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Hermosa venganza

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Blurb

En un futuro, cuando el ocaso reinó en el planeta, los vampiros que se escondieron en las sombras durante años, esperando el momento de reinar como dioses, lograron apoderarse de la humanidad, succionando la dulce sangre de sus cuellos y logrando que cada continente se consumiera en la oscuridad.

Draven Vodrak, uno de los líderes de los clanes principales, intentaba mantener el orden en las casas de drenaje, en las mansiones de sangre y el linaje Vodrak, cuando un grupo de vampiros salvajes llamados Indigent se apoderó de su reino, obligando a cada rey de su ciudad a sentarse a dialogar con él.

Eternity, una descendiente directa de la familia Van Helsing, cazó a Draven durante años, después de que este arruinara su vida al cazar a sus padres cuando ella era una pequeña, y no fue hasta esa guerra sangrienta, cuando lo convirtió en lo que él repudiaba: un humano mortal. Solo en la sangre Van Helsing estaba la cura para el vampirismo, y la venganza de Eternity se tornó una realidad cuando el cuerpo de Draven se tornó frágil y mortal.

Siendo mortal, Draven buscaría la manera de vengarse de la mujer, mientras se escondía de los vampiros que buscaban aniquilarlo. Draven intentará recuperar su poder en la ciudad, cesar con la anarquía, y encontrar finalmente su destino en los ojos plateados de la peligrosa cazadora de vampiros.

