ya que no quería que chocara con algo y se lastimara. —¿Quieres almorzar con nosotros, Roger?— me preguntó Mariana. —Claro— antes de sentarme, tomé de la mano a Evelin y la senté en una silla que previamente había puesto para ella. —Gracias— volvió a agradecer. —Dices muchas veces gracias, ¿sabías?— le cuestioné. —Nop. En seis años no había hablado tanto con una chica como con Evelin, era divertida y sus frases me intrigaban, quería saber más de ella, y no sabia el por qué… eso me asustaba. —¿Quieres chilaquiles?— preguntó la prima de Ernesto. —Ehhhh… nunca los he probado— admití. —Pues ahora lo harás— puso un plato y encima de este puso una mezcla de chile con tortilla, cuando terminó de servirlos, pasó al plato de Ernesto—. Esto es una comida perfecta para una cruda. —La resaca como mejor se le conoce— explicó Evelin. —Y los cuales me voy a comer sin objetar— siguió Ernesto. —¿Y se comen solo así? ¿O se les pone algo más?— pregunté. —Queso y crema— dijo Evelin—. Y si quieres, también un poco de cilantro y a lado un huevo estrellado. —Oh— dije, mientras veía como Ernesto hacia todo lo anterior. Tomé una cuchara y estaba por comer el primer bocado, cuando Mariana me interrumpió. —Espera— fue a la alacena y de ella sacó una jarra y en esta colocó un poco de agua—. Hay que estar prevenidos. —¿Por qué?— estaba intrigado. —Solo digo, ahora sí, puedes comer. Hice lo que me indicó y mastique la tortilla, al esta llegar a mi paladar, un picor intenso se apoderó de mi boca; estaban extremadamente picantes, sentía que mi lengua estaba incendiada. —¡Agua!— grité. Mariana tomó un vaso y en esta sirvió el líquido transparente que me quitaría el ardor, me lo tomé de un solo trago, pero no era suficiente, seguía picando. —¡Más!— extendí mi vaso a Mariana, la cual inmediatamente lo llenó. Tres vasos de agua después, ya estaba más tranquilo, esta cosa picaba mucho. —Débil— susurró Evelin con cierta burla, quería ver si ella era capaz de comer esos chilaquiles sin hacer una sola mueca. Ernesto le dio una cuchara y esta comenzó a comer sin ningún inconveniente, parecía como si estuviera acostumbrada a tanto picor, tenía un poco de crema resbalando por la comisura de sus labios. Me pregunto como seria quitar esa crema de ahí… y no precisamente con una servilleta. ¿Pero…? ¿Qué dices conciencia? Lo que tu y yo deseamos, mi querido Roger. Había perdido la cordura. —¿Y dinos Roger, que te ha traído a la casa de los locos Adams?— preguntó Mariana. —Pues quería hacerle una invitación a Ernesto… —¿Solo a el? Si invitas a uno invitas a todos, somos una combo, tómalo o déjalo— sentenció Evelin. —Pues si se quieren unir, claro que están invitados— dije. —No pienso prostituirme para que ganes dinero, de una vez aviso— habló Ernesto. —No es eso, idiota— rodé los ojos—. Mis padres quieren hacer un viaje a México, y quieren que yo los acompañe, al principio me negué, pero propusieron que te llevara; así que acepté. —¿Me estas diciendo que quieres que vaya… —Vayamos— corrigió Evelin. —…Vayamos con tus padres a México? —Pues… si. —Yo voy— dijo mi amigo. —Yo jalo hasta donde diga empuje— respondió Evelin, no sabía que quería decir, así que se me adelantó, no podía verme, pero estoy seguro que pensó que no entendía—. O sea que si voy. —¿Y tu Mariana? —No lo sé… o sea si quiero ir, pero eso de quedarme en otra casa me da como que cosita, es que cuando estoy en mi casa puedo comer lo que quiero, y si voy a otra casa como muy poco para que piensen que soy educada— explicó Mariana. —De eso no te preocupes, mi madre si no comen les mete la comida a la fuerza— y era verdad, a mi madre no le gustaba que no pidieran más comida, decía que sentía que no les gustó. —Entonces si voy— aceptó la prima de Ernesto. —Pues no hay más que hablar, pasado mañana nos vamos— expliqué. —¡Vamos a la playa, oh-oh-oh-oh-oh!— cantó Evelin. —No vamos a la playa, vamos a México— aclaré. —Así va una canción, déjame en paz— reprochó. —Yo… lo siento, no sabía. —Vas a sufrir en México— respondió Evelin. —¿Por qué? —Porque no sabes que te dicen. —Para eso te tengo a ti, me vas a explicar todo, chinita. —Nada más no te aviento una cuchara porque la respeto, y porque no puedo ver donde estás. Comenzamos a reír, esta chica es muy graciosa. Y guapa.
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