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Preludio
Cuatrocientos años atrás Draven, un temible vizconde de alta reputación, vivía bajo el cielo de Inglaterra. Protegía a su familia, buscaba desposar a sus hermanas con hombres dignos de su clase social y educación, y proveía el dinero para sustentar a su familia después de la muerte de su padre. A la luz de la única vela que permanecía encendida en el despacho, redactaba cartas que enviaría con sus mensajeros en la mañana, manteniendo las cuentas saldadas. Una noche, bajo el arduo calor del verano, Draven escuchó un ruido proveniente de los establos. Ningún criado permanecía fuera de su habitación después de las diez, y tras extraer el reloj de su bolsillo, supuso que era alguien más. Estaban acostumbrados a los ladrones de las últimas semanas; no eran más que niños pobres que robaban los huevos, la leche o las gallinas. De igual forma, Draven no se confiaría al salir desprotegido. No temía por él, sino por su madre. Sujetando la chaqueta que colgaba en el perchero, con una vela en su mano izquierda y la escopeta de pólvora en la otra, crujió la madera del establo con sus botas. No había más ruido que el de los animales cuando sentían que un depredador se acercaba. Los caballos relincharon, las gallinas cacareaban y Draven sintió un escalofrío subiendo por su columna. La luna se alzaba brillante, los grillos permanecían en silencio y la grama brillaba por la llovizna de la tarde. El lugar estaba oscuro, desierto, pero los animales no dejaban de asustarse. Había algo en la oscuridad que lo observaba. —¿Quién se atreve a irrumpir a estas horas de la noche? —preguntó Draven con la escopeta alzada—. Quien sea, muéstrese. Un hombre de aspecto desprolijo emergió de la oscuridad. —¿Lord Thomas? —preguntó Draven—. ¿Qué hace aquí? El hombre miró la escopeta en la mano de Draven. Era el mismo modelo que su esposa Daphne mantenía detrás de la puerta de la habitación conyugal. Draven estaba perturbado por la presencia del hombre, cuando en su vida, jamás lo vio fuera de casa después de las seis. Llevaba varias semanas sin saber de él. Su esposa habló con la madre de Draven y le comentó que Lord Thomas estaba terriblemente enfermo, que debía permanecer en cama hasta lograr una mejoría. Y fue por todo lo que sabía del hombre, que le preguntó el motivo de su visita al establo a altas horas de la noche. —Tengo mucha hambre, vizconde —farfulló Lord Thomas. Draven, aun con la escopeta en mano, frunció el ceño. —¿Sabe su esposa que se encuentra fuera de cama? Lord Thomas movió el cuello hacia la abertura en la puerta. —Mi esposa no dirá nada si usted me da de comer —afirmó. Draven no se apondría a darle algo de leche caliente con un poco de pan, pero en su interior sentía que el hombre no estaba bien, deliraba. Las enormes gotas de sudor en su frente le demostraban a Draven que Lord Thomas estaba hirviendo de fiebre. Además, su ropa estaba manchada al trasluz de la vela. Draven no lograba ver su rostro completamente, ni el color de las manchas, pero sabía que no se encontraba bien. —Lo acompañaré a casa —incentivó Draven—. Su esposa debe estar preocupada. No queremos que sufra algún mal. —Muero de hambre, milord —gruñó Lord Thomas—. Mi esposa me dio un delicioso banquete, pero no fue suficiente. Lord Thomas salió un poco más a la luz de la vela de Draven. —Quiero del suyo —susurró más cerca—. Huele delicioso. Draven retrocedió un paso cuando el hombre se inclinó un poco para olfatearlo. Y fue justo allí, cuando a la luz de la vela, Draven logró detallar el color de las manchas. No era aceite, no era tinta derramada, era sangre, la misma que tenía en el cuello y en la boca. Draven retrocedió dos pasos cuando percibió algo filoso en su boca. Refulgía como la aguja que su madre usaba para bordar. No sentía más calor que el de la vela y la cercanía del hombre comenzaba a atemorizarlo. Lord Thomas inhaló profundo cuando la brisa sopló y movió las solapas de la chaqueta de Draven. Ese aroma era exquisito, al igual que el pulso en su cuello. Lord Thomas era un depredador que atacaría a su presa, solo si se oponía. Incluso con la infección en su cuerpo, conservaba sus pensamientos y los recuerdos de Draven y su familia. —Solo será una mordida, milord —susurró Lord Thomas—. No dolerá más de diez segundos. Ayude a un anciano. Lord Thomas, con una sed incontrolable, se arrojó sobre el muchacho. Draven sostuvo la escopeta entre ambos. La fuerza del anciano era una que desconocía. Para ser un hombre de avanzada edad, tenía la energía suficiente para arrojarlo sobre unas pacas de heno y unas herramientas, haciéndolo perder fuerza cuando golpeó su cabeza con un tridente de metal para pescar. Lord Thomas aplastó la vela con la bota y se inclinó sobre un Draven golpeado. El anciano lo sujetó por las solapas de su chaqueta y clavó los filosos colmillos en el cuello de Draven. La sangre del muchacho era exquisita, más líquida y menos grasosa que la de su esposa. Era tan deliciosa como el agua de la lluvia en invierno. Draven comenzó a perder el conocimiento por el drenaje. El golpe en la cabeza, lo hizo sentir en menor proporción el dolor de los colmillos en su cuello. Draven tenía un perro de caza que siempre mantenía a su lado, y esa noche el perro salió de los límites de su propiedad. Lord Thomas tardaría en terminar de drenarlo, lo que le dio tiempo al perro de oler un extraño en casa. El perro siguió el olor y el sonido de Lord Thomas al drenarlo. El perro, al verlo, corrió sin producir ruido y clavó sus dientes en la pierna del anciano. El hombre, con un hilo de sangre cayendo de su mentón, miró al perro que lo mordía para que soltara a su amo. —Maldito perro —gruñó Lord Thomas. Golpeó las mejillas pálidas de Draven y supuso que no escaparía. Usó los brazos para quitar al perro. El animal no se despegaría con facilidad, por lo que tuvo que recurrir a una de las palas para golpearlo por las costillas y en la cabeza. Los quejidos del perro fueron lo que regresaron a Draven a la realidad. Perdió muchísima sangre, pero pestañeó varias veces y se encontró con el hombre que lo golpeó. Observó como asesinaba a su perro y finalmente se inclinaba para morderlo. El sabor del animal era asqueroso. Escupió su sangre y limpió su boca con la manga de la camisa. Lord Thomas respiró profundo y regresó su atención a Draven. —¿En qué estábamos? —preguntó al mirar al muchacho que fingió estar desmayado—. Cierto, el resto de la familia. Lord Thomas dejó a Draven moribundo en el establo y salió a la luz de la luna a buscar comida fresca. Todos estaban durmiendo con el calor de las chimeneas. Lord Thomas caminó sobre la grama y comenzó a acercarse a la puerta. Era nuevo, desconocía que no tenía límites y podía entrar rompiendo la pared. Draven, con la sangre drenando de los orificios en su cuello, aplastó la herida con la mano izquierda y se colocó de pie usando el tridente. Con las pocas fuerzas que le quedaban, Draven persiguió al hombre. Lo encontró persiguiendo el aroma de la madre. A Draven no le importaba perder su vida, pero no permitiría que hiriera a los suyos. Ni siquiera sabía qué era el hombre, ni si lo podía asesinar, pero eso no evitaría que lo intentara con el tridente. —¡No tocará a mi familia! —gruñó Draven. Le clavó el tridente, pero no hizo más que traspasarlo sin causarle ningún daño. Lord Thomas miró el filo del tridente saliendo de su estómago. Giró el cuello y sujetó al muchacho por el cuello. Por intentar atacarlo, Lord Thomas se enfureció, y en lugar de asesinarlo, lo arrojó contra una pequeña biblioteca y lo dejó agonizando y escuchando como entre gritos Lord Thomas asesinaba a toda su familia. Draven escuchó todo y lo vio descender por las escaleras con el cuerpo de una de sus hermanas. Lo arrastró por las escaleras y lo arrojó a los pies de Draven. —Gracias, milord —agradeció el viejo con una sonrisa—. Estuvo delicioso. Es una pena que no tenga más hermanas. Lord Thomas salió de la casa empapado de sangre y caminó a la siguiente casa. Él no dejó a nadie con vida a su paso. Lo único que quería era alimentarse, y lo consiguió con cada persona en el pueblo que lo permitió. Draven acunó el cuerpo sin vida de su hermana y esperó que la muerte también llegara a él, sin embargo, en lugar de morir, vivió y estuvo maldito tal como el hombre que lo convirtió. Lord Thomas lo convirtió en un vampiro sediento de sangre que durante sus primeros años no fue más que un asesino que buscaba al Lord para vengar la muerte de su familia. Durante años aprendió a vivir con ello, a controlar lo que podía hacer, a esconderse de la luz del sol, hasta que finalmente, trescientos años después, descendió el ocaso que destruyó por completo la humanidad como la conocían y las criaturas emergieron. Draven se hizo de un séquito que lo seguía a todas partes. El control mental que tenía con todos a los que convirtió, lo mantenía como el líder absoluto de una organización que obtuvo el nombre de Caballeros Oscuros. Los Caballeros se encargaron de regirlo todo, siendo los más poderosos, pero al no tener control sobre las personas que no convertían, se formaron bandos contrarios, organizaciones diferentes y vampiras aun más sanguinarias que él, que no solo querían el territorio de los Caballeros, sino su destrucción. El ocaso reinó, los pocos humanos que quedaron se escondieron y vivieron de lo que pudieran producir, hasta que se creó un nuevo orden mundial y los reyes no estaban en Inglaterra, sino en las mansiones de sangre. La poca humanidad que quedaba solo confiaba en una persona que se popularizó entre ellos; una cazadora que llevaba la sangre de Los Primeros. Su sangre era veneno para los vampiros, pero la mujer solo era un mito que se crearon para mantener viva la flama de la esperanza. No fue hasta que Draven encontró a la mujer, que comenzó a creer que no todas las leyendas eran mentira.

